6 ago 2006

AMLO sufrió un duro revés mediático


AMLO sufrió un duro revés mediático en su pretensión de que se realizará un nuevo escrutinio de las elecciones del 2 de julio de 2006
Varios impresos españoles como El País señalan que: "al no existir un respaldo en doctrina y jurisprudencia" la decisión se fundamenta en que la alianza que postuló a López Obrador no presentó reclamaciones legales en los 300 distritos, sino solo en 230 y varias fueron rechazas por no tener fundamento".
El País indicó que una de la razones de fondo esgrimidas por los magistrados es que no hay pruebas de las "supuestas irregularidades", denunciadas por la coalición Por el Bien de Todos.
Por su parte, el periódico conservador ABC destacó que ni la presión que simpatizantes de López Obrador realizan en las calles desde hace más de dos semanas, ni la campaña de resistencia civil, desviaron un ápice al tribunal de la ley.

El plan Siniora


La propuesta libanesa - Plan Siniora- de una rápida retirada de las tropas israelíes de Líbano ha causado división en el Consejo de Seguridad de la ONU, reunido este domingo 6 de julio para acordar emitir una resolución que ponga fin a más de tres semanas de lucha entre Israel y las milicias de Hezbolá.
Los cinco miembros permanentes del Consejo -EE UU, China, Rusia, Reino Unido y Francia- no han conseguido alcanzar un acuerdo, durante el encuentro de alrededor de 90 minutos, sobre la inclusión de la demanda libanesa en el borrador de resolución elaborado por EE UU y Francia, según fuentes diplomáticas.
Paris y Washington no han podido, pues, dar forma definitiva al borrador, algo que hubiese facilitado su votación este lunes. "Creo que esto significa que lo más probable es que la votación se produzca este martes", ha explicado una fuente diplomática de uno de los cinco miembros permanentes.
Francia y EE UU, responsables del borrador de resolución, que llama a un "cese total de las hostilidades", tenían esperanzas de que ésta fuese adoptada hoy o mañana. Otros diplomáticos habían presionado para que la votación tuviese lugar ayer por la tarde. Pero la disconformidad del Gobierno de Beirut respecto al borrador ha obligado al Consejo a revisarlo y a hacerlo más aceptable a los requerimientos libaneses. Según el embajador ruso, Vitaly Churkin, "el Gobierno de Líbano no parece contento con el borrador de resolución". Churkin ha añadido que el Consejo se reunirá de nuevo hoy por la mañana para retomar las conversaciones.
En los 26 días que dura ya el conflicto bélico entre Israel y el grupo armado, al menos 900 libaneses y 75 israelíes han muerto. Además, de más de 700 mil personas han tenido que huir de sus viviendas en Líbano, y un cuarto de millón más lo han hecho en Israel.
Desde el inicio de las hostilidades- 12 de julio-, Hezbolá ha lanzado más de 2,700 misiles contra el norte de Israel.
Pero, la paz nuevamente se complica. Este domingo, al menos 15 personas murieron y casi 80 resultaron heridas en una nueva jornada de ataques intensivos de Hezbolá contra el norte de Israel. Uno de los ataques se registró contra Haifa, siendo el más grave de los que han tenido lugar en esa ciudad, desde que empezó el conflicto el pasado 12 de julio, y se ha producido después de varios días sin que cayeran misiles.

La propuesta Libanesa es interesante.
El profesor Fawaz A. Gerges* la describe magistralmente en este artículo: Un plan para la paz.
Cuando la guerra de Israel contra Líbano entra ya en su cuarta semana y las bajas de civiles libaneses aumentan hora tras hora, la diplomacia internacional está en plena actividad. Al parecer, por fin se ha alcanzado un consenso sobre la necesidad del cese de las hostilidades antes de iniciar las negociaciones para resolver las discrepancias subyacentes entre Israel y Líbano. La Administración Bush y el Gobierno de Tony Blair se inclinan por la resolución de la ONU que requiere un alto el fuego como parte de un paquete de acuerdos. Para ello, es necesaria la actuación de una fuerza multilateral bajo mandato de la ONU con objeto de separar a los combatientes en el sur de Líbano.
La solución más esperanzadora y viable a la presente crisis entre Israel y Líbano es el plan de paz del primer ministro libanés, Fuad Siniora, aprobado por el Consejo de Ministros del país, incluidos los dos representantes de Hezbollah. El plan de paz Siniora, elogiado por la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, es una vía de escape del letal enfrentamiento, enfrentamiento que ha arruinado la infraestructura civil libanesa, ha acabado con la vida de cerca de seiscientos civiles libaneses, herido a 2,000 y desplazado a otros 750.000 de sus hogares. Han muerto más de 30 soldados israelíes en los combates, y los ataques con misil de Hezbollah en el norte de Israel han segado la vida de una veintena de civiles.
¿Qué ofrece el plan Siniora? En primer lugar y más importante, exige que se ponga fin de inmediato a la matanza y el baño de sangre que ya se han cobrado un alto precio entre la población civil y han debilitado al Gobierno libanés.

En segundo lugar, gracias a la aplicación del plan, se produciría un intercambio de prisioneros israelíes y libaneses. Los dos soldados israelíes retenidos se pondrían en manos del Gobierno libanés, y éste, a su vez, los repatriaría a Israel. También se liberaría a los tres prisioneros libaneses que han pasado 15 años en cárceles israelíes.
En tercer lugar, el ejército libanés se desplegaría en el sur del Líbano y sustituiría a Hezbollah en la frontera libanesa-israelí. El objetivo es que el Gobierno libanés amplíe su soberanía a la totalidad del país. Este plan admite la presencia de una fuerza multinacional en el sur del Líbano como refuerzo del ejército libanés.
En cuarto lugar, se exige un compromiso de la ONU y la comunidad internacional para resolver la situación de un diminuto terreno controlado por Israel y reclamado por Líbano - las granjas de Shaba-; asimismo se solicita que esta franja de tierra quede bajo el control de las Naciones Unidas hasta que se determine su propiedad. Este punto es importante, porque Hezbollah ha puesto como condición para dejar las armas la liberación de ese territorio ocupado. La resolución de la situación de esa franja aguaría los planes de Hezbollah.

En quinto lugar, el plan Siniora prevé un verdadero diálogo interno para integrar a los combatientes de Hezbollah en el ejército libanés y así desarmar la organización. En estos momentos, la clase política libanesa ha llegado a un acuerdo sobre la inviabilidad de la situación actual; el Gobierno legítimo debe ser el único organismo que posea el monopolio del uso de la fuerza.

Sin lugar a dudas, el plan Siniora se basa en esta última premisa. Si, y sólo si, se detienen las hostilidades, Hezbollah se verá sometido a una presión importante dentro del país por lo que al consenso nacional se refiere.
En su última aparición en los medios de comunicación, el dirigente de esta organización, Sayed Hassan Nasrallah, insinuó que el enfrentamiento actual es la última batalla que librará Hezbollah. Esto significa que Nasrallah y sus aliados están dispuestos a aceptar una compensación política que no sea humillante y que aborde sus intereses vitales.

Por último, el paquete para la paz Siniora requiere la creación de un plan internacional de reconstrucción del Líbano destruido por la ofensiva militar israelí; una especie de plan Marshall. Tanto la estabilidad como la paz en el país damnificado requieren un esfuerzo global para curar las heridas infligidas a su población civil.
Temo que cuanto más dure el conflicto, más se debilitará el Gobierno libanés elegido democráticamente y menos posibilidades tendrá de ampliar su soberanía a todo el país. Lejos de debilitar a Hezbollah, el ataque militar israelí ha aumentado su popularidad entre los libaneses y en todo el mundo musulmán. Una encuesta de opinión pública realizada en Líbano la semana pasada, a cargo del Centro de Investigación e Información de Beirut con la colaboración de la Universidad Estadounidense Libanesa, ha puesto de manifiesto el notable aumento del apoyo popular a Hezbollah.
El 87% de los encuestados (entre los que se incluían un 89% de suníes y un 80% de cristianos) se declaró a favor de la respuesta militar de Hezbollah a los ataques israelíes. Un 89% opinó que EE UU. no era un negociador honrado y que no respondía de forma positiva a las necesidades y preocupaciones de Líbano. Hace cinco meses, sólo el 58% apoyaba el derecho a seguir armado de Hezbollah.
Lo que dejan claro estos datos es que las medidas punitivas de Israel contra el pueblo libanés no han hecho que éste se vuelva contra Hezbollah; todo lo contrario, Líbano ha abrazado el movimiento de resistencia. A ojos de muchos libaneses y musulmanes, Hezbollah es un símbolo de desafío y resistencia que ha capeado el temporal israelí y ha tomado la iniciativa. El líder de la organización, Nasrallah, ha emergido como el héroe simbólico del mundo árabe y musulmán.
Una solución inspirada en el plan Siniora supone una salida política aceptable para ambos bandos. Pondría fin al baño de sangre y a la destrucción. Traería la paz duradera entre Líbano e Israel. Otorgaría poderes a las instituciones del Gobierno libanés elegido democráticamente y les permitiría solucionar las tensiones y diferencias internas. Ha llegado la hora de poner fin a las muertes e iniciar las negociaciones.
*profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos Internacionales del Sarah Lawrence College, Nueva Jersey (EE UU.)
Autor de The Far Enemy Why Jihad Went Global, Sarah Lawrence College, Bronxville, New York
Traducción: Verónica Canales Medina
Publicado en español en La Vanguardia 05/08/07.

La transición en Cuba


La transición cubana/Alvaro Vargas LLosa*

Sea o no terminal la condición de Fidel Castro, la transición cubana ha comenzado. Nadie sabe, a estas alturas, qué clase de transición será ni cuánto tardará, pero el simbolismo que encierra el traspaso del poder a Raúl Castro basta para decirnos que, casi con toda seguridad, el medio siglo de gobierno de un solo hombre ha concluido. Lo que venga ahora no será la dictadura de Fidel Castro.

¿Qué clase de transición será? Tratándose de un régimen comunista, existen cinco escenarios posibles, al menos tres de los cuales ya no parecen viables en Cuba. Las transiciones improbables son el modelo chino, el modelo polaco y el modelo soviético.
El modelo chino, también seguido por Vietnam, combina la dictadura política del Partido Comunista y una variante de la economía de mercado. Fidel Castro coqueteó con esa idea en los años 90, cuando el fin del subsidio soviético provocó el colapso de la economía cubana. Dio marcha atrás tan pronto como se percató de que las tenues reformas conducían a una descentralización del poder económico. Este tipo de transición puede ser llevada a cabo por alguien con incuestionable legitimidad política a ojos del régimen -como fue el caso de Deng Xiao Ping en China- o por un grupo de pragmáticos a la muerte del jefe legítimo, como ocurrió en Vietnam tras el deceso de Le Duan a mediados de la década de los 80. Raúl Castro carece de la legitimidad que posee su hermano y no sería capaz de deshacer el modelo económico de Fidel Castro sin que ello causara el desplome de la dictadura.
El modelo polaco exige un dirigente comunista dispuesto a traspasar el mando a la oposición, como Jaruzelski lo hizo en 1989 al abrir las puertas del poder al primer ministro Tadeusz Mazowiecki. Mis amigos cubanos me dicen que en los 80, Raúl Castro intentó introducir algunas reformas en las fuerzas armadas basadas en «la eficiencia y el pragmatismo» y que su hermano le ordenó detenerlas. Sin embargo, la larga historia represiva de Raúl hace de él un improbable Jaruzelski. Estuvo involucrado personalmente en muchas de las ejecuciones en los momentos iniciales de la Revolución, ha sido determinante en las purga y castigos -a veces con la pena de muerte- de generales del régimen considerados sospechosos y ha seguido hasta el día de hoy una línea estalinista.

El modelo soviético entraña una transición burocrática en la cual el partido como cuerpo colectivo emprende un cierto grado de apertura y reformas estructurales. El liderazgo de Mijail Gorbachov adquirió dimensiones tan llamativas que a menudo olvidamos que fue hijo de una decisión colectiva de hombres grises en favor de ciertas reformas. A la larga ese proceso dio lugar a una conducción política de estilo occidental. El problema, en el caso de Cuba, es que los burócratas que están en el poder son todavía los tiranos revolucionarios de la primera hora. En el comunicado mediante el cual Fidel Castro traspasó el mando a Raúl se mencionaban unos pocos nombres, en particular los de José Machado Ventura y José Ramón Balaguer. Ambos son raulistas septuagenarios que tiraron tiros en la Sierra Maestra.

Esto deja dos transiciones posibles. Una sería la del fidelismo sin Fidel. En otras palabras, una dictadura militar bajo las órdenes de Raúl Castro -que a sus 75 años se encuentra débil y padece de cirrosis debido al alcoholismo- hasta que muera o quede discapacitado. En ese momento comenzaría la verdadera transición. Su régimen sobreviviría, en gran medida como lo ha hecho el de Fidel Castro en este nuevo milenio, gracias al petróleo y el dinero de Hugo Chávez.

El otro, y más probable, escenario es el de una lucha por el poder entre distintas facciones. El general cubano José Quevedo manifestó recientemente a un grupo de cubanos en Madrid que el grado de control personal por parte de Fidel Castro ha sido tal que no hay nadie en el interior de las fuerzas armadas o el Partido Comunista que ejerza algún liderazgo sobre sus compañeros. Aparte de la limitada legitimidad de Raúl por su larga trayectoria revolucionaria y la unción de su hermano, nadie está en condiciones de infundir respeto inmediato. Tomando en consideración la edad y la salud de Raúl, esto significa que más temprano que tarde habrá una lucha de poder entre diversas facciones. Aparecerán divisiones entre la vieja guarda y los apparatchiks más jóvenes, entre quienes mantienen lazos con Hugo Chávez y quienes se resienten de la intromisión extranjera, y entre los partidarios de mantener las cosas tal como están y quienes desean una transición hacia la democracia y el libre mercado.

Desconocemos a estas alturas si esa contienda será violenta o puramente política. Pero sabemos que lo más importante que debía ocurrir -el ocaso de Fidel Castro- está aconteciendo ya. Ahora, la libertad tiene al menos una oportunidad de abrirse paso en la isla.

El autor es Académico Asociado Senior y Director del Centro Para la Prosperidad Global en The Independent Institute.
Publicado en ABC, 04/08/06, y en http://www.elindependent.org
Cuba Libre?/Alvaro Vargas Llosa; Wall Street Journal, 02/08/06

Exceptuando un inesperado regreso de Fidel Castro, la cuestión fundamental en Cuba es ahora sí Raúl Castro está en condiciones de perpetuar al régimen comunista, o sí los políticos (en el Consejo de Estado), los ideólogos (en el Partido Comunista) y los soldados (en las fuerzas armadas) – y las facciones dentro de cada grupo – iniciarán una lucha de poder.
El comunicado mediante el cual le traspasó el poder a su hermano, Fidel Castro puso tres instituciones bajo el control de Raúl mientras les delegaba otras responsabilidades a diversos amigotes. Esas tres instituciones – el Partido Comunista, el Consejo de Estado y las fuerzas armadas – son las que, en el vacío que probablemente sobrevendrá al ocaso del mesiánico liderazgo de cinco décadas de Castro, podrían librar un conflicto abierto.

Ha habido signos recientes de lucha de poder aun antes del traspaso del poder. El más elocuente es una ley sancionada por la Asamblea Nacional el 9 de junio y en gran medida pasada por alto por los analistas extranjeros. Ella concede a los subordinados autorización para impugnar las decisiones de sus dirigentes si contravienen la ley comunista. Pocas semanas después, Raúl Castro ofreció un discurso en el cual sostuvo que, en caso de que su hermano fuese incapaz de continuar, la conducción recaerá en el "Partido Comunista"—un modo de reafirmar la subordinación de los generales a los ideólogos. Si se considera que Raúl fue el ministro de las Fuerzas Armadas, resulta particularmente interesante que sintiera la necesidad de recordarles en público a sus generales que ellos están bajo el mando comunista.
Muchos expertos esperan que Raúl Castro siga el modelo chino. Señalan que ha viajado a Beijing en numerosas oportunidades y que ya en 1997 expresaba su admiración por la combinación de un implacable control político y una economía de mercado. Consideran también que las señales que envió en 2001, sugiriendo alguna forma de "normalización" de las relaciones con los Estados Unidos, delatan a un pragmático escondido. Carlos Alberto Montaner, dirigente de la Unión Liberal Cubana, un grupo político del exilio, cree que "Raúl no tiene otra opción que empezar a avanzar hacia una transición".
William Ratliff, un investigador de la Hoover Institution de Stanford que ha seguido de cerca los sucesos de Cuba y de China y realizado extensas entrevistas con importantes dirigentes en ambos países, me dijo que "la estrategia de supervivencia entrará en acción", es decir que Raúl y sus compinches, conscientes de que los cubanos no serán fáciles de controlar con Fidel fuera de combate, jugarán la carta china e intentarán generar una cierta prosperidad a fin de sobrevivir. "No apostaría mi jubilación a lo que Raúl haga, pero tal vez apostaría la mitad de ella".

Esta perspectiva tiene mucho peso y varios elementos parecerían apuntar en esa dirección. Sin embargo, tiendo a pensar que el escenario más probable es una lucha de poder en la cual Raúl Castro tratará de evitar el cambio. El resultado de esa contienda es incierto, pero ella hará que incluso una apertura parcial del sistema entrañe riesgos para Raúl y los otros. La lucha enfrentará probablemente a los tradicionalistas con una facción lo suficientemente astuta como para darse cuenta que sólo una transición hacia la democracia y una economía de mercado tiene sentido para ellos y los demás.
Fidel Castro coqueteó con el modelo chino entre 1992 y 1997, cuando, ansioso por sobrevivir al colapso del imperio soviético que lo había subsidiado por la friolera de $6 mil millones anuales durante tres décadas, permitió las remesas de dinero de los cubanos exiliados, el turismo, los emprendimientos conjuntos entre las empresas estatales y los inversores extranjeros, y los restaurantes caseros conocidos como “paladares”.
Fue la tercera fase de la historia económica de la revolución. Primero tuvo lugar la “debacle” de comienzos de los años 60, cuando el modelo de industrialización del Che Guevara basado en la planificación centralizada destruyó la economía. Luego vino la era colonial: Castro enviaba azúcar a los soviéticos, a cambio de petróleo, algunas plantas industriales y equipamiento militar. El colapso de la Unión Soviética puso fin a eso. La tercera fase – un tenue versión del modelo chino – gradualmente concluyó a finales de los 90. La cuarta y actual fase de dependencia total con respecto a Hugo Chávez, quien envía a Cuba 100.000 barriles diarios de crudo refinado, alimentos, y algunos materiales para la construcción a cambio de algunos miles de médicos y asesoría para la construcción de un estado policial, era la apuesta de Castro para los años venideros.
La razón por la cual Castro detuvo las reformas en los 90 fue perfectamente razonable: se percató de que pronto surgirían centros de poder más allá de su control, subvirtiendo la premisa del gobierno unipersonal. En el sistema cubano, sólo un hombre podría revertir el rumbo ahora mismo y desempeñar, una vez más, el rol de trasvesti ideológico sin perder la lealtad de todo el régimen: el propio Fidel Castro. Raúl ha expresado esporádicamente su admiración por China y sugerido la posibilidad de llegar a algún arreglo con Washington, pero es también uno de los dirigentes revolucionarios más despiadados. Su nombre se asocia a muchas de las ejecuciones que han tenido lugar en Cuba; ha jugado un rol primordial en las purgas que periódicamente han sacudido a las fuerzas armadas, incluida la que envió a los generales Arnaldo Ochoa y Antonio de la Guardia al paredón en 1989. Sabe que cualquier intento por revertir el curso y cuestionar el legado de Fidel Castro lo volvería vulnerable a facciones que podrían enfrentársele invocando los auténticos principios de la revolución (quizás utilizando la ley sancionada en junio de este año).
El otro escenario posible -- la perpetuación de la revolución sin Fidel Castro -- es también improbable. Se trata de un régimen que ha enviado a miles de personas a la muerte ya sea ejecutándolas, haciendo que escapen en balsas que desaparecieron en las aguas infestadas de tiburones del estrecho de la Florida, o enviándolos a librar guerras en el África. Ha provocado que una quinta parte de la población se marche al exilio y convertido a la que en 1959 era una de las tres economías más exitosas de América Latina en un país limosnero. Solamente la férrea lealtad a Fidel Castro de parte de la estructura comunista y la aplastante maquinaria de represión personalmente subordinada a él ha sido capaz de preservar la unidad del gobierno ante tal atroz sufrimiento por parte del pueblo. Raúl, un septuagenario enfermo con fama de gran bebedor, no posee nada que se parezca a la legitimidad de su hermano. Sus subordinados cercanos en el ejército, los generales Julio Casas y Abelardo Colomé, y su yerno, el teniente Luis Alberto Rodríguez, no bastan para garantizarle un trayecto sin problemas durante los próximos años.
Por consiguiente, una lucha de poder es lo más probable, quizás relativamente pronto. No hay forma de saber si será un enfrentamiento pacífico o si una facción harta de esta colosal farsa revolucionaria prevalecerá e iniciará un periodo de transición. Pero al menos sabemos, a juzgar por la experiencia de las dos últimas décadas alrededor del mundo, que una de las últimas cinco tiranías comunistas que quedan en el planeta está agonizando. іViva Cuba libre!

Desplegado de apoyo a la instituciones

LA COEXISTENCIA DE LA PLURALIDAD POLÍTICA RECLAMA LA DEFENSA DE LAS INSTITUCIONES DE NUESTRA DEMOCRACIA*

El 2 de julio millones de mexicanos fuimos a las urnas para elegir al Congreso de la Unión y al Presidente de la República. En diez estados hubo comicios locales: elegimos a tres gobernadores y al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, con sus respectivos congresos locales y decenas de ayuntamientos.
Fueron elecciones auténticas entre partidos y candidatos plurales. Ninguna fuerza política ganó todo y ninguna perdió todo. Nuestra votación nos obliga a vivir y convivir en la pluralidad.
La convivencia y la competencia política civilizadas son el principio y el fin de la democracia. Este es el valor que hoy deseamos refrendar, preocupados por un clima público que puede erosionar lo que tanto trabajo ha costado construir.
Quienes firmamos este documento hemos votado por diferentes candidatos y partidos, pero nos unen las siguientes convicciones que creemos son la base para una coexistencia de la diversidad política tolerante y productiva:
1.- Todas las fuerzas que participaron en la elección son legítimas. Expresan las propuestas y esperanzas de diferentes franjas de la sociedad. Esa diversidad es una riqueza que debe preservarse. Las elecciones son el único método que garantiza que sean los ciudadanos los que decidan quiénes deben gobernar y legislar.
2.- Durante las campañas sobraron descalificaciones, pero la jornada del 2 de julio fue ejemplar por la participación ordenada de más de 42 millones de votantes. Fueron instaladas prácticamente todas las casillas por más de 500 mil ciudadanos sorteados y capacitados por el IFE. Todo ello transcurrió con normalidad. Reconocemos al IFE, más allá de errores puntuales, por su eficacia en la organización de esta tarea gigantesca. Refrendamos nuestra confianza en su imparcialidad y en su independencia.
3.- Hemos elegido un Congreso plural donde ningún partido tendrá mayoría absoluta de votos; habrá gobernadores de diferentes partidos, congresos locales y ayuntamientos habitados por la variedad de las opciones política. Celebramos que la pluralidad política del país quedó genuinamente expresada en la elección del 2 de julio.

4.- Las elecciones siguen probando que son el canal legítimo para la expresión de las más profundas inquietudes de una sociedad compleja como la mexicana. El espectacular crecimiento de la izquierda en estas elecciones confirma que es a través del sufragio como las distintas fuerzas políticas pueden expandir su influencia e insertar sus propuestas en la agenda nacional.
5.- Existe, sin embargo, una aguda controversia en torno a la limpieza y validez de la elección presidencial. Quienes firmamos este documento hemos seguido los argumentos y pruebas presentadas en el litigio. No encontramos evidencias firmes que permitan sostener la existencia de un fraude maquinado en contra o a favor de alguno de los candidatos. En una elección que cuentan los ciudadanos puede haber errores e irregularidades, pero no fraude.

6.- Los partidos y candidatos tienen el derecho de acudir al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para hacer valer sus inconformidades. Esa es la ruta diseñada para atender dudas, quejas o conflictos electorales. No se pueden erradicar por completo los diferendos en materia electoral. Pero a lo largo de los últimos diez años todos ellos han sido resueltos a través de la vía jurisdiccional. Una vez que el Tribunal ha resuelto, se han terminado todos los conflictos.
7.- No debemos alimentar una espiral de crispación y alarma. No inyectemos elementos que envenenen el ambiente político, no enfrentemos a los adversarios como si se tratara de enemigos. Edifiquemos un clima que refuerce la convivencia política en la diversidad.
8.- Refrendamos nuestra confianza en el Tribunal Electoral. Es la última y definitiva voz autorizada para desahogar el diferendo en torno a la elección presidencial. No queda sino respetar la resolución del Tribunal.
9.- Nuestras instituciones electorales son un patrimonio público que nadie debe lesionar. Son el soporte de una de las libertades fundamentales que los mexicanos hemos conseguido en estos años: la libertad de votar y ser votados sin que nadie manipule nuestro mandato.
Adrián Acosta Silva, Larissa Adler-Lominitz, Luis Miguel Aguilar, Héctor Aguilar Camín, José Antonio Aguilar Rivera, Sealtiel Alatriste, Eliseo Alberto, Jorge Alcocer, Enrique Alduncin, Ignacio Almada, Asunción Álvarez, Francisco Javier Aparicio, Antonella Attilli, Roger Bartra, Eduardo Barzana, Ricardo Becerra, Humberto Beck, Ulises Beltrán, Edmundo Berumen, José Joaquín Blanco, Edmundo Calva, Salvador Camarena, Enrique Canales, Julia Carabias, Emmanuel Carballo, Miguel Carbonell, María Amparo Casar, jorge G. Castañeda, Marina Castañeda, Adolfo Castañón, Ricardo Cayuela, Santiago Corchera Cabezut, Lorenzo Córdova, Ramón Cota Meza, Israel Covarrubias, José Luis Cuevas, Leonardo Curzio, Luis de la Barreda Solórzano, José Antonio de la Peña, Germán Dehesa, Roberto Diego Ortega, Christopher Domínguez Michael, Dense Dresser, Irene Durante Montiel, Juan Eibenschutz, Roberto Eibenschutz, Ricardo Elías, Álvaro Enrique, Fernando Escalante, Gonzalbo Beatriz Espejo, Guillermo Fadanelli, Fátima Fernández Christlieb, Jorge Fernández Meléndez, Héctor Fix Zamudio, Enrique Florescano, Fernando García Ramírez, Luis Emilio Jiménez Cacho, David Gómez-Álvarez, Luis González de Alba, José Antoni González de León, Olberth Hansberg, Carlos Heredia, Claudio Isaac, Ángel Jaramillo, Fuad Juan, Gerardo Kleinburg, Enrique Krauze, León Krauze, Mario Lavista, Soledad Loaeza, Cassio Luiselli, Ángeles Mastretta, Álvaro matute, Samuel Melendrez Luévano, Víctor Manuel Mendiola, Mauricio Merino, Jean Meyer, Pedro Meyer, Mario J. Molina, Silvia Molina, Ciro Murayana, Humberto Murrieta, Benito Nacif, Enrique Norten, Octavio Novaro, Federico Novelo, Joel Ortega Juárez, Antonio Ortiz Mena López Negrete, Pablo Ortiz Monasterio, Ignacio Padilla, Guillermo Palacios y olivares, Pedro Ángel Palou, David Pantoja Morán, Julio Patán, Braulio Peralta, Rafael Pérez Gay, Rafael Pérez Pascual, Jacqueline Peschard, Ernesto Piedras, Jean-Francois Prud’homme, Ricardo Raphael, Román Revueltas Retes, Federico Reyes Heroles, Jorge Javier Romero, Alejandro Rossi, Luis Rubio, Pablo Rudomín, Daniel Sada, Luis Salazar, Pedro Salazar Ugarte, José Sarukhán, Cecilia Sayeg, Guillermo Sheridan, Isabel Silva Romero, Carlos Sirvent, Guillermo Soberón, Fernanda Solórzano, Beatriz Solís Leree, Jaime Tamayo, Ricardo Tapia, Carlos Tello Díaz, Raúl Trejo Delarbre Julio Trujillo, Isabel Turrent, Guillermo Valdés Castellano, Eduardo Valle, Josefina Zoraida Vásquez, Rodolfo Vázquez, Xavier Velasco, Diego Villaseñor, José Warman, José Woldenberg, Ramón Xirau, Gina Zabludovsky, Fernando Zertuche, Leo Zuckermann.
Publicado el jueves 3 de agosto en varios medios