El papa Francisco preside un encuentro con las familias en el
estadio Víctor Manuel Reyna; fueron escogidos algunos grupos representativoa para hablar con el papa…
Mons. Fabio Martínez en nombre de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez dio la bienvenida al Pontífice visiblemente emocionado: “Santo Padre, su presencia nos invita a hacer de nuestras familias nuestro tesoro y nuestro reto en el amor de cada día», acotó. «Papa Francisco, nuestro pastor con olor a Cristo, contigo somos familia, contigo somos Iglesia. Gracias Papa Francisco. Bienvenido, mensajero de la buena noticia de la familia“. Y tres mujeres le ofrecieron como regalo una estola artesanal como ofrenda del trabajo en la diócesis con rostros de niños nacidos desde el año 2000.
Francisco se reunió con alrededor de 45 mil personas para el encuentro de las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas.
Dice una nota de Pablo Lombó de Vatican Insider…:
Tras una oración a la Santa Familia de Nazaret, el papa escuchó las palabras de mons. Francisco Xavier Chabola, responsable de la comisión de la familia de la CEM, quien presentó a cuatro familias que ofrecieron su testimonio: i) La familia Morales Montoya fue la primera; uno de sus miembros, Manuel, de catorce años y que sufre distrofia muscular, explicó al Papa su situación y dijo que «le echo ganas», con mucha alegría, a pesar de su enfermedad, para salir a invitar a los jóvenes a conocer a Dios: «Santo Padre, ore por nosotros, los adolescentes de México, ya que hay muchos desanimados. Hay algunos que están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías».
ii) Después siguió el turno de la familia Hernández Robledo, y habló en su nombre Menelio de la diócesis de Tapachula: «Mi esposa, mis hijos y yo hemos venido acompañando a mis padres que han vivido más de 50 años juntos». «Mi familia se siente bendecida junto con ellos, porque, a través de nuestros padres Dios nos ha regalado la fe católica», subrayó. Y le pidió «que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria, y por nuestro pueblo que sufre mucho, somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones».
iii) El tercer testimonio fue el de la familia de Humberto Gómez Espinosa y Claudia Castillo Leal, que es una pareja de divorciados que se han vuelto a casar, y son de la arquidiócesis de Monterrey, del norte de México. «Somos Humberto y Claudia, tenemos 16 años casados por el civil. Yo antes era soltero y Claudia era divorciada con tres hijos», después tuvieron juntos un hijo que ahora tiene 11 años, que ahora es monaguillo. «Sentíamos que no teníamos un lugar» en la Iglesia, por lo que entraron a un grupo para divorciados vueltos a casar y allí, indicó recibieron acogida y misericordia. «Los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la Eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad», por eso son voluntarios. Claudia, además, es voluntaria de guarderías del penal de Topo Chico (en donde hubo hace pocos días un motín que provocó la muerte de más de 40 personas). «Somos bendecidos porque tenemos un matrimonio y una familia donde el centro es Dios», concluyó.
iv) El cuarto y último testimonio fue de una madre soltera con sus hijos, Beatriz, de la arquidiócesis de la Ciudad de México. Narró su historia caracterizada por la violencia y la pobreza, y reconoció que en la adolescencia tuvo hijos sin estar casada. «Siendo enfermera, se me ofreció la oportunidad de abortar, pero Dios me permitió no atentar contra la vida de mis hijos», a pesar de las dificultades. El aborto, indicó, se presentaba como una solución a los problemas, pero indicó que encontró fortaleza en «el amor del padre y la misericordia de la Iglesia y el perdón de los pecados». Y pidió a Francisco que ayude para que las mujeres no cedan «Ante la falsa salida del aborto, para que puedan, como yo, encontrarse con una Iglesia que les ama y les acoge».
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Mons. Fabio Martínez en nombre de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez dio la bienvenida al Pontífice visiblemente emocionado: “Santo Padre, su presencia nos invita a hacer de nuestras familias nuestro tesoro y nuestro reto en el amor de cada día», acotó. «Papa Francisco, nuestro pastor con olor a Cristo, contigo somos familia, contigo somos Iglesia. Gracias Papa Francisco. Bienvenido, mensajero de la buena noticia de la familia“. Y tres mujeres le ofrecieron como regalo una estola artesanal como ofrenda del trabajo en la diócesis con rostros de niños nacidos desde el año 2000.
Francisco se reunió con alrededor de 45 mil personas para el encuentro de las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas.
Dice una nota de Pablo Lombó de Vatican Insider…:
Tras una oración a la Santa Familia de Nazaret, el papa escuchó las palabras de mons. Francisco Xavier Chabola, responsable de la comisión de la familia de la CEM, quien presentó a cuatro familias que ofrecieron su testimonio: i) La familia Morales Montoya fue la primera; uno de sus miembros, Manuel, de catorce años y que sufre distrofia muscular, explicó al Papa su situación y dijo que «le echo ganas», con mucha alegría, a pesar de su enfermedad, para salir a invitar a los jóvenes a conocer a Dios: «Santo Padre, ore por nosotros, los adolescentes de México, ya que hay muchos desanimados. Hay algunos que están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías».
ii) Después siguió el turno de la familia Hernández Robledo, y habló en su nombre Menelio de la diócesis de Tapachula: «Mi esposa, mis hijos y yo hemos venido acompañando a mis padres que han vivido más de 50 años juntos». «Mi familia se siente bendecida junto con ellos, porque, a través de nuestros padres Dios nos ha regalado la fe católica», subrayó. Y le pidió «que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria, y por nuestro pueblo que sufre mucho, somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones».
iii) El tercer testimonio fue el de la familia de Humberto Gómez Espinosa y Claudia Castillo Leal, que es una pareja de divorciados que se han vuelto a casar, y son de la arquidiócesis de Monterrey, del norte de México. «Somos Humberto y Claudia, tenemos 16 años casados por el civil. Yo antes era soltero y Claudia era divorciada con tres hijos», después tuvieron juntos un hijo que ahora tiene 11 años, que ahora es monaguillo. «Sentíamos que no teníamos un lugar» en la Iglesia, por lo que entraron a un grupo para divorciados vueltos a casar y allí, indicó recibieron acogida y misericordia. «Los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la Eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad», por eso son voluntarios. Claudia, además, es voluntaria de guarderías del penal de Topo Chico (en donde hubo hace pocos días un motín que provocó la muerte de más de 40 personas). «Somos bendecidos porque tenemos un matrimonio y una familia donde el centro es Dios», concluyó.
iv) El cuarto y último testimonio fue de una madre soltera con sus hijos, Beatriz, de la arquidiócesis de la Ciudad de México. Narró su historia caracterizada por la violencia y la pobreza, y reconoció que en la adolescencia tuvo hijos sin estar casada. «Siendo enfermera, se me ofreció la oportunidad de abortar, pero Dios me permitió no atentar contra la vida de mis hijos», a pesar de las dificultades. El aborto, indicó, se presentaba como una solución a los problemas, pero indicó que encontró fortaleza en «el amor del padre y la misericordia de la Iglesia y el perdón de los pecados». Y pidió a Francisco que ayude para que las mujeres no cedan «Ante la falsa salida del aborto, para que puedan, como yo, encontrarse con una Iglesia que les ama y les acoge».
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A ellos les dirigió el siguiente discurso:
Queridos
hermanos y hermanas
Doy
gracias por estar en esta tierra chiapaneca.
Que bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Le doy gracias por sus rostros, por su presencia, le doy gracias a Dios por palpitar de su presencia en la familia de ustedes. Y también gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.
Que bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Le doy gracias por sus rostros, por su presencia, le doy gracias a Dios por palpitar de su presencia en la familia de ustedes. Y también gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.
Manuel,
antes de darte gracias por tu testimonio quiero dar gracias a tus padres, los
dos, de rodillas, delante tuyo teniéndote el papel. Vieron qué imagen es esa?
Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo. No nos olvidemos de esa
imagen. Por ahí de vez en cuando ellos se pelean por algo. Qué marido y qué
mujer no se pelean y más cuando se mete la suegra, que importa, pero se aman y
nos han demostrado que se aman y son capaces por el amor que se tienen de
ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias amigos por ese
testimonio que han dado y sigan adelante. Y a vos Manuel gracias por tu
testimonio y especialmente gracias por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que
usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus
padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar
ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos.
Gracias. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio
nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia,
soñando, construyendo, una vida que tenga sabor a hogar y a familia. ¿Le
echamos ganas? Así me gusta, gracias.
'De
la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en
muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a
nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?
Y eso me recordó el testimonio que
nos regaló Beatriz. Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difícil por
la precariedad y la soledad».
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