Veracruz:
las narcofosas que pasmaron a Duarte/NOÉ
ZAVALETA
Revista Proceso #1964, 21 de junio de 2014
Tras
el descubrimiento de 12 fosas clandestinas con restos de al menos 31 personas
asesinadas en la Cuenca del Papaloapan, el gobierno de Javier Duarte tardó
cuatro días para sellar los accesos a un inmueble que tenía cervezas a medio
consumir y un altar a la Santa Muerte. Además, mantuvo silencio sobre el tema
durante casi una semana y mandó cancelar una conferencia de prensa al respecto…
TRES
VALLES, VER.- En la Cuenca del Papaloapan se cometió la mayor “carnicería
humana” de la que Veracruz tenga memoria, como lo refieren los lugareños de
Tres Valles, Cosamaloapan y Carlos A. Carrillo tras el hallazgo de por lo menos
31 cadáveres en 12 fosas clandestinas cavadas en el rancho El Diamante, lo cual
confirmó que la delincuencia organizada, sobre todo Los Zetas, operan en la
región.
De
la treintena de cuerpos descubiertos, una decena –según elementos de la
Marina-Armada de México y policías ministeriales– estaban decapitados y otros
aparecían sin manos o brazos. La mayoría tenían el tiro de gracia y huellas de
haber sido atados y torturados.
Desde
la madrugada del lunes 16 y hasta la tarde del miércoles 18, peritos forenses,
marinos, policías estatales y municipales escarbaron y sacaron uno por uno los
cuerpos del llamado kilómetro 11, camino de terracería que conduce de la
cabecera municipal de Tres Valles al ejido de Nopaltepec.
La
Subprocuraduría Regional de Justicia con sede en Cosamaloapan tuvo que pedir el
apoyo de su homóloga en el puerto de Veracruz, además de solicitar a las
funerarias de la región y al panteón municipal de la zona que prestaran a sus
“peones”, “cuerdas”, “picos y palas” para la faena.
El
Diamante es un rancho que en 2010 lucía boyante con el ganado que allí se
criaba y por sus vastas áreas de arroz y pastizales. El dueño, Fernando Cano
Cano –expresidente municipal de Tres Valles–, lo cuidaba como su mayor
patrimonio, pero al morir en mayo de 2011 el terreno cayó en desgracia.
Marcos
Nelson Cano, actual alcalde de esa localidad, asegura que El Diamante se
encuentra en litigio entre la segunda esposa de Fernando Cano y los hijos del
primer matrimonio del exedil. Mientras tanto, el rancho quedó en el abandono y
ha sido utilizado por la delincuencia organizada, admite el presidente
municipal.
“A
mí me levantaron”
“Espérenme
tantito, hoy no voy a dar tantas audiencias…Tengo un problemita”, dice el
alcalde de Tres Valles, Marcos Nelson Cano, a los habitantes que esperan hablar
con él para resolver problemas relacionados con el agro, la caña de azúcar y
con gestiones sociales. En lugar de atender a la gente, se encierra con cuatro
elementos de la Marina-Armada de México que le advierten: “Aquí vamos a andar
patrullando en estos días”.
Líder
cañero, de sombrero vaquero, Cano reconoce que las narcofosas lo tomaron “por
sorpresa”, pues el ayuntamiento que gobierna venía saliendo apenas de las
fiestas del carnaval, y a su juicio la violencia, los secuestros y la
inseguridad habían cesado.
“Aquí
hay dos lecturas muy claras: O se recrudece la violencia con esto que pasó y se
pone feo, o se detiene, porque las fuerzas federales van a sitiar Tres Valles y
van a estar muy al pendiente”, dice.
Justifica
lo ocurrido en El Diamante al reprochar el hecho de que hace dos meses, por
órdenes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), los 35 militares
adscritos al patrullaje del municipio fueron “enviados” a apoyar las labores de
combate al crimen organizado en Michoacán.
Refiere
que la delincuencia organizada en el área había sido extirpada a principios de
2012, cuando entraron fuerzas federales a hacer detenciones masivas e “imponer”
orden. Incluso rememora que él también ha sido víctima del narcotráfico.
El
9 de mayo de 2011, un comando armado, integrado por varios hombres
encapuchados, interceptó su vehículo cuando viajaba del ingenio cañero a su
domicilio. Con armas de alto calibre, lo sometieron rápidamente y lo subieron a
una camioneta.
“Querían
mi dinero. No sé cómo, pero se enteraron de que acababa de vender un rancho.
Los sicarios me decían que estuviera tranquilo, que en cuanto mis familiares
entregaran el dinero que acababa de recibir yo volvería a casa”, expresa.
Tras
ocho días de negociaciones, Nelson Cano –en aquel entonces líder regional de la
CNPR– fue liberado y nunca volvió a saber de sus captores.
El
hoy secretario del ayuntamiento de Tres Valles, José Antonio Herrera, afirma
que en 2011 también fue víctima de la delincuencia organizada, pues en pleno
centro histórico del municipio un comando armado le marcó el alto para
despojarlo de su vehículo.
La
estela de impunidad en Tres Valles en aquel entonces se explica por los nexos
de fuerzas policiacas con la delincuencia. Esto, al grado de que la SIEDO
detuvo en 2011 a siete policías por presuntos vínculos con el crimen
organizado, entre ellos al comandante de la corporación, Daniel Villagómez.
No fue sino hasta el jueves 19 cuando el
gobierno de Duarte intervino para sellar los accesos al inmueble. Pero un día
antes, reporteros y fotógrafos regionales pudieron ingresar sin problemas al
rancho.
A
un costado de las fosas encontraron una casa de seguridad y un área de
descanso, mas quedaron estupefactos al ver un altar y efigies de la Santa
Muerte, con decenas de veladoras en honor de la “señora blanca”. También había
botellas de whisky, cervezas sin terminar, sopas y chiles sin cocinar, restos
de comida, así como colchonetas, sábanas y sandalias.
Policías
ministeriales declararon que algunos cuerpos “no tienen más de tres días de
ejecutados”.
Un
abismo negro
La
cabecera municipal de Cosamaloapan –a sólo 49 minutos de Tres Valles en taxi–
hoy es un pueblo desolado: comercios cerrados, casas habitacionales en renta
y/o en venta vacías, viviendas abandonadas de familias adineradas que huyeron
por la inseguridad, y barrios –como La Playa, La 42 y San Felipe– que a decir
de lugareños son “zona cero”, pues ni la policía se atreve a entrar porque ahí
pululan los sicarios y narcomenudistas.
De
enero de 2014 a la fecha han desaparecido más de un centenar de personas en la
Cuenca del Papaloapan, en secuestros y levantones, pero también –señalan los
habitantes– como parte de un “operativo limpieza” similar a las “ejecuciones
extrajudiciales”.
Algunos
ganaderos y comerciantes aceptan hablar con el reportero bajo el anonimato, ya
que han sido víctimas de secuestro o asesinato de algún amigo.
“Aquí ha sido un infierno. Antes de diciembre
de 2012, la delincuencia secuestraba y levantaba con total impunidad. Fueron
afectados hijos de ganaderos, de políticos, de trabajadores de Pemex. Todo
aquel que tenía dinero era susceptible de secuestro; también arremetían contra
comerciantes, dueños de cantinas y ejidatarios cañeros que no pagaban la cuota
(derecho de piso). Pero, al menos, si pagabas lo que te pedían, te regresaban
vivo”, expone uno de ellos.
Otro
detalla que en todo 2013 operó una banda de secuestradores conocida como Los
Taqueros, quienes en 95% de los casos no regresaban vivo al familiar. Ese grupo
ya fue detenido en Puebla.
En
lo que va del año, asegura, las ejecuciones y levantones que se cometen en la
cabecera municipal se deben a “ajustes de cuentas” o a una “especie de
operativo limpieza”.
“La
ciudadanía, la gente de bien, ya sabe que cuando empieza a ver camionetas
negras sin placas patrullando en la noche se trata de fuerzas federales
vestidas de civil, que sólo vienen rastreando a narcomenudistas y
extorsionadores. Los sacan de esos barrios (La Playa, La 42 y San Felipe), se
los llevan y ya no regresan.”
En
dicho municipio sin ley, coinciden pobladores, ha habido momentos en que hay
que pagar “a los malandros” derecho de piso por “vender” o “comprar” carro o
casa: “Dese una vuelta por el pueblo: aunque la gente tenga dinero, verá que la
mayoría jala carros viejos”.
“Tenemos
miedo”
Francisco
Molina y su esposa son dueños de una funeraria en Cosamaloapan, municipio de
apenas 35 mil habitantes. Los Molina viven con dolor y con miedo desde que su
hija, María del Carmen Molina Gamboa, de 22 años, fue secuestrada el 12 de
diciembre de 2013. Siete semanas después, la detención de uno de sus
victimarios permitió a la Procuraduría General de Justicia del estado
encontrarla en una fosa clandestina en el municipio de Carlos A. Carrillo.
“Mire
ahora dónde tengo a mi hija”, dice Francisco Molina mientras señala una pequeña
urna de latón macizo, dentro de las oficinas de la funeraria.
“Aún
tenemos miedo. Vivimos encerrados”, confiesa la familia Molina Gamboa, pues
detalla que aunque los victimarios de su hija cobraron un cuantioso rescate que
los dejó con múltiples deudas, han recibido llamadas intimidatorias de grupos
criminales o extorsionadores.
“Siguen
hablando a la oficina. Nos dicen que están en la esquina con armas largas, que
nos van a levantar si no les entregamos dinero. Después de lo que nos pasó, uno
ya sabe qué tiene que hacer en esos casos: colgarles el teléfono”, comenta.
La
familia Molina Gamboa y otras mil 500 personas participaron en una marcha
inédita para exigir “paz”, “seguridad” y el cese de los secuestros y
extorsiones. El contingente –convocado por la Iglesia católica– partió de la
parroquia de Carlos A. Carrillo y concluyó en el parque de Cosamaloapan;
concurrieron familiares y amigos de desaparecidos y asesinados en la región.
Pifias
duartistas
El
hallazgo dejó pasmado al gobierno de Javier Duarte. Aunque el lunes se le
informó de las 12 fosas, negó el hecho hasta el miércoles. Inclusive Duarte y
su vocero, Alberto Silva, que frecuentan las redes sociales, disminuyeron notablemente
su intervención en el ciberespacio.
El
miércoles 17, el subprocurador de justicia de Veracruz, Arturo Herrera
Cantillo, admitió ante una radiodifusora que se habían hallado sólo 27 cuerpos.
Pero enseguida, sin decir por qué, apagó su celular y ya no quiso volver a
hablar del tema.
Al
mediodía, el subprocurador regional de Justicia de Cosamaloapan, Guilebaldo
Maciel Mercado, citó a rueda de prensa en su oficina para dar pormenores del
descubrimiento. Pero antes de las 11:30, cuando afuera del inmueble había ya
reporteros de Veracruz, Alvarado, Santiago Tuxtla, San Andrés, Tierra Blanca,
Tres Valles, Minatitlán, Coatzacoalcos y hasta de Tuxtepec, Oaxaca, un
“telefonazo” de Xalapa ordenó a Maciel cancelar dicha rueda de prensa.
El
silencio oficial del gobierno de Duarte prevaleció hasta el viernes 20, cuando
el fiscal de Veracruz, Luis Ángel Bravo Contreras, aceptó hablar únicamente con
la periodista Carmen Aristegui para, de forma escueta, ahondar en los datos ya
conocidos. Aceptó que no había un solo detenido.
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