20 abr 2019

De huidas y rupturas/Jorge Volpi


De huidas y rupturas/Jorge Volpi
Reforma 20 Abr. 2019
Dos lecturas para estos días. Primero, la saga de los Monge: tres generaciones de hombres con este apellido, narradas por Emiliano, hijo y nieto de prófugos que busca entender, así, su propia estirpe y su propia voluntad de huida. ¿Son las familias una cadena donde, queriéndolo o no, todos repetimos las decisiones u obsesiones de nuestros ancestros como eslabones atenazados a una idea o a una marca? ¿Somos clones que, sin darnos cuenta, integramos una suerte de continuidad familiar a la que los antiguos llamaban destino? ¿O podemos escapar de la serie tratando de entenderla, como intenta hacerlo Emiliano Monge en No contar todo?

Carlos Monge McKay asciende poco a poco en la Sinaloa de mediados de siglo a la par de su esposa y, sobre todo, de su cuñado Polo, es decir, de Leopoldo Sánchez Celis, uno de los políticos que habrían de marcar la historia de este estado, del cual llegará a ser gobernador. Gracias a su diario, observamos cómo se establece, cómo medra, cómo se acostumbra a esa vida más o menos cómoda y cómo decide una espectacular fuga hacia otra vida, fingiendo una muerte que nunca ocurre. Al hacerlo, al tentar así a los hados, Monge McKay instaura una suerte de maldición que liga esta novela con la tradición clásica: la de una familia condenada, a partir de entonces, a esa huida interminable.
El hijo, Carlos Monge Sánchez -visto desde la larga serie de respuestas que le da a Emiliano, quien no interviene en sus monólogos más que como destinatario del discurso-, opta por otro tipo de fuga: eludir otra vez la cómoda vida de una familia burguesa y con conexiones políticas para intentar sabotearla desde su reverso, la guerrilla surgida en torno al 68, de la que será brutalmente rescatado por su tío-padre para convertirse en un amargado escultor que se niega a claudicar ante su sino. Y, por último, el propio Emiliano, quien se narra a sí mismo en tercera persona, enfermo prematuro e hipocondriaco crónico, quien halla en la imaginación -esa otra variedad de la mentira- su propia escapatoria: justo es en la literatura donde se pueden sumar, sin tantos remordimientos, otras vidas.
No contar todo se erige, así, como un caleidoscópico retrato de familia que es también el retrato del México de estas últimas décadas -con su profunda corrupción, su profundo machismo y su profunda impunidad-, y en donde la voluntad griega de escapar a la profecía -tú también huirás- lleva a Emiliano Monge a emprender un triple salto mortal que es también un ajuste de cuentas consigo mismo y con el país que le tocó habitar.
En segundo lugar, la larga, amarga, azarosa ruptura de dos amantes: una aproximación al amor en los tiempos de las redes sociales de la mano de Patricio Pron, el escritor argentino afincado en Madrid que ganó este año el Premio Alfaguara. Si Monge se centra en la estructura vertical de la sociedad, con Mañana tendremos otros nombres Pron se aproxima a su horizontalidad, a esa ardua construcción de las relaciones personales en nuestro tiempo marcado por la fragilidad y la liquidez de los afectos.
Tras años de convivencia, Él y Ella se separan -Pron se empeña en realizar un diagnóstico casi matemático de las relaciones amorosas, donde los demás personajes son solo siglas-: otra trama clásica, la ruptura como detonador de historias que se fracturan y segmentan y en donde cada uno se busca en soledad más que en la convivencia con el otro. La novela nace, entonces, como una suerte de duelo -la separación de los amantes- que poco a poco nos conduce a los modos modernos, posmodernos y millenial de enfrentar el dolor, la ausencia y la soledad en un mundo donde todos nos hemos convertido en mercancías -así nos exhibimos tanto en las redes como en las aplicaciones para ligar- y donde las posiciones fijas son tan imposibles como irrelevantes.
¿Cómo amar, amar realmente, en este desbarajuste inasible e irrefrenable? Lo mejor de Mañana tendremos otros nombres -que a la postre no renuncia a ser una novela de amor romántico- son las respuestas intermitentes, sus personajes a la deriva, sus agudas meditaciones sobre nuestra nueva inestabilidad amorosa.
@jvolpi
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La saga de los Monge
Reforma, 2018-09-29
"Rasputín, Monge Maldito. Con este titular, acompañado del retrato de mi abuelo en primera plana, abrió su edición el primer periódico de nota roja de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, el 13 de marzo de 1962".
Cuatro años antes, Carlos Monge McKey, el abuelo del escritor Emiliano Monge, fingió su muerte al hacer estallar la cantera de su cuñado.
La saga de los Monge, narrada en No contar todo (Literatura Random House) es digna de una novela.
Carlos Monge Sánchez, padre del novelista, huyó a la sierra de Guerrero para unirse a la guerrilla de Genaro Vázquez, y el hoy escritor empezó a imaginar, a mentirse y mentir a todo el mundo.
"Llevo mintiendo y ficcionando toda la vida, en buena medida, porque es mi manera de huir, y para no huir por completo", cuenta en entrevista Monge, de 40 años.
No contar todo es una novela de no ficción sobre la mentira, la violencia masculina, la fuga y el abandono.
Durante 12 años, Monge la trajo en la cabeza. Pero cada vez que iba a ponerse a escribirla, se le atravesaba otro proyecto. Y además enfrentaba el miedo natural ante un libro como éste, en el que se ha vaciado. Fue como sacar presión de una olla exprés.
"Escribirlo fue muy doloroso. Luego fue un descanso".
Aunque la escritura no cura absolutamente nada, ataja.
Terminó de escribir la novela en el verano de 2017.
"En vez de Monge deberíamos haber sido Mongezov", escribe con humor ácido, herencia de su abuelo.
Quería que fuera un libro del abuelo, el padre y el hijo. "Que fuera un libro sobre la masculinidad y los machismos patéticos mexicanos que cargamos, sabiéndolo o no".
Entrelazó las tres historias usando tres voces. Eligió el tono del diario para contar la historia del abuelo, quien habla en primera persona; la segunda persona para el padre, y la tercera, para el personaje de Emiliano.
"La historia familiar sólo se puede contar entre todos", dice. Y eso implica que ninguno cuente todo.
"Estoy hablando de lo que pasa al interior de una familia cuando un hecho, un momento que lo parte todo en dos, sólo puede saberse entre todos", escribe.
Con su abuelo, Monge mantuvo una relación estrecha. Lo recuerda con amor.
"La tragedia del hijo nunca es la del nieto. Mi abuelo abandonó a mi padre pero a mí no".
Guardaba muchos de sus documentos. Un hombre en lucha con la sociedad sinaloense de su época. Monge se asoma al interior de un hombre en fuga.
"7 de marzo (de 1958). ¿Será casualidad que haya encontrado estas libretas cuando al fin he decido que me marcho? ¿Qué probabilidad había de que algo así pasara?: éstas son las preguntas que desde hace varios días me hago, como antes me hiciera estas otras: ¿podré algún día marcharme?¿Tendré el valor de irme?"
Se va de los hijos, de la familia, del papel social que se le impone. Avasallado por su cuñado, quien fuera gobernador de Sinaloa, quien un día provee de techo y sustento, y al otro, amenaza con quitarlo. Huye de una vida que podría haber sido cómoda, pero criminal, involucrado sin quererlo en los negocios turbios del cuñado.
Monge recuerda a su abuelo como un hombre sensible, muy humano, en una época y un lugar en que eso era un pecado.
"Si a nosotros nos quedan cicatrices del machismo, ellos tenían las heridas abiertas del machismo", razona. "Significaba que te condenaran, mínimo, a marica".
"29 de noviembre ¿De verdad estoy conforme con la vida que ahora llevo?".
El padre huye de algo muy distinto. También de la comodidad y la familia pero por una razón mucho más política. Un estudiante politizado que se une a la guerrilla y acaba preso en Lecumberri.
"En ambos casos, se huye de la verdad. Como si el asumir la verdad fuera mucho más destructivo que la huida, y en mi caso fue igual, en mi caso mucho más evidente, el juego con la mentira. Uno de lo que huye es de la realidad".
Monge se entrevistó varias veces con su padre, escultor, afincado en España. Tiró los apuntes de esos y los papeles del abuelo a ponerse a escribir porque pensó que estorbarían al libro, y eso le hizo darle voz a todos los demás: tíos, primos, hermanos, madre, quienes figuran en la novela pero no alcanzan a ser personajes. Era también una manera de poner distancia.
El escritor enfrentó un temor no experimentado con ninguno de sus libros anteriores, entre ellos Arrastrar esa sombra (2008) y El cielo árido (2012): saber que sería leído por personas que ahí aparecen. Temía, sobre todo, la reacción de su padre. "Hablé de cosas que a él le costaba mucho hablar porque también sabía que le iba a doler mucho leer mi parte, la relación que yo tenía con mi abuelo".
Una relación estrecha, que Monge mantuvo en secreto. Su padre lloró, pero no hubo enojo.
Monge fue implacable, pero en especial consigo mismo. "Eres muy injusto contigo", le dijo su padre después de leer la novela.
Aun cuando establece distancia entre la persona y el personaje, el escritor se deja ver tal cual es en la parte dedicada a su padre. Su voz desaparece, pero el lector logra intuir lo que sale de su boca pero que no está escrito: "No, no me interrumpas. Ahora me toca a mí soltarme. Siempre andas hablando y acusando, pero si alguien no ha sabido lo que quiere, si alguien ha inventado historias, si alguien ha vivido escapando de sí mismo, ése eres tú".
Monge procedió como Samuel Beckett, quien llegó a decir: "No he hecho más que buscar la voz de mi silencio".
"Cuando estoy escribiendo, además de trabajar con el lenguaje, dejo que la historia vaya naciendo con la escritura", explica. "Aquí no, la historia es la que es".
Quizá el único lugar donde permitió que la ficción actuara es en la temporalidad. Modificó algunas fechas para hacer funcionar mejor la novela. Sólo ahí movió la tenue línea que separa la ficción de la no ficción. "Todo libro, toda reinterpretación de un hecho, forzosamente incluye ficción, nos guste o no".
Pero es un libro enemigo de la autoficción, precisa. "La autoficción no tiene verdad, tiene pura verosimilitud, y en este libro sí hay un juego entre verosimilitud y verdad que mis libros anteriores no tienen".
* * * *
No contar todo también narra una historia política. Recorre el reparto agrario, el asalto al cuartel de Madera en Chihuahua, la guerrilla de Genaro Vázquez en Guerrero, el movimiento del 68 y la formación del narcoestado mexicano.
Monge, politólogo y periodista, se asoma a la figura de Leopoldo Sánchez Celis, el tío Polo, que se convirtió en su "otro abuelo" cuando el verdadero fingió su muerte; el tío que fue gobernador de Sinaloa y tuvo por guardaespaldas a Miguel Ángel Félix Gallardo, el pionero del narcotráfico a gran escala en México. Monge señala un priismo muy arraigado: "El priista del norte, con las violencias que implica".
"Lo que sí voy a decirte de una vez es que esa otra tontería del narco y lo de Félix Gallardo son mentiras. No, no me estoy adelantando. Nada más quería dejar esto bien claro. Pues tú puedes enseñarme esa revista pero ya veré yo si lo creo. Tu abuelo Polo nunca anduvo en eso. Tu abuelo Polo nunca mató ni mandó matar a nadie. Por lo menos no sin un motivo".
Si en Las tierras arrasadas (2015) tocó la violencia, el narco y la corrupción, aquí Monge aborda la violencia desde el ámbito privado. La familia que convive con la violencia social, que la tolera y reinicia en cada generación. Habla de las violencias masculinas que se heredan. "Esas violencias son masculinas, pero las compartimos hombres y mujeres".
La narración alcanza hasta el movimiento estudiantil del 68. La masacre de Tlatelolco y la cárcel de Lecumberri.
"Las derrotas de este país", reflexiona. "Si se analiza en frío, sin pasiones de por medio, el 68 fue una gran derrota, la primera derrota que convertimos en victoria. ¿Qué ganamos?", cuestiona.
El escritor trabaja ya en una nueva novela, inspirada en la historia de La Gran Familia, el albergue de Mamá Rosa en Michoacán, y el Popol Vuh.
Monge no cree en la escritura como salvación. "Pero sí es un ancla. Si no estoy escribiendo me empieza a llevar el oleaje".
Título: No contar todo
Autor: Emiliano Monge
Editorial: Literatura Random House
Páginas: 392

Fecha: México, 2018
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