La
vejez/Eduardo Serra Rexach, presidente de la Fundación Ortega-Marañón. ABC
|13 de agosto de 2015 Aunque
a la vejez se llega de modo paulatino y progresivo, la conciencia de esa
llegada es abrupta e imprevista. De repente uno se da cuenta de que es viejo.
Las incapacidades, las molestias y las limitaciones se han ido sucediendo –y
quedando–, pero nos resistimos a pensar que somos viejos. Hasta que un buen día
nos levantamos y constatamos que, queramos o no, lo somos.
En otras épocas, en el siglo XVIII sin ir más lejos, era bueno ser viejo; era mejor que ser joven; los jóvenes, incluso los más jóvenes, como Mozart, se ponían pelucas empolvadas para parecer mayores, para parecer viejos. En nuestra época, por el contrario, la moda, lo apetecible, es ser joven. Todo el mundo pretende parecer más joven de lo que en realidad es. El vestuario, el maquillaje, incluso la cirugía estética, se utilizan para ello. Hay que disimular la edad a toda costa. Parece que ser viejo es una desgracia, una de…
En otras épocas, en el siglo XVIII sin ir más lejos, era bueno ser viejo; era mejor que ser joven; los jóvenes, incluso los más jóvenes, como Mozart, se ponían pelucas empolvadas para parecer mayores, para parecer viejos. En nuestra época, por el contrario, la moda, lo apetecible, es ser joven. Todo el mundo pretende parecer más joven de lo que en realidad es. El vestuario, el maquillaje, incluso la cirugía estética, se utilizan para ello. Hay que disimular la edad a toda costa. Parece que ser viejo es una desgracia, una de…