Francisco,
el Papa que gusta a la izquierda/Guy Sorman
ABC
| 4 de enero de 2014..
SI
consultamos los barómetros mediáticos de la izquierda biempensante como «The
New York Times», «Le Monde» o «El País», Francisco es el Papa que esa tendencia
esperaba. Basta con que mencione la pedofilia de los sacerdotes, la
homosexualidad y los divorcios, y que cuestione el capitalismo, para que los
editorialistas de esta izquierda más bien anticlerical alaben la clarividencia
del Papa y decreten que nunca un Soberano Pontífice fue más popular. No sabemos
si el Papa Francisco es igual de popular entre los creyentes, pero no cabe duda
de que lo es entre los no católicos que se declaran progresistas. Solo queda un
leve obstáculo en la senda de la redención: este Papa sigue siendo católico en
cualquier caso y sigue siendo hostil tanto al matrimonio de los sacerdotes como
al sacerdocio de las mujeres. Nadie es perfecto, ¿verdad?
Pero,
ya sea católico o anticlerical, ¿quién criticará al Papa Francisco por querer
moralizar la Iglesia, reducir la opulencia del Vaticano o establecer como
prioridad el preocuparse por los pobres? Pero si pensáramos que por eso el Papa
Francisco es un revolucionario, olvidaríamos la obra, al menos igual de
destacada, de sus predecesores, como Juan XXIII, por ejemplo, y Pablo VI, que,
con el Vaticano II, pusieron fin al antisemitismo casi institucional de la
Iglesia y se acercaron a las otras grandes religiones establecidas; Juan Pablo
II, que se enfrentó a todos a los regímenes totalitarios; y Benedicto XVI, que,
como teólogo, restauró la coherencia del catolicismo. Todavía esperamos de
Francisco unos gestos tan decisivos como los de sus predecesores. En cualquier
caso, no será en el ámbito de la disminución de la pobreza de masas.
Los
primeros indicios no son alentadores, a juzgar por la multiplicación de las
declaraciones del Papa contrarias a la economía de mercado. No nos sorprenden
si recordamos su trayectoria: es un jesuita que, cuando era obispo de Buenos
Aires, ya confundía la opción a favor de los pobres con la lucha contra el
capitalismo. Era una ideología extendida entre todos los jesuitas de
Iberoamérica, próximos a la Teología de la Liberación y en guerra
contra
el Opus Dei, que era procapitalista. Sin duda, las oligarquías locales
pervirtieron, y siguen pervirtiendo, el capitalismo en Iberoamérica, aunque eso
no quita para que, gracias a ese capitalismo, y no al socialismo, ni a los
Gobiernos locales, cientos de millones de pobres, en Brasil, en Chile o en Perú
dejan de ser pobres. Dado que el Papa Francisco da prioridad a los pobres como
enseñó Cristo, ¿no debería consagrar, en vez de denigrar, al único sistema
económico, sin duda imperfecto, que reduce la pobreza de masas, y que podemos
llamar capitalismo popular? El Papa Francisco no se decide a hacerlo, a
diferencia de Juan Pablo II en su época. Juan Pablo II habría preferido una
tercera vía entre el capitalismo y el socialismo, pero al comprobar que no
existía se sumó a la economía de mercado. Los polacos, en particular, le
escucharon, y hoy en día se ven recompensados por ello. ¿Se espera una
conversión similar del Papa Francisco? Pongámoslo en duda. Resulta que, probablemente
por error, acabo de recibir un documento del Vaticano, con vistas a la visita
del Papa a Nueva York el próximo mes de septiembre y a su intervención prevista
en la tribuna de Naciones Unidas. Esta alocución no pasará inadvertida, y una
especie de «comité de sabios» pontificio ya la está preparando. El documento
que me ha llegado consulta a los intelectuales estadounidenses o que viven en
EE.UU. (como es mi caso) sobre lo que el Papa debería decir.
Este
cuestionario no es neutral, ya que pide que se faciliten al Papa argumentos
para dar coherencia a dos ejes, ya determinados, de su discurso: los excesos
del sector financiero y los del mundo digital. Resulta que internet se ve
convertido en un gran Satán. Nos deja atónitos: una economía moderna sin sector
financiero y sin internet no existe, como tampoco existe el mito de la tercera
vía en la década de 1980. ¿Hará Francisco que echemos de menos a su antecesor
Benedicto, quien, porque era Papa, se preocupaba precisamente más por la
teología que por la economía?
Como
el cuestionario del Vaticano me ha llegado por unas vías misteriosas, pero
quizá divinas (vayan ustedes a saber), responderé a él sugiriendo al Papa que
pronuncie en Nueva York un elogio de la donación. Nueva York es la capital de
la filantropía, donde viven las mayores fortunas del mundo, pero también las
más generosas, las cuales financian mil obras sociales a través de fundaciones.
Esta caridad masiva en EE.UU. tiene un origen cristiano (más protestante que
católico, es verdad), y me parece el complemento necesario, indispensable y
ante todo eficaz, del capitalismo. Un Papa invitando a todos desde el púlpito
que es la ONU a dar voluntariamente su tiempo y su dinero para corregir algunos
efectos perversos e injustos del capitalismo: sería un discurso histórico con
unos efectos concretos. Si el Papa se contenta con las diatribas habituales
contra el capitalismo, mil veces repetidas, su popularidad se verá reforzada
indudablemente entre la izquierda, pero a un Papa, en principio, no le preocupa
su popularidad.
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