- Discurso del papa Francisco al Cuerpo Diplomático
A
las 11 horas del viernes 22 de marzo de 2013, e n la Sala Regia del Palacio
Apostólico Vaticano, el papa Francisco recibió en audiencia a los miembros del
Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, con motivo del inicio de su
ministerio petrino.
Tras
las palabras de saludo del decano, Jean-Claude Michel, embajador del Principado
de Mónaco ante la Santa Sede, el papa pronunció el siguiente discurso, a
quienes señaló que la pobreza espiritual de nuestros días es la "dictadura
del relativismo":
Texto
completo:
Excelencias,
Señoras
y señores:
Agradezco
sinceramente a vuestro decano, el Embajador Jean-Claude Michel, las amables
palabras que me ha dirigido en nombre de todos, y os acojo con gozo en este
intercambio de saludos, simple pero intenso al mismo tiempo, que quiere ser
idealmente el abrazo del Papa al mundo. En efecto, por vuestro medio encuentro
a vuestros pueblos, y así puedo en cierto modo llegar a cada uno de vuestros
conciudadanos, con todas sus alegrías, sus dramas, sus esperanzas, sus deseos.
Vuestra
numerosa presencia es también un signo de que las relaciones que vuestros
países mantienen con la Santa Sede son beneficiosas, son verdaderamente una
ocasión de bien para la humanidad. Efectivamente, esto es precisamente lo que
preocupa a la Santa Sede: el bien de todo hombre en esta tierra.
Y
precisamente con esta idea comienza el Obispo de Roma su ministerio, sabiendo
que puede contar con la amistad y el afecto de los Países que representáis, y
con la certeza de que compartís este propósito. Al mismo tiempo, espero que sea
también la ocasión para emprender un camino con los pocos Países que todavía no
tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, algunos de los cuales –se lo
agradezco de corazón– han querido estar presentes en la Misa por el inicio de
mi ministerio, o enviado mensajes como gesto de cercanía.
Como
sabéis, son varios los motivos por los que elegí mi nombre pensando en
Francisco de Asís, una personalidad que es bien conocida más allá de los
confines de Italia y de Europa, y también entre quienes no profesan la fe
católica. Uno de los primeros es el amor que Francisco tenía por los pobres.
¡Cuántos
pobres hay todavía en el mundo! Y ¡cuánto sufrimiento afrontan estas personas!
Según el ejemplo de Francisco de Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar,
proteger en todos los rincones de la Tierra a los que sufren por la indigencia,
y creo que en muchos de vuestros Países podéis constatar la generosa obra de
aquellos cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los
huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los marginados, y que, de este
modo, trabajan para construir una sociedad más humana y más justa.
Pero
hay otra pobreza. Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta
gravemente también a los Países considerados más ricos. Es lo que mi
Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la «dictadura del
relativismo», que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la
convivencia entre los hombres.
Llego
así a una segunda razón de mi nombre. Francisco de Asís nos dice: Esforzaos en
construir la paz. Pero no hay verdadera paz sin verdad. No puede haber
verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede reclamar
siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo tiempo del bien de
los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser
humano en esta tierra.
Uno
de los títulos del Obispo de Roma es «Pontífice», es decir, el que construye
puentes, con Dios y entre los hombres. Quisiera precisamente que el diálogo
entre nosotros ayude a construir puentes entre todos los hombres, de modo que
cada uno pueda encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente, sino un
hermano para acogerlo y abrazarlo.
Además,
mis propios orígenes me impulsan a trabajar para construir puentes. En efecto,
como sabéis, mi familia es de origen italiano; y por eso está siempre vivo en
mí este diálogo entre lugares y culturas distantes entre sí, entre un extremo
del mundo y el otro, hoy cada vez más cercanos, interdependientes, necesitados
de encontrarse y de crear ámbitos reales de auténtica fraternidad.
En
esta tarea es fundamental también el papel de la religión. En efecto, no se
pueden construir puentes entre los hombres olvidándose de Dios. Pero también es
cierto lo contrario: no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios
ignorando a los demás.
Por
eso, es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo
que en primer lugar con el Islam, y he apreciado mucho la presencia, durante la
Misa de inicio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del
mundo islámico. Y también es importante intensificar la relación con los no
creyentes, par
a
que nunca prevalezcan las diferencias que separan y laceran, sino que, no
obstante la diversidad, predomine el deseo de construir lazos verdaderos de
amistad entre todos los pueblos.
La
lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y
construir puentes. Son como los puntos de referencia de un camino al cual
quisiera invitar a participar a cada uno de los Países que representáis. Pero,
si no aprendemos a amar cada vez más a nuestra Tierra, es un camino difícil.
También
en este punto me ayuda pensar en el nombre de Francisco, que enseña un profundo
respeto por toda la creación, la salvaguardia de nuestro medio ambiente, que
demasiadas veces no lo usamos para el bien, sino que lo explotamos ávidamente,
perjudicándonos unos a otros.
Queridos
Embajadores,
Señoras
y Señores,
Gracias
de nuevo por todo el trabajo que desarrolláis, junto con la Secretaría de
Estado, para edificar la paz y construir puentes de amistad y hermandad.
Por
vuestro medio, quisiera reiterar mi agradecimiento a vuestros Gobiernos por su
participación en las celebraciones con motivo de mi elección, con la esperanza
de un trabajo común fructífero. Que el Señor Todopoderoso colme de sus dones a
cada uno vosotros, a vuestras familias y a los Pueblos que representáis. Muchas
gracias.
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