11 may 2011

La marcha

¿Sobrevivirá?/Sergio Aguayo Quezada
 Reforma, 11 mayo 2011.- Dos preguntas se desprendían de la marcha del domingo en la capital: ¿sirve de algo la asoleada?, ¿qué sigue?
Empiezo a responderlas con un hecho poco común: aun cuando la mayor parte de los participantes se inclinaban hacia la izquierda -ésa es mi impresión-, ese día también participaron representantes de la derecha social. Un ex presidente de la Coparmex, Alberto Núñez Esteva, compartía pavimento con Sergio Rodríguez
Lazcano, zapatista de La otra campaña, y no faltó la monja de crucifijo al pecho. La coincidencia de la diversidad fue alentada por un discurso conciliador de Javier Sicilia, quien, por eso mismo, enfureció cuando, metros antes de llegar al templete en el Zócalo, escuchó a una de las víctimas participantes que descalificaba en el micrófono a otra víctima: Isabel Miranda de Wallace. La diversidad también era el sino de quienes, al compartir sus agravios, le imprimieron una pátina de tristeza al acontecimiento.
La pluralidad era posible en buena medida por el pliego petitorio presentado ese día. Ricardo Raphael comentó en su columna para El Universal que "el proyecto de pacto que, a partir de ayer, da sentido a este movimiento es un documento bien meditado, inteligente y comprensivo" (véase "Fuera García Luna", 9 de mayo de 2011). A pesar de que la atención mediática se la llevó la petición de renuncia de Genaro García Luna, el texto es notable por ser una agenda muy amplia de transformaciones. Algunos olvidan que la inseguridad no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una crisis estructural.
El pacto ahí propuesto se firmará el 10 de junio en Ciudad Juárez. En las próximas semanas el movimiento tendrá que mantenerse unido mientras arma una estructura mínima con recursos escasos y resuelve complicados dilemas, como el tipo de relación que establecerá con quienes gobiernan. Una contradicción de los inconformes es que condenan a las autoridades pero más tarde o más temprano se tendrán que sentar a discutir con ellas. Por otro lado, los "mueras" a Calderón que se escucharon en el Zócalo no eran compartidos por todos los que acompañaron la marcha.
Pues bien, un día después de la expresión de descontento el Presidente se declaró dispuesto a una reunión con los organizadores sin aclarar si estará presente o enviará a representantes de su gobierno. El movimiento tendrá que decidir primero si acepta la invitación y después cuándo, dónde y para qué. También deberá procesar las reacciones de otros personajes de la clase política mientras enfrenta las descalificaciones de quienes prefieren la inacción ciudadana o quieren eliminar competidores potenciales.
En ese forcejeo los tiempos serán protagonistas. Lo ilustro con el tema de la reforma política a cuya aprobación por la Cámara de Diputados el movimiento le puso un plazo de 60 días. El vocero del PRI, David Penchyna, declaró el sentir de su partido: "No por una marcha, que es legítima, vamos a atenernos a sus plazos, porque sería vulnerar la democracia". El clásico "tienes razón, manito, pero te amuelas porque responderé cuando yo quiera". Además de descalificar la democracia participativa, el PRI confía en que el impulso se enfriará. El movimiento tendrá que encontrar la forma de contrarrestar esas manipulaciones del tiempo y, si todo eso falla, tendrá que decidir si promueve acciones de resistencia civil y lanza una campaña para anular el voto en 2012.
Cualquier pronóstico está condicionado a las veleidades del próximo año y medio. El debilitamiento del Estado y el deterioro de la vida democrática es tan real como la existencia de una "comunidad del dolor" (tomo la frase de Emilio Álvarez Icaza), que está viendo si logra expresarse como un actor unitario para interactuar durante el próximo año con una elección presidencial, periodo en el cual los políticos son particularmente vulnerables.
Imposible anticipar los rumbos que tomará este movimiento y las interacciones que establecerá con los poderes fácticos y con quienes gobiernan. Irresponsable asegurar que nada pasará pensando que el domingo fue una catarsis que se extinguirá a medida que pase el tiempo. En política los números importan y sólo en la capital marcharon alrededor de 150 mil personas (uso la cifra de Reforma por su experiencia en el conteo de concentraciones humanas) que lanzaron un mensaje claro sobre lo insoportable que resulta para muchos vivir en este México.
¿Qué sigue? Seguirá lo que seamos capaces de crear. La sociedad no está indefensa pero cualquier mejoría en beneficio de las mayorías dependerá de que logre mantener la unidad de los diversos y encuentre formas legítimas, imaginativas y eficaces para relacionarse con quienes gobiernan. De lograrlo, la marcha del domingo será vista como un parteaguas; en caso contrario será otra anécdota que se añadirá a la enciclopedia de las derrotas ciudadanas. La supervivencia depende, en el último de los casos, de la sociedad.

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