Vetito/ Carlos Loret de Mola
Columna:“Historias de un reportero”
El Universal, 4 de julio de 2016
En lo personal, pienso que los asesores tienen poca culpa cuando es el presidente Enrique Peña Nieto quien ha demostrado de casi todas las maneras posibles que no le interesa combatir la corrupción.
Desde
hace algunas semanas, durante las cuales el gobierno federal y su partido han
tratado de evadir por cualquier ruta la creación de un Sistema Nacional
Anticorrupción que verdaderamente combata este mal, he platicado con muchos colegas
periodistas, analistas, activistas que hacen la misma crítica: qué asesores tan
torpes tiene el Presidente.
Unos,
porque el PRI junto con sus inseparables Verde y Nueva Alianza quedaron
exhibidos como el grupo que bloqueaba el avance de las leyes que conformarían
este sistema, en momentos en que el votante está decidiendo en función del
hartazgo por los gobiernos corruptos.
Otros,
porque el gobierno federal no capitalizó a su favor el ánimo social robándole a
la oposición la bandera de la anticorrupción, como lo hizo con la igualdad
hacia las personas del mismo sexo.
Algunos,
porque el gobierno atacó a todo el empresariado, con un ánimo de venganza que
exudaron sus operadores políticos en cada declaración tras aprobar —ahora dicen
que no se dieron cuenta, ajá— que accionistas y empleados de cualquier empresa
que vendiera hasta un lápiz al gobierno tenían que presentar su 3de3.
Hay
quien destaca que, tras esta pifia, recibir en Los Pinos a los dirigentes
empresariales y ceder a su planteamiento de vetar el artículo que les molestaba
de la 3de3 “pirata” sólo refuerza la teoría lopezobradorista de la mafia del
poder, de un presidente entregado a los hombres del dinero.
En
lo personal, pienso que los asesores tienen poca culpa cuando es el presidente
Enrique Peña Nieto quien ha demostrado de casi todas las maneras posibles que
no le interesa combatir la corrupción.
No
está en sus ideales, no está en su ADN político, no comprende por qué tanta
gente la considera prioridad. Para el Presidente, y así lo ha confesado
públicamente, la corrupción es parte de la cultura nacional.
¿Qué
más pueden hacer los asesores con un jefe así? Los que coinciden con él —y
fallan al leer lo que está motivando a la ciudadanía en todo el mundo—
reforzarán sus aversiones al Sistema Nacional Anticorrupción y a quienes lo
impulsan.
Y
los que no coinciden con él, tratarán de matizar su imagen agendándole
reuniones que lo hagan ver abierto, dialogante, dispuesto a corregir,
comprometido con el combate a la transa, y encontrarán algún resquicio para
convencerlo de vetar a medias esa ley.
Porque
aquello no fue veto, fue vetito. Un vetito que quitó a la IP la obligatoriedad
de que hasta el más sencillo de sus empleados presente la 3de3, pero dejó
abierta la puerta a que sigan siendo secretas las declaraciones patrimonial, de
impuestos y de intereses de los funcionarios públicos y sus familiares
inmediatos. Y en lo que luce como una suerte de pacto de silencio, los
dirigentes empresariales no tendrán que presentar su 3de3 y los funcionarios no
tendrán que hacer públicas las suyas. ¿Y las 700 mil firmas ciudadanas? Esas no
estuvieron en la negociación cupular.
El
principal obstáculo que enfrenta el Sistema Nacional Anticorrupción no son el
PRI y sus aliados, ni los funcionarios que cabildean para dinamitarlo, tampoco
los panistas, perredistas y morenistas que dicen una cosa pero votan otra. El
principal obstáculo es el presidente Peña Nieto que no cree en él.
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