Siria y la inestabilidad regional/ Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Centre (NOREF), en Oslo
Publicado en LA VANGUARDIA, 05/04/11;
Al negarse a levantar el estado de emergencia, pedir disculpas por los casi 100 asesinatos a cargo de las fuerzas de seguridad en las últimas semanas y anunciar que las reformas las hará en su momento, el presidente Bashar el Asad corre el riesgo de generar más violencia interna e inestabilidad regional. Su resistencia a las reformas, las nuevas protestas de la sociedad y la represión ponen a Estados Unidos y Europa en una difícil situación desde una perspectiva de derechos humanos y con mayores implicaciones regionales que Libia.
El esperado discurso de Asad del 30 de marzo frustró todas las expectativas. La negativa a hacer concesiones a la oposición en la calle ya ha generado nuevas manifestaciones y represión. En otros países de la región, la mejor estrategia ha sido hasta ahora ofrecer mejoras concretas y prometer, o iniciar, una reforma política creíble. Las protestas son por cuestiones similares en el mundo árabe: altos precios de productos básicos, bajos salarios, desempleo masivo, inflación creciente, corrupción vinculada a las rentas que se obtienen de la venta de petróleo y gas, jóvenes desempleados, y violaciones de derechos humanos. Todo esto en el contexto de una gran diversidad étnica que incluye a kurdos independentistas, armenios, asirios, cristianos, drusos, árabes suníes (mayoría de la población que se considera oprimida) y los alauíes chiíes. Estos últimos (alrededor del 12% de los ciudadanos) controlan el poder económico, político y militar.
En el caso de Túnez y Egipto las fuerzas armadas han jugado un papel crucial en la caída del antiguo régimen al situarse del lado de la sociedad civil. Pero en Siria este sector ha defendido al Gobierno de Asad, como antes a su padre, Hafez el Asad. El ejército está liderado por Maher Asad, hermano del presidente, y opera junto con otros cuatro organismos de seguridad. Estas fuerzas controlan el poder desde que se impuso el estado de emergencia en 1963, junto con una burocracia civil y una estructura de poder que favorece a una burguesía comercial multiétnica a la vez que canaliza fondos a los sectores más pobres.
En diversas ocasiones los militares han reprimido brutalmente a los Hermanos Musulmanes y a todo tipo de oposición. Las manifestaciones actuales en parte nacen de los levantamientos en otros países a favor de la democracia, pero la sociedad civil siria es débil y desestructurada, y el temor a enfrentamientos sectarios lleva a una parte de la población a rechazar la inestabilidad de un cambio político.
En el nivel regional la crisis en Siria podría producir cambios imprevisibles. Este país tiene una fuerte alianza con Irán en contra de Israel. Damasco apoya abiertamente a dos organizaciones armadas enemigas de Israel y Estados Unidos: Hizbulah en Líbano y Hamas en Gaza y Cisjordania. Por otro lado, Siria ha ocupado militarmente Líbano hasta 2005 y continúa teniendo mucha influencia en este país sectariamente fragmentado. Al contrario que Egipto bajo Mubarak, que era visto como un traidor, la Siria de Asad tiene una fuerte legitimidad nacionalista interior y en los países árabes.
Desde Estados Unidos e Israel, se ha tratado en los últimos dos años que Siria se aleje de Teherán a cambio de una reintegración y legitimidad en la comunidad internacional. Turquía ha desempeñado un papel en esta operación. Ankara tiene interés en fomentar su liderazgo regional y construir una alianza comercial con Siria, Líbano y Jordania. La diplomacia turca ha estado promoviendo el dialogo entre Siria e Israel. El objetivo sería que Israel devolviese a Siria la fértil zona de los Altos del Golán, que incluye la importante fuente de agua dulce del Mar de Galilea, que ocupó en la guerra de 1967. A cambio, Siria se distanciaría de Irán y dejaría de canalizar armas y apoyo a Hizbulah y Hamas. Pero el Gobierno israelí no tiene interés en esta operación y la crisis entre los gobiernos de Ankara y Jerusalén por el ataque israelí a la flotilla turca frente a Gaza en 2010 ha congelado todo acercamiento.
Para Israel y Estados Unidos la oposición y eventual caída del Gobierno de Asad sería una buena noticia, pero la falta de conocimiento sobre la oposición, por un lado, y la posibilidad de que en vez de la estabilidad autoritaria actual o una transición a la democracia se inicie una guerra civil sectaria produce gran inquietud. Washington ha anunciado que no intervendrá militarmente en Siria, y los europeos tienen la misma opinión. De hecho, una operación occidental en este país podría activar la resistencia armada de Hizbulah. Su primer paso sería desestabilizar Líbano, un escenario que para Washington, Bruselas y Tel Aviv sería una pesadilla más en una región que han dejado de controlar.
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