Octavio Paz: la
esencia del amor */Enrique
Krauze
Reforma 16-Mar-2014).-
Otro
poeta del amor, el rey Salomón, escribió "El cantar de los cantares"
en su juventud y terminó sus días lamentando, en el Eclesiastés, la vanidad de
vanidades en este mundo. El arco natural de la vida describe ese tránsito que
está también en la poesía de Octavio Paz: de su temprana celebración de los
cuerpos y el erotismo, a la contemplación serena de la mujer: "fuente en
la noche, yo me fío a su fluir sosegado". Pero Paz no cedió a la desazón.
La llama doble es una carta de creencia sobre la facultad salvífica del amor.
Aunque
había trazado sus primeros esbozos en 1965, la fuerza misma del amor pleno que
acababa de encontrar con Marie José Tramini lo llevó a postergar su proyecto
indefinidamente. En esos años, y en las décadas dichosas que siguieron, la
expresión del amor -su representación, su pasmo, su celebración- ocurrió en la
poesía, más que en el ensayo. Pero en 1993, frente al horizonte de los ochenta
años, sintió la necesidad de concluir aquel libro sobre el tema dominante de su
vida y su obra, más dominante aún que el enigma del poder, y tan o más intenso
que su devoción por México: el tema del amor.
"El
amor está en la mirada", me dijo alguna vez, haciendo la señal de ese
vaivén con su dedo índice e intermedio. Un hechizo mutuo que penetra por los
ojos y desciende hasta el pozo profundo del alma, de las almas. Esa frase, eco
de "Piedra de Sol" ("El mundo cambia cuando dos se miran y se
reconocen") contiene la pregunta central que se hizo Paz sobre el amor,
similar a la que se hizo sobre la Revolución, los regímenes totalitarios, el
destino de México. Y esa pregunta no atañe al cómo ni al cuándo, ni siquiera al
por qué del amor, sino a su esencia.
Coleridge
trazó la división entre aristotélicos y platónicos. Aquellos, ya sea en la
tradición latina o la árabe, seguían al amor su movimiento habitual: del
flechazo al encuentro, del abrazo al lecho, de la costumbre al desencuentro, de
la separación a la ruptura. Son libros deliciosos y sabios, homenajes poéticos
a la amada, plenos de detalles curiosos, de extraños brebajes, de argucias para
la seducción y consuelos en la desdicha.
La
llama doble pertenece a la otra tradición: es el libro de un poeta platónico.
Aunque desliza aquí y allá una sutil y variada preceptiva, no mira a la tierra
sino al cielo, al cielo de las esencias. Su pregunta es la del Banquete de
Platón y sus respuestas no son, en el fondo, muy distintas al mito del
Andrógino que propone aquel Diálogo: el encuentro de dos almas irrepetibles, la
anhelada "completud" de dos mitades perdidas en el tiempo, la
conquista -fugaz y eterna- de "nuestra pequeña porción de paraíso", la
última y más íntima comunión.
Todos
los temas terrenales, sensuales, carnales del amor aparecen en La llama doble,
pero transfigurados por la escala ascendente que postula: del sexo al erotismo,
del erotismo al amor. A Paz no le interesan tanto las infinitas variantes de su
presencia (su fenomenología, diríamos) sino su contribución a la esencia. A
integrar los "elementos constitutivos" de esa "esencia"
dedica páginas inolvidables, que no sólo representan una lección de sabiduría
sentimental sino moral. Pero su gloria está en la conjunción genuina de los
cuerpos y las almas.
En
páginas inolvidables de La llama doble, Paz revela el sentido de cada verso en
el poema de Quevedo "Amor constante más allá de la muerte"
("polvo seré, mas polvo enamorado"). La fuerza de sus palabras radica
en la altura vital de quien las escribe: Paz vislumbra el horizonte de la
muerte y encuentra en el amor la única respuesta para mirarla de frente.
Habrá
quien difiera de su concepto platónico y de la idea del "amor único".
Habrá quien reivindique la esfera del placer epicúreo. Habrá quien objete -con
razón, a mi juicio- su concepto del amor filial como un sentimiento
melancólico, fruto de la piedad. Habrá quien exalte más el valor de la amistad.
Pero nadie negará que La llama doble es el peldaño final en la poesía amorosa
de Paz, la confesión postrera sobre el tema, el karmático resumen de su
biografía, de su aprendizaje.
En
aquel umbral, Paz arribó a un concepto sagrado del amor, una idea que trasgrede
al Cristianismo pero que también lo cumple: "Todo amor es una
eucaristía".
*
Fragmento del prólogo a la reedición de La llama doble, que publicará Planeta
próximamente.
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