11 ago 2008

La ¿perfecta? Operación Jaque


Mentiras, pero blancas
La aparición del video de la Operación 'Jaque' abrió una controversia política que, aunque legítima, no debería opacar el éxito del rescate de los secuestrados.
Publicado en la revista SEMANA, No.1371, 9/08/2008;
Operación 'Jaque', que logró la liberación de Íngrid Bentancourt, tres estadounidenses y 11 secuestrados más, no fue perfecta. Pero fue casi perfecta. Luego de los aplausos y los abrazos, vino la curiosidad sobre los pormenores de un operativo militar hollywoodesco que despertó la admiración del mundo. Pero no hubo que esperar los best sellers, ni los documentales, ni las películas que iban a protagonizar Matt Daimon o Di Caprio, para saber como se planeó semejante golpe.
La semana pasada, el Canal RCN divulgó -en un especial de una hora y media- todos los videos y las fotos que filmaron los propios protagonistas del operativo. Desde la pintada de los helicópteros de blanco hasta las lágrimas de la libertad. Fueron decenas de videos y más de mil fotos que muestran, minuto a minuto, como se planeó y se ejecutó la operación.
Después de la emisión, quedaron dos cosas claras: la primera, que no participó directamente ningún servicio de inteligencia extranjero estilo CIA, FBI, MI6 o Mossad. Es evidente que si hubieran participado, no se habría permitido el ingreso de tal cantidad de videos, cámaras, camarógrafos y fotos desde todos los celulares. Filmaban y posaban como si fueran a salir en televisión. Lo segundo que quedó claro es que no se utilizó la insignia de la Cruz Roja porque "un militar, equivocadamente, por nerviosismo y contradiciendo órdenes oficiales, se puso un peto con el símbolo humanitario", como dijo el presidente Álvaro Uribe en su momento, sino que este emblema hizo parte de un engaño milimétricamente planeado en el que también se utilizaron los distintivos de la cadena venezolana Telesur y la ecuatoriana Ecuavisa.
Lo paradójico del episodio de la Cruz Roja es que acabó siendo casi más grave la forma como se manejó la información sobre el uso de la insignia, que la utilización misma. Si el Presidente o el Ministro de Defensa les hubieran dicho al país y a la comunidad internacional que estos emblemas se usaron sin intención de suplantar a dichas entidades, ni con perfidia, sino como piezas importantes para darle credibilidad a una operación de engaño cuyo fin altruista era proteger las vidas de los 15 secuestrados, y de un grupo de oficiales que valientemente se metió en la boca del lobo sin armas; si el gobierno colombiano, en lugar de dar versiones a cuentagotas, hubiera explicado el contexto de infame cautiverio que estaban sufriendo los rehenes y, pidiendo disculpas, se hubiera comprometido a no abusar de estos emblemas en el futuro, otra sería la situación.
Presentado en esos términos, ni siquiera Chávez habría podido armar una pataleta. En la forma como se hizo, el Presidente quedó como un mentiroso ante Colombia y el mundo. Internamente, esto no es muy grave, pues los colombianos creen que en este caso el fin justifica los medios. Pero lo ocurrido tiene un costo. Haber inventado el cuento del soldado asustado cambiando de camiseta en la mitad del vuelo no sólo desafiaba la credibilidad, sino que dejaba la sensación de un engaño. Como el mismo Presidente dijo la semana pasada: "los errores se perdonan, los engaños no". Esto ha generado varios cortocircuitos dentro del gobierno. Ha torpedeado la confianza entre el Presidente y el Ministro de Defensa. Pero también ha afectado las relaciones entre el ministro y su comandante del Ejército, el general Mario Montoya. El ministro Juan Manuel Santos ha dicho que no conocía el video y ha dado a entender que, de haber tenido toda la información desde el principio, no se habrían cometido los errores en las declaraciones.
Obviamente, este nuevo escándalo no se hubiese producido sin la filtración de los videos, que al parecer fue un acto de corrupción de alguien que participó del rescate. Es grave porque se supone que en la Operación 'Jaque' participaron sólo oficiales de probadas trayectoria y confianza, y que ni siquiera en un grupo elite puede haber confianza plena. En segundo lugar, el alto mando tendrá que valorar si se ha puesto en juego la seguridad nacional, y eso sí que podría constituir una traición a la patria, como lo señaló el ministro Santos. Algo que seguramente tendrá que determinar, pruebas en mano, la justicia militar.
Pero, más allá de este talón de Aquiles y sus coletazos, el debate político no puede opacar el éxito militar de la operación. La polémica sobre el peto de la Cruz Roja -necesario, sin duda- palidece al lado del desenlace fatal que han tenido las más grandes operaciones de rescate de rehenes en el mundo. El secuestro de 11 atletas israelíes por parte del grupo Septiembre Negro en las olimpíadas de Munich 1972 acabó con un fallido intento de rescate de la Policía alemana en el que murieron todos los rehenes. La toma de un teatro de Moscú por rebeldes chechenos en 2002 llevó a las fuerzas especiales rusas a usar un gas que mató a 128 rehenes. Dos años después, también en Rusia, el confuso asalto a la escuela de Beslan donde estaban secuestradas más de mil personas terminó con 338 muertos, entre ellos 156 niños. Incluso las operaciones que son tomadas como referencia han tenido muertos. El sofisticado asalto del Ejército israelí al aeropuerto ugandés de Entebbe, en 1976, consiguió liberar a casi todos los israelíes secuestrados días antes en un avión de Air France, pero murieron 13 terroristas, 33 soldados ugandeses que les daban apoyo, un comando israelí y un rehén. Incluso en la celebrada operación de rescate de los rehenes de la casa del embajador de Japón en Lima, en 1997, murieron dos comandos y un rehén, además de los 14 guerrilleros del Mrta, algunos de los cuales, según testimonios, habrían sido ejecutados.
Si a estos antecedentes les sumamos que la operación colombiana se hizo en medio de la selva, en pleno territorio del enemigo y sin disparar un solo tiro, eso le da más validez al rescate. El riesgo que se corre lo ha sufrido el país con la muerte de ex ministro Gilberto Echeverri y el ex gobernador Guillermo Gaviria, en el fallido rescate de Urrao en Antioquia. O con los malentendidos de rescate, como ocurrió con el fusilamiento de los 11 diputados del Valle cuando las Farc entraron en combate con otro frente guerrillero y creyeron que era un operativo militar.
Nadie puede negar que las Fuerzas Armadas colombianas han dado un salto cualitativo en los últimos 20 años. De una retoma a sangre y fuego del Palacio de Justicia, donde murieron más de 100 rehenes y todos los guerrilleros, se ha pasado a operaciones limpias, de precisión, basadas en la inteligencia y cuyo principal objetivo es humanitario.
No obstante, se puede decir que el gobierno colombiano actuó con la lógica del mal menor. Cometió una infracción al Derecho Internacional Humanitario -usar los emblemas- para ponerle fin a un crimen de guerra y de lesa humanidad, como era el infame secuestro que vivían 15 personas. Pero el mal menor no se puede convertir en doctrina, ni en regla, con el pretexto de los avances en la guerra que se están teniendo. Ya en marzo se había violado la soberanía de un país vecino para matar a un jefe guerrillero. Ahora se admite el uso indebido de los emblemas humanitarios. Algo que en el futuro no se puede repetir.
***
Al margen:
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Sobre la Tragedia en Beslán, recomiendo:



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