La América que votó a Trump teme los efectos de su reforma sanitaria
En Bakersfield, reducto de la California rural donde triunfó el republicano, 95.000 personas reciben atención médica gracias al 'Obamacare'
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL
El País, Bakersfield 19 MAR 2017
Betty Basulto, que tiene cobertura médica gracias a Obamacare, en Bakersfield. APU GOMES
A Juan Carlos y Julie Solís no les queda nada. Él perdió su trabajo en la construcción cuando le diagnosticaron una enfermedad infecciosa llamada fiebre del valle, en 2008. Su historia es un ejemplo de cómo una enfermedad puede destruir financieramente a una familia en Estados Unidos. No podían encontrar un seguro médico asequible y para pagar el tratamiento de Juan Carlos vendieron tres casas, usaron los ahorros para la universidad de sus tres hijos y hasta sus anillos de boda. Julie afirma que hasta que no entró en vigor la reforma sanitaria de Barack Obama (ACA u Obamacare) no pudieron estabilizar su situación. Julie es rotunda: "Sin Obamacare, mi marido moriría porque no podríamos permitirnos la medicación".
Los Solís son gente del campo de Bakersfield, en el condado de Kern, el corazón agrícola de California y un enclave en el que el republicano Donald Trump venció a Hillary Clinton (53% frente a 40,4%) en un estado tan demócrata que Clinton duplicó los votos de Trump. Kern es además el distrito de Kevin McCarthy, líder de la mayoría del Partido Republicano en la Cámara de Representantes. McCarthy ha hecho de la retirada de Obamacare su gran objetivo político. Los republicanos y el presidente Trump tratan de aprobar a toda prisa una contrarreforma sanitaria que eliminaría las ayudas públicas de Obama. Bakersfield es la zona cero de la ironía macabra de este plan, en el que los distritos rurales y pobres que votaron por Trump son los que más tienen que perder. Los ricos de la costa, que votaron por Clinton, recibirán exenciones fiscales.
Más de 95.000 personas, el 10% de la población del condado de Kern, perdería la cobertura sanitaria por el recorte de los fondos para Medicaid (la sanidad pública ampliada por Obama), según un estudio de la Universidad de California. Más de 16.000 personas perderían el subsidio con el que han contratado un seguro en el mercado privado. Con Obamacare, la tasa de gente sin seguro en el condado pasó del 18,2% de la población al 7,9%. El estudio calcula además que la retirada de esos fondos supondría la pérdida de unos 5.000 empleos en el condado.
Juan Carlos Solís, en su casa de Bakersfield. APU GOMES
“Hay temor y ansiedad en nuestra comunidad”, dice Edgar Aguilar, supervisor de Community Health Initiative, un programa que se dedica a hacer pedagogía sobre las opciones de seguro médico y enrolar a la gente en Obamacare. “Aunque los cambios propuestos son para 2020, ya se ve desesperación y angustia en las familias”. Esta es una zona rural de trabajadores pobres. Que no son pobres de solemnidad como para acceder a sanidad pública, ni pueden permitirse un seguro privado, ni están asegurados por su empleador. Justo la capa de población a la que Obamacare dio cobertura médica, para muchos por primera vez. “Para muchos de nuestros vecinos, es un asunto de vida o muerte”.
En Bakersfield, un distrito electoral que es una fortaleza para los republicanos, ha empezado a haber protestas. Por toda la ciudad hay carteles sobre las consecuencias económicas de quitar Obamacare. McCarthy “sabe lo que la gente pide”, dice Aguilar. “Sigue diciendo que él representa los deseos de su distrito. Debe de hablar con otras personas que no somos nosotros”.
En la sede del Partido Republicano del condado de Kern, Javier Reyes afirma que “lo popular no siempre está bien y lo que está bien no siempre es popular”. Reyes, de 34 años y líder de los jóvenes republicanos del condado, dice que está “asombrado por estas acusaciones de que la gente va a perder Medicaid”. Dice que el programa “se reestructura”. Lo que hace la propuesta es recortar los fondos federales. La asunción general es que los estados que ampliaron su cobertura gracias a esos fondos (en California, el más grande de Estados Unidos, son 20.000 millones al año), no podrán hacer frente a ese coste.
Según Reyes, el plan republicano “dará más opciones” porque, en un futuro no definido, se creará un mercado nacional de seguros de forma que bajarán los precios. “No sé cuánto tardará en reaccionar el mercado”. Respecto a los estudios que alertan de que millones de personas van a perder su cobertura, incluido el de la Oficina Presupuestaria del Congreso, dice que están equivocados, “como se equivocaron con la victoria de Trump”.
“No sé por qué creen que el mercado va a bajar los precios cuando hay menos gente asegurada”, dice Bill Phelps, jefe de programas de Sierra Vista, un grupo de clínicas para personas de bajos ingresos en el condado. “No sé cuáles son esas fuerzas del mercado. Es pensamiento mágico”. Obamacare duplicó la cantidad de dinero que su organización recibe del Gobierno federal. Sus 148.000 pacientes (el 75% hispanos) son justamente ese espectro de la población que tiene que elegir entre comer, el transporte, la renta o pagar una visita al médico. “Para esa gente, Obamacare ha sido una revolución en su vida”.
“Hay gente que sin Obamacare estarían muertos”, dice Phelps. “Iba en la buena dirección y ahora vamos hacia atrás. La razón número uno de quiebra personal en Estados Unidos es por deudas médicas. Gente normal, con casa y con trabajo, que de pronto contrae cáncer, por ejemplo”. Sin embargo, este condado rural, como tantos otros en Estados Unidos, votó por Trump. “Creo que fue algo emocional por parte de gente con miedo al inmigrante. No creo que hayan pensado bien las consecuencias para los seres humanos. Va a morir gente”.
Esa idea le quita el sueño a Betty Basulto, que tiene 53 años y lleva 27 en Estados Unidos, trabajó durante años en el campo empacando la uva. Ganaba 1.000 dólares al mes en los buenos tiempos y 700 en los malos. Tenía acceso a Medicaid por tener un hijo menor. Obamacare entró en vigor justo cuando su hijo cumplió 18 años y tenía que decidir qué hacer. Ahora, gracias a tres trabajos y a los subsidios del ACA tiene un seguro que le cuesta 350 dólares al mes y con el que puede tratarse la diabetes y la colitis crónica que sufre. La colonoscopia que necesita cada seis meses le costaría 1.000 dólares sin el seguro. “Desde el momento que ganó Trump no duermo. No sé cómo voy a hacer para tener cobertura. ¿De dónde lo voy a pagar?”. Su hijo, que ahora estudia en la universidad, también se quedaría sin seguro. “Igual tiene que dejar los estudios y ponerse a trabajar”.
El Partido Republicano, con Kevin McCarthy, Paul Ryan y Donald Trump a la cabeza, parece dispuesto a ignorar todas las advertencias y aprobar cuanto antes la demolición del sistema de subsidios públicos de Obamacare. En lugares como Bakersfield, el campo que dio el triunfo a Trump, es donde más tienen que perder. Edgar Aguilar afirma que es curioso cómo el discurso cala en la gente. “Cuando preguntas por Obamacare, la gente dice que no le gusta. Cuando preguntas por la reforma sanitaria, sí les gusta”. Pero lo que viene ahora no es retórica partidista, es real, y tiene a muchos republicanos nerviosos por las consecuencias. “La gente ha tenido un saborcito de lo que es tener sanidad y ahora no se lo pueden quitar”.
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