29 jul 2006

Las nuevas fracturas...

Las nuevas fracturas de Oriente Próximo/Gilles Kepel, profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de París y ocupa la cátedra de Oriente Próximo y Mediterráneo.
Publicado en El País, 29/07/06., traducción de Martí Sampons.
Lo que está en juego con la nueva guerra que Israel está llevando a cabo simultáneamente en el Líbano y en la franja de Gaza supera en mucho los enfrentamientos armados que han opuesto de manera recurrente al Estado hebreo con sus vecinos árabes desde 1948. Confirma el fracaso de la política de la Administración Bush de hacer más seguro Oriente Próximo con el uso unilateral de la fuerza, tras el fiasco de la ocupación de Irak. Mientras, las dos grandes líneas de falla de la región, que pasan por la cuestión palestino-israelí y por las tensiones en el Golfo se conjugan de ahora en adelante como preparativo para los seísmos que vendrán.

La “guerra contra el terror” quería en realidad pacificar del todo esta parte recalcitrante del mundo que no tenía otra elección que someterse a la hegemonía benévola de Estados Unidos, derrocando la dictadura de Sadam Husein e impulsando la democratización en Oriente Próximo. “La ruta de Jerusalén pasa por Bagdad” decían en Washington para expresar que los palestinos, privados del apoyo de un mundo árabe atónito y vencidos en la segunda intifada, se resignarían a las condiciones de un Ariel Sharon que destruía sistemáticamente las infraestructuras de la Autoridad Palestina antes de evacuar Gaza, y elegirían en febrero del 2006 a una mayoría complaciente. Conocemos el resultado: de la victoria de Hamás a su marginación y del secuestro del cabo Shalit al regreso de los blindados del Tsahal a Gaza. Durante este tiempo EE UU se empantanaba en Irak con la insurrección suní, mientras que en Teherán, principal sostén de los partidos religiosos chiíes, el presidente Ahmadineyad aprovechaba esta oportunidad política para proclamar sus ambiciones nucleares a la vez que llamaba a “borrar del mapa a Israel”.
Los misiles de su protegido libanés Hezbolá que están cayendo sobre Haifa son un primer aviso a ojos de la opinión israelí y demuestran que la ruta de Haifa a Tel Aviv pasa por Teherán y que Washington, ahora enredado en Bagdad, es incapaz de garantizar la seguridad de su principal aliado. E Israel, que bombardea las infraestructuras del Líbano y obliga a exiliarse del sur a medio millón de habitantes, la mayoría de ellos chiíes, hunde en el abismo a un país cuyo Gobierno, salido de la “Revolución del cedro” en la primavera del 2005 con el apoyo de París y Washington, se había librado de la tutela de Siria.
Beirut, a su vez, está viviendo la experiencia amarga de no tener garantizada la seguridad aun siendo un aliado de EE UU. Al presentarse como el número uno de la resistencia a la política de EE UU en la región y en concreto como adversario del Estado hebreo a través de Hezbolá, Teherán ofrece un apoyo en falso a los dirigentes de la mayoría de los estados árabes, que han condenado la temeridad de este último al provocar a Israel con el secuestro de dos de sus soldados el 12 de julio.
En las manifestaciones de solidaridad en las ciudades árabes con el Líbano se despliega el retrato del jeque Nasrallá, secretario general del “Partido de Dios” chií, a quien Al Yazira ofrece una entrevista de tres horas y consagra como héroe de masas y de los telespectadores suníes. Un ecumenismo contra el “enemigo sionista” muy oportuno para exculpar de la acusación de colusión con la ocupación americana a los chiíes de Irak a ojos de los mismos suníes y dar así mayor legitimidad al ascendiente de sus partidos religiosos y de su aliado iraní sobre la antigua Mesopotamia.
Un desastre semejante en la política de seguridad que ha llevado a cabo EE UU no viene solo: la ingeniería democrática que debía ultimar la “guerra contra el terror”, llevando al poder a las elites filo-occidentales de la sociedad civil, se ha traducido, en la mayoría de países en los que se han celebrado elecciones libres o semilibres, en ganancias significativas o en la victoria de partidos islamistas antioccidentales, de Irán a Palestina pasando por Kuwait, Egipto, Arabia Saudí o Bahrein. Estos éxitos vienen motivados por el rechazo de los electores a ratificar una política unilateral americana cuya inanidad les muestran cada día las cadenas árabes por satélite. Ésta se ejemplifica con el caos resultante de la ocupación de Irak, contra la que vituperan en las cátedras y en la pequeña pantalla predicadores que llaman a la guerra santa para liberar al territorio del islam de la dominación de los infieles y ensalzan a los “mártires” que cometen atentados suicidas. En consecuencia, la democratización ya no es una prioridad para Washington, para gran alivio de los regímenes autoritarios y para amargura de los demócratas de Oriente Próximo, que se consideran aún más traicionados por el hecho de que en el Líbano, el único país donde los islamistas no habían ganado las elecciones, exceptuando la victoria de Hezbolá en la urnas chiíes, EE UU no ha hecho nada para proteger la integridad del territorio ante los ataques israelíes, y no tiene prisa en pedir un alto el fuego.
Hay que sacar varias lecciones de este descalabro general, que condicionará el futuro de una región crucial para el planeta. ¿Quién puede dejar de prescindir ni un solo día de los hidrocarburos de los que Oriente Próximo es el principal productor? En primer lugar, el fin de la ilusión unilateral de Washington. La seguridad, que se basa en un equilibrio de fuerzas, debe traducirse en negociación y toma en consideración de los intereses de las comunidades o de los pueblos en una posición de debilidad, so pena de transformarlos en electrones libres. La destrucción de la Autoridad Palestina por Israel llevó a la victoria de Hamás, y la marginación de los suníes en Irak por el ocupante americano, a la insurrección. Estas garantías de seguridad no puede proveerlas solamente EE UU, sino que tienen que implicar también a los Estados de la región y a Europa. En este aspecto, el despliegue de una fuerza internacional en la frontera del Líbano con Israel para preparar el control de ésta por parte del Ejército libanés en aplicación de la resolución 1,559, será una prueba a la capacidad de la comunidad internacional.
La amalgama entre la crisis árabe-israelí y la crisis del Golfo es el otro gran desafío. En estas circunstancias convierte al Irán de Mahmud Ahmadineyad en uno de los principales beneficiarios de la situación, creando una amenaza de desestabilización en la Península arábiga. Sus dirigentes temen una vuelta al mesianismo de la era de Jomeini. La desvinculación de las dos crisis sólo se producirá si se dan garantías internacionales para la seguridad en el Golfo, en cuyas aguas transitan petroleros de todos los países. Más allá de su retórica bélica, Teherán se apuesta el resto: sabe que no podrá desarrollar su programa nuclear civil si no negocia un pacto regional de seguridad con sus vecinos y con las grandes potencias. En este ámbito, la iniciativa europea es la única que a la vez detiene la espiral de demagogia y apoya cambios estructurales a plazos en Teherán. Sin ello, no se podrá evitar un enfrentamiento militar que afectaría al mundo entero poniendo en peligro el abastecimiento de petróleo.

Hezbollah o Hizbulá


El secretario general del movimiento chií libanés Hezbollah el jeque libanés Hasan Nasrala (o Sayed Hasan Nasrallah) se ha mostrado desafiante en un reciente discurso transmitido por la televisión Al Manar y prometió atacar más ciudades del centro de Israel como el viernes hicieron sus milicianos contra la localidad de Afula.

En su discurso de 25 minutos, Nasralá prometió la victoria, como prometió a los desplazados "regresar orgullosos a sus casas, como salieron orgullosos".

Nasralá descalificó la visita al Líbano de la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, diciendo que "viene a conseguir con la política lo que no ha conseguido en el campo de batalla".
El líder chíi aseguró que Israel "no ha conseguido ningún éxito militar", y afirmó que "sus pérdidas son mucho mayores que las que reconocen". A los libaneses, les dijo que deben mantenerse unidos y que nadie, ni cristianos ni musulmanes, deben temer la victoria de Hizbulá, pues "será una victoria de todo el Líbano".
El líder de Hizbulá además de respetado dirigente religioso, versado en la más alta teología islámica, es un astuto comandante militar. Y como lo estamos viendo capaz capaz de manejar a su antojo a las masas de chiíes libaneses.
Tiene 46 años y hoy esuna pesadilla para Tel Aviv.
Fawaz A. Gerges, profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos Internacionales del Sarah Lawrence College, Nueva Jersey, Estados Unidos, publicó este sábado un excelente texto sobre Medcio Oriente: Lo que debe saberse sobre Hezbollah. Y aunque no profundiza en su líder vale la pena leerlo.
El artículo fue publicado en español en el periódico La Vanguardia: 29/07/06. . La traducción es de José María Puig de la Bellacasa.
Lo que debe saberse sobre Hezbollah/Fawaz A. Gerges
¿Puede Israel librar a Líbano de Hezbollah? Sobre esta primera cuestión, que considero en estas líneas, existe un malentendido en Israel y en Estados Unidos en el sentido de que Israel puede derrotar a Hezbollah, el Partido de Dios, en el campo de batalla y librar a Líbano de la militancia chií proiraní.

En primer lugar, Hezbollah no se reduce a unas milicias; se trata de un movimiento social y político que goza de una gran base de apoyo en el seno de la comunidad libanesa chií, que representa alrededor del 35% de la población del país, cuatro millones de habitantes. Hezbollah dispone de toda una infraestructura de servicios sociales - escuelas, clínicas, ambulatorios y puestos de trabajo- que mantiene a cientos de miles de chiíes pobres en el sur de Líbano, en el sur de Beirut y en el valle de la Beqaa.
Igualmente importante resulta el hecho de que Hezbollah insufla en una amplia capa de la comunidad chií -en situación de desventaja y marginalizada en Líbano- un sentimiento de identidad y orgullo. Los ataques de Israel contra los chiíes no harán más que ahondar el sentimiento de humillación y condición de víctima entre los miembros de esta confesión, convirtiéndoles en enemigos aún más acérrimos de Israel y de Occidente en general.
En el curso de conversaciones que a lo largo de las dos últimas semanas he tenido ocasión de sostener en Beirut con chiíes de mentalidad abierta -críticos en el pasado con la ideología radical de Hezbollah-, me he sentido sorprendido por su defensa de Hezbollah contra sus críticos internos y externos. Como me dijo una periodista progresista (chií) la semana pasada, “esta guerra tiene como blanco a todos los chiíes, no sólo a Hezbollah”.
En segundo lugar, y en contra de los tópicos al uso o ideas generalmente admitidas, Hezbollah no es la muela cariada que pueda extraerse con facilidad. Hezbollah es uno de los actores políticos más fundamentales del paisaje libanés. Tiene dos ministros en el Gobierno actual y una amplia base de apoyo tanto en el país como en el mundo musulmán.

En tercer lugar, desde mediados de los años ochenta Hezbollah se ha medido en el campo de batalla contra el poderío militar israelí. En el 2000, obligó a Israel a retirarse bajo intenso fuego de una estrecha lengua de tierra en el sur de Líbano. La pericia militar y organizativa de Hezbollah deja pequeña la del palestino Hamas y de otros grupos radicales como Al Qaeda. En las últimas fechas, los líderes israelíes han rebajado sus exigencias. Ahora saben que puede ser excesivamente costoso y contraproducente situar el listón de su combate contra Hezbollah demasiado alto.

Sobre la cuestión de la comparación entre Hezbollah y el IRA, Hezbollah guarda cierta similitud con el IRA en términos de estructura, organización y objetivos.
Ante todo, Hezbollah dispone como ya he dicho de una amplia base social, factor que implica que Hezbollah no teme que se agote su fuente de reclutamiento de adeptos. Esta amplia base -cientos de miles- le permitirá resistir y sobrevivir a los bombardeos israelíes. De hecho, si Israel logra matar a la generación actual de combatientes de Hezbollah, surgirá otra generación más radical y militarizada que la actual. Ni EE UU ni Israel parecen prestar adecuada atención a este hecho. El desafío planteado no estriba en derrotar militarmente a Hezbollah -tarea imposible-, sino en rodearlo desde dentro: alentar y fomentar las fuerzas progresistas en el seno de la comunidad chií, animadas de una perspectiva distinta, y ayudar a reforzar y consolidar las instituciones libanesas como alternativa a las redes sociales y paramilitares de Hezbollah.

Otro malentendido sobre Hezbollah se refiere a la opinión de que es un secuaz y paniaguado de Irán y Siria y de que el líder de Hezbollah, Sayed Hasan Nasrallah, obedece órdenes directas de las autoridades iraníes y sirias. Es una necedad. Aun armado y financiado por Irán y Siria, Hezbollah ha obrado con mayor autonomía desde la retirada israelí del sur de Líbano en el 2000. Hezbollah se halla bajo influencia de las políticas iraníes y sirias, pero no recibe órdenes directas de Teherán ni de Damasco.

El carismático Nasrallah ha convertido Hezbollah en el actor más poderoso de la escena libanesa y a sí mismo en la figura más influyente. Si su programa y previsiones prosperan, sus planes pueden demostrarse determinantes en toda la región, cuya fisonomía puede modificar. Nasrallah ha transformado Hezbollah a partir de un grupúsculo chií para convertirlo en la nueva vanguardia de la resistencia armada musulmana contra Israel.

En cuanto a la responsabilidad del Gobierno libanés, éste no controla a Hezbollah ni puede hacerlo, aunque tal sea su voluntad. La situación política es muy frágil. Hezbollah es más poderoso que el Estado libanés. Y, por consiguiente, el Gobierno libanés se encuentra entre la espada y la pared: las acciones unilaterales de Hezbollah contra Israel y las acusaciones de Israel responsabilizándole de los ataques de Hezbollah.
¿En manos de Hezbollah? Si el conflicto prosigue e Israel sigue eligiendo como blanco de sus ataques las infraestructuras e instituciones civiles, el Gobierno libanés democráticamente elegido podría derrumbarse. No es de extrañar que el primer ministro libanés, Fuad Siniora, haya hecho llamamientos a la comunidad internacional, sobre todo a EE UU, para alcanzar un alto el fuego por razones humanitarias. Ha advertido además a EE UU y a Europa de que la política israelí de castigar colectivamente al pueblo y al Gobierno libaneses pone en peligro el futuro de Líbano y su Gobierno.
De confirmarse, esta inestabilidad apuntaría en dirección a una importante fractura entre las comunidades chiíes y suníes en Líbano, un foso abierto que podría hacer trizas el país. Si las acciones de castigo israelíes están destinadas a volver al pueblo libanés contra Hezbollah, puede que el tiro les salga por la culata.
¿La salida? Es fundamental alcanzar un alto el fuego inmediato para impedir el desmoronamiento del Gobierno y el Estado libaneses, así como el continuo sufrimiento de la población. Al propio tiempo, debe iniciarse un serio y profundo diálogo interno en el país sobre la necesidad de desarmar a Hezbollah e integrarlo plenamente en las instituciones existentes. Deben desplegarse las fuerzas armadas libanesas, así como una fuerza internacional que ayude al Gobierno libanés a controlar y garantizar la seguridad de la frontera líbano-israelí. Debe garantizarse la soberanía del Gobierno libanés sobre todo el territorio de Líbano. Y, por último, la comunidad internacional ha de enviar a Líbano una importante ayuda para reconstruir el país.

En cualquier caso, todo acuerdo que no tome en consideración la fragilidad del sistema político libanés será un tiro por la culata y se revelará de efectos desastrosos para la armonía y la convivencia, tanto en Líbano como en toda la región.

El Papa Negro


El padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús convocó hace cinco meses, a la 35º Congregación General a realizarse el 5 de febrero de 2008, donde renunciará al cargo después de 25 años de estar al mando de la Compañía.
El superior general es conocido como el Papa Negro por su sotana oscura, por su influencia social y religiosa, y por el carácter vitalicio de su cargo, que es fruto de elección.
Peter-Hans Kolvenbach, nació en los Países Bajos en 1928 y se ordenó sacerdote en 1961 en Líbano por la Iglesia armenia católica. Ha vivido 25 años en Oriente Medio. Su larga biografía humana y cristiana es occidental y oriental.
Fue elegido superior general de la Compañía de Jesús el 13 de septiembre de 1983, después de que el padre Pedro Arrupe dejo el cargo
Y el pasado 2 de febrero anunció su dimisión a través de una carta dirigida a los 19,850 jesuitas que componen la la Compañía.
En su carta, Kolvenbach explica que ha tomado esta decisión "después de haber obtenido el consentimiento de Su Santidad Benedicto XVI".
¡O igual éste lo obligo!
Ningún Prepósito general ha renunciado, salvo Pedro Arrupe, alegando las consecuencias de la edad y de su devastadora enfermedad.
De hecho, Kolvenbach es quien sustituye a Arrupe. Inmediatamente después de comunicada su intención, comenzaron a barajarse algunos nombres del probable sucesor.
Dice una nota de ACIPRENSA que "un prominente jesuita que pidió mantener su identidad en el anonimato, dio a la agencia los nombres y respectivos perfiles de los que podrían tener más posibilidades de suceder a Kolvenbach."
Entre ellos, figura el Padre Franco Imoda, antiguo rector de la Universidad Gregoriana en Roma. Se trata de un psiquiatra italiano, conocido y apreciado en el Vaticano. Representaría a los jesuitas italianos y al sector educativo de la Compañía.
El segundo es Padre José Morales Orozco, actual rector de la Universidad Iberoamericana de México y antiguo provincial, así como también consejero del Padre Kolvenbach en temas de formación.
Morales conoce bien la Compañía y goza de la estima de los jesuitas a nivel internacional. Representaría a América Latina y a los sectores de formación y también de Fe y Justicia de la Compañía de Jesús.
El tercero es el Padre Elías Royón Lara, provincial de España. Fue maestro de novicios, rector de filósofos y provincial de Toledo, Vice- rector de la Universidad de Comillas en Madrid y consejero del P. Kolvenbach encargado de Italia, España y Portugal, y co-presidente de la CONFER. Se trata de un jesuita conocido y respetado por los obispos de España y el Vaticano.
La misma fuente jesuita detalla que el P. Royón es mayor que los anterior, lo que podría jugar a su favor “si es que la elección es controversial y hay que buscar un ‘candidato de compromiso’”.
Y el otro es el del Padre Mark Raper, actual Provincial de Australia, ex director de Jesuit Refugee Service. Conoce y es conocido en Roma. “Representaría la corriente de Fe y Justicia en la Compañía”, asegura la fuente
Este viernes 28 de julio la agencia de noticias Zenit difunde la siguiente entrevista del Padre General.
-¿Qué síntomas evidencian que ha llegado el momento de convocar una Congregación General?
-Padre Kolvenbach: San Ignacio no era partidario de que en la Compañía se convocaran Congregaciones Generales a plazo fijo. Pensaba que los preparativos necesarios para convocar una Congregación General y llamar a Roma un número alto de jesuitas de todo el mundo podía afectar el trabajo apostólico en el que estaban envueltos. Por tanto prescribió que sólo «por razones de mayor importancia», cuando los asuntos fuesen de tal envergadura que rebasasen la capacidad del gobierno ordinario de la Compañía para enfrentarse con ellos, debería convocarse una Congregación General.
En realidad ha habido sólo 34 Congregaciones Generales en los 465 años de historia de la Compañía. La Iglesia y la sociedad actual se enfrentan con problemas que requieren un examen atento y creativo. La globalización, la emigración, los desplazamientos masivos, el relativismo, la secularización y tantos otros son desafíos que en un grado u otro afectan a todos los países e imponen cambios importantes en nuestra planificación apostólica.
La Congregación General es el instrumento a disposición de la Compañía para, con la gracia de Dios, encontrar el modo de servir a la Iglesia y al mundo. A este motivo de gran importancia se añade otro de carácter personal: los muchos años que llevo a cargo del gobierno de la Compañía y la conveniencia de elegir mi sucesor.
San Ignacio veía razones válidas para prescribir que el cargo del Superior General fuese vitalicio. Y, ciertamente, no puede negarse que eso conlleva ciertas ventajas. Pero esa decisión de San Ignacio fue hecha en el siglo XVI cuando la expectativa de vida era mucho más corta que ahora.
Ignacio murió a los 65 años (una edad más bien avanzada para la época) después de haber sido Superior General durante 15 años. Sus dos inmediatos sucesores (Diego Laínez y Francisco de Borja) murieron respectivamente a los 53 y 62 años de edad, después de un generalato que en ambos casos se redujo a siete años.
En comparación con ellos, mi período de Superior General ha superado ya 22 años y, si Dios así lo quiere, en 2008 estaré a punto de cumplir 80 años de edad y 25 como Superior General. Son circunstancias que cuestionan legítimamente la conveniencia de poner punto final a un período tan largo.
-Ha habido altos y bajos en la relación entre la Compañía y el Papa: ¿por qué?
-Padre Kolvenbach: En el marco de una relación especial entre el Papa y la Compañía de Jesús (querida y profesada por ambas partes) es comprensible y humano que las circunstancias históricas influyan en el tenor de esa relación. Por otra parte, como decía tan afectuosamente Pablo VI en un discurso en el que no faltaban toques de atención a ciertas tendencias que él observaba en la Compañía, los jesuitas han estado siempre en las trincheras, en las encrucijadas donde se han debatido problemas que no siempre tienen una respuesta nítida. No es extraño que, en servicio de la Iglesia, algunos hayan abandonado la seguridad de las trincheras para lanzarse a pecho descubierto más allá de las demarcaciones ortodoxas en busca de nuevas respuestas a nuevos problemas.
El caso del padre Mateo Ricci es esclarecedor. Conocedor profundo de la cultura y la mentalidad china se esforzó por mostrar que la reverencia a los antepasados no era un culto idolátrico como se decía en occidente sino una costumbre social y familiar que no contradecía la fe cristiana ni justificaba que se negara el bautismo a los que de eso modo recordaban a sus antepasados.
Esta postura hizo caer sobre él críticas de otros religiosos y, finalmente, la condena de Roma. No hay duda de que eso cerró la puerta a muchos posibles conversos. Sólo en el siglo XX fue Ricci reconocido como un adelantado en la proclamación del evangelio y precursor de la inculturación en la labor misionera.
No todos los jesuitas que han sido llamados en causa por Roma pueden atribuirse la preparación y la nobleza de intenciones de Ricci, pero tampoco son pocos los que han servido a la Iglesia con una fidelidad y dedicación que no se han reconocido hasta mucho tiempo después. El padre Teilhard de Chardin es, quizá, uno de los casos más representativo..
-La vida espiritual de los jesuitas es una de sus preocupaciones, lógicamente, como prepósito general. ¿Será un tema a afrontar en la Congregación General y, si es así, en qué términos?
-Padre Kolvenbach: Al examinar el estado de la Compañía en la reunión de todos los Superiores Mayores que tuvimos en Loyola en diciembre de 2005, llegamos a la conclusión de que la salud espiritual de los jesuitas era buena. El instrumento para medir la salud espiritual de los jesuitas ha sido siempre y permanece siéndolo, la consagración incondicional a la misión.
Hoy como ayer es la profunda identificación personal con el Señor, el enviado del Padre, lo que caracteriza y define el modo de proceder en la Compañía. Pero, de todos modos, será un tema que la Congregación General afrontará porque es propio de los jesuitas no estar satisfechos con lo conseguido. Tenemos que servir al Señor en una sociedad en la que el pensamiento leve reina soberano y tiende a menoscabar un amor profundo a Jesucristo y una entrega incondicional a la misión. Por eso es un tema de perenne actualidad que sin duda la Congregación General querrá poner sobre la mesa, aunque es todavía muy pronto para aventurarse a especular acerca de la agenda de la Congregación..
-Hay muchas instituciones del mundo, especialmente universidades en Estados Unidos, llamadas jesuitas, pero donde la presencia de los jesuitas es reducida. ¿Han pensado en alguna solución?
-Padre Kolvenbach: Esta situación no ha surgido ahora. Ya lo hemos tratado antes y estamos de acuerdo en aceptar que esta coyuntura de una presencia reducida de jesuitas nos has llevado a descubrir nuevos caminos: la incorporación de los laicos y laicas a nuestras obras en consonancia con el espléndido surgir de la conciencia apostólica del pueblo de Dios, «signo de auténtica esperanza» como la ha llamado recientemente Benedicto XVI.
Creemos que es una gracia de nuestro tiempo, inspirada por el Espíritu, el deseo de los laicos de tomar parte activa en la misión de la Iglesia de proclamar el Reino. La última Congregación General exhortó a los jesuitas a ser «hombres para los demás y hombres con los demás». Es verdad que la disminución de las vocaciones a la vida religiosa –y también a la Compañía- ha sido un estímulo para llevar a cabo esa cooperación con los laicos que ya la Congregación General de 1965 había urgido. Pero no se trata de paliar una carencia cuanto de abrirnos a una realidad apostólica latente en la Iglesia. La «solución» sobre la cual Vd. pregunta es colaborar en nuestras obras con laicos y laicas que actúen bajo la inspiración ignaciana.
De hecho ya hay un número de instituciones jesuitas en las que los puestos de responsabilidad están confiados a laicos y laicas. El número de jesuitas físicamente presentes en esas instituciones no es decisivo si contamos con hombres y mujeres imbuidos del espíritu ignaciano de servir a la Iglesia.
-¿Se estudiará alguna fórmula jurídica para integrar a los laicos y laicas en la Compañía de Jesús, durante la próxima Congregación?
-Padre Kolvenbach: La última Congregación General dio luz verde para que durante un decenio, en base experimental, las Provincias pudieran establecer grupos de asociados y asociadas unidos con un acuerdo contractual sin que eso suponga la integración en el cuerpo de la Compañía. De este modo queda a salvo lo específico de su vocación laical aun cuando tomen parte en el trabajo apostólico de los jesuitas. La experiencia de estos últimos años se someterá, sin duda, a discernimiento por parte de la Congregación General.
-Se está celebrando el Año Javeriano y Ignaciano. ¿Qué espera de estas celebraciones?
-Padre Kolvenbach: El deseo obvio es que al recordar los tres primeros compañeros ( no debe olvidarse el recuerdo del Beato Pedro Fabro al lado de Ignacio y Javier) los jesuitas revivan en sus vidas y en su apostolado los tres carismas que ellos encarnaron: encontrar a Dios y unirse a El mediante el trabajo para llevar todo a su plenitud como hizo Ignacio, proclamar apasionadamente el Evangelio como Javier y profundizar la vida espiritual como Fabro.
-La opción preferencial por los pobres, la justicia social, el diálogo interreligioso, los refugiados, el mundo de la cultura y la educación… son sólo algunas de las prioridades de la Compañía. ¿Hay algún campo nuevo en el que los jesuitas quieren implicarse?
-Padre Kolvenbach: El Papa nos ha recordado recientemente (el 22 de abril con motivo de la conmemoración del Jubileo S.J. 2006) lo que la Iglesia espera de la Compañía con especial énfasis en el campo de la filosofía y teología tradicionalmente cultivados por los jesuitas. Como preferencias «geográficas» nos sentimos llamados a contribuir de un modo especial a la evangelización de África y China. Pero será materia de reflexión por parte de la futura Congregación General para discernir si algunas de las coyunturas del mundo actual como la globalización, el diálogo cultural o el relativismo, por ejemplo, requieren un ajuste de nuestro empeño apostólico.

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