Los “demasiados” generales del ejército mexicano/Juan Velediaz
Estado Mayor, 29 de noviembre del 2017
Por primera vez en la gestión de Salvador Cienfuegos Zepeda como secretario de la Defensa Nacional, el ejército duplica la nómina de generales de división, el más alto rango en la milicia mexicana, de cara al último año del gobierno de Enrique Peña Nieto. Contrario a promociones anteriores, donde el número de ascensos a este rango en promedio era de cuatro, este pasado 20 de noviembre la cifra fue de ocho. Tres de los nuevos divisionarios poseen credenciales donde la experiencia en el mando de tropas desde su época de jefes es la tónica, otros son considerados “muy cercanos” al general secretario lo que se considera un aumento de “burócratas de uniforme” sin ningún mérito militar más que la amistad con quien decide y ordena.
México, 29 de noviembre.- Su trayectoria era motivo de expectativa desde que dejó el Estado Mayor de la Defensa Nacional en la primavera del 2016 para irse a Tamaulipas. Cuando el entonces general de brigada Luis Crescencio Sandoval González, oficial de caballería que por aquellos días era subjefe operativo del EMDN, llegó a Reynosa para hacerse cargo de la octava zona militar, en el medio castrense su nueva encomienda fue interpretada como el “fogueo” necesario para el paso siguiente que el general secretario le preparaba.
El pasado 20 de noviembre Sandoval González ascendió a general de división con las credenciales suficientes para encabezar la última promoción del sexenio, la que autoriza el presidente en turno a propuesta del secretario de la Defensa, y la que abre la puerta al tema sucesorio ante el inminente inicio del periodo electoral y la llegada del nuevo comandante supremo de las fuerzas armadas, con quien se “acuerda” la última promoción del sexenio.
En abril de 2016 Sandoval González asumió el mando de las tropas en Tamaulipas en medio de la peor crisis de violencia de los últimos 15 años. Las facciones de la organización criminal del Golfo estaban en plena guerra por rutas del paso de droga en Reynosa, Miguel Alemán, Río Bravo y Matamoros, mientras la franquicia paramilitar autodenominada “zetas”, se dividía y colocaba a Nuevo Laredo y Ciudad Victoria de nuevo en el tablero de la inestabilidad social ante la propaganda del terror que caracteriza las estrategias de este grupo.
Lo primero que hizo el general Sandoval González fue una “purga” en las unidades bajo su mando ante la información de que varios oficiales subalternos y elementos de tropa “facilitaban” información de los operativos a algunas de las facciones criminales en pugna. En mayo del 2016 la inconformidad de familiares de efectivos del 19 regimiento de caballería en Reynosa, llegó a los medios de comunicación ante la “retención” de por lo menos 400 efectivos que fueron “acuartelados” con el argumento de que estaban en “adiestramiento” en el centro de entrenamiento de Aldama, cerca de Altamira.
Golpes al “eje de flotación” de las cúpulas criminales, mayor capacidad de reacción y patrullajes constantes, no han sido suficientes en el último año para contener el desbordamiento de la violencia ante la beligerancia de los grupos facciosos que se disputan esta zona del país. Sin embargo, el ejército junto a la marina han intentado “cambiar la percepción” de inactividad y “dejar hacer” a los grupos criminales que con la anuencia del poder político, caracterizó al gobierno de Tamaulipas en sus últimos tres sexenios.
Cuando en abril del 2016 Sandoval tomó el mando de la octava zona militar, en este Blog se publicó:
“El general Sandoval González asumió el control del cuartel asentado en una de las ciudades, quizá solo por abajo de Acapulco, más violentas del país. El nuevo responsable de las operaciones militares en Tamaulipas es un oficial de caballería con una preparación que abarca cursos tanto en Canadá como en Estados Unidos. De su hoja de servicios militares destaca el curso de administración de recursos de Defensa, el Superior de Defensa Continental, el de Inteligencia en el Colegio de Inteligencia Militar del Pentágono, y el Básico de Operaciones de Apoyo a la Paz en la base militar McNaughton, en Ontario, Canadá. Además ha desempeñado el cargo de comandante de la 30 zona militar en Villahermosa, Tabasco, de diversos regimientos y guarniciones, así como puestos como en la sección quinta, Planes y Proyectos, del Estado Mayor de la Defensa. También ha sido agregado militar en la Embajada de México en Washington D.C., y delegado en la Junta Interamericana de Defensa”. ( Purga militar en Reynosa http://www.estadomayor.mx/63414 )
El roce con mundo civil
Pareciera el toque exótico de nueva camada de divisionarios, pero el apellido del general André Georges Foullon Van Lissun, actual director del colegio militar y uno de los mando de tropas más reconocidos por parte de los jóvenes oficiales, es una mezcla de origen francés, belga y español.
Nacido en la ciudad de México hace 56 años, el general de división Foullon Van Lissun, se graduó como oficial de infantería en 1971 del Colegio Militar. Antes de ocupar la dirección del alma mater de la milicia mexicana, estuvo de comandante en dos de las zonas militares del país que en el plano estratégico marcan la agenda de la lucha contra el narco. En Durango a cargo de la décima zona militar le tocó encabezar varias operaciones contra la organización de los Cabrera, ligados al cartel del Pacífico; y antes en Hermosillo, Sonora al mando de la cuarta zona militar, trazó el mapa en la frontera que va de San Luis Río Colorado a Agua Prieta y pasa por Nogales, de las acciones a desmantelar del narco. De su hoja de servicios resalta su experiencia desde oficial subalterno en diferentes unidades de infantería, y después como oficial de estado mayor en diferentes áreas del ejército.
Quizá el tercero de los ocho nuevos generales de división con experiencia en regiones del país complejas y roce internacional es Carlos Ramón Carillo del Villar, oficial de artillería quien fue agregado militar en 2015 a la Embajada de México en Bogotá, Colombia. El intercambio de información y el conocimiento geoestratégico de Centroamérica resalta en su currículum militar, después de haber sido jefe de estado mayor de la octava región militar con cuartel en la ciudad de Oaxaca, con responsabilidad en todo el estado, pasó a Chiapas como comandante de la 31 zona militar con sede en Rancho Nuevo, en la región zapatista de Los Altos, la cual dejó en junio pasado para asumir la dirección general de artillería.
El cuarto lugar en la lista lo ocupa un oficial de la fuerza aérea, el nuevo divisionario Adelaido de la Sancha Villa es hermano del general de brigada César de la Sancha Villa, retirado en enero del 2016. Para los analistas al interior del ejército este ascenso es parte de la cuota anual que se le otorga a la fuerza aérea, brazo operativo del ejército de tierra en la dinámica que impera de tiempo atrás en las fuerzas armadas.
De quien se esperaba su ascenso desde el año pasado por ocupar la comandancia de una región militar con grado de general de brigada, cargo asignado para los de división, es Gustavo Nieto Navarro. Este oficial de infantería graduado en 1976 del Colegio Militar, ha tenido en el plano operativo diferentes encomiendas como oficial subalterno y jefe, ya como general fue comandante de la primera zona militar en Tacubaya, Ciudad de México, y en la 18 zona con sede en Pachuca y jurisdicción en el estado de Hidalgo.
Compañero de antigüedad en 1972 de Nieto Navarro, otro de los ascendidos a general de división fue David Córdoba Campos, quien nació en San Luis Río Colorado, Sonora, en febrero de 1955. Como oficial de infantería de su hoja de servicios resalta que estuvo en el 32, el 14 y 75 batallones antes de su ingreso a la Escuela Superior de Guerra, donde en 1988 obtuvo el grado de Diplomado de Estado Mayor. Estuvo como jefe en la primera Compañía de Infantería No Encuadrada (C.I.N.E.) entre los años 1992 a 93, posteriormente en el Estado Mayor de la Defensa Nacional de 1994 a 1996 como subjefe en la sección primera (recursos humanos) y tercera (operaciones). De 1996 a 1998 estuvo en la agregaduría militar de la Embajada de México en Francia, Países Bajos, Holanda, Italia y Bélgica, con sede en París. Regresó a México en aquel año para asumir la jefatura del estado mayor de la 38 zona militar con cuartel en la fronteriza ciudad de Tenosique, Tabasco. En 1999 dejó esa encomienda, en la puerta de entrada de Guatemala a México fuera de Chiapas, y fue enviado a la sección tercera, operaciones, del EMDN, donde fue subjefe del centro coordinador de operaciones militares.
Tiene experiencia en el mando de tropas ya que de marzo del 2001 a diciembre del 2002 fue comandante del 66 de infantería, y del 2004 al 2005 estuvo al frente del 29 batallón. Hasta antes de su ascenso como divisionario era subjefe logístico y administrativo en el Estado Mayor de la Defensa Nacional.
Pocas veces un ingeniero militar asciende al máximo grado de la milicia mexicana. El caso del general Francisco Ortiz Valadez, ex director de ingenieros militares, y hasta el año pasado comandante de la 20 zona militar en Colima, es el último caso en varios lustros.
Nacido en San Luis Potosí en septiembre de 1955, ingresó al Colegio Militar en 1972 donde se graduó como oficial de caballería. Como teniente se inscribió a la escuela de ingenieros militar en 1976 donde se graduó como ingeniero constructor en 1982, un año antes ascendió a capitán. Estuvo en la séptima zona militar de Monterrey, como jefe de inteligencia militar en la séptima brigada de infantería adscrita a la cuarte región militar. Tiempo después fue enviado a la segunda compañía de ingenieros de combate, perteneciente a la segunda brigada de infantería independiente.
Entre los años 1990 a 1994 estuvo en el EMDN, como subjefe de la sección sexta; durante el alzamiento zapatista en Chiapas fue enviado a la agregaduría militar de la Embajada de México en Bonn, Alemania, donde permaneció hasta 1996. De ese año al 2001 regresó a la sección sexta del Estado Mayor de la Defensa Nacional, área responsable de la programación y evaluación, y fue el encargado de supervisar y evaluar la obra de la carretera fronteriza sur, que rodeo la zona los Altos en Chiapas.
Hizo buenas migas con la prensa en sus últimas encomiendas, le tocó coordinar el plan DN-III cuando el huracán “Patricia” y la erupción del volcán de fuego de Colima, al frente de la 20 zona militar en ese estado. Tuvo reconocimiento presidencial cuando encabezó las tropas mexicanas de ayuda humanitaria en Irán, por el terremoto del 2003; y a los militares enviados a Luisiana, Alabama y Misisipi en la unión americana tras el paso del huracán “Katrina”.
El “granito en el arroz” fue que al frente de la zona militar de Colima quedó como mudo espectador de la toma de la entidad por el desbordamiento de la violencia ante las pugnas de la delincuencia organizada que dispararon los índices delictivos en los últimos años. Dejó esa zona del país para viajar a la ciudad de México donde fue nombrado director del Centro de Estudios del Ejército y Fuerza Aérea, donde le llegó su ascenso a general de división.
La lista se cerró con un oficial de artillería cuya labor como militar ha sido de observar y analizar cómo los medios de comunicación más críticos e independientes, colocaron en la agenda nacional el desastre que ha significado para el ejército su labor en tareas de seguridad. Francisco Aguilar Hernández, actual director de la Escuela Superior de Guerra, antes comandante de la 17 zona militar en Querétaro, fue considerado en su ascenso a general de división por sus pares en la milicia, como parte de las “cuotas de amistad” que el general secretario tuvo que pagar a un año que deje el cargo.
Aguilar Hernández es conocido por los reporteros que se encargan de la cobertura de las actividades de la secretaría de la Defensa Nacional, como un militar atento, cordial, pero incapaz de responder a las peticiones de la agenda informativa de los medios más críticos.
“No era su labor”, dicen sus allegados, respondía a las órdenes de sus jefes, como el general Efrén Martínez Guzmán, el “eterno incompetente”, como se le conoció al director de comunicación social de la Sedena, en los años en que los consejos de guerra contra oficiales de alta graduación fueron radiografías de la podredumbre que marcó una época en la milicia.
Sin méritos militares más que “atender oficinas, firmar oficios”, y encarar reporteros, Aguilar Hernández se apresta a sellar su carrera militar en el inicio del último año que se prevé será de alta “turbulencia” informativa en la agenda mediática de las fuerzas armadas.
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