17 oct 2007

¡Fin a la Hummer!

Instruyen al EMP a poner fin a los contratos de comodato con empresas automotrices
Por órdenes de la Presidencia, Fox deberá devolver el vehículo Hummer
Claudia Herrera Beltránm reportera. La Jornada, 17/10/2007;
El presidente Felipe Calderón ordenó ayer al Estado Mayor Presidencial (EMP) que cancele a la brevedad posible los contratos de comodato suscritos con empresas automotrices, de modo que el ex presidente Vicente Fox deberá devolver la camioneta Hummer modelo 2005 que le fue asignada para las actividades de su seguridad.
A raíz de la polémica que suscitó la aparición de Fox conduciendo esta lujosa camioneta en San Francisco del Rincón, Guanajuato, y las acusaciones que pesan en su contra por un presunto enriquecimiento ilícito, Calderón Hinojosa determinó poner fin a estos contratos de comodato.
Apenas el día anterior, la Presidencia de la República informó que Fox tiene asignados dos vehículos Hummer. El primero, modelo 2005, placas LYF 6071, entregado por General Motors de México al EMP conforme a la figura de comodato, y el segundo, modelo 1995, éste sí propiedad del EMP.
Al filo de las 10 de la noche y luego de que el jefe del Ejecutivo Federal sostuvo una reunión con los integrantes de su círculo cercano en la residencia oficial de Los Pinos, la Presidencia difundió el comunicado de un párrafo donde informa: “esta tarde el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, instruyó al Estado Mayor Presidencial a dar por terminados, a la brevedad posible, todos los contratos de comodato que tiene con compañías automotrices”.
La Coordinación de Comunicación Social después confirmó a este diario que Fox deberá regresar la camioneta Hummer –que tiene un costo de entre 500 mil y un millón de pesos–, ya que el día anterior la propia Presidencia de la República aclaró el origen de dicho vehículo.
El mandatario tomó esta decisión a su regreso de una gira que realizó por Zacatecas. De manera inusual, a su llegada al hangar presidencial recibió un sobre con sellos rojos, del que extrajo algunas tarjetas que luego comentó con Miguel Ángel Yunes, director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.
La polémica creció, luego de que el EMP dio a conocer un listado de 215 vehículos que hasta ese momento estaban registrados bajo su propiedad, pero en el que no estaba incluida la Hummer.
El lunes pasado Los Pinos justificó el hecho diciendo que el vehículo pertenece a General Motors y está en cómodato al EMP desde el 12 de noviembre de 2004, y tres días después se destinó a las actividades de seguridad del ex mandatario, y Fox estrenó la unidad.
Con ello, la Presidencia prácticamente contradijo a Fox, quien la semana pasada declaró a la cadena CNN que la Hummer era propiedad del EMP, cuando en realidad pertenecía a la citada empresa automotriz.
–Pero, ¿usted la usa? –le preguntó entonces Claudia Palacios, la conductora del noticiario de CNN.
–¡Claro! Muchos coches uso. ¿Quién me lo prohíbe? La manejo, no la uso, la manejo, sí, a veces.
Todavía el guanajuatense le sugirió a la conductora esperar: “deja que investiguen, deja que hagan su tontería…” A pesar del comunicado de Los Pinos, Fox insistió anteayer, en un boletín de su centro, en que los vehículos pertenecían al EMP y señaló: “¡Basta de mentiras, basta de engaños”.

Interesante polémica


Carta enviada a La Jornada, sin editar. Abajo editada y con respuesta a la misma. Incluyo también algunos textos qu circulan a través de la red. Vale la pena leer el deslinde de David Cilia Olmos. El tema dará todavía mucho de que hablar. El origen de esta polémica las fuentes del texto de Héctor Aguilar Camín en Nexos de este mes: Regreso a Acteal.

México, D. F., a 15 de octubre de 2007
Carta al Correo Ilustrado de La Jornada.
C. Carmen Lira Saade,
Directora General de La Jornada,
presente.
Señora Directora:
Le solicito publicar, en ejercicio de mi derecho de réplica, la siguiente aclaración:
Ante la respuesta de Luis Hernández, surge una pregunta: ¿qué corriente de pensamiento puede ocultarse o transpirar detrás de un lenguaje canalla? No es sólo que defienda los asesinatos sin atreverse a tomar el fusil, añade a ello la insidia, la calumnia, “que algo queda”. Emplazado a presentar pruebas de que sus mentiras no lo son, fue a buscarlas al único lugar que le es cómodo y familiar: el basurero.
Proclama contar con fuentes honorables y testigos fuera de toda sospecha. Helos aquí: “once familiares de desaparecidos políticos, antiguos integrantes de organizaciones armadas revolucionarias e investigadores, aseguran que Hirales fue un agente infiltrado por el gobierno en las filas de la 23 de septiembre, bajo la coordinación del comandante Florentino Ventura, de Interpol, con el objetivo de informar sobre los movimientos y dirigentes de la organización guerrillera”. Sea.
Ellos “aseguran”, pero Luis Hernández no se asegura de la autenticidad de sus fuentes. Dio un googlazo y se dio por satisfecho. Acabo de recibir una carta firmada por David Cilia Olmos
(el único ex guerrillero medio conocido de los que dizque me acusaban de policía) que está circulando en la red, donde dice que ni él, ni Enrique González Ruiz, ni Enrique Torres firmaron o escribieron “el libelo”. (abajo el texto) Añade que no simpatiza mucho conmigo, todo lo contrario, pero sí con la verdad, y que el libelo es apócrifo hasta la médula.
¿Cómo es posible que Hernández no se haya percatado de este ser del libelo? Es posible porque no le interesa la verdad, sino escupir, aunque sea para arriba.
El libelo de marras fue escrito para denostar a Sergio Aguayo cuando salió su libro “La Charola”. Hay que ver el lenguaje, registrar la manera como construyen sus argumentos, similar al método de El Móndrigo, precisamente. Pero cada quien se identifica con lo que llama a su corazón, con lo que toca su instinto más profundo.
Hernández no se conforma con citar fuentes apócrifas, la única fuente que realmente existe dice lo contrario de lo que, policiacamente, busca manipular. Escribe que “gracias a las fotografías de varios dirigentes de la organización armada identificados por Hirales, se detuvo, torturó y asesinó a Salvador Corral y José Ignacio Olivares”, lo cual, si fuera cierto, sería gravísimo, un golpe demoledor pero, desgraciadamente para su causa, todo es, naturalmente, falso. ¿Qué dice en realidad la fuente por él citada? :
El día 7 de febrero de 1974, los periódicos La Prensa, Tribuna de Monterrey y El Porvenir, daban cuenta en sus ocho columnas que el hombre muerto, hallado en las calles Ribera del río Santa Catarina y Valeria de la colonia Fuentes del Valle (cerca de la casa de la familia Garza Sada), el pasado día 4, podría ser Salvador Corral García.
La hipótesis de la policía se basó en la identificación de fotografías que fueron mostradas a Mónico Rentería Medina, Gustavo Hirales Morán y Elías Orozco Salazar, correligionarios del occiso y presos en el penal de Topo Chico, en Monterrey. El l4 de febrero del mismo año fue encontrado el cuerpo de Olivares Torres, en Guadalajara, Jalisco, cerca de la casa de la familia del empresario Aranguren Castillo. (en www.contralinea.com.mx/archivo/2007/agosto/htm)
La pregunta es: ¿cómo pudo Hernández tergiversar tan descaradamente la referencia? Aquí no hay más que dos posibles explicaciones: o Hernández no sabe leer, o miente. Pero, ¿por qué miente con tanta desvergüenza? Todos sabemos por qué (es decir, todo el público atento): porque de acuerdo a los usos y costumbres, confía en que tiene garantizada la impunidad, por eso.
Lo que realmente importa, sigue Hernández, es que “en múltiples escritos” justifiqué a los grupos paramilitares de Chiapas, lo cual también es falso: lo que intenté fue explicar cómo surgieron estos grupos, qué provocó su emergencia y qué tuvo eso que ver con el expansionismo militarista del EZLN y de los curas beligerantes; cómo el puño que maldecía los R-15 de Paz y Justicia era la misma mano que, piadosa, bendecía los AK-47 de los zapatistas, apelando a una doble moral, tan hipócrita como generadora de enconos.
Escribe que el “libelo” sobre Acteal formó parte de mi labor para limpiar la imagen del presidente Zedillo. No dice que, basándose en mentiras y medias verdades, los propagandistas de la “dulce violencia” habían logrado crear una imagen totalmente deformada, sobre todo en el extranjero, de la verdadera situación en Chiapas y de lo ocurrido en Acteal.
Silencia que el coraje que me guarda es porque, 9 años después, aún no logra digerir la paliza que les dimos, Alan Arias y yo, en Barcelona, cuando quisieron montar su numerito de un “tribunal internacional para juzgar los crímenes del Estado mexicano en Chiapas”,
y no pudieron convencer a un foro proclive, de la validez de sus propuestas.
En relación a Acteal, ahí está mi libro esperando su refutación, pero también mis artículos de esas fechas, donde escribí, por ejemplo, lo siguiente:
“El castigo ejemplar de estos crímenes, apegado en todo momento a la ley, debe servir, además del fin mismo de hacer justicia, de lección paradigmática: Chiapas no es Guatemala, aquí es México; en México no hay kaibiles y nadie cuenta con permiso para matar. Nadie deberá tomar la ley en sus manos, nadie deberá suponer que, porque supuestamente está del lado de “la autoridad” y en contra de quienes la atacan, puede pisotear la ley y cometer crímenes inmundos: quien lo haga, sobre su cabeza caerá ‘toda la fuerza del Estado’, al margen de su militancia partidaria, su creencia religiosa o su condición social”, El Nacional, 4 de enero de 1998.
Finalmente, dice Hernández que soy “enemigo jurado” de la causa que defendí en la juventud. Ello no es exacto; sigo estando por la igualdad, la libertad y la fraternidad, en una perspectiva democrática y reformadora; desde hace mucho ya no me identifico con paradigmas que, entonces, aparecían como partes constitutivas de la causa: la violencia como partera de la historia, la moral “de clase”, la demagogia como argumento, las citas de Mao y el milenarismo de una sociedad totalmente reconciliada, sin contradicciones; no creo en la validez de “todas las formas de lucha”, pero sobre todo: no acepto que el fin justifique los medios.
Atentamente
Gustavo Hirales Morán.

Tal y como fue publicado este miércoles 17 de octubre de 2007.

  • El Correo Ilustrado en La Jornada, 17710/2007;

Precisiones de Gustavo Hirales
Leo la respuesta de Luis Hernández, y me pregunto: ¿qué causa merece defenderse con un lenguaje tan canalla? No es sólo que defienda los asesinatos sin atreverse a tomar el fusil, añade a ello la insidia, la calumnia deliberada. Emplazado a presentar pruebas de que sus mentiras no son tales, fue a buscarlas al único lugar que le es familiar: el basurero.
Sus fuentes en un caso son apócrifas y en el otro dicen exactamente lo contrario de lo que pretende. En una carta que circula en la red, David Cilia Olmos dice que ni él ni José Enrique González Ruiz firmaron o escribieron “el libelo” donde se me acusa de policía. Añade que no simpatiza conmigo, pero sí con la verdad. Yo digo que, aun si el libelo fuera auténtico, ello no le añadiría un gramo de veracidad, pero la certeza de su origen espurio aclara las cosas. Por sí mismo, evidencia que a Hernández no le interesa la verdad ni la pulcritud, sólo escupir, aunque sea para arriba.
Quien quiera que entre al vínculo de contralínea, en el archivo de agosto de 2007, podrá percatarse de que el texto de Mauricio Laguna dice exactamente lo contrario de lo que Hernández le atribuye, es decir, que yo pude, en efecto, haber identificado a Salvador Corral García, pero sólo cuando la DFS me llevó, a la cárcel, las fotos de su cadáver.
¿Cómo pudo Hernández tergiversar tan descaradamente la referencia? ¿Por qué miente con tanto descaro? Porque como alto funcionario de La Jornada se siente impune, y porque cree, implícita o explícitamente, que el fin justifica los medios; yo hace mucho que abandoné esa creencia. Todo lo demás, que si los paramilitares, que si Acteal, ahí está; es decir, ahí está el libro, ahí mis artículos (En el libro Chiapas, otra mirada se pueden consultar todos mis artículos sobre Chiapas hasta el 4 de marzo de 1998).
Me acusa de que mi labor era la de limpiar la imagen del gobierno de Zedillo pero, ¿quiénes y con qué propósitos la habían ensuciado? Olvida mencionar que, basándose en mentiras y medias verdades, los propagandistas de la “dulce violencia” habían logrado crear una imagen totalmente deformada, sobre todo en el extranjero, de la verdadera situación en Chiapas y de lo ocurrido en Acteal.
En mi artículo del 4 de enero de 1998, en relación a Acteal escribí que: “El castigo ejemplar de estos crímenes, apegado en todo momento a la ley, debe servir, además del fin mismo de hacer justicia, de lección paradigmática: Chiapas no es Guatemala, aquí es México; en México no hay kaibiles y nadie cuenta con permiso para matar. Nadie deberá tomar la ley en sus manos, nadie deberá suponer que, porque supuestamente está del lado de ‘la autoridad’ y en contra de quienes la atacan, puede pisotear la ley y cometer crímenes inmundos: quien lo haga, sobre su cabeza caerá ‘toda la fuerza del Estado’, al margen de su militancia partidaria, su creencia religiosa o su condición social.”
Gustavo Hirales Morán

Respuesta de Luis Hernández Navarro

  • Al comportamiento del converso, Gustavo Hirales añade ahora el síndrome Roberto Madrazo. Descubierto en su trampa, inventa todo tipo de pretextos para justificarse y tratar de echarle la culpa a los demás de sus engaños.
    En su carta anterior, el ex guerrillero arrepentido me tachó de mentiroso por decir en un artículo que había sido policía. Respondí presentando una parte de la evidencia que comprueba mi afirmación. Ahora, cachado en la movida, recurre a exabruptos, mentiras y omisiones.
    Dice que le dijeron que Enrique González Ruiz no suscribe el texto en el que se habla de su pasado policiaco. Miente. González Ruiz refrenda lo escrito en ese texto.
    Afirma Hirales que la documentación del Archivo General de la Nación en el que se da testimonio de su papel identificando guerrilleros que fueron desaparecidos por la policía política, no es tal. Miente. El legajo lo corrobora.
    Pero, más allá de la realidad de su confuso y oscuro pasado remoto, vale la pena centrarse en su pasado reciente. El ex guerrillero oculta su chamba en la Procuraduría General de la República (PGR) en 1993, y en la Secretaría de Gobernación durante 1994. Calla sobre su función como asesor de contrainsurgencia para el presidente Ernesto Zedillo y su papel en Chiapas. En todas ellas desempeñó funciones policiales.
    Dice que nunca justificó a los grupos paramilitares. Falso. Quien tenga paciencia e hígado para hacerlo, puede revisar su colección de artículos antizapatistas, escritos originalmente para el periódico del gobierno federal El Nacional. Allí encontrará, una y otra vez, expresiones de apoyo a los paramilitares. Sobre ellos escribió: “es un mito creado por los departamentos oficiosos de propaganda del EZLN, la diócesis de San Cristóbal y sus correas de transmisión”.
    Acteal, es preciso recordarlo, fue un crimen de Estado. Fue obra de un grupo paramilitar con todo el apoyo del gobierno federal. Por su responsabilidad en la masacre –directa o indirecta– debieron renunciar a sus puestos el secretario de Gobernación, Emilio Chuayfet, y el gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro.
    El libro de Hirales sobre Acteal nació de las cloacas de Los Pinos. Fue hecho para limpiarle el rostro y las manos, sucias de sangre, al gobierno de Ernesto Zedillo. Es una nueva versión de El móndrigo, un sinónimo de abyección y falsificación histórica. Gonzalo Ituarte, vicario de justicia y paz de la diócesis de San Cristóbal, dijo, como ejemplo de qué tan poco fiable era el informe de la PGR sobre la matanza de Acteal: “Qué lástima que este Libro blanco se quedara a nivel de las obras Camino a Acteal, de Gustavo Hirales, y La guerra de los espejos, de Isabel Arvide.”
    La verdad es que, puesto en la disyuntiva de escoger entre los dos libelos, yo me quedo con el de Isabel Arvide. Su libro fue hecho a partir de una confesión pública de amor hacia el general Absalón Castellanos. El de Hirales, en cambio, fue escrito por encargo presidencial, ocultando su amasiato con el poder.
    Luis Hernández Navarro

Texto de David Cilia Olmos, dirigida a Alberto Sánchez:
Estimado Alberto: Dos precisiones:
Una: Enrique González Ruiz no escribió el libelo "Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos ", como tu lo señalas en tu correo.
Dos: A mi también me extraña y sobre manera, que mi nombre y el de Enrique Torres aparezcan como firmantes del mismo, pues conozco la posición de Enrique Torres al respecto del mismo y creo no equivocarme al afirmar que el no suscribiría un bodrio así. Yo, por supuesto, tampoco lo he hecho.
A manera de comentario te agradezco el envío, pues me permitirá indagar en que página aparece mi firma de tal documento y hacer los reclamos correspondientes.
En uno de los viajes anteriores a Madera, pasando por Tezopaco, no el ultimo, sino tal vez el penúltimo, hace un año o dos, la compañera de Guadalajara que fue del FER y del Procup, Rosa María afirmó que yo era autor o firmante de dicho documento, a lo cual le respondí textual y tajantemente que no, y que no coincido con ese documento.
Es claro y todos lo saben que no tengo la menor simpatía por Sergio Aguayo y menos aún por Gustavo Hirales, en público he expresado mi rechazo particularmente a Gustavo Hirales, en documentos escritos durante las ponencias que he presentado en los eventos públicos organizados por lo que luego es conocido como Foro Permanente por la Comisión de la Verdad, y en las introducciones de algunos libros publicados por la Editorial Huasipungo-Tierra Roja he mencionado explícitamente a Gustavo Hirales, expresando mi posición al respecto, lo mismo ha hecho Enrique González Ruiz.
Te comento y te reitero también que no suscribo tal libelo, como atinadamente has calificado el bodrio de "Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos", porque fue escrito por un sujeto que se dedica de manera sistemática a calificar a toda persona que conoce de policía y que con sus sucias acciones afecta enormemente el trabajo de las personas u organizaciones con las cuales se relaciona.
No dudo que el origen, de este absurdo de afirmar que yo suscribo tal bodrio, sea obra de él mismo autor del documento mencionado y su entupido y pretendido maquiavelismo.
Por otro lado el documento en cuestión hace un flaco favor, ya no a determinada posición política, sino a la misma lógica con sus argumentaciones primitivas.
Mando copia de tu correo tanto a Enrique González Ruiz, como a Enrique Torres, para que ellos tengan ocasión, si así les parece de hacer las aclaraciones pertinentes.
Con respecto a la polémica suscitada por Luis Hernández Navarro y la Jornada solo he leído la respuesta de Gustavo Hirales, espero tener tiempo para leer lo relativo a esta, mientras te adelanto dos cosas: Efectivamente, como dijera Hoxa, los comunistas estamos comprometidos únicamente con la verdad y los intereses fundamentales de los pueblos. Al menos yo. Ya antes, cuando mi buen amigo Jaime Laguna acusó indebidamente a (Jorge) Poo Hurtado de haberse robado el archivo del CIHMA, suscribí la carta que se escribió a partir de la explicación hecha por Juan Fernando, que no era amigo de Poo, pero si de la verdad. Lo mismo pasó cuando tu recibiste una acusación de ese tonto argentino-mexicano cuyo nombre se me olvida, tal vez tu tengas otra idea, o no te llegó en ese tiempo mi correo, porque creo que siempre hay un poco de reproche cuando te refieres al asunto comentando que no hubo uno que te respaldara, o que fueron pocos y yo no se si estoy dentro de los mucho o de los pocos, pero lo que si se es que en su momento envié mi adhesión a tu propuesta.
Esto no significa que al respecto de Gustavo Hirales estoy ansioso por firmar una carta de apoyo en su defensa, pero si significa que me enterare con detenimiento del debate y expresaré claramente mi posición, y mi posición es que ya bastante bala ha habido en el pasado para que nos sigamos masacrando entre nosotros con balas de porquería.
No tengo una posición favorable a Hirales, pero en su caso, tengo una posición clara al respecto de no faltar a la verdad.
Con un abrazo.
David Cilia Olmos


  • Texto de Alberto Sánchez

En su respuesta, el difamador Hernández Navarro mete más las patas. No sólo escabulle el mérito de la polémica (Acteal, mitos y verdades), sino que reitera la infamia lanzada contra Hirales ahora apoyándose en un libelo escrito por José Enrique González Ruiz, et. al.: " Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos".
El documento usado por Hernández Navarro, pretende demostrar que Mari Claire Acosta y Sergio Aguayo son "agentes del Imperio", y afirma que "…Gustavo Hirales Morán, cuya larga trayectoria policíaca es sabida por todo mundo: primero como delator, infiltrado en la guerrilla, protegido por la policía aparentando su encarcelamiento, posteriormente, sabido es que delató a muchos camaradas tan pronto como en 1973 había "caído preso" lo anduvieron 'paseando' por todo el país para que delatara a todos los que él conocía como militantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, protegiéndolo lo trasladaban en avión y lo mismo 'aparecía' en un lado del país como se le veía en otro, igualmente para evitar que le reconocieran lo protegían trasladándolo en camionetas con vidrios polarizados. Posteriormente a la muerte del Comandante Ventura de la INTERPOL, se sabría que él así como José Luis Sierra estuvieron coordinados desde los setentas por el Comandante Florentino Ventura realizando actividad de infiltración al seno de la Liga Comunista 23 de Septiembre."
¿Qué mamada es esa "prueba" de que todo el mundo lo sabía?
¿De qué mierda están hablando? ¿Es falso el documento?

Los firmantes están obligados a una aclaración y a probar sus acusaciones… El ataque de la Jornada es inadmisible y no podemos, ni debemos, dejarlo pasar.
¿O de qué se habla cuando se critica el poder de los medios?
Alberto Sánchez.
El libelo se halla aquí:
http://www.sergioaguayo.org/biblioteca/Cuando%20los%20gorilas%20se%20disfrazan%20de%20academicos.pdf .

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