Fútbol.
¿Sólo un deporte?/Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC, escritor y teólogo. Autor del blog Diario Nihilista.
El
Mundo |1 de octubre de 2013
No
se puede entender la España del siglo XX, en general la cultura de nuestros
días, sin analizar el papel que juega el fútbol. El público del fútbol es
trasversal, de todas las clases sociales y de todas las franjas de edad.
Kipling dijo del fútbol donde «almas pequeñas son saciadas por los embarrados
idiotas que juegan». B. Shaw escribió: «La única manera de evitar que los
hombres golpeen y pateen a sus mujeres es la de organizar juegos en los que
puedan golpear y patear pelotas», pero parece que a muchos no les es
suficiente. «Mucho de la ética la aprendí jugando al fútbol» (A. Camus). «El
fútbol es el deporte que hace pensar a los pies» (J. Sádaba). «Hemos ido a
jugar a Rusia porque la paloma de la paz es el balón», dijo Santiago Bernabéu.
«El fútbol es un deporte, pero también un espejo en el que se mira la sociedad»
(M. Carol). «El fútbol descubre, desoculta, una dimensión de la sociedad
moderna, saca a la luz una de sus características: la masificación», dijo un
personaje anónimo. A nadie se le oculta que una frase ingeniosa no explica ni
encierra lo que es el fútbol.
Filósofos,
sociólogos, cineastas que hasta ahora se habían resistido a considerar en serio
el fútbol, se han rendido y se preguntan: ¿Qué función cumple el fútbol en la
vida de los aficionados? ¿Por qué, a pesar de ser un juego, la gente discute,
se enfada, se deprime, se alegra hasta la euforia y llega a pelearse por el
fútbol? ¿Por qué la Policía debe de colocarse entre los hinchas de dos equipos
como si se tratara de separar rebaños de fieras? ¿La gente va al fútbol porque
quiere o los poderes se sirven del fútbol para aturdir y distraer a las masas?
¿Por qué levanta más pasiones, adhesiones, filias y fobias que cualquier otro
deporte? ¿Nos recuerda que nada está definitivamente consumado mientras dura y
que el mérito es la piedra angular de cualquier logro vital? ¿Demuestra que
cualquiera que lo quiera puede lograr lo que se proponga? ¿Es la prueba de que
no somos lo que nacemos sino que llegamos a ser lo que somos?
«El
fútbol es arte vivo, producción gráfica del movimiento. El fútbol es la imagen
del mundo líquido; es la realidad visible en movimiento, la solución pacífica
de muchos conflictos, realismo plástico». El fútbol no está plenamente
integrado a una forma de vida cultural particular ni se identifica con ella
sino que adquiere autonomía, de modo tal que puede sobrevivir entre cristianos,
musulmanes, animistas, budistas, nazis, liberales, comunistas, capitalistas,
intelectuales, sabios e ignorantes, jóvenes y viejos. Las instituciones,
públicas o privadas, nacen con una función, en principio, plasmada en los
estatutos que regirán su funcionamiento. Pero con el tiempo, y tal vez ya en la
intención de los fundadores, suelen revestirse y encarnar una función simbólica
que puede coexistir y hasta sobreponerse y ocultar la función original.
El
fútbol representa el orden simbólico, la experiencia vivida, la riqueza de las
emociones. Muchos aficionados cuando se sitúan dentro del fútbol, entran en una
dimensión que está más allá de lo racional. El fútbol marca el ritmo de las
tristezas y de las alegrías de millones de aficionados porque escenifica la
dimensión agónica y muestra de manera plástica la incertidumbre de la
existencia humana. El fútbol, en ciertas circunstancias, desempeña la función
de fuerza orgánica de cohesión de la sustancia social que tradicionalmente
desempeñaba la religión y la política. Acontece cada vez, por eso no tiene
historia.
La
mundialización no borra del mapa los sentimientos localistas sino que reaviva
la necesitad de reforzar la identidad local y territorial. Los políticos
utilizan el fútbol como arma de propaganda. El principio de la propaganda es
dar a conocer por lo conocido, hacer querer por lo querido y desear por lo
deseado. Los grandes equipos y sus estrellas son las realidades más planetarias
de hoy y, por lo tanto, los mejores vehículos para llevar por los cuatro
rincones del planeta las ideologías políticas. Aquí cabría decir lo que dice
Ortega del sufragio universal: «En el sufragio universal no deciden las masas,
sino que su papel consiste en adherirse a la decisión de una u otra minoría».
Desde Hitler hasta Mas, muchos políticos han tratado de utilizar el fútbol como
soporte simbólico y vehículo de sus intereses nacionalistas.
Cada
equipo tiene su estilo, espejo de su Historia y de su tradición. El estilo del
equipo se personifica en los entrenadores. En los últimos años, los prototipos
de esto han sido Mourinho y Guardiola. Los del Barcelona ponen a caer de un
burro a Mourinho, y los del Madrid dicen que la humildad de Guardiola esconde
un enorme orgullo y una descomunal soberbia. Los catalanes han atacado mucho
más al del Madrid que los del Madrid al del Barcelona porque politizan mucho
más el fútbol: se van por la escuadra. En el fondo no se trata de una guerra de
estilos, aunque los tengan muy diferentes, sino del enfrentamiento entre dos
territorios y dos ciudades, Madrid y Barcelona, símbolos de dos maneras de
entender las situación política. En este sentido, Vilanova era la continuidad
de Guardiola. Ahora las cosas han cambiado.
Los
grandes equipos son realidades híbridas. En Europa ni siquiera las selecciones
nacionales son equipos de sangre. En la mayoría de los casos, sus grandes
estrellas, jugadores y entrenadores, son hijos de inmigrantes llegados de los
cuatro rincones más alejados del planeta. Los equipos y las selecciones son
híbridos como la sociedad. La hibridación significa el movimiento hacia una
identidad imposible de fijar porque la busca en la libertad lejos de las marcas
adscritas e inertes, disfrutando de licencia para desafiar e ignorar los
marcadores culturales, las fronteras, los límites, las etiquetas y los estigmas
que circunscriben y limitan los movimientos y las decisiones del resto de los
mortales ligados a un lugar.
«Uno
no llega a ser un miembro pleno de una comunidad al identificarse sencillamente
con su tradición simbólica explícita, sino sólo cuando asume además la
dimensión espectral que sostiene esa tradición, los fantasmas perdurables que
atormentan a los vivos, la historia secreta de las fantasías traumáticas
transmitidas entre líneas, a través de las carencias y las deformaciones de la
tradición simbólica explícita», dice Zizek. Muchas de las grandes estrellas ni
hablan la lengua, ni interiorizan la historia ni las fechas, referencias
temporales del ciclo anual, de la nación en la que juegan.
El
fútbol es el tema más universal de conversación de nuestro tiempo. La unidad de
esta universalidad frente a la multiplicidad de opiniones pudiera definirse
como unidad analógica, de un concepto polisémico e indeterminado. Las crónicas
del fútbol son crónicas de la sociedad de nuestros días. A través de los
comentarios, de las tertulias y de los debates deportivos se dibujan
aspiraciones de nuevas formas de vida, una contestación al clientelismo, a la
corrupción y al enchufe que envenenan la vida cotidiana.
Los
humanos pueden ver el mismo partido de maneras diferentes aunque estén
escuchando la misma narración por la radio o viendo la retransmisión por la
misma cadena de televisión y expresar sus diferencias gracias al lenguaje.
Ninguna autoridad puede imponer nada como verdad objetiva en cuestiones de
fútbol sobre el cual se ha establecido un diálogo interpersonal que se
desarrolla en un lenguaje compartido. Toda conversación debe de encontrar
consenso sin recurrir a autoridad alguna. El fútbol, como la guerra, hace que
se manifieste lo que late en el hombre; pero en el fútbol, aunque se juzgue al
adversario con dureza, no se le condena sino que se le permite luchar.
Esta
manera de proceder es el reflejo del debilitamiento de las estructuras
metafísicas y dogmáticas y que está en el origen de los grandes cambios de los
que es testigo la modernidad. Entre los personajes que giran, revolotean y
gobiernan el fútbol, hay hombres de deportes, hombres de negocios, gente
honrada y corrupta, políticos, civiles y personajes de catadura espesa. Es
difícil encontrar gente pobre.
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