El
poder de lo pequeño
El
éxito es el efecto acumulado de hábitos insignificantes que son los que marcan
la diferencia
Los
arrebatos no conducen a nada; la constancia es la que lleva a todas partes
RAIMÓN
SAMSÓ en
El País Semanal, 20 OCT 2013;
Un
avión parte de Moscú con destino a Madrid, pero sufre una avería inadvertida en
su sistema de navegación que crea una mínima desviación del rumbo de menos de
un grado. El avión acaba aterrizando en Mallorca. ¿Cómo se desvió tanto? Un
grado es muy poco, sin embargo, ese pequeño desajuste durante cinco horas de
vuelo crea una enorme diferencia en el resultado. Cuando hablamos de
comportamientos humanos durante… ¡toda una vida!, las desviaciones son aún
mayores. En realidad, lo que determina lo que conseguimos no son las grandes
decisiones, sino las menores y los actos cotidianos. En este artículo
trataremos sobre cómo las personas pueden alejarse de sus deseos y objetivos si
no disponen de un plan de vuelo y un sistema de navegación perfectamente
ajustados.
Dos
hermanos comparten la misma familia, genética, posibilidades y educación,
entorno…, y, sin embargo, con el paso de los años, sus vidas se hacen cada vez
más diferentes. Básicamente hay tres factores que influyen en esa divergencia:
sus elecciones, sus acciones y sus relaciones.
“El
mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va”Antoine
de Saint-ExupÉry
Lo
cierto es que no podemos “no elegir”. No tomar una decisión es, en realidad,
tomar una: demorarla. De modo que estamos decidiendo o dejando de hacerlo, cada
día. Y lo que acaba ocurriendo es que la vida es el resumen de todas ellas,
sean menores o mayores. Cualquier cosa que acaba entrando en nuestras vidas es
la consecuencia de una cadena de actos y caminos que elegimos o no.
Las
decisiones mayores son aquellas que se toman conscientemente y suelen requerir
a veces ayuda de terceros en forma de consejo, pero siempre tiempo de
reflexión. Las menores son las que se deciden casi sin pensarlo y acaban
creando un efecto compuesto. De las dos, son las pequeñas elecciones las que se
acumulan día tras día y marcan una gran diferencia.
Tomar
decisiones sabias es más sencillo cuando se tienen claros cuáles son los
valores prioritarios y adónde se va. Para no equivocarse conviene hacerse esta
sencilla pregunta: ¿la dirección que voy a tomar concuerda con lo que me
importa prioritariamente en la vida?
Para
conseguir grandes resultados no es preciso llevar a cabo grandes acciones, sino
pequeñas repetidamente a lo largo del tiempo. El éxito es el efecto acumulado
de hábitos insignificantes. Y el truco está en insistir en un comportamiento
positivo el tiempo suficiente como para que marque una distinción significativa
a medio plazo. Es el poder de las pequeñeces acumuladas.
Ganar
es el resultado de una suma de costumbres; perder, también. Es algo que saben
muy bien los deportistas. Por ejemplo, Michael Phelps es un brillante modelo
del poder multiplicativo del hábito. Sus rutinas de entrenamiento son muy
estrictas, previsibles, sistemáticas. Es obvio que su anatomía estaba diseñada
para ganar, pero su enorme éxito es fruto de su persistencia.
A
menudo, para implementar una rutina, las personas recurren a la fuerza de
voluntad. Es un error. Están luchando consigo mismas, y, a la larga,
abandonarán, porque la lucha desgasta. ¿Cuál es la alternativa? La
motivación. Establecer un hábito nuevo solo tiene futuro cuando concuerda con
los valores principales de la persona. El poder de algo que nos estimula
disuelve las luchas internas y proporciona combustible mental para pasar a la
acción.
Sin
tener en cuenta en cualquier elección esos valores básicos, las personas caen
víctimas de sus contradicciones internas y dejan de perseguir sus deseos y sus
sueños.
Por
suerte, todo lo que se aprende en la vida puede reaprenderse. Los hábitos no
son una excepción a esta regla y se pueden cambiar. El mejor modo de terminar
con uno negativo es empezar uno nuevo y positivo que lo sustituya, y que esté
propulsado por la fuerza imbatible de la motivación.
“El
secreto del éxito se
encuentra en la rutina
diaria”John
C. Maxwell
No
hay una mejor estrategia para conseguir lo que se desea en la vida que crear
hábitos positivos que conduzcan a lograrlo, y después, delegar el trabajo en el
poder de la costumbre, seguir el flujo del tiempo, y dejar de esforzarse una
vez puesto en marcha el impulso de la inercia.
Las
personas que nos rodean: familia, amistades, compañeros de trabajo… crean una
gran influencia en cada uno de nosotros. En psicología se conoce este efecto
como la influencia del “grupo de referencia”. Es una información silenciosa,
inconsciente y que se acumula con el paso del tiempo. Y se traduce en una
imitación inconsciente de lo que el “grupo” dice, piensa, hace, siente, come,
viste, se comporta…
Se
podría decir que una persona es la suma de las influencias personales que ha
recibido a lo largo de su vida, que, como es de imaginar, pueden ser positivas
o negativas, y acabará pareciéndose mucho a la gente con la que tiene más
trato. La pregunta que nos deberíamos formular es: ¿quién o quienes ejercen ese
poder sobre mí?
La
persistencia del 'pit bull'
¿Qué
tienen en común los empresarios de éxito y las personas que consiguen realizar
sus sueños? Simplemente, ¡no se rinden nunca! Han aprendido la disciplina de la
persistencia. Esto es verdad tanto para la gente que consigue sus sueños
profesionales como personales. Pero esta cualidad es muy rara en la población
en general. Vivimos en una era de gratificación instantánea. ¡Los adultos quieren
conseguir sus sueños inmediatamente! Y cuando no lo logran, sus sueños van
bajando en la escala de valores, son demorados y, finalmente, abandonados”.
Pasos
simples hacia sueños imposibles, de Steven K. Scott.
¿Es
importante filtrar las influencias que recibimos? Por supuesto que sí, ignorar
su efecto puede salir caro. Y si no, que se lo pregunten a cualquier padre o
madre que vigila escrupulosamente con quién anda su hijo o hija. Tan importante
es el efecto de las compañías en un adolescente como en un adulto. A fin de
cuentas, como afirma el dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres” o
“Dios los cría y ellos se juntan”.
Casi
siempre que se toma una decisión, las personas empiezan con mucha energía y
empeño, pero, a la larga, acaban abandonando. Ese exceso inicial es en realidad
contraproducente porque semejante nivel de energía no se puede mantener por
mucho tiempo. Querer hacerlo todo cuanto antes es provocar el abandono. Es
mejor iniciar la tarea o el plan con menos fuerza, pero mantenerlo en el tiempo
hasta conseguir el objetivo. El éxito es resultado de dosificar las fuerzas, de
mantener el ritmo, de la regularidad. Es así como se ganan carreras y como los
equipos consiguen torneos.
La
disciplina es esa regularidad, constancia, cadencia o ritmo. No hace falta
hacer mucho de golpe, pero sí algo cada día. Por ejemplo, al empezar una dieta
es mejor aplicarse a unas normas razonables y no saltárselas ni un día, antes
que matarse de hambre los tres primeros días. Los atletas saben muy bien que
las medallas se consiguen dosificando el ritmo. Una vez más, es el poder de los
pequeños pasos, que proporcionan resultados extraordinarios.
De
nada sirve tener una arrancada de caballo y después una parada de burro. Eso
significa ser víctima de un gran entusiasmo inicial, no dosificado, para pasar
a abandonar y volver al estadio inicial al poco tiempo. Los arrebatos no
conducen a nada; pero los planes sostenidos y la constancia conducen a todas
partes.
“Te
convertirás en una combinación de las cinco personas con quienes pasas más
tiempo” Jim
Rohn
Todas
las personas tienen sueños, pero no todas los consiguen. ¿Es cuestión de
mérito, genes, inteligencia o suerte? No, más bien se debe a trabajar para
conseguirlos con método; es decir, mediante una rutina diaria. Repetir una
acción cada día, semana o mes. Un acto que está implícito en la agenda y ni
siquiera hay que apuntarlo, se da por hecho. Es como cepillarse los dientes, se
hace automáticamente después de cada comida, sin que haga falta recordarlo.
Cuando
se pone en marcha un objetivo, lo primero que conviene hacer es preguntarse qué
rutinas conducirán a él. Seguramente, un buen coach preguntaría a su cliente:
“¿Qué tres acciones sencillas te acercarían a tus grandes objetivos?”. Sí,
pasos simples hacia resultados extraordinarios. Y si esa persona es
sistemática, y se aplica a dar tres pasos diarios, su éxito está asegurado. No
importa lo lejos que vaya, tres pasos al día, tarde o temprano, le llevarán a
donde sea que se dirija.
Preguntas que se deben hacer
PELÍCULAS
- ‘Los siete hábitos de la gente altamente efectiva’ Stephen Covey
- ‘Antes de tomar una decisión en su vida hágase estas preguntas’ Debbie Ford
PELÍCULAS
- ‘Los puentes de Madison’ Clint Eastwood
- ‘Amélie’ Jean-Pierre Jeunet
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