Obtendría
Moreira libertad con fianza de 200 mil euros
El juez puede resolver en cualquier momento la situación jurídica de
Humberto Moreira, señaló el abogado.
Agencia APR, jueves, 21 de enero de
2016
Ulrich
Richter, abogado de Humberto Moreira, pedirá que su cliente pague una fianza
que podría rondar los 200 mil euros.
Richter precisó que el juez "puede resolver en cualquier momento"
la situación jurídica del ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional
del PRI, detenido en el aeropuerto de Barajas, España, el pasado viernes 15.
En entrevista con Grupo Fórmula, Richter aseveró que las compañías que
transfirieron 199 mil euros a Humberto Moreira sí existen.
"Estas
empresas operan normalmente, se dedican a la publicidad y tienen una marcha
normal de los negocios", dijo.
Una de las pruebas que la defensa de Moreira presentará ante el juez Santiago Pedraz serán los resultados de una
investigación encabezada por la Procuraduría General de la República (PGR)
en 2012 por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, y que concluyó que el
priísta era inocente.
El abogado explicó que la justicia española puede tomar varias medidas
contra Moreria, entre ellas imponerle
una fianza, retirarle el pasaporte, o imponerle un brazalete electrónico.
El diario digital El Español adelantó ayer que la
Fiscalía Especial contra la Corrupción y Criminalidad Organizada de España
pedirá el viernes que se niegue la libertad bajo fianza a Moreira, quien está
acusado de lavado de dinero, malversación de fondos públicos, cohecho y organización
criminal.
EXIGEN LIBERARlO
Un pequeño grupo de personas acudió ayer a la Embajada de México en España
para demandar la libertad del ex gobernador de Coahuila. "España: ¿Quién
te nombró policía de mundo? ¡Liberen a Humberto Moreira!", decía una manta
colocada sobre la calle Galileo, en la colonia Polanco, firmada por un blog
llamado "El sentir de Coahuila", cuya única entrada está firmada por
el escritor Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como "Catón".
El mensaje también se dirigió al presidente Enrique Peña Nieto; al
dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y al gobernador Rubén
Moreira, a quienes se acusó de dejar solo a Moreira. "¿Por qué lo están
dejando solo? El priísmo lo estamos (sic) observando".
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Un populista
ebrio de poder
Aupado en política por su carisma, Moreira acabó despeñado por el gasto y
la corrupción
Nota de PABLO DE LLANO, México 18 ENE 2016
Humberto Moreira Valdés siempre adoró dos cosas: bailar y tener poder.
Hasta que perdió el ritmo. Hasta que se le liaron los pasos. Llamado a ocupar
las cumbres de la política mexicana, ha terminado en el suelo, preso, sin
pareja que lo reclame en la pista.
Su detención este viernes en el aeropuerto de Madrid apunta al cierre de
una historia arquetípica de carisma, éxito y caída en desgracia.
Nacido en la ciudad norteña de Saltillo en 1966 en una familia de
profesores de enseñanza pública, Moreira siguió la tradición licenciándose en
Educación Media. Pero su paso por las aulas fue breve. Pronto empezó a trepar
por la enredadera de la burocracia educativa hasta llegar con 22 años a la
Secretaría de Educación Pública en la capital, México DF.
En la siguiente década fue saltando de cargo en cargo hasta lanzarse al
abordaje del poder político en 2002, conquistando la alcaldía de Saltillo
gracias a la cualidad que siempre lo distinguió: su popularidad, su conexión
con la gente. Dicen que hasta el que iba su despacho a pelearse con él salía de
allí con una complacida sonrisa en el rostro. Aún hoy, después de haber sido
arrestado como supuesto cabecilla de un mastodóntico desfalco de fondos
públicos, entre las clases populares de su región su nombre sigue concitando
admiración y cariño.
Dicen que hasta el que iba a su despacho a pelearse con él salía con una
sonrisa en el rostro
Porque la lanza de Moreira siempre fue la política social. Pero, por lo que
parece, se la clavó en el estómago al convertirla en populismo cleptócrata.
Con 39 años, experimentado, buen porte, ojos verdes, simpatía para regalar,
ganó las elecciones a gobernador de su Estado, Coahuila, como candidato del
Partido Revolucionario Institucional. Era el año 2005. Por entonces, la deuda
de Coahuila era de unos 25 millones de dólares. Cuando Moreira dejó su puesto,
en 2011, había subido a un ritmo enloquecido hasta alrededor de los 2.500
millones de dólares. Aumentó el gasto en educación, hizo bibliotecas, financió
una ambiciosa campaña de difusión cultural, inyectó una fortuna en obra
pública, y a la vez, entre su gestión financiera y las paladas de monedas que
supuestamente sacó de la hucha, dejó a Coahuila, una pródiga cuenca minera y
lechera, chupada como después de una noche de bodas con un vampiro.
“Fue una época de dispendio. Nos dejó con una deuda imposible de pagar”,
dice Carlos Manuel Valdez, profesor de Historia en la Universidad Autónoma de
Coahuila, que compara la política de Moreira con la de Hugo Chávez en
Venezuela. “Empezó siendo un maestro sencillo pero terminó enfermo de poder,
gastando dinero sin límite para comprarse el favor de la gente y con desvaríos
como querer implantar en Coahuila la pena de muerte”.
Moreira en un acto público como gobernador de Coahuila.
En el apogeo de su poder provincial, llegó a codearse con Fidel Castro, al
que visitó en 2007. La reunión empezó un lunes a las once de la noche y terminó
ocho horas después, cuando ya amanecía. Moreira estableció un acuerdo de
intercambios con Cuba. Dos semanas después de ver a Castro, el gobernador envío
en avión a La Habana a la orquesta de cámara de Coahuila, con la Suite Mexicana
de plato fuerte de su repertorio.
En México, sin embargo, no sintonizaba con la cúpula de la República.
Moreira fue uno de los contados gobernadores que alzaron la voz ante la
disruptiva estrategia contra el narco del presidente Felipe Calderón –del
Partido Acción Nacional, que apeó al PRI del poder en el 2000–. Calderón, a su
vez, lo consideraba un saboteador de su mano dura contra los carteles. El hecho
es que Coahuila se volvió uno de los puntos más salvajes de la eclosión
criminal, con el atroz grupo de Los Zetas regando de sangre la región; a tal
extremo que llevaron a cabo una masacre en Allende, cerca de la frontera con
Texas, en la que se supone que hubo cerca de 300 muertos, aunque la
investigación aún no ha podido sacar números claros a partir de los restos que
dejaron Los Zetas, expertos en la disolución de cadáveres en bidones de ácido.
Pero eso ocurrió en marzo de 2011, tres meses después de que Moreira dejase
el gobierno de Coahuila para dar su gran salto: asumir la presidencia del PRI
para cohesionar a sus familias de cara a las elecciones de 2012.
Dentro del partido luchaban por la candidatura Manlio Fabio Beltrones, peso
pesado del priismo tradicional, y Enrique Peña Nieto, representante del bando
renovador. A lo largo de 2011 Moreira hizo su trabajo. En noviembre, Beltrones
abandonó el combate y Peña Nieto, tan cercano a Moreira que nació sólo ocho
días antes que él, fue nombrado candidato el 17 de diciembre, aunque no pudo
compartir su alegría con su coetáneo: dos semanas antes, el 2 de diciembre,
Moreira se había visto obligador a dimitir como presidente del PRI por el
creciente escándalo del endeudamiento de Coahuila. La pista de baile se le
quedaba a oscuras.
Tras su caída, ni siquiera su hermano Rubén pudo defender su envenenado
legado
Ya apartado del escenario, sufrió un golpe trágico. El miércoles 3 de
octubre de 2012 su hijo Luis Eduardo, de 26 años, fue asesinado a tiros en
Coahuila por sicarios de Los Zetas. Cuando Peña Nieto fue investido presidente
el 1 de diciembre siguiente, el hombre que había allanado su camino dentro del
PRI era, elementalmente, dos cosas: un padre de luto y el hermano menor del
nuevo gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, que ganó –también con el PRI– en
julio de 2011.
Rubén nunca criticó a su hermano por su nombre, pero tampoco evitó –o no
pudo evitar– reconocer lo envenenado de su legado: “Cuando yo entré a mi
gobierno, me di cuenta de que estábamos a punto de que el monopolio de la
autoridad no lo tuviera el Gobierno sino la delincuencia”, afirmó en una entrevista
con un diario local.
A principios de 2013, Humberto Moreira puso tierra de por medio con México
y se inscribió en un máster en Comunicación en la Universidad Autónoma de
Barcelona. Pocos meses después, los medios mexicanos dieron cuenta del
acomodado estilo de vida del político defenestrado en la ciudad catalana, a
donde se habían mudado con él su mujer y sus hijas. Chalet, coche caro,
piscina. Moreira respondió que tiraba de sus ahorros y de una beca del
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Antes de que acabara el año
pisó otro charco, por narcisismo: subió en Twitter fotos suyas luciendo ante un
espejo abdominales de gimnasio.
Lo sintiera o no, por entonces ya llevaba la lanza clavada en el estómago,
pues la justicia de Texas estaba buscando a dos de sus hombres fuertes de su
etapa de gobernador, el extesorero y el exencargado de Desarrollo Social, por
blanquear en Estados Unidos dinero que supuestamente habían robado de los
fondos públicos del Estado de Coahuila.
El hilo se fue desenrollando, silencioso, hasta este viernes, cuando la
Policía española lo detuvo y difundió la noticia de su arresto con un tuit que
acababa con un hashtag sardónico: “#misióncumplida”, las mismas palabras que
había empleado justo una semana antes el presidente de México, Enrique Peña
Nieto, para anunciar la detención de El Chapo Guzmán, un narcotraficante.
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