Publicado en La Otra Opinión, 19 de junio de 2012
Josefina Vázquez Mota no se atreve a llamarle al sexo por su nombre. Los motivos solo ella los conoce. Sin embargo, revela que en el Partido Acción Nacional lejos están de comprender la sexualidad y que cuando se atreven a referirla buscan disfrazarla, como si pesara algún sentimiento de culpa o vergüenza; una demostración de las limitaciones conceptuales de esta mujer que aspira a convertirse en jefa de Estado y revela las dificultades que tendría para impulsar políticas públicas que cuiden ese ingrediente tan indispensable y gozoso de la naturaleza humana.
Los expertos han advertido que cuando al sexo no se le llama por su nombre se le distorsiona en su plenitud y su lectura. Y eso es lo que está haciendo la candidata presidencial del PAN, quien en los últimos días ha llamado a las mujeres a castigar con abstinencia sexual a sus maridos o parejas sexuales, si éstos no acuden a votar.
Incapaz de decir coito o sexo, Vázquez Mota pide no hacer
"cuchi cuchi" como presión para que los varones acudan a las urnas,
obviamente a votar por ella. En la política no es una novedad el uso del sexo
como presión femenina. Y eso sucedió el año pasado en la comunidad de
Barbacoas, en el departamento de Nariño, Colombia, cuando unas 300 mujeres
realizaron una singular "huelga" de piernas cruzadas, por la cual
decidieron no sostener relaciones sexuales con sus maridos como presión para la
construcción de una carretera que detenía el desarrollo de la región. La
abstinencia duró 110 días hasta que las mujeres lograron su cometido.
Desconozco si algún asesor de Vázquez Mota le contó esta
historia y decidieron retomarla para innovar la campaña, lo que me queda claro
es que se equivoca la aspirante presidencial si supone que negar el "cuchi
cuchi" es la forma más apropiada para empoderar a la mujer mexicana,
cuando ésta no ha logrado siquiera que su pareja use condón.Como sea, la anécdota revela la "visión de género" de doña Josefina quien en múltiples ocasiones ha subrayado su condición de mujer pero que, en los hechos, no duda en darle al sexo un valor de cambio, como hace cualquier varón; es decir, negociar con el sexo en lugar del voto razonado, negarlo como parte de una visión de empoderamiento y no para alentar gustos políticos. Vergüenza ajena.
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