Personas
víricas que consumen energía/PATRICIA RAMIREZ
- Llegan, nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin fuerzas.
- Defenderse y protegerse de este tipo de personas es una obligación.
El País Semanal, 3 MAR 2013;
Seguro
que usted se ha visto alguna vez en esa situación en la que después de mantener
una conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha contemplado el mundo
con más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar la conversación, o ha
pensado: “Madre mía, a este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una
queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre
de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de
alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o
seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La
pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato con las personas
víricas es: “¿Y yo qué necesidad tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes
son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de
tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que
hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus:
llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted
recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El
origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta
de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante
es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está
lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras
malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos
pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de
todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que
les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su
malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona
por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan
posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a
través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y
abandonados de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les
presta la atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá
el contagio del virus tristeza, frustración y apatía.
“Es
extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”
(Víctor Hugo)
Víricos
caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces
de estar atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en
las que entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están
bien, si necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son
egoístas y egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus
necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas
sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y
resignación.
Víricos
criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su
vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que
destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los
demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les
vaya bien, les potencia su frustración como personas. No saben competir si no
es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el
contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la
crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del remordimiento.
Víricos
con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea
porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha
acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno
de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una
mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les
debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de
voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con
estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad,
impotencia y ansiedad.
Víricos
psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para
ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin
sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay
muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a propósito,
pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y se cargan
la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una vez,
repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el
trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y
odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos
de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que
hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar
decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan
sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención
con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque
optan por el camino fácil: llorar.
Dígale
que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace,
decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la
vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide
no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una
ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera
opción consume y resta, y la segunda suma.
“La
tristeza del alma puede matarte mucho
más rápido que
una bacteria” John.
E. Steinbeck)
Ante
el virus de pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus
necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y
otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.
No
permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no
estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté
presente. No entre en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que
no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y si se trata de
rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los
rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se
propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el
daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto,
discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con
un criticón.
Y
por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate
ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno.
Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda
oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de
justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus
problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato
físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre
los amigos.
Rodéese
de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz,
con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser
felices y disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las
personas estamos para ayudarnos, somos un equipo.
Compañías peligrosas
– “Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”, de William Faulkner, narrador y poeta estadounidense, premio Nobel de literatura en 1949.
Canción
– ‘Las malas compañías’, de Joan Manuel Serrat.
Película
– ‘Las amistades peligrosas’, con Glenn Close, John Malkovich,
Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves y UmaThurman.
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