5 mar 2007

Hacia una salida diplomática en Irak

Hacia una conferencia internacional en Irak/Henry A. Kissinger
Publicado en español en ABC, 04/03/2007);
Ha llegado la hora de empezar a prepararse para una conferencia internacional que defina las consecuencias políticas de la guerra en Irak. Ocurra lo que ocurra, es necesaria una fase diplomática. Irak deberá reincorporarse a la comunidad internacional de algún modo. Sus tensiones internas seguirán incitando la intervención exterior, y no será posible oponer una resistencia eficaz en ausencia de algunos principios consensuados. Los intereses enfrentados de varios países deben refrenarse mediante una combinación de equilibrio de poder y una legitimidad pactada para aplicar una sanción internacional.
El llamamiento a una conferencia internacional sería un paso importante a la hora de abordar una notable anomalía de la política internacional contemporánea. Estados Unidos es condenado de forma generalizada por la forma en que está llevando la guerra en Irak, pero ningún país ha estado por la labor de participar en una exploración seria de las repercusiones de los desenlaces previsibles. Sin embargo, ninguno es inmune. (…) Si surgen campamentos o regímenes terroristas en territorio iraquí, respaldados por sus enormes recursos petrolíferos, ningún país con una población musulmana importante podrá eludir las consecuencias (…).
Si la guerra en Irak culmina en un Irán nuclear y un fundamentalismo islámico que puede reivindicar que ha echado a Rusia de Afganistán y a Estados Unidos de Irak, es inevitable un periodo de turbulencias extremas que rozarán el caos, y no quedará confinado a Oriente Próximo. Una amenaza para los suministros de petróleo globales tendría un impacto demoledor en la economía mundial, sobre todo en las economías de los países industrializados. No se ha exigido a ninguna de las posibles víctimas de estas tendencias que aporten ni siquiera ideas, y mucho menos se las ha enrolado en la búsqueda de una solución política.
Por el contrario, lo que se debate con más frecuencia es si se debería siquiera invocar a la diplomacia. La Administración, siguiendo la tendencia de la actitud estadounidense hacia la diplomacia, ha dado a entender que todavía no está preparada para negociar sobre Irak, y menos con Irán y Siria, que son acusados de fomentar el conflicto e instigar la violencia.
Los detractores de la Administración insisten en que se recurra inmediatamente a la diplomacia sin definir siempre a qué se refieren con eso. Muchos de ellos reflejan la omnipresente nostalgia estadounidense de una estrategia militar inmaculada que desemboque en la victoria total, sucedida por una diplomacia inmaculada que funcione de acuerdo con sus propias normas internas. El rechazo de la máxima de Clausewitz de la relación entre poder y diplomacia trata el proceso de la diplomacia como algo distinto, gobernado por su lógica autónoma. Según este punto de vista, la diplomacia se nutre demostrando buena voluntad, y debe impulsarse mediante una disposición constante a salir de un punto muerto con nuevas propuestas. Las operaciones militares deberían reducirse o interrumpirse como el precio por entrar en la fase diplomática. La escalada, por temporal que sea, está proscrita (…).
Desde que en 2002 empezó la controversia sobre si se utilizaba la fuerza contra Irak, apoyé la decisión de derrocar a Sadam, pero también he afirmado que ningún resultado en el mundo árabe podía depender únicamente de la imposición mediante la fuerza militar. La diplomacia siempre debería tratarse como un elemento integral de la estrategia en Irak.El debate sobre si se debe poner fin a la guerra en Irak ha atribuido una cualidad casi mítica a la conveniencia de unas negociaciones bilaterales con Siria e Irán como clave para alcanzar un acuerdo con Irak. Sin embargo, la voluntad de negociar no será suficiente (…).
Los diplomáticos debe entender cuál es el mínimo a partir del cual un acuerdo pone en peligro la seguridad nacional y el máximo a partir del cual es contraproducente esperar que el otro bando llegue a un acuerdo. Si se sobrepasan estas limitaciones se corre el riesgo de un estancamiento o de un deterioro de la seguridad estadounidense. Siria e Irán son países débiles que se sienten momentáneamente fuertes. EE.UU. sigue siendo una superpotencia, aunque se ha colocado en una posición extremadamente complicada y de posible desventaja. Pero esto no ha alterado las relaciones de poder a largo plazo. Se necesitan líderes sabios en todos los bandos para que instauren un orden internacional que ofrezca seguridad a todos los participantes y respeto a todas las religiones.
Sólo unos pocos de los objetivos de Estados Unidos, Siria e Irán pueden alcanzarse mediante unas negociaciones bilaterales. El papel de Siria en Irak, para bien o para mal, es limitado. Sus metas primordiales son recuperar su influencia dominante en Líbano y la devolución de los Altos del Golán por parte de Israel. Estados Unidos, que hasta hace poco ha sido el elemento principal en la expulsión de las tropas sirias de Líbano, no está en condiciones de ofrecer a Siria una posición dominante en Líbano. Es posible que a Siria le incomode el impacto cada vez mayor de Hizbolá en Líbano, que cuenta con el respaldo de Irán, pero la dominación estadounidense le apetece todavía menos; de hecho, utiliza las entregas de armas a Hizbolá precisamente para socavar la influencia de Estados Unidos en Beirut. Y Estados Unidos no posee incentivos o amenazas suficientes para inducir a Siria a abandonar su estrecha relación con Irán.
La devolución de los Altos del Golán a Siria podría verse facilitada por un diálogo entre sirios y estadounidenses (…). Pero ello exigiría una negociación entre Israel y Siria, tal vez bajo el auspicio de Estados Unidos, lo cual llevaría a un acuerdo de paz independiente entre los dos países.
Existen límites comparables con respecto a unas negociaciones bilaterales con Irán sobre Irak. El problema de las ambiciones nucleares de Irán no puede resolverse, excepto en el contexto del marco multilateral que ya existe o alguna alternativa que implique a las otras potencias nucleares. Un programa de negociaciones puramente bilaterales sobre Irak que excluya a los suníes se percibirá en el mundo suní como un condominio estadounidense-iraní en potencia o el comienzo del abandono de Estados Unidos. Por ello, podría dar pie a las prisas por consentir la hegemonía iraní.
La principal utilidad de las conversaciones entre Estados Unidos e Irán es el restablecimiento de una relación, rota durante casi tres décadas, para definir los principios de un retorno a la normalidad. Debe hacerse entender a los líderes iraníes que Estados Unidos, incluso en lo que parece un periodo de división nacional, al final no permitirá una hegemonía hostil sobre una región tan fundamental para el bienestar del mundo industrializado. Provocar a una superpotencia es peligroso, y existen alternativas constructivas si Irán aspira a objetivos nacionales, y no yihadistas o imperiales(…). Al mismo tiempo, a la hora de desarrollar sus tácticas, Estados Unidos debe tener presentes los complejos de naciones más débiles con un pasado colonial.
La mejor forma de impulsar una diplomacia seria sobre Irak es la conferencia internacional descrita (…). El marco político debe ser creado por países con un interés en el resultado. Éstos incluirían a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, a los vecinos de Irak, a países islámicos clave como India, Pakistán, Indonesia y Malasia, y a grandes consumidores de petróleo como Alemania y Japón. Tienen muchos intereses enfrentados, pero deberían sentir una preocupación común por impedir que el fanatismo yihadista empuje al mundo hacia un conflicto cada vez más extendido. La conferencia internacional también debería ser la ocasión para ir más allá de las facciones enfrentadas en Irak y avanzar hacia un suministro de energía estable. Sería el mejor marco para una transición después de la ocupación militar estadounidense.
La política militar estadounidense en Irak debe guardar relación con esa estrategia diplomática. Estados Unidos no puede decidir sus acciones basándose sólo en su relevancia para las consideraciones nacionales. Una retirada unilateral con un calendario fijo, desvinculada de las condiciones locales, es incompatible con la diplomacia aquí descrita.
La voluntad de otros países de participar en esa iniciativa depende de su valoración del equilibrio de poderes en Oriente Próximo tras el final de la guerra en Irak. Para que la diplomacia tenga éxito es necesario que el poder estadounidense siga siendo relevante y estando disponible para apoyar una política regional coherente.
Tras la Guerra de los Treinta Años, las naciones europeas organizaron una conferencia internacional con el fin de establecer las normas para finalizar el conflicto, después de que el continente quedara postrado y exhausto. Ahora, el mundo tiene una oportunidad comparable. ¿La aprovechará mientras todavía tiene margen de decisión, o tiene por fuerza que esperar a que el agotamiento y la desesperación no dejen otra alternativa?

Jugar al Monopoly

Jugar al Monopoly con el dinero iraquí/Loretta Napoleoni, es economista italiana, autora de Insurgent Iraq: Al-Zarqawi and the New Generation y de Yihad: cómo se financia el terrorismo en la nueva economía (Urano).
Publicado en EL PAIS, 04/03/2007);
Traducción de M. L. Rodríguez Tapia
La mayor transferencia de dinero de la historia se llevó a cabo entre mayo de 2003 y junio de 2004, cuando la Reserva Federal de Nueva York envió 12,000 millones de dólares en billetes de diversas denominaciones a un Irak desgarrado por la guerra. En el transcurso de un año, una flota de aparatos DC-10 llevó de Nueva York a Bagdad 484 palés, con un total de 363 toneladas de peso y 281 millones de billetes. No estamos ante el anuncio de un nuevo juego de mesa, sino el resumen de las actas del Comité de la Cámara de Representantes que, presidido por Henry Waxman, está examinando la “reconstrucción” de Irak a las órdenes de Paul Bremer.
No disponemos de ninguna documentación sobre estos fondos, que fueron distribuidos por la Autoridad Provisional de la Coalición. Da la impresión de que los gastaron como si hubieran sido dinero del Monopoly. A los contratistas se les pagaba en efectivo directamente desde las traseras de las camionetas; miles de “empleados fantasmas” -personas contratadas para trabajos ministeriales que no existían- cobraban sus sueldos en fajos de billetes; de la bóveda de la APC desapareció un millón de dólares y no pareció que le inquietara a nadie; se desembolsaron 500 millones en una partida denominada “TBD”, es decir, “to be determined” (”aún sin determinar”). Una firma de contabilidad poco conocida de San Diego estaba encargada de certificar la distribución del dinero, pero nunca realizó ninguna auditoría de los controles internos, tal como estipulaba su contrato.
El asesor financiero de Bremer, el almirante retirado David Oliver, parece sorprendido por la preocupación del comité, como si los miles de millones evaporados hubieran sido verdaderamente dinero de juguete. Cuando un periodista de la BBC le preguntó sobre las consecuencias de que hubieran desaparecido sin dejar rastro miles de millones de dólares, él respondió que no importaba dónde había ido a parar el dinero porque era dinero iraquí, no de los contribuyentes estadounidenses. Los 12.000 millones de dólares procedían de los bienes iraquíes bloqueados tras la primera guerra del Golfo y del sobrante de los pagos del programa de Petróleo por Alimentos de la ONU. No estaban incluidos en los 400.000 millones de dólares gastados por Estados Unidos en Irak desde marzo de 2003.
El proceso para descongelar un dinero “político” suele ser muy largo y exige cumplir varios requisitos legales. Hizo falta una batalla legal que duró más de diez años, a cargo de un grupo de exiliados cubanos, para que Bill Clinton liberase parte de los fondos cubanos congelados durante la revolución de Castro en los años cincuenta. En las bóvedas de la Reserva Federal hay todavía dinero iraní embargado de cuando Jomeini derrocó a Reza Pahlevi en 1978, parte del dinero sucio del general Noriega e incluso algunos bienes pertenecientes al dictador ugandés Idi Amin, recientemente fallecido. En cambio, los fondos iraquíes se liberaron milagrosamente en menos de dos meses. El proceso fue rápido y contó con la aprobación de Naciones Unidas, que tenía la responsabilidad técnica de los excedentes del Petróleo por Alimentos.
Todo ese dinero podría haberse empleado en llevar agua y electricidad a millones de iraquíes; bien distribuido, habría permitido dar a cada hombre, cada mujer y cada niño iraquí 15.000 dólares. En vez de ello, se malgastó debido a la incompetencia de unos funcionarios nombrados por unos políticos todavía más incompetentes.
Es surrealista pensar que el Gobierno de Estados Unidos se apresuró a enviar cientos de toneladas de dinero a un país en el que su Ejército no era capaz de impedir que la gente saqueara los arsenales, los bancos, los museos y los hospitales. A un paísque aún no estaba pacificado. Como dice Waxman, “¿Quién en su sano juicio enviaría 363 toneladas de dinero a una zona de guerra?”.
La guerra no es un juego de mesa; es una cosa muy seria. Y todavía más surrealista es que no existiera ningún plan sobre cómo utilizar todos esos fondos. Bremer asegura que la APC necesitaba con urgencia el dinero porque el sistema bancario había desaparecido e Irak era una economía que funcionaba con dinero en efectivo. Pero su Administración no estaba equipada para trabajar en una economía de dinero en efectivo, y la prueba es cómo despilfarró esos miles de millones. Las zonas de guerra siempre funcionan con dinero en efectivo. ¿Qué creía Bremer? ¿Que, después de la histórica proclamación de “misión cumplida” de Bush, los cajeros automáticos de Bagdad iban a empezar a funcionar de nuevo por arte de magia?
Además, el dinero hacía falta para inyectar dólares en un país cuya divisa local, el dinar iraquí, estaba a punto de derrumbarse. Ésa es la otra explicación que ofrece Bremer. Casi todas las divisas se derrumban después de los grandes conflictos. Tras la Segunda Guerra Mundial, la devaluación se propagó por las divisas europeas como un virus, y los bancos centrales tuvieron que introducir dinero nuevo.
Pero inyectar dinero en efectivo porque sí es más dañino que la propia devaluación; puede ser muy peligroso porque las economías de guerra están dirigidas por milicias, bandas criminales, estraperlistas y especuladores. Y el dinero fluye de manera natural hacia ese tipo de gente. El almirante Oliver, el hombre que supuestamente debía haber asesorado a Bremer sobre estos aspectos, se muestra tan poco preocupado como su antiguo jefe por la posibilidad de que el dinero que repartieron de modo tan irresponsable pueda haber financiado milicias étnicas, bandas criminales y grupos rebeldes, además de los “contratistas” participantes en la reconstrucción. No se preocupan porque no se consideran responsables de esos fallos, puesto que ellos son estadounidenses y el dinero era iraquí; es decir, porque creen que deben responder ante el contribuyente de Estados Unidos y no ante el pueblo de Irak. Ni se les pasa por la cabeza que parte de ese dinero haya podido financiar emboscadas en las que quizá murieron soldados estadounidenses. La guerra es un juego muy engañoso.
Aunque el dinero era iraquí, existen pruebas de que la APC estaba deseando gastarlo por completo antes de que se nombrara al Gobierno provisional. Las actas del Comité de la Cámara muestran que a un funcionario le entregaron 2,75 millones de dólares en efectivo con la orden de que los gastara en la semana anterior a que el Gobierno provisional se hiciera cargo del Fondo de Desarrollo para Irak, en el que debería haberse mantenido ese dinero. El objetivo principal no era dar impulso inicial a la reconstrucción de Irak. Si lo hubiera sido, Estados Unidos habría nombrado a personas competentes para dirigir la APC y los 12.000 millones de dólares habrían financiado una especie de Plan Marshall en el que se habría justificado hasta el último centavo.
El objetivo real era otro: establecer un bastión estadounidense en el corazón de Oriente Próximo. Uno de los elementos de ese plan era que unos funcionarios incompetentes repartieran el dinero iraquí como si fuera “dinero de mentira”, en vez de entregarlo al Gobierno provisional iraquí. Es evidente que el Gobierno de Bush nunca ha jugado al Monopoly, o conocería las reglas fundamentales del juego: nunca despilfarres el dinero e invierte siempre con prudencia.

Las fuerzas internas de Irán

  • Las fuerzas internas de Irán/Edward N. Luttwak
Tomado de LA VANGUARDIA, 05/03/2007);
Traducción de J. M. Puig de la Bellacasa.
Casi todas las instancias en Washington coinciden en afirmar que Irán es el gran vencedor de la carrera por el poder que se dirime en Oriente Medio, en la que Estados Unidos resulta ser el gran perdedor. En lugar de los hostiles talibanes, Irán cuenta actualmente con un gobierno afgano amistoso en su frontera oriental; en lugar de tener que enfrentarse con el régimen de Sadam Husein, Irán no tiene ahora nada que temer de un gobierno iraquí dominado por elementos amigos -y sumisos protegidos-que en buena parte vivieron en calidad de exiliados en Irán gozando como digo de protección durante veinte o más años…
Llegados a este punto, suele subrayarse la ironía que encierran los acontecimientos posteriores: después de aplastar a los enemigos de Irán, ahora resulta que EE UU sufre los ataques y críticas de los gobernantes iraníes, que pueden desafiar los intereses estadounidenses en Oriente Medio y en lugares tan distantes como, por ejemplo, Venezuela. Al propio tiempo, el enriquecimiento de uranio iraní ha seguido su curso sin interrupción pese a las advertencias contrarias del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y de tres resoluciones formales del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Circunstancia, por cierto, que suele aducirse como prueba del poder de Irán, que ha sido capaz de desafiar impunemente al Consejo de Seguridad si se exceptúa la aplicación de sanciones básicamente simbólicas.
Desde ciertos puntos de vista -incluidos los de la comisión Baker-Hamilton-, todo ello viene a conformar razones de peso para entablar negociaciones con Irán, en la confianza de que sus influyentes líderes sean persuadidos de la necesidad de dejar de armar y azuzar a los insurgentes que no paran de atacar a las tropas estadounidenses y británicas en Iraq e incluso de prestar su ayuda para estabilizar Iraq de modo que Estados Unidos pueda retirarse de forma menos ignominiosa. Llega incluso a hablarse de una distensión en relación con Irán que permitiría alcanzar un cierto nivel de convivencia…
No cabe descartar, en efecto, la posibilidad de la distensión cuando las realidades del poder imponen su voz sin remedio, pero en los años setenta tal actitud respecto a la URSS fue objeto de duras críticas por considerar que apuntalaba un régimen en declive irreversible y cuyo poder podía contrarrestarse con éxito en lugar de aceptarlo como una realidad inevitable. En los años ochenta, los críticos de tal distensión, encabezados por el presidente Reagan, pudieron desafiar a la Unión Soviética, que no sobrevivió el decenio.
Podría afirmarse, pues, que por una vez la historia puede repetirse. Irán no es la Unión Soviética y no cuenta con su poder, pero es asimismo un Estado multinacional en una época en que los países reafirman sus identidades. No sólo los portavoces gubernamentales sino también numerosos persas en el exilio siguen hablando de un Estado iraní habitado por iraníes,nacionalistas por más que puedan criticar a los ayatolás, y a tal distintivo se alude estos días asociándolo al respaldo general al programa nuclear.
Pero, atención: nada de ello se corresponde con las realidades étnicas de Irán: los persas representan apenas la mitad de la población iraní, mientras que la otra mitad incluye numerosas nacionalidades distintas que abrigan una creciente animadversión contra el imperialismo cultural persa. Los kurdos representan un 9% de la población y su nacionalismo es kurdo, no persa; además les ha reforzado el éxito de la virtual independencia kurda en Iraq. Sus reivindicaciones de autonomía son lo suficientemente vigorosas como para poder impulsar una acción insurgente. Lo propio cabe decirse de dos nacionalidades más pequeñas y privadas de sus derechos: los árabes, que representan posiblemente un 3% de la población de Irán, y los beluchis, un 2%. Menos conocida es la situación de los turcomanos y los luros (2% cada comunidad) y aún menos la suerte de las comunidades de Gilaki y Mazandarani (8% en total), cuya integración política puede ser mayor por su empleo de dialectos persas. No obstante, la mayor nacionalidad sojuzgada en Irán es la azerí. Aunque muchos se han integrado, al menos 20 millones siguen hablando su lengua túrquica, completamente distinta, y se comportan como núcleo de una nación azerí que se extiende más allá del Irán occidental para incluir a la ex república soviética de Azerbaiyán.
El extremismo religioso del actual régimen iraní alienta sus propias divisiones. La sangrienta persecución de los bahais y el sojuzgamiento de los cristianos, judíos y zoroastrianos ha suscitado mayor atracción, pero el maltrato del 9% de la población suní reviste una mayor importancia política: en Teherán, donde viven más de un millón de suníes, no hay ninguna mezquita suní como hay por ejemplo en Roma, en Tel Aviv o en Washington.
Si la economía iraní fuera viento en popa, las fracturas étnicas y animadversiones religiosas pesarían menos en la vida del país. Pero con un nivel mínimo de paro del 20% y una tasa de inflación anual de un 30%, la verdad es que la economía iraní difícilmente puede constituir un factor aglutinante.
Desde dentro, Irán no es la formidable potencia que algunos observan desde el exterior. La oposición al extremismo de sus dirigentes, las crecientes divisiones étnicas y el rencor suní frente a la opresión chií son factores susceptibles de fracturar el país. No hay razón para que Irán no sufra las tensiones centrífugas que destruyeron la URSS y Yugoslavia, dividieron Bélgica, descentralizaron España e incluso el Reino Unido, además de muchos otros países. Hay mejor opción que la distensión ante un régimen repulsivo, y más acorde con la tradición wilsoniana estadounidense en política exterior, que implica, en este caso, fomentar las fuerzas de liberación en el seno del propio Irán.

Comando Magonista

Comunicado 3 del Comando Magonista de Liberación
Al compañero Ricardo Pérez Hernández, en el 30 aniversario de su asesinato a manos del gobierno.
A los pueblos de Oaxaca.
Al pueblo de México.
A los pueblos latinoamericanos y del mundo.
A casi treinta años del movimiento democrático universitario y popular que culminara con la salida del gobernador priista Manuel Zárate Aquino, la imposición en su lugar del general brigadier Eliseo Jiménez Ruíz, la ocupación militar de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, la persecución de sus dirigentes y activistas democráticos, y la instalación de un estado de excepción… un nuevo y más potente movimiento magisterial-popular irrumpió intempestivamente en el espacio oaxaqueño, cimbrando y haciendo entrar en crisis a las estructuras del poder político estatal y sus modos de ejercerlo, bajo la acción de los oprimidos, explotados y marginados de siempre.

Objeción de conciencia

Un tribunal de Londrés rechazó la petición de un juez cristiano de ser eximido de los casos de adopción de niños por parejas del mismo sexo.
La Alianza Evangélica - que representa a cerca de un millón de cristianos evangélicos en ese país- reaccionó a la decisión del Tribunal de Empleo de Sheffield, que rechazó la alegación del juez cristiano Andrew McClintock en el sentido de que su derecho a la libertad religiosa "era violado" por "requerirle" "supervisar casos" que implican conceder la adopción de niños a adoptantes del mismo sexo.
El tribunal admitió que McClintock, de 63 años, y con un un intachable currículum como Juez de Paz en Sheffield desde 1988, será consecuentemente inhabilitado para prestar sus servicios en el Panel de Familia, que decide casos que incluyen adopciones por parejas heterosexuales y homosexuales, dijo la Alianza Evangélica a BosNewsLife.
El tribunal rechazó objeción de conciencia de McClintock por motivos religiosos como una opinión personal, que dijo "tiene que ser dejada a un lado en puestos de funcionarios públicos".
En tanto, el jefe de Asuntos Públicos de la Alianza Evangélica, Don Horrocks, dijo que la sentencia parece formar parte de una tendencia preocupante en el Reino Unido. "Este tendencia iliberal que busca forzar la privatización de la fe y tolerar todo menos la creencia religiosa, necesita ser detenida, antes de que nos despertemos encontrándonos que la aportación cristiana ha sido cada vez más expulsada de la plaza pública".
Horrocks subrayó que mientras otros derechos pueden "manifestarse libremente" en la arena pública, hay "evidencia de una agenda política para restringir y privatizar la libertad religiosa de un modo que mina la protección garantizada por el artículo nueve de la Convención Europea de Derechos Humanos".

El bravucón Javier Mileí, agrede a Petro y de pasó a AMLO

Javier Mileí, presidente de Argentina se le pasó la boca de nuevo , y , esta vez no ofrecerá disculpas como lo hizo con el papa Francisco..