Revista Proceso 1923, a 7 de septiembre de 2013;
Reportaje Especial
VALPARAÍSO.- Seis fotografías son el único registro visual de lo sucedido dentro del Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Las tomó Leopoldo Vargas, suboficial de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y en ese entonces fotógrafo de la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de la Presidencia (OIR).
Esas fotos fueron publicadas en octubre de 1973 por el diario The New York Times. Una de ellas obtuvo el World Press Photo 1973, pero la identidad de su autor no se dio a conocer al momento de entregar el premio.
La historia de estas fotografías la contó Hermes Benítez, doctor en filosofía que ha investigado el golpe militar de septiembre de 1973, en un texto titulado “Leopoldo Víctor Vargas: el fotógrafo de las últimas horas de Allende en La Moneda”, publicado el 25 de junio de 2012 en el diario electrónico Piensa Chile. Ahí se recoge el relato por escrito que le entregaron los tres hijos de Vargas: Polo, Marcos y Alex Vargas Caroca, quienes el domingo 17 de junio de 2007 consiguieron la aprobación familiar para romper el silencio que mantuvieron durante 34 años.
“Sin embargo, por diversas razones pospusimos la
realización de este deseo hasta el día de hoy, 26 de Marzo de 2012, en el que
queremos recordar la memoria de nuestro padre mediante este pequeño
reconocimiento, a un año exacto de su partida”, cita el texto de Benítez.
Vargas era especialista en fotografía aérea, pero
a finales de 1964 fue asignado por sus superiores de la FACH para trabajar como
fotógrafo de la Presidencia, en La Moneda. Realizó esta función durante los dos
últimos meses del mandato del presidente Jorge Alessandri Rodríguez
(1958-1964); se mantuvo allí todo el periodo de Eduardo Frei Montalva
(1964-1970), y los casi tres años de mandato de Salvador Allende.
Por la falta de transporte ese 11 de septiembre
Vargas tuvo dificultades para llegar a La Moneda. “Como ya las grandes puertas
de madera se encontraban cerradas, debió golpear en una de las pequeñas puertas
ubicada al pie de una de ellas, en la calle Moneda. Le abrió el teniente Pérez,
de la Guardia de Palacio, quien, sorprendido por verlo ahí, le preguntó con
total familiaridad: ‘¿Qué estás haciendo aquí, Guatón? ¿Acaso no sabes lo que
está pasando?’. A lo que el fotógrafo respondió en forma igualmente coloquial:
‘Vengo a trabajar, poh’.
“Al ingresar al Palacio lo primero que vio fue una
ametralladora punto 30, emplazada sobre el suelo y apuntando hacia la entrada,
con sus tiras de balas esparcidas alrededor”.
De inmediato se dirigió a su taller fotográfico,
ubicado dentro de la OIR. Nadie más había llegado.
“A los pocos instantes suena el teléfono; responde
y se le informa que se necesita un fotógrafo y que debe presentarse
inmediatamente ante el presidente. Recoge su cámara de servicio Canon y se
dirige a cumplir con la tarea asignada. En la Sala de Edecanes procede a
tomarle la primera foto al presidente Allende, en los momentos en que éste se
encuentra hablando por el teléfono verde, con su casco puesto y fusil al
hombro, presumiblemente con el vicealmirante Patricio Carvajal Prado que se
encontraba en el Ministerio de Defensa. Leopoldo recuerda las palabras exactas
con las que el presidente puso término a aquella llamada: ‘Hagan lo que
quieran, chuchas de su madre’. Luego colgó violentamente el auricular. Recuerda
también que, en el momento en que salía de aquella oficina, el presidente lo
mira y le dice: ‘compañero, en vez de andar con una cámara fotográfica, mejor
debiera andar con una ametralladora’. Esas serían las últimas palabras que el
presidente le dirigiría”.
A las 9:20 Allende emitió su discurso final:
“Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros
hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan
ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las
grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad
mejor”.
Inmediatamente después de esta alocución, Allende
recorrió La Moneda a fin de establecer la estrategia de defensa.
En el documental Más fuerte que el fuego. Las
últimas horas en La Moneda, el doctor Danilo Bartulín recordó que “en este
recorrido un reportero de La Moneda tomó varias fotografías”. El propio
Bartulín aparece –con su grueso bigote– en la más emblemática de ellas, la que
obtendría el World Press Photo de 1973.
Vargas tomó una foto “justo cuando el presidente y
sus escoltas del GAP ven y escuchan el estruendoso paso de los primeros aviones
Hawker Hunter de la FACH que, a aquella temprana hora de la mañana, vuelan
amenazantes a baja altura sobre los techos de La Moneda”. En ese momento Vargas
escuchó decir al presidente: “Hasta aquí nomás llegamos compañeros. Es en ese
preciso instante en el que Vargas, luego de encomendarse a Dios, comprende que
debe salir del palacio presidencial cuanto antes”.
Leopoldo se preocupó de aclarar a sus hijos por
qué tomó sólo seis fotos pudiendo hacer muchas considerando la importancia del
momento que se vivía. “Para responder a esa interrogante habría que considerar
el ambiente de inquietud y nerviosismo que se vivía en ese momento al interior
del Palacio de la Moneda”. Era tanta la tensión que “el presidente o cualquier
miembro del GAP hubiera disparado contra cualquier persona que se interpusiera
de forma sorpresiva”.
Por esta razón hubo “sólo seis instantáneas que
registran los últimos momentos del presidente Allende durante el derrocamiento
de su gobierno”.
Antes de salir de La Moneda, Vargas entregó la
cámara con su valiosa carga al encargado de revelados fotográficos de la OIR,
Juan Quiroz. Quedaron de reunirse, cuando pasara todo, en una oficina ubicada
muy cerca de La Moneda, en calle Amunátegui 21.
Al trasponer la puerta de entrada de La Moneda
rumbo a la Plaza de la Constitución, Vargas se topó de frente con un tanque
Sherman de 32 toneladas que apuntaba su cañón hacia el despacho presidencial,
“ante el cual sólo atinó a sacar su TIFA (Tarjeta de Identificación de la
Fuerza Aérea), levantarla en alto y salir corriendo hacia la esquina de Moneda
con Morandé, tomando hacia el Ministerio de Defensa”.
Al pasar por la plaza vio a periodistas, quienes
le pidieron a gritos información de lo que ocurría dentro del palacio
presidencial. El fotógrafo ni se inmutó. “No me iba a parar a conversar, seguí
corriendo”, diría más tarde a sus hijos. Justo al llegar al Ministerio de
Defensa comenzaron los disparos cruzados entre leales al gobierno y las fuerzas
golpistas.
Una vez en el Ministerio de Defensa, donde estaba
el comando central golpista, Vargas se convirtió en un militar más. Se puso
uniforme, casco y cargó una subametralladora Garant M2. Se quedó ahí hasta el
día siguiente.
Cinco días después recogió en Amunátegui 21 los
negativos de manos del laboratorista Quiroz. Los reveló en el laboratorio
fotográfico del edificio Diego Portales, donde instaló sus oficinas la Junta
Militar. Hizo dos copias de cada una de las seis fotos. Unas de 20×25
centímetros y otras de 13×18.
Un colega de Vargas, Enrique Mella, lo puso en
contacto con un comprador. “(Mella) le dijo que lo estaría esperando con el
dinero en una casa del barrio alto de Santiago, donde Vargas debería llevar
personalmente las fotos, junto con sus respectivos negativos… Será a este
norteamericano, desconocido para Vargas, a quien le entregó las seis copias en
papel (las de 20×25 centímetros) junto con los negativos, a cambio de 3 mil
dólares”.
No hubo intercambio de nombres, “lo que en ese
momento hubiera sido algo sumamente peligroso y de impredecibles consecuencias
para Leopoldo Vargas”. Éste se quedó la serie de fotos chicas “que son las
mismas que él, su esposa e hijos mayores guardaron, junto con el secreto, por
muchos años”.
Leopoldo siguió trabajando por un tiempo como
fotógrafo de la Junta Militar hasta que pidió su traslado –aduciendo razones de
estrés– al Servicio Aéreo Fotogramétrico (SAF), localizado en el aeropuerto de
Los Cerrillos. Ahí terminaría su carrera en la Fuerza Aérea.
La familia de Vargas dice que se decidió a
publicar las fotos, luego de que el 16 de junio de 2007 el fotógrafo Orlando
Lagos recibiera un homenaje póstumo al atribuírsele la autoría de las
instantáneas. Antes, el 4 de febrero de 2007, el periodista Camilo Taufic
publicó en el diario La Nación la crónica “La secreta historia del ‘Chico’
Lagos, autor de las últimas fotos de Allende”. Esa nota es imprecisa y en ella
no aparece la fuente que proporcionó esa información ni el relato de las
circunstancias en que fueron tomadas las fotos.
Esas fotografías contribuyeron a que Chile y el
mundo dimensionaran la heroica resistencia ofrecida por Allende y sus más
leales compañeros contra batallones de infantería y blindados, apoyados por
aviones que dispararon cohetes. Permitieron que el relato de Allende
combatiendo con su fusil fuese historia y no mito.
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