12 may 2013

Santa mexicana; Guadalupe García Zavala


La mañana de este domingo el papa Francisco presidió la Misa por la canonización de los 813 mártires de Otranto, de la Madre Laura Montoya, la primera santa de Colombia, y la Madre María Guadalupe García Zavala, Madre Lupita, de México.
 En su homilía, frente a la multitud de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre señaló que hoy “nos reunimos con alegría para celebrar una fiesta de la santidad. Damos gracias a Dios que ha hecho resplandecer su gloria, la gloria del Amor, en los Mártires de Otranto, la Madre Laura Montoya y la Madre María Guadalupe García Zavala”.
 “Saludo a todos los que han venido a esta fiesta – de Italia, de Colombia, de México y de otros países – y les doy las gracias”.

Francisco pidió que “miremos a los nuevos santos a la luz de la palabra de Dios que hemos proclamado. Una palabra que nos invita a la fidelidad a Cristo, incluso hasta el martirio; nos ha llamado a la urgencia y la hermosura de llevar a Cristo y su Evangelio a todos; y nos ha hablado del testimonio de la caridad, sin el cual, incluso el martirio y la misión, pierden su sabor cristiano”.
 Indicó que “hoy la Iglesia propone a nuestra veneración una multitud de mártires, que juntos fueron llamados al supremo testimonio del Evangelio, en 1480”.
 “Casi 800 personas, supervivientes del asedio y de la invasión de Otranto, fueron decapitadas en las afueras de la ciudad. No quisieron renegar de la propia fe y murieron confesando a Cristo resucitado. ¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer fieles? Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de nuestra mirada humana, más allá de la vida terrena, hace que contemplemos ‘los cielos abiertos’ – como dice san Esteban – y a Cristo vivo a la derecha del Padre”.
 El papa exhortó a que “conservemos la fe que hemos recibido y que es nuestro verdadero tesoro, renovemos nuestra fidelidad al Señor, incluso en medio de los obstáculos y las incomprensiones”.
 Al referirse a la primera santa colombiana, el papa señaló que “Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a Él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella”.
Francisco subrayó que “esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente - como si fuera posible vivir la fe aisladamente -, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos”.
“La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan, tienen su raíz, en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida. Santa Guadalupe García Zavala lo sabía bien”.
 La santa mexicana, señaló el Papa, “renunciando a una vida cómoda – cuánto daño hace una vida cómoda, el bienestar, el aburguesamiento del corazón nos paraliza – y ella renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar la pobreza, para poder amar más a los pobres y los enfermos”.
 “Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos, ante los abandonados para servirles con ternura y compasión. Y esto se llama tocarla carne de Cristo”.
 Francisco señaló que “los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y Madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta de no avergonzarnos, no tener miedo, no tener repugnancia de tocar la carne de Cristo. Madre Lupita había entendido que significa esto de ‘tocar la carne de Cristo’”.
 El papa señaló que “esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado, y esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto daño, sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través de gestos concretos de delicadeza, de afecto sincero y de amor”.
 “La fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia todos: son ejemplos luminosos de enseñanzas que nos ofrecen los santos que hemos proclamado hoy, pero que también cuestionan nuestra vida de cristianos: ¿Cómo es mi fidelidad al Señor?”.
 El Papa exhortó a los fieles a llevar “con nosotros esta pregunta, para pensarla durante la jornada: ¿Cómo soy fiel a Cristo? ¿Soy capaz de ‘hacer ver’ mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Percibo quién padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas que debo amar?”.

“Pidamos, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de los nuevos santos, que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor. Así sea”, concluyó.

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