'Yo no me canso'
Martha Martínez
Reforma, Cd. de México (16 noviembre 2014).- A
diferencia del procurador Jesús Murillo Karam, el padre Alejandro Solalinde no
se cansa.
"De lo que estoy cansado es de la
hipocresía de la clase política, del abuso, del adormecimiento de la gente, de
la indiferencia, de la falta de respuesta. Me canso de la resignación de las
personas que piensan que todos los problemas que tenemos se van a resolver de
arriba a abajo, cuando tenemos un gobierno irresponsable e insensible que no ha
estado a la altura de las circunstancias que vive México", sostiene.
A nueve días del "ya me
cansé" dicho por Murillo Karam al término de una conferencia de prensa
sobre los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero, Solalinde
recuerda que el 10 de diciembre de 2012, cuando le entregaron el Premio
Nacional de Derechos Humanos, el presidente Enrique Peña Nieto se comprometió a
lograr que el respeto a los derechos humanos pase del papel a la realidad.
Para el director del albergue Hermanos
en el Camino, de Ixtepec, Oaxaca, el caso de los normalistas desaparecidos no
sólo es una confirmación del desinterés de los tres niveles de gobierno por el
respeto a los derechos humanos, es también un recordatorio de que en el país
hay más violencia, desapariciones forzadas y crímenes sin resolver.
El sacerdote que en mayo de 2012
abandonara el país tras recibir amenazas de muerte por el trabajo que realiza a
favor de los migrantes en tránsito por México, asegura que si Peña Nieto
escuchara a la gente, se evitarían muchas tragedias.
Recuerda que desde el año pasado
solicitó una reunión con el mandatario a fin de llevarle las voces y propuestas
de afectados por la violencia. La única cita que le habían confirmado fue
cancelada.
"Quería platicar con él, con
Miguel Ángel Osorio Chong, con Murillo Karam y con los que ellos quisieran,
pero no en la oficina, no en una reunión formal, sino como seres humanos, de
persona a persona, no de personaje a personaje. Le dije que quizá yo como
sacerdote que había vivido y que vivo con gente de abajo, con gente excluida
que sufre mucho, tenía algunas voces que pasarle y que ojalá cambiáramos
México. No les iba a decir cómo hacer un nuevo México, sino que escucharan a la
gente, yo tengo mucha fe en la gente.
"Fijamos una fecha, el 27 de
septiembre del año pasado, pero vinieron los huracanes Ingrid y Manuel y ya no
se pudo llevar a cabo la reunión, pero tampoco volvió a refrendarse. Hice el
intento de que el gobierno escuchara a la gente y ni siquiera me escuchó a
mí", rememora.
Señala que la administración de Peña
Nieto no se ha caracterizado por la defensa de los derechos humanos. Por eso,
afirma, no cree en la promesa realizada el 7 de noviembre pasado por el
mandatario de detener y castigar a todos los involucrados en la desaparición de
los 43 normalistas.
"No le creo, ni a él ni a su
gabinete, no le creo porque no es transparente, tampoco a su partido que jamás
se ha caracterizado por la transparencia y por una gestión honesta hacia el
pueblo", explica.
'Ayotzinapa llegó a mí'
El 17 de octubre pasado, Solalinde
lanzó un reto al gobierno federal: "ojalá me demostraran que soy
mentiroso, que los 43 normalistas están vivos, pero sé de una buena fuente que
no será así"
.
Ese día, el sacerdote había declarado
públicamente que, según testimonios recabados por él, los 43 estudiantes de la
Normal Rural Raúl Isidro Burgos estaban muertos y a algunos de ellos los habían
quemado vivos.
Eso lo puso en el centro de la polémica
de un caso que llegó a su vida de manera azarosa.
Recuerda que el 11 de octubre, tras su
participación en la presentación del libro Los Migrantes, del escritor Óscar
Martínez, en la Feria del Libro del Zócalo capitalino, un testigo de las
agresiones a los normalistas se le acercó a contarle lo que sabía; horas más tarde,
recibió el segundo de los cuatro testimonios que días después entregó por
escrito a la PGR. Dichos testimonios, indica, no fueron dados en secreto de
confesión.
"En realidad a mí me llegó el caso
Ayotzinapa, porque yo no lo busqué como no busco muchas cosas. Yo estaba muy
quitado de la pena, de verdad, es más, en un ambiente hasta recreativo,
cultural, hablando en la Feria del Libro del Distrito Federal, cuando de
repente me llega esta persona y me suelta eso, fue un impacto para mí tremendo,
pero yo todavía no sabía qué hacer; en la tarde me llega el otro, la otra
información, confirmando exactamente esto, entonces ya me empecé a preocupar y
me empecé a sentir responsable de saber esas cosas", relata.
Explica que no se comunicó con los
familiares de los normalistas antes de decir públicamente lo que sabía, porque
no tenía números telefónicos o direcciones a través de las cuales establecer
contacto con ellos.
'No es protagonismo'
A partir de ese momento, Solalinde se
convirtió en un personaje polémico, pero también clave en el caso.
El 20 de octubre pasado, acudió a la
PGR a entregar por escrito los testimonios recabados por él, pero debido a que
el titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia
Organizada, Rodrigo Archundia, no se encontraba, los agentes ministeriales se
negaron a recibirlo.
Tres días después, el 23 de octubre, se
reunió con el procurador Murillo Karam. Durante el encuentro, al que lo
acompañaron la escritora Elena Poniatowska y dos personas más, le entregó
personalmente los testimonios. Con ello, asegura, concluyó su colaboración con
la PGR.
El sacerdote recuerda que en esa
reunión Murillo Karam le dijo que, de acuerdo con la información de la PGR, la
desaparición de los normalistas había ocurrido en el marco de un enfrentamiento
entre narcos. Hipótesis que tuvo que descartar ante la presión de los
familiares.
"Le preguntamos ¿qué había pasado
en Ayotzinapa?, y él dijo, así con esta expresión: 'ay, es muy simple, es una
cuestión de ataque de cárteles. Los Guerreros Unidos atacaron a Los Rojos que
venían con los estudiantes'.
"Días después empezó a tratar de
filtrar eso, a dejar caer esa tesis de que había sido pleito entre narcos;
entonces, inmediatamente reaccionaron las familias indignadas y la Procuraduría
tuvo que recular, a tal grado que cuando las familias van a dialogar a Los
Pinos con Peña Nieto, uno de los acuerdos que se toma es no criminalizar a los
estudiantes", indica.
No obstante, sus declaraciones sobre el
destino de los 43 normalistas generaron descontento. Los familiares de los
jóvenes le reprocharon que no les entregara la información que tenía sobre el
caso antes de hacerla pública; mientras que un sector de la sociedad lo
calificó de insensible y protagonista. Finalmente, el 28 de octubre ofreció
disculpas a las familias de los normalistas.
Al respecto, el defensor de derechos
humanos asegura que su intervención en el caso Ayotzinapa es un compromiso con
su conciencia y no un afán de protagonismo.
"Para mí la cuestión no es el
protagonismo, sino el deber de conciencia; yo me encuentro, y lo digo con mucha
claridad, ente muchas personas que saben cosas y que tienen miedo de hablar.
Podría decirle que todas las personas que se acercan a mí, confidentes, son
personas que tienen conciencia, les falta valor, y yo lo entiendo, yo he
corrido ese riesgo y si alguien tiene que hacerlas públicas para bien de la
justicia, yo voy a correr ese riesgo, lo demás no me interesa", sostiene.
Sus declaraciones no fueron negadas por
el gobierno federal. El 7 de noviembre pasado, el procurador presentó una
teoría del caso que coincide con la versión Solalinde.
Nueva polémica
Con el paso del tiempo, y ante la falta
de resultados concretos en la indagatoria del gobierno federal, el sacerdote se
ha convertido en una referencia obligada para el caso: da conferencias, es
entrevistado por medios nacionales y extranjeros y es invitado por diversas
universidades del país. Pero también sigue generando polémica.
El 11 de noviembre, en la Universidad
de Guadalajara, aseguró que José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala, y su
esposa, María de los Ángeles Pineda, acusados de homicidio y crimen organizado
por estos hechos, fueron capturados en Veracruz (gobernado por el PRI) y
"sembrados" en el Distrito Federal (bastión perredista) en un intento
por hacer un uso político del caso.
Indica que esta información la obtuvo
de un habitante de Veracruz, cuyo nombre prefiere mantener en el anonimato.
A pesar de que el 26 de octubre pasado
los familiares de los desaparecidos le impidieron oficiar una misa en la Normal
Rural de Ayotzinapa, Solalinde asegura que su relación con ellos es buena.
En opinión del sacerdote, el dolor y la
indignación que ha generado el caso es una oportunidad para hacer un alto y
plantear una nueva construcción del país que tenga como protagonista a la
sociedad.
"Es un llamado, un grito de dolor,
pero también es una interpelación muy fuerte para construir un nuevo México.
Puedo percibir que ya estamos en el punto en el que podemos pasar a una
organización nacional para articular una propuesta alterna la de este gobierno
que no hace lo que debería hacer", concluye.
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