Revista Proceso # 2134, a 23 de septiembre de 2017
Doblamiento “casi vertical” de la Placa de Cocos/RODRIGO VERA
Especialistas de la UNAM fueron capaces de elaborar ya un diagnóstico preliminar del sismo de 7.1 grados Richter que sacudió el centro del país el martes 19. Así, ya es posible saber que la causa de este movimiento fue un doblamiento “casi vertical” de la Placa de Cocos en su choque con la de Norteamérica. Además esbozan un mapa de las zonas más dañadas por el sismo en la Ciudad de México y explican por qué la naturaleza lacustre del subsuelo tuvo mucho que ver con el nivel de destrucción.
El sismo del martes 19, que tuvo una magnitud de 7.1 grados Richter, fue provocado por el doblamiento “casi vertical” de la llamada Placa de Cocos, que pasa debajo de la Placa de Norteamérica, sobre la cual se asienta la República Mexicana.
El geólogo Fernando Ortega Gutiérrez, investigador emérito del Instituto de Geología de la UNAM, explica: “Los sismos son un fenómeno mecánico, provocado por los desplazamientos de enormes bloques de piedra.
“El del martes 19 lo provocó un doblamiento súbito y casi vertical de la Placa de Cocos, que pasa por debajo de la Placa de Norteamérica.
“La Placa de Cocos está formada de basalto y pasa debajo de las costas del Pacífico sur de México, desde Chiapas hasta Jalisco. En la zona costera entra con un ángulo de entre 20 y 25 grados, luego se hace horizontal, corriendo paralelamente a la Placa de Norteamérica.
“Aquí lo que ocurrió fue que, a la altura de Morelos, esa placa horizontal se dobló en un ángulo aproximado de 72 grados, por lo que cayó con un fuerte componente de vertical. Y fue probablemente este desprendimiento lo que provocó la onda sísmica.”
–¿Por qué llegó con mucha intensidad a la Ciudad de México?
–Porque tuvo su epicentro muy cerca, a sólo 120 kilómetros, y por el mecanismo de rompimiento al que me refiero. Este sismo de 7.1 grados le pegó de lleno a la Ciudad de México. Aquí en la UNAM, por ejemplo, su vibración fue superior a la que provocó el sismo de 1985.
Con una licenciatura en ingeniería geológica por la UNAM y un doctorado en geología por la Universidad de Leeds, Inglaterra, Ortega Gutiérrez aclara: “Ese es mi punto de vista como geólogo, ya que los físicos y los geofísicos tienen también sus propios análisis, relacionados, por ejemplo, con si son movimientos oscilatorios o trepidatorios, dependiendo de la naturaleza de las ondas de energía que se desprenden del rompimiento de un sistema”.
–¿Qué ocasionó esta súbita caída de la Placa de Cocos a la altura de Morelos?
–Mire, la constitución de la Placa de Norteamérica es menos densa que la de la Placa de Cocos. La capa superior de ésta, al entrar por abajo de las costas guerrerenses, debe tener una densidad de unos 2 mil 800 kilogramos por cada metro cúbico. Y así se va, inclinada, hasta la altura de Chilpancingo.
“Pero luego la placa se vuelve horizontal y se va enfriando por estar moviéndose en ese plano, y eso provoca que aumente su densidad por cambios de sus minerales en un punto dado, llegando a unos 3 mil 500 kilogramos por cada metro cúbico. Pasa a ser una roca más densa. Esto tal vez hizo que, por la misma fuerza de gravedad, se doblara y rompiera verticalmente cayendo hacia abajo a la altura de la zona morelense de Axochiapan, epicentro del sismo”.
Ortega Gutiérrez indica que “este doblamiento de la Placa de Cocos se habría dado a unos 57 kilómetros de profundidad, que es lo que nosotros conocemos como el hipocentro o lugar donde se dio la perturbación tectónica, lo cual provoca emanación de ondas, y una energía que migra radialmente y llega a la superficie en el punto que llamamos epicentro”.
–El sismo del jueves 7, que afectó principalmente a Oaxaca y Chiapas, ¿fue también provocado por la Placa de Cocos?
–Sí, así es. Se dio el mismo fenómeno, con la diferencia de que, en el sismo del día 7, la Placa de Cocos se fracturó verticalmente con un ángulo de 84 grados. En cambio, yéndonos más atrás, el fenómeno que causó el sismo de 1985 fue un empuje horizontal de la Placa de Cocos, provocando su desplazamiento varios metros debajo de la de Norteamérica.
“La tierra es un organismo vivo, muy dinámico. Se está moviendo constantemente. Y es además un sistema muy complejo constituido de materia en estado líquido, sólido y gaseoso. Por lo tanto, tiene ascensos y descensos de enormes placas rocosas que provocan movimientos sísmicos, como el del martes 19.”
El Instituto de Ingeniería de la UNAM ya elaboró un primer diagnóstico sobre este movimiento, “Sismo del 19 de septiembre de 2017. M7.1, Puebla-Morelos”. Ahí ya analiza –valiéndose de gráficas, mapas, fotografías y cuadros comparativos– sus principales características.
El estudio muestra gráficamente, por ejemplo, la zona de la Ciudad de México que resultó más dañada: es una franja transversal que cruza parte de la ciudad de sureste a noroeste. Se inicia en el sur de la delegación Xochimilco y llega a la colonia Anzures.
Imposible predecirlos
El autor del estudio, Miguel Ángel Jaimes Téllez, doctor en ingeniería estructural, explica a Proceso: “Las construcciones que están en esa franja fueron las que sufrieron mayores daños. Son inmuebles que, por lo general, tienen o tuvieron de dos a 10 niveles de altura”.
–¿Por qué resultó más afectada esa franja?
–Por las características del mismo sismo y por las condiciones del suelo. Es un terreno que nosotros llamamos de “transición”, ya que se encuentra en los límites entre lo que antes era la zona lacustre de Tenochtitlan y la tierra firme. Justamente ahí el movimiento sísmico se amplificó, aunque todavía nos falta determinar detalles.
El estudio de Jaimes Téllez también muestra los puntos donde se han dado los 25 más fuertes epicentros en México, de los sesenta a la fecha. Y son Guerrero, Oaxaca, Puebla y Veracruz los que han tenido mayores movimientos telúricos.
–¿La ciencia ya puede predecir los sismos?– se le pregunta a Ortega Gutiérrez.
–No. En estos momentos no los puede predecir. Actualmente nadie puede adelantar en qué momento va a ocurrir un terremoto. Pero no por ello la ciencia debe darse por vencida diciendo: “Éste problema no puedo resolverlo”. ¡No! Al contrario, la ciencia siempre debe estar dispuesta a resolver los problemas. Sólo necesita tiempo e información para hacerlo.
“De ahí la importancia de apoyar la investigación científica, cuyos resultados se dan en el largo plazo. Nosotros tal vez ya no lo vamos a vivir, pero llegará el tiempo en que la ciencia podrá controlar muchas variables más, al grado de llegar a predecir sismos como el que acaba de afectarnos.”
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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