Urge
una nueva Suprema Corte de Justicia/José Barragán Barragán, c'onstitucionalista. Investigador asociado "C" de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Ante
el relevo necesario de dos ministros de la Suprema Corte de Justicia, creo que
se debe pensar en la urgencia de crear una nueva Corte, acorde con las necesidades
y acorde con los tiempos que vivimos. Sobran razones, desde aquellas que
aconsejan cambiar de formato mediante el cual son nombrados; cambiar de formato
mediante el cual se discuten y se aprueban los asuntos de que conoce; hasta
razones más personalizadas, como la impreparación, la ignorancia, o el mismo
afán protagónico, razones que se manifiestan, por ejemplo, en la frecuente
alteración de los enunciados constitucionales, para lo cual carece de
facultades; en el más frecuente uso de facultades legislativas, que tampoco
tiene; la renuncia permanente a realizar la indispensable labor de armonización
de los enunciados constitucionales, entre los cuales existen contradicciones;
así como la indispensable labor de armonizar los enunciados ahora vigentes con
los enunciados históricos.
Y
es natural que se muestren semianalfabetas jurídicos, simplemente porque se
pronuncian sobre todas las materias del campo del Derecho; porque se pronuncian
inclusive sobre materias que, aunque sean reguladas por las leyes, pertenecen a
otras ciencias muy ajenas al Derecho, como la biología, por ejemplo; como metafísica,
ciencias que determinan los predicables más importantes del ente humano, animal
político, según la filosofía griega.
Que
yo sepa, sólo el exministro Aguirre Anguiano repetía que él no era adivino; que
él no era ángel ni tenía ciencia infusa como para pronunciarse, sin errores, de
todas las cosas.
Pues
bien, como es un tribunal, discuten y resuelven cada asunto, cuando prevalece
la oralidad, compareciendo dichos tres jueces en el lugar de las audiencias; y,
después de instalarse, con la ayuda, o sin ayuda de un pregonero, llaman a
comparecer a las partes del litigio en turno. Cada juez, a instancia del que
preside la audiencia interviene una o varias veces, de manera que, al final,
los tres jueces intercambian opiniones y emiten su fallo.
Ahora
bien, cuando hay oralidad, pero cambia un poco el formato de la discusión y de
la aprobación, antes que nada, se hace circular entre cada juez el expediente
en turno. Cada juez lo lee con cuidado, lo estudia con mayor cuidado y, desde
luego, formula los términos de lo que para él debiera ser una buena sentencia,
que será aquella que debidamente vaya fundada y motivada. Llegado el día, los
jueces se citan para sesionar públicamente, y es en dicha sesión cuando se
producen las intervenciones de unos y otros jueces; se discuten las cosas, o
los detalles del expediente; así como los fundamentos y las motivaciones que
merezcan incorporarse al texto final de la sentencia, misma que aparece firmada
por todos, precisando el sentido de sus respectivos votos.
Los
brevemente descritos, son los formatos de costumbre, son los formatos legales.
Y, al parecer, la Corte los sigue, más o menos, en las sesiones del pleno. Este
formato permite la confrontación de opiniones; el señalamiento de los errores,
pero también de los aciertos.
Sin
embargo, este formato ya no lo sigue ninguna de las dos Salas. Esto es,
sesionan, cuando no hay plenos, dos veces por semana; y se despachan en cada
sesión 50 asuntos. Cien a la semana. Y es propio del formato que sí usan, no
repartir previamente entre los cinco ministros, los cincuenta expedientes, que
serán objeto de discusión y, en su caso, de resolución en cada sesión, sino que
solamente se entregan a cada ministro 10 expedientes, sumando los 50 de rigor,
de manera que cada ministro se hace cargo de preparar sus diez ponencias, de
las cuales se informa brevísimamente por boca de un secretario de estudio y
cuenta sobre el planteamiento de la litis de cada expediente, así como se
informa de los términos en que deberá ir la resolución propuesta, misma que
firman los cinco ministros.
No
es broma. Concedamos que durante las veces que asistió su servidor, invitado
por el gran amigo Gudiño, ya fallecido; en lugar de repartir 10 ponencias a
cada ministro, 50 en total para discutir en cada sesión, se hayan repartido y
ahora mismo se estén repartiendo los 50 expedientes a cada ministro, para cada
sesión; y los 100 expedientes para las dos sesiones de la semana. ¿Pueden
asegurarnos que cada ministro vio siquiera los forros de esos 100 expedientes?
¡Por favor ya basta de engaños!, ya basta de simulaciones, como lo expuso don
Juventino V Castro en la resolución sobre Aguas Blancas: cito de memoria, pero
sin el temor de ser desmentido: “vivimos, dijo, bajo la cultura del engaño y la
simulación; de manera que para mantener una mentira, se debe seguir mintiendo”.
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