Revista
Proceso
# 2040, 5 de diciembre de 2015..
Periodista por
antonomasia, amigo entrañable, leyenda.../JORGE COVARRUBIAS
¿Quién
fue Julio Scherer? ¿Quién sigue siendo Julio Scherer?… Reportero de pensamiento
y acción, conocedor y crítico de los hechos; referente, faro, guía, periodista
por antonomasia; un cazador de asuntos a quien no le gustaba perder la noticia,
pues eso era tanto como “perder la vida”; un hombre que con sus afiladas
preguntas –síntesis de una vasta cultura y una agudeza periodística innata–
sacó de sus casillas a sus interlocutores… Así fue recordado Julio Scherer
García, fundador de Proceso, durante el emotivo homenaje que se le rindió el
martes 1 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
En
el podio, la escritora Elena Poniatowska; la periodista Carmen Aristegui; Juan
Ramón de la Fuente, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM); el director de este semanario, Rafael Rodríguez Castañeda, y Julio
Scherer Ibarra, hijo del periodista, lo recordaron, cada uno desde su óptica.
“Suele
decirse que Proceso nació para la estridencia; ciertamente no somos moderados,
pero el país no está para la crítica prudente a la que muchos se acomodan; la
impunidad tomó partido y la zozobra domina la vida cotidiana, los robos y los
crímenes por la mañana, los asaltos y los secuestros por la tarde, los asaltos
a mano armada por la noche y la corrupción a toda hora”.
De
esta manera citó Scherer Ibarra lo dicho por su padre hace 10 años, cuando
recibió el doctorado honoris causa por parte de la propia Universidad de
Guadalajara. Los recuerdos lo llevaron a remarcar la agonía de su madre como un
factor determinante en la formación del carácter de su padre.
“Mi
madre, a quien no puedo dejar de mencionar esta tarde, joven aún, fue víctima
del cáncer y conoció desde el diagnóstico inicial la gravedad de su sentencia.
No le acobardó esa certeza. Nos dejó sin prisa, con la suavidad de la hoja que
cae, viviendo el día a día con intensidad, regalándonos su mejor sonrisa,
sufriendo en privado los estragos que la enfermedad dejaba a su cuerpo en
agonía. Nunca vi a una mujer más frágil y más fuerte a la vez.
“Susana,
sólo Susana, siempre Susana, la única mujer posible en la vida de Julio Scherer
García. Ella, la mujer detrás de su hombre, contribuyó a forjar el carácter de
él y a fraguar con él un destino común que la incluyó en vida, más allá de la
muerte. Susana fue sus ojos, sus oídos, sus labios y ocupó el centro mismo del
corazón de Julio.”
El
hijo del fundador de este semanario mencionó también a quien fuera el gran
amigo de su padre: “La historia de Julio Scherer tampoco podría explicarse sin
Vicente Leñero, el amigo, el confidente, el compañero, ambos dueños de un
carácter indómito que los hermanó en las diferencias y en las semejanzas. ‘No
lo quiero menos que a mis hijos’, nos decía mi papá con inusitada frecuencia.
“Ellos
dos, hermanos por decisión compartida, fueron apasionados idealistas en
búsqueda obsesiva de la verdad para ponerla al alcance de nosotros. Formaron el
binomio perfecto que compone una vida y al momento de la muerte continuaron
andando el uno al lado del otro, unidos hasta la eternidad. El tiempo que acompasó
sus vidas fue el de dos seres urgidos casi hasta la angustia por la necesidad
de escribir y contar, pero también la de vivir para y por los demás. Es ése el
gran secreto de su oficio, el más lindo de todos, el de periodista.”
Nutrida
asistencia
Antes
de que el panel empezara, el presidente de la FIL, Raúl Padilla López, hizo una
breve semblanza de la carrera periodística del periodista:
“Surgido
de su propio esfuerzo, Julio Scherer se inició como mensajero en el diario
Excélsior y poco a poco fue asumiendo mayores responsabilidades y en la década
de los cincuenta se convirtió en reportero. Su posición y argumentos críticos
desvelaban acontecimientos en cuyas sombras se escondían la corrupción, la
discriminación y la mentira, al punto en que numerosas veces su trabajo resultó
muy incómodo para el poder en turno”, dijo.
Cada
panelista lo recordó a su manera, con anécdotas y sucesos de su trayectoria
profesional que cimbraron a personajes encumbrados en el poder, como Luis
Echeverría y la autonombrada “pareja presidencial”: Vicente Fox y Martha
Sahagún.
Scherer
Ibarra recordó la descripción que hizo su padre acerca de ese par: “‘El futuro
pertenece a los dioses, pero es predecible una época dura de la que no podrán
librarse el presidente de la República ni su esposa; las promesas incumplidas
tienen el ácido sabor del engaño y la descarada deshonestidad en la casa los
mancha’. Se refería a Vicente Fox y a Martha Sahagún. Sus palabras son
perfectamente actuales si se aplicaran al presidente Enrique Peña Nieto y a su
esposa, Angélica Rivera”, comentó.
El
jefe, el amigo
“Recuerdo
en esta tribuna a mi propio Julio Scherer; al que conocí en su época de
director de Excélsior y con el que establecí una relación que fue creciendo
como se asciende a una cumbre escabrosa: al borde del abismo, subiendo y
bajando hondonadas, deteniéndose para recuperar la respiración, escalando
formaciones rocosas, sufriendo el pinchazo de arbustos espinosos, sudoroso el
cuerpo por el cansancio y por la emoción, recibiendo los ardientes rayos del
sol de las alturas o el golpe brutal del viento helado… Con la certeza de que,
ya en la cúspide de la montaña o en la cima de la amistad, los incidentes y
accidentes se vuelven anécdotas y, orgulloso de la conquista, uno puede ver con
claridad el horizonte.
“Esta
es una pequeña parte de la esencia de la amistad que nos unió; por supuesto, la
historia es mucho más larga que estos pequeños apuntes, pero sin duda es una
historia que ocuparía varios tomos.”
Recordó
que las pláticas con Scherer García eran interminables, y ya retirado el
fundador de Proceso de la dirección, nunca dejó de ir a la revista para
conversar con los reporteros y hacerle a él entrega de breves textos escritos
con “letra de receta médica” en tarjetas o cuartillas blancas con la leyenda
“confidencial”.
“Era
un hombre riguroso y obsesivo”, puntualizó Rodríguez Castañeda, y expuso
algunas de las frases lapidarias que llevaban la rúbrica de don Julio: “El
verdadero periodismo no pasa por designios del Estado”… “El periodista no es
enemigo del Estado. El Estado autoritario lo vuelve su enemigo”.
Sobre
la esencia periodística de Scherer, apuntó:
Se
refirió también al encuentro que, a los 83 años, tuvo Scherer con el
narcotraficante Ismael El Mayo Zambada, trabajo que fue portada de Proceso el 4
de abril de 2010 y que provocó que periodistas leales al sistema lanzaran duras
críticas:
“En
el crepúsculo de su vida, Scherer García decidió, una vez más, cruzar la línea
que une y separa lo lícito de lo ilícito. Este tránsito es un derecho conferido
expresamente al periodista. Según nos contó, atendió el llamado y acudió para
internarse en la tierra de nadie y encontrar al Mayo Zambada, personaje
señalado como una de las figuras más destacadas de la insurrección del crimen
en el país.
“En
el mes de abril de 2010, Proceso publicó el reportaje. Los creyentes de las garantías
legales encomiaron el respeto serio y consistente que el reportero Julio
Scherer mostraba para su reserva profesional: la discreción es un derecho
frente al Estado y un deber ante la fuente que origina la información. No
percibieron nada más. En otros frentes, los reproches vinieron de los agentes
gubernamentales y de algunos locutores que solamente pueden leer trabajos
ajenos.
“Lo
que Julio Scherer demostró en este caso es que el periodista es el titular de
derechos que encuentran su fundamento en las normas de cultura que reconoce y
postula la sociedad como elemento integrante del orden jurídico general, de
mayor valor que las garantías surgidas de la voluntad del legislador.
“Este
derecho le permite al periodista cruzar el plano fronterizo entre el bien y el
mal, lo lícito y lo ilícito para buscar y obtener la información del rebelde,
del dictador, de los criminales, de los hombres y mujeres sin libertad, sin
tomar partido ni fracasar. Solamente los regímenes autoritarios impiden hablar
con los cautivos o reprochan que se conozca la versión del perseguido o del
delincuente presuntamente peligroso o nocivo. Julio Scherer ejerció ese derecho
a plenitud y, para muestra abundante, están sus entrevistas y reportajes en las
cárceles de alta seguridad.
“Julio
Scherer lo dejó en claro: el periodista no es el enemigo del Estado. El Estado
autoritario lo vuelve su enemigo.”
Y
añadió: “La sociedad que se avizora acarreará tiempos difíciles. El periodismo
tendrá en consecuencia responsabilidades mayores que le obligarán a abandonar
la complacencia, la complicidad y los temores. Esta es la enseñanza de Julio
Scherer para el futuro”.
Para
finalizar, Rodríguez Castañeda se refirió al final de las dos figuras
emblemáticas de este semanario:
“Dentro
de poco más de un mes se cumple un año de la muerte de Julio Scherer García. Y
pasado mañana es el primer aniversario de la muerte de Vicente Leñero, su amigo
y colega entrañable en Proceso, a cuyo recuerdo pido desde aquí que le
brindemos un aplauso.”
Autor
prolífico
La
autora de La noche de Tlatelolco y Premio Cervantes de Literatura reveló que la
entrevista que Scherer siempre quiso hacer fue al expresidente de Sudáfrica
Nelson Mandela, pero por distintos motivos nunca lo logró.
Describió
al periodista como un personaje cuya vida completa tenía que ver con el
periodismo: “Aun sin grabadora, porque en 1947 no había grabadoras, una libreta
y una pluma fueron sus armas y las blandió como un fusil”.
Puntualizó
que a Scherer no le gustaba perder la noticia, pues eso “era perder la vida”, y
destacó que si bien fue un prolífico escritor de libros (22 en total) tenía una
cualidad extraordinaria para hacer preguntas y pedía de sus entrevistados “las
confesiones de un moribundo”, porque llegó a la conclusión de que todos mentían.
“Quería que le dijeran lo que no nos decimos ni a nosotros mismos”.
En
ello coincidió Aristegui, quien recordó la entrevista a Fidel Castro poco
después de que triunfara la Revolución Cubana. Scherer le preguntó si
convocaría a elecciones, y como respuesta su interlocutor sólo sonrió…
Poniatowska
dijo que en un libro póstumo del periodista –Entrevistas para la historia, el
cual se presentará este domingo 6 en la FIL– están las pinceladas de su ingenio
como entrevistador. Se trata de un volumen que incluye 20 conversaciones con
personajes como el Subcomandante Marcos, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Pablo
Neruda, Bibi Andersson y El Mayo Zambada.
“Preciso,
intenso, directo, Julio le caía encima como un águila a su interlocutor y no lo
soltaba. Taladro o bisturí, nadie lo podía acusar de no reflejar con exactitud
el contenido y espíritu de las respuestas que los entrevistados daban a su
preguntas”, refirió la escritora.
Galardonada
con el doctorado honoris causa por la Universidad de Guadalajara el mismo día
del homenaje –reconocimiento que también se entregó a De la Fuente y al propio
don Julio– la autora de Hasta no verte Jesús mío indicó que Scherer vivió cada
instante de su vida dentro del periodismo y para la noticia:
“Nada
lo distrajo nunca. Cualquier indicio podía ser noticia. La más inocua de las
palabras, una pista, nada se le podía ir, y le era imposible dejar de cazar
noticias, como lo haría una jauría detrás del zorro o del conejo.”
Para
el fundador de Proceso “todas las circunstancias de su vida tenían que ver con
el periodismo”, y dentro de él no existía un solo rincón libre para algo que no
fuera noticia.
De
la Fuente leyó un fragmento del libro de su autoría A quién le importa el
futuro –que presentó el miércoles 2 en la FIL–, en el cual le dedica un
capítulo a Scherer García como una de las personas que más influyó en su vida.
“La
independencia y autonomía de don Julio –dijo el exrector de la UNAM– no sólo
fueron formas de realización individual, sino también un marco de resistencia
al clientelismo, tan frecuente en nuestro país.
“Scherer
no concebía al periodismo sin la crítica, ni a la crítica sin la investigación
rigurosa que le diera sustento.”
Una
anécdota: durante el rectorado de Juan Ramón de la Fuente, e incluso tiempo después de que concluyera su
mandato, solían reunirse para comer él mismo, Ignacio Solares, Scherer y
Gabriel García Márquez en el piso 11 de la Torre de Rectoría. “Una comida de
altura, decía el Nobel colombiano”.
Ahí,
quien fuera director de Excélsior indagaba sobre los trabajos literarios de sus
amigos o sobre la relación del académico con el entonces presidente Vicente
Fox: “¿Cuando lo ve, lo hace como psicólogo o como rector?”, le preguntaba.
El
exrector subrayó que el rigor marcó las investigaciones del periodista y por
tal precisión resultó incómodo a muchos de sus entrevistados, “irritó a otros y
sacó de sus casillas a varios que yo conozco”, expresó, al grado de que sus
críticas reflejaban la intolerancia de sus destinatarios, y “mientras más
intolerantes, más demente, y más intensa era la reacción”.
Recordó
que alguna vez le mencionó a Scherer que bien podía ser investigador titular C
en la UNAM, “pero nunca le interesó la academia”. Tampoco era afecto a los
premios o condecoraciones. Dijo que el Premio Nacional de Periodismo lo aceptó
a regañadientes, sólo hasta que la organización de esa condecoración logró
ciudadanizarse.
“La
muerte de Don Julio deja un enorme vacío, no sólo en el periodismo nacional
sino en la conciencia social de México, y para quienes tuvimos la oportunidad
de convivir con él en alguna época de nuestras vidas, también nos deja un
sentimiento de nostalgia, pero al mismo tiempo de fortaleza y de gratitud.”
Al
final del evento, Aristegui expresó su beneplácito por el homenaje y reveló que
Scherer fue para ella “el referente, el faro, el guía, el deber ser”, y lo
describió como el “periodista por antonomasia”.
“La
de Scherer es una figura emblemática, magnífica, al punto de convertirse en la
leyenda que seguramente nunca hubiera querido ser”, indicó.
Después
recordó a Leñero y al periodista Miguel Ángel Granados Chapa –fallecido hace
cuatro años–, cuyas ausencias, comentó, dejaron un “vacío que se siente, que se
palpa, que se corta con cuchillo”.
Aristegui
dijo que la historia de Scherer está ineludiblemente asociada al golpe de
censura de Luis Echeverría al diario Excélsior y a todo el equipo de reporteros
que salió de ese medio “con la frente en alto” para continuar la batalla en el
semanario Proceso.
Añadió:
“Arrancó Julio, a cada uno de sus personajes, pedazos de su historia. Describió
detalles que podían parecer nimios y con las gratas revelaciones, con destreza,
con inteligencia, con pasión por su oficio, Scherer fue bordeando todos los
caminos. Siempre. Nunca paró. Aun cuando dejó la dirección de Proceso, su
actividad y su garra por escribir lo llevaron a hacer varios libros. Fue a las
cárceles, buscó a delincuentes, a niños sicarios. Escribió sobre los Fox, sobre
Calderón, sobre el imperio de los Salinas”. l
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