Revista
Proceso
# 2055, 19 de marzo de 2016.
Nueva
etiqueta para asistir a las fiestas de Fernández de Cevallos/FABRIZIO MEJÍA
MADRID
1.
RSVP
a)
Si no recibió la invitación, lo primero que debe hacer es no sentirse excluido.
Fínquele responsabilidades a un error de los servicios postales en donde usted
resida: Dubái, Islas Caimán, Miami, Nueva York, San Francisco del Rincón.
Quizás su operador traspapeló la convocatoria al convite entre las maletas que
intercambió cualquiera de estos días en el estacionamiento de un centro
comercial. Vaya Ud. a saber: son tantos, en tantos países. Revise su correo
electrónico una vez más, seguro de que su anfitrión no usaría ese medio por la
maldita culpa del populista Snowden.
b)
Como es muy probable que el encuentro sea transmitido aunque sea por Periscope,
los varones deberán vestir trajes formales y sus acompañantes procurarán
cubrirse con ropa después de su sesión fotográfica del día. Por ningún motivo
se permitirá repetir el vestuario con el que saludaron al Papa. La piel de
tepocata en botas vaqueras y cinturones ya pasó de moda y, como todavía no son
tiempos electorales, el uso del bótox será discreto. Si lleva a sus mascotas,
no diga sus verdaderos nombres: pueden ser secuestradas. Ud. refiérase a ellas
tan sólo como “Nikkei y Dow Jones”.
c)
No existe motivo alguno por el que un invitado no conozca al otro –recuerde que
lo que conocemos como “mexicanos” no son más de 30 en cada sexenio y todos
tienen apellidos compuestos, uno de los cuales no se pronuncia como se lee–,
por lo que no tendrá que pasar por la tribulación de decir cosas como: “Le
presento al Ingeniero Fulano de Tal, el del desfalco a los ahorradores”; o
“Licenciado Zutano, el que siempre gana, aunque sea cortando camino en los
maratones”; o “Mengano, al que le acaban de perdonar todos los impuestos”. Con
las acompañantes se aconseja discreción porque cambian con la celeridad de “la
plástica mexicana” y, salvo que hayan participado en una telenovela
reconocible, no resulta aceptable decir cosas como: “probablemente la viste en
el infomercial del Torso Toner” o “ella es asesora de imagen de La Profesora”.
3.
Temas de conversación
No
resulta recomendable contar anécdotas humillantes: quién bajó en el año
anterior en la lista de los más ricos de Forbes, cuántas inversiones han sido
cubiertas por rescates gubernamentales, quién le prestó a quién para sacar a
sus empresas de la bancarrota, quién no paga pensión alimenticia, qué es lo que
se pide al room service, quién emplea militares para que resanen una de sus
residencias de campo. Tampoco es digno mencionar artículos específicos del
convenio matrimonial ni de contrato de exclusividad televisiva alguno. Lo que
es tolerable, tratándose, como es, de gente muy cercana, es referir todo a la
política. Por ejemplo:
–Este
puro apagado me recuerda a Obama.
–Este
wey se empuja en la fila cuando anuncian descuentos en línea blanca.
–De
líneas, yo prefiero las de crédito.
–Lo
único malo de Díaz Ordaz era su dentadura.
–Yo
creo que Morena se las está viendo negras.
Entre
las acompañantes se recomienda agitar mucho las cabelleras mientras se
intercalan atinadamente sus respectivos silencios. Se les recomienda hablar sin
decir, no en la fórmula del priismo antiguo –“Ni bien ni mal, pero lo bueno es
que contamos con rumbo”–, sino en la nueva:
–Y
yo así, ¿no? Y él como así, de ¿cómo? ¿Sí me entiendes? Y yo de tipo:
“Hellooouu”. Y él así de, bueno. Y así, wey.
Nota
mental: probablemente resulte de mal gusto preguntar: “¿Qué libro estás
leyendo?”.
Último
y más importante
Fuera
de estos tres puntos de etiqueta, le aconsejamos, sin sobreactuar, disfrutar de
la fiesta. l
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