En su intervención -de 90 minutos, mucho más corta que en 2007, cuando duró dos horas y media-, Hu Jintao ha loado las tres décadas de fuerte crecimiento que ha vivido el país desde que Deng Xiaoping puso en marcha el proceso de apertura y reforma.
El presidente chino, Hu Jintao, en su intervención -de 90 minutos, mucho más corta que en 2007, cuando duró dos horas y media- ha lanzado una seria advertencia este jueves 8 de noviembre y ha dicho que el Partido Comunista Chino (PCCh) puede desmoronarse si no es capaz de eliminar la corrupción. “Si no somos capaces de gestionar bien este problema, podría ser fatal para el partido y causar incluso el derrumbe del partido y la caída del Estado”.
La llamada de Hu Jintao no es nueva, ya la hizo en el congreso de 2002, cuando llegó al poder, y en el de 2007. Pero este año se produce en medio del mayor escándalo político que ha vivido China desde las manifestaciones de la plaza Tiananmen, en 1989. Bo Xilai, exsecretario del PCCh en la municipalidad de Chongqing, está a la espera de ser juzgado, tras haber sido expulsado del Politburó y del partido, por abuso de poder y corrupción.
China es hoy la segunda economía del mundo en valor absoluto, detrás de EU, aunque en PIB per cápita está alrededor del puesto 90. Cientos de millones de personas han salido de la pobreza en estos años.
El PIB chino creció un 7,4% en el tercer trimestre, el menor valor desde el primer trimestre de 2009, y muchos académicos y expertos chinos consideran que el actual modelo económico, muy centrado en las exportaciones y la inversión, se ha agotado. Algunos creen que si China no emprende una transformación profunda, crecerá para finales de esta década al 5% anual, una cifra muy inferior al 10% al año que ha experimentado desde hace 30 años.
El XVIII congreso del PCCh, durará una semana, decidirá la composición del Comité Central del PCCh (unos 200 miembros), que a su vez elegirá al Politburó (25 miembros) y el Comité Permanente del Politburó, actualmente integrado por nueve personas, que podrían pasar a ser siete. Dos miembros del actual Comité Permanente continuarán en el próximo: Xi Jinping y el viceprimer ministro Li Keqiang, que en marzo se prevé que sustituya a Wen Jiabao como primer ministro.
Otros claros candidatos a integrar el máximo órgano de poder en China son el viceprimer ministro Wang Qishan; el también viceprimer ministro y jefe del partido en Chongqing, Zhang Dejian, y el ministro de propaganda, Liu Yunshan. La composición exacta no se conocerá hasta el final del congreso.
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China: certezas,
enigmas y retos de un Congreso/Pablo Bustelo, es investigador principal de
Asia-Pacífico en el Real Instituto Elcano.Publicado en El País | 8 de Noviembre de 2012
Hoy comienza oficialmente el 18º Congreso del Partido Comunista Chino (PCC). Cada 10 años corresponde cambiar al secretario general y al número dos del partido, y esta vez toca. Hu Jintao dejará su puesto a Xi Jinping, que será elegido en marzo presidente de la República, mientras que Wen Jiabao cederá su cargo a Li Keqiang, destinado a ser primer ministro dentro de cinco meses, cuando se reúna la Asamblea Popular Nacional.
Esta es una de las pocas certezas del congreso, junto con el hecho de que las rencillas entre las diferentes facciones del PCCh han sido particularmente intensas. Como es sabido, las dos facciones principales son el grupo procedente de la Liga de la Juventud Comunista (Hu Jintao, Wen Jiabao, Li Keqiang, etcétera) y la tendencia de los red princelings (los “pequeños príncipes”, hijos de dirigentes históricos del partido: el expresidente Jiang Zemin, Xi Jinping, el secretario del PCC en Shanghái, Yu Zhengshen, etcétera). Esas pugnas se han acentuado en 2012, con los casos Bo Xilai (el más divulgado por la prensa), Xi Jinping (la agencia Bloomberg estimó en junio las inversiones de su familia en 376 millones de dólares) o Wen Jiabao (The New York Times desveló a finales de octubre que la fortuna de sus parientes podría rondar los 2.700 millones de dólares). Tales casos de corrupción o nepotismo han demostrado que esos males no afectaban únicamente a cuadros intermedios del partido, como se repetía sin cesar desde las alturas, sino también a los máximos dirigentes.
Pero, aparte de esas dos cosas, poco sabemos de los resultados del congreso. Lo que no deja de ser curioso porque los congresos celebrados en regímenes de partido único han sido casi siempre bastante predecibles. Los enigmas esta vez son muchos. Para empezar, se rumorea que el Comité Permanente del Buró Político podría pasar de nueve a siete miembros. Las quinielas sobre quienes serán esos siete magníficos parecen indicar que Jiang Zemin, de 86 años, habría ganado la partida a Hu Jintao, de 69. Esto es, los defensores del crecimiento económico a toda costa y del férreo mantenimiento del orden político se habrían impuesto a los pragmáticos tecnócratas, que quieren cambiar el modelo económico para hacerlo más sostenible, y han defendido, aunque hasta ahora solo de palabra, una tibia apertura política. En las diferentes listas que circulan, las que parecen más probables son de 4-3 o incluso 6-1 a favor de Jiang Zemin.
Un segundo enigma es si Hu Jintao seguirá encabezando durante un par de años más la poderosa Comisión Militar Central del PCCh, lo que continuaría la tradición. Pero se cree que Xi, envalentonado por los éxitos de su padrino Jiang, desea también ese puesto. Un tercer interrogante es si se eliminará el pensamiento Mao Zedong de la constitución del partido, aprovechando la caída en desgracia del izquierdista, conservador y maoísta Bo Xilai.
Pero lo realmente importante es si la nueva dirección será capaz de hacer frente a los importantes retos que tiene por delante. Entre ellos, destacan la desaceleración económica y el imperativo cambio de modelo, desde la inversión y las exportaciones hacia el consumo interno. Otro reto es la demografía. Si la política del hijo único no cambia en el propio congreso o poco después, China corre el riesgo de hacerse vieja antes de hacerse rica. La población en edad de trabajar está ya disminuyendo mientras que la tasa de dependencia (dependientes en relación con esa población) empieza a crecer. Es imprescindible un golpe de timón al respecto.
Un tercer reto es el de los problemas medioambientales, que son gravísimos y que, y esto es una novedad, hacen protestar a la cada vez más numerosa clase media, como se vio en Ningbo, al sur de Shanghái, en octubre, ante los planes de expandir una planta petroquímica.
Un desafío adicional es terminar la disputa con Japón sobre las islas Diaoyu o Senkaku y, sobre todo, convencer a EE UU de que China no será una amenaza militar, con el fin de que termine la contraproducente política de contención, acentuada con el giro del Pentágono hacia el Pacífico.
Finalmente, la ausencia de libertades públicas y de un sistema judicial independiente son rémoras cada vez más difíciles de mantener a medida que China se acerca al umbral de renta per capita a partir del cual la democratización empieza a ser, socialmente, una clamorosa exigencia. El PCCh no debería tener tanto miedo a la apertura política. Al fin y al cabo, el Kuomintang, en Taiwán, ha gobernado 18 años de los 26 de democracia. Y los dirigentes actuales de China, por mucho que el régimen sea caduco, no están exentos de algún que otro mérito.
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