El
terror no olvida/Dolores Delgado es fiscal antiterrorista y Baltasar Garzón es abogado y presidente de FIBGAR.
El
País |9 de aenero de 2015
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la causa del atentado ocurrido el 7 de enero en París en la venganza es un
análisis simplista; que es un ataque a la libertad de expresión, sin duda. En
el año 2006 la revista francesa Charlie Hebdo publicaba caricaturas no de
Mahoma sino de los fundamentalistas que actuaban en su nombre. Las críticas de
entonces son demasiado poco para constituirlas en única causa. No nos dejemos
llevar por análisis descontextualizados. Los yihadistas acudirán a cualquier
medio violento en su lucha permanente por alcanzar publicidad y poder como vía
para establecer un universo islámico.
Hemos
dejado escapar demasiadas oportunidades para atacar la raíz de las causas de
este terrorismo. Las primaveras árabes tuvieron un origen y tenían un objetivo.
Los actores eran variados (laicos, demócratas, radicales, terroristas,
poderosos o interesados) y no se supo apoyar a aquellos que hubieran cubierto
el espacio que finalmente fue ocupado por el terrorismo. Las zonas de
conflicto, que son escenarios idealizados de lucha, se han convertido en un
destino anhelado por los futuros combatientes. Lejos de potenciar desarrollos
sociales, culturales y humanos, hemos dado prioridad a las respuestas de fuerza
militar.
Un
nuevo reto se presenta en Internet, en las redes sociales o en el uso de las
aplicaciones de la telefonía móvil. En ese marco se palpa un nuevo terrorismo
tecnológico, que aprovecha las nuevas tecnologías para desarrollar sus
actividades y la obtención de sus fines convirtiéndose en un terrorismo global
que llega a todos los espacios a la velocidad que la propia Red permite.
Difunde ideas, y con ello propicia la captación, sin restricción alguna, porque
tras la Red hay un ejército invisible de hombres y mujeres dispuestos a dejar
el mundo virtual para pasar a la acción. La respuesta al uso de esa nueva
herramienta debe ser multidisciplinar. Seguridad, policial, judicial y, desde
luego, educación.
Pero
en París hemos visto de nuevo consumada la sinrazón de la barbarie; el terror
no olvida y es cobarde frente a quienes difunden ideas diferentes o le hacen
frente. Y por eso también la firmeza democrática frente al mismo debe ser
inescindible.
Ante
la inevitable pregunta de si España es objetivo del terrorismo yihadista o de
cuál es el nivel de riesgo en el que nos encontramos, la respuesta meramente
local es un grave error. La globalidad de este terrorismo y el uso de
herramientas globales van dirigidos a un fin global, escenificado en múltiples
acciones locales. Por ello las víctimas del atentado de París somos todos. Lo
contrario nos llevaría a desconocer lo que ya afirmábamos el 20 de diciembre de
2009 en el artículo publicado en EL PAÍS Terrorismo de ida y vuelta: “Este tipo
de terrorismo es de ida y vuelta. Es decir, al ser global, el teatro de
operaciones es mucho mayor y por ende debemos percibirlo —si no se quieren
perder sus verdaderos perfiles— como un crimen universal con independencia del
lugar de comisión o la nacionalidad de las víctimas”.
Los
seres humanos tenemos la memoria frágil y perdemos rápidamente la perspectiva
de lo que nos sucede. El terrorismo global tanto puede golpear en un sitio como
en otro y solo nos sorprende cuando nos afecta de forma directa. Se extiende
como el crimen transnacional organizado, de forma compleja, y es difícil de
“descubrir y combatir si no se asume que las vinculaciones e interrelaciones
entre esos grupos y células terroristas no son aleatorias ni caprichosas, sino
que responden a una lógica del terror cuyo fin es la consecución de objetivos
tan globales como aparentemente irrealizables, lo que favorece la indiferencia
y la incredulidad, o incluso el escepticismo de los ciudadanos y las
instituciones, y la convicción de que no existe riesgo alguno, coadyuvando con
ello, en forma involuntaria, a otorgar patente de impunidad en la primera y más
decisiva fase de formación”.
Hoy
sabemos con tremenda certidumbre que el Estado Islámico existe, que tiene
extendidas sus redes por el norte de África y el Sahel, que ha trabado alianzas
con otras organizaciones, es decir, que se está instituyendo en red criminal
estable, cuyos militantes tanto pueden actuar en Irak o Siria como en París o
Roma o cualquier otra ciudad que les sea atractiva como objetivo. Los motivos
serán meras excusas siempre que haya víctimas, hoy periodistas, mañana policías
o simples ciudadanos cuyo asesinato les promocione en su locura. Son redes que
se aprovechan de la Red, pero que no renuncian a los métodos cruentos, porque
desde el momento inicial (adoctrinamiento), los ideólogos o emires tienen
prevista la actuación del grupo, aprovechando —sin excepción— esas
contradicciones de nuestra sociedad y el miedo que en la misma existe a asumir
la realidad del problema, lo que se traduce a veces en opiniones publicadas tan
banales como temerarias y peligrosas porque serán aprovechadas para golpearnos
como, cuando y donde les interese.
Se
hace necesaria, pues, desde el Estado de derecho, una reflexión profunda y
exigir la cooperación y coordinación internacional proactivas entre los países
que trabajamos en pro de la seguridad internacional. Mecanismos judiciales de
asistencia mutua internacional como el denominado cuatripartito, conformado por
las fiscalías antiterroristas de Marruecos, Francia, Bélgica y España, se
muestran indispensables en la respuesta global a un terrorismo global.
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