La madre de El Chapo huye del santuario del cártel de
Sinaloa
La
organización criminal se lleva a la anciana en avioneta a un refugio seguro
tras el ataque a la aldea natal de Guzmán Loera. 150 vecinos abandonan la zona
por miedo
J.
M. AHRENS
El País, México
18 JUN 2016
La
madre de El Chapo ha abandonado La Tuna. Tras la incursión armada que tomó el
sábado pasado el pueblo natal de Joaquín Guzmán Loera y saqueó su casa, la
anciana fue recogida por los servicios de seguridad de cártel de Sinaloa y
llevada en avioneta a un destino seguro. Su salida del santuario narco, más que
una huida, es el símbolo de un ocaso: el principio del fin del poder de Joaquín
Guzmán Loera.
Durante
décadas, incluso en los días más negros de la guerra de cárteles, fue
impensable un ataque al pueblo que vio a crecer al mayor narcotraficante del
planeta y mucho menos a su propia madre. Pero ahora, encarcelado y a punto de
ser extraditado a Estados Unidos, la señal ha quedado clara. Se han roto los
códigos. Su feudo es objeto de disputa. Y no hay límites.
El
ataque fue perpetrado por 150 hombres armados. Todo un ejército para un pueblo
que no alcanza el centenar de habitantes. Llegaron a plena luz del día, se
dividieron y un comando de seis efectivos, con fusiles de asalto, irrumpió en
la mansión de Consuelo Loera. Sabían que ese día el jefe zonal del cártel,
Aureliano Guzmán Loera, El Guano, se había ausentado y que la mujer no contaba
con protección. Una vez en la casa, exigieron las llaves de todos los vehículos
(dos coches y tres motocicletas) y se los llevaron. A ella no la tocaron. Pero
la advertencia había sido lanzada. Y por si alguien albergaba alguna duda, los
agresores quemaron casas, balearon coches y no dudaron en matar a al menos tres
vecinos.
La
vorágine duró años hasta que el surgimiento de nuevos enemigos, el brutal
combate emprendido por el Estado mexicano contra el narco y la muerte a tiros
en diciembre de 2009 de Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, debilitaron a
la organización y la convirtieron en una sombra de su pasado. Pero el rencor
nunca desapareció. El pulso se ha mantenido a lo largo del tiempo y ahora es
precisamente el hijo de El Mochomo, el narco cuya captura desató la guerra
entre ambos cárteles, quien lidera parte de las huestes del cártel de los
Beltrán Leyva y quien supuestamente ordenó el ataque al territorio sagrado de
El Chapo.
La
incursión también ha sido interpretada como un signo de la descomposición
interna del cártel de Sinaloa. Formada por células federadas, esta organización
criminal, según fuentes policiales, está viviendo un periodo ajuste, donde los
diferentes grupos que la conforman, tras la pérdida del líder, intentan ampliar
su perímetro. El resultado es una lucha intestina, sangrienta y soterrada, que
salpica a unos y otros y que ha llevado a intervenir a capos históricos como el
legendario y jamás detenido Mayo Zambada, enfrentado a los levantiscos y
ambiciosos hijos de Guzmán Loera, Iván y Alfredo, Los Chapitos.
En
este horizonte, pocos dudan de la inminencia de una guerra abierta. Ante la
posibilidad de nuevos baños de sangre, cerca de 250 familias han abandonado la
Tuna y sus alrededores, en el municipio de Badiraguato. Enclavado en el
triángulo de oro, este escarpado territorio de la Sierra Madre occidental,
entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, oculta una de las zonas de mayor producción
de opio de América. Un tesoro por el que desde hace años luchan los cárteles y
donde hasta ahora Guzmán Loera había impuesto la ley. Pero caído El Chapo la codicia se ha vuelto a
desbordar. Y nadie está a salvo.
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