EL
UNIVERSAL: Van en Apatzingán 920
muertes: clero
El
domingo 3 de noviembre, en la misa dominical de las 11:00 horas en la catedral
de Apatzingán, Michoacán, el obispo
Miguel Patiño Velázquez dedicó la homilía a las víctimas muertas por la
violencia criminal. Desde las primeras bancas de la feligresía el ministro se
veía más pequeño de lo que en realidad es. Durante su sermón instó a perder el
miedo de escribir el nombre de sus familiares ejecutados en un papel y que lo
prendieran del celofán blanco de la cruz de madera colocada en el altar para
tal fin. Los casos que le han reportado sus creyentes a través de la línea
telefónica, el mail o información verbal durante 2013 son: 920 personas
asesinadas, 280 levantadas, 42 secuestradas, 238 desaparecidas, 3 mil familias
desplazadas y mil 200 despojadas de sus tierras. http://www.eluniversal.com.mx/primera-plana/2013/impreso/reportan-al-vaticano-violencia-michoacana-43396.html
El
domingo 3 de noviembre, en la misa dominical de las 11:00 horas en la catedral
de Apatzingán, Michoacán, el obispo Miguel Patiño Velázquez dedicó la homilía a
las víctimas muertas por la violencia criminal.
Desde
las primeras bancas de la feligresía el ministro se veía más pequeño de lo que
en realidad es. Durante su sermón instó a perder el miedo de escribir el nombre
de sus familiares ejecutados en un papel y que lo prendieran del celofán blanco
de la cruz de madera colocada en el altar para tal fin.
“Esos
no son los muertitos que ha habido a causa de la violencia, son muy poquitos”.
Los reprendió con dulzura: “No se atreven siquiera a poner su dolor ahí en el
papel. Atrévanse a poner a su muertito allí, para manifestar al Señor que los
recuerdan este 2 de noviembre”.
El
obispo ganó visibilidad nacional con su carta pastoral del 15 de octubre en la
que hizo la radiografía del crimen organizado en la región y por reunir a cinco
mil almas en una procesión por la paz celebrada el 31 de octubre.
Sin
embargo, con la difusión de la carta, llegaron las intimidaciones.
El
párroco de la catedral, Salvador M. González, dice: “La carta no le gustó al
crimen organizado. A mí me mandaron cinco amenazas y una de ellas era para el
obispo”.
Desde
hace un año, la diócesis, que integra 27 parroquias y 70 sacerdotes de la
Sierra Madre del Sur y de Tierra Caliente, lleva un registro privado que
semanalmente envía a uno de los dicastarios de derechos humanos de El Vaticano,
el cardenal Karl Josef Becker.
Los
casos que le han reportado sus creyentes a través de la línea telefónica, el
mail o información verbal durante 2013 son: 920 personas asesinadas, 280
levantadas, 42 secuestradas, 238 desaparecidas, 3 mil familias desplazadas y
mil 200 despojadas de sus tierras.
El
padre Salvador M. González amplía sobre las intimidaciones contra el obispo
Patiño.
“Aquí
había un hombre que directamente lo esperó y gracias a Dios ya se había ido el
señor obispo.
“Nos
mandaron gente del pueblo, muy atemorizada. Hubo gente que los llevó hasta
allá, adonde (los criminales) estaban para mandar decir que si seguía el obispo
hablando, que se atuvieran a las consecuencias”, señala.
En
uno de los casos “era una gente buena con la que mandaron el mensaje, se
aprovecharon de ella, porque estaba llorando”, narra el sacerdote en medio de
lágrimas. Se justifica: “Nos toca llorar con el pueblo, porque no tenemos nada
más que llorar con ellos”.
El
padre Gregorio López por su cuenta dice sin detallar: “La semana pasada un
comando armado amenazó al padre”.
Sin
embargo, el ministro niega por su lado haber recibido esas advertencias: “Por
lo que va a mí, yo no he recibido ninguna amenaza. Como se está diciendo lo que
la gente vive, no me da temor. Yo pienso que si no habláramos, no estaríamos
con nuestro pueblo”.
El
obispo no sólo ha negado dichas amenazas.
López,
a su vez, dijo a EL UNIVERSAL que la noche del domingo 3 de noviembre “una
caravana de 40 unidades federales” sacó al religioso de la casa episcopal y lo
trasladó a un lugar seguro al cual no se ubicó ante un posible atentado del
cártel de Los Templarios.
Javier
Cortés, vicario general, desdeñó la alerta: “No deja de ser un rumor. El señor
obispo ya tenía una salida a un encuentro de sacerdotes al sur de Michoacán”.
Las
armas diocesanas
El
sacerdote López explica que el registro de los casos se ha elaborado gracias a
los tres programas radiales, con duración de media hora, que se transmiten
diariamente en tres emisoras distintas.
En
ellos se convoca: “Si usted tiene un desaparecido o un secuestrado, repórtelo
por teléfono, mande un fax o un mail”.
“El
Vaticano —detalla— nos exige nombres de las personas, muy fidedignas, que
guardamos como secreto de Estado”.
Como
parte de la información recabada, se reportó, por ejemplo, que el número
promedio de jóvenes recibidos en el seminario San José, en San Juan de los
Plátanos, se redujo drásticamente.
Cada
año llegaban 105 alumnos, pero este año sólo llegaron 25, de los cuales se
quedaron 11.
“El
seminario está cerrado” relata el entrevistado, “se metieron ahí a disparar”.
La
mirada clara del obispo Miguel Patiño reposa sobre unas ojeras crudamente
violáceas. Sin embargo, las suaviza el asomo permanente de su sonrisa.
El
hombre de 75 años se dice asombrado por la difusión nacional otorgada a su
carta titulada “Hagamos de Michoacán un Estado de Derecho”, pues ha debido dar
diversas entrevistas.
“Nunca
pensamos que la carta fuera a salir de la diócesis porque está dedicada a las
personas de la diócesis, de buena voluntad”.
En
el documento denuncia la violencia en la región, el aumento de casos de
levantones, secuestros, asesinatos, extorsiones y de familias desplazadas.
Escribió:
“El estado de Michoacán tiene todas las características de un Estado fallido,
los grupos criminales: Familia Michoacana, Zetas, Nueva Generación, Caballeros
Templarios, principalmente, se lo disputan como si fuera un botín”.
“La
Costa: para la entrada de la droga y los insumos de las drogas sintéticas; la
Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera: para el cultivo de mariguana y
amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas
sintéticas y refugio de los grupos criminales”.
Cuando
se le pregunta sobre el vacío de poder en Michoacán, el obispo responde con
sencillez sobre el acoso cotidiano que sufre la población regional a manos del
crimen organizado.
“Cuando
hay problemas, no hay autobuses y eso es bien serio, ¿Quién es el que ordena
que haya apagones? ¿Quién es el que ordena que no haya tortillas? ¿Que no haya
gasolina? ¿En manos de quién estamos? Y las autoridades, muy a gusto”, dicen el
ministro.
Diócesis
golpeada
El
padre González dice que esa carta no es la primera contra el crimen organizado
que ha publicado el obispo. Que de los años 1985 a 2012 las ha escrito como
respuesta a los cinco casos de asesinato de sacerdotes de la diócesis.
El
último fue el del padre Víctor Manuel Diosdado, de la parroquia de San José de
Chila, cuya labor pastoral provocó enconos del narcotráfico que le costaron la
vida.
“Se
enojaron y quisieron darle una calentada y se les pasó la mano y lo mataron”,
dice.
La
diócesis de Apatzingán comprende el territorio donde se encuentran policías
comunitarias y autodefensas que actúan en cuatro municipios (Tepalcatepec,
Coalcomán, Buenavista y Aguililla), y una reciente surgida el 26 de octubre en
en este municipio.
El
ministro Patiño es reservado al hablar del tema. Se explica el surgimiento de
las autodefensas por “las cuotas elevadas” que el crimen exigía a la población.
Y se pregunta: “¿Quién defiende del crimen organizado a la población?”.
Opina
sobre las autodefensas: “Lo que sí hay que reconocer, es que se atrevieron a
enfrentarse a estas personas que estaban haciendo todo lo contrario del bien
común”. Para el obispo, las víctimas son todos seres humanos: “Mueren personas
de la delincuencia, de la policía comunitaria y civiles”.
Por
tal razón, dice que su principal arma es promover lo que llama la “Pastoral del
consuelo”.
Esta
consiste en “hacer oración por las personas que murieron y sus familias, y una
de las cosas importantes es escuchar su historia, y eso de escuchar la historia
es muy triste, porque han tenido tanto temor que no quieren contársela a
nadie”.
Si
bien responsabiliza a los tres niveles del vacío de autoridad, piensa que
lograr la paz debe ser un logro compartido: “La paz no esta en las armas, no
está en que esta región sea un búnker, la paz esta en la propia conciencia de
cada persona, y como no tenemos paz dentro, buscamos guerra afuera”.
Finaliza:
“La paz tan anhelada va a costar mucho trabajo”.
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