20 abr 2007

El quid del asunto es la facilidad para obtener armas

Terreno abonado para otra masacre en la Universidad/Juan A. Herrero Brasas, profesor de Ética Social en la Universidad del Estado de California, EE UU
Tomado de EL MUNDO, 19/04/2007;
La espantosa matanza que, a manos de un estudiante, ha tenido lugar en una Universidad del Estado de Virginia (Virginia Tech) hará que se intensifique el debate sobre la libre venta de armas en Estados Unidos, instalado nuevamente en los medios. A preguntas de los periodistas, el portavoz de la Casa Blanca ha respondido que éste no es el momento de entrar en tal asunto, sino de pensar en las víctimas y acompañar en el dolor a sus familiares.
No se conocen los motivos que han llevado a Cho Seung-Hui -un estudiante surcoreano de origen humilde, criado en Estados Unidos- a cometer este asesinato masivo. Al parecer, estaba en tratamiento por depresión y ha dejado escrita una nota poco coherente en que manifestaba su rabia hacia los «niños de papá», «despilfarradores» y «cotillas». Ese tipo de rabietas y despechos surgen habitualmente en cualquier grupo de personas que se ven obligadas a convivir. Lo extraño es que el joven no fue a buscar a esos «niños de papá» y «despilfarradores», sino que se puso a disparar a diestro y siniestro, sin importarle a quien alcanzaran sus balas. Más aún, un par de horas antes de entrar a las aulas donde cayeron la mayoría de sus víctimas fue a buscar a quien posiblemente era su mejor amiga, y a ella fue a la primera que se cargó.
También sabemos que no se trató de un arrebato repentino, sino que, como en el recordado caso del instituto Columbine, la acción había sido probablemente planeada a lo largo de al menos un mes, a juzgar por la fecha de compra de una de las pistolas. Además, parece que había colgado una nota en internet avisando de que pensaba liarse a matar gente.
Todos estos datos apuntan, probablemente, a un mero desequilibrio mental. Pero, a falta de información más concreta, estamos ante la pura especulación. Sea cual sea la causa profunda, estas explosiones de violencia masiva por parte de un individuo han ocurrido en los últimos años, en mayor o menor escala, además de en Estados Unidos, en países muy dispares, incluido alguno de la UE. La diferencia es que, a causa de la facilidad con la que se puede comprar armas en EEUU, el resultado suele ser allí mucho más grave.
No me cabe duda de que si en España, por ejemplo, se permitiera la libre venta de armas, también se producirían incidentes de ese tipo. Contrariamente a lo que generalmente se cree, el trato social es en nuestro país mucho más hostil y agresivo que en Estados Unidos, como sabe cualquier persona que haya tenido la experiencia de conducir por las carreteras de ambos países o que haya vivido en los dos un periodo suficientemente extenso.
Los motivos últimos que han llevado a esta tragedia bien podrían revelarse en última instancia como puramente triviales, tales como el deseo de fama y notoriedad (tal fue uno de los motivos declarados en las grabaciones que dejaron los adolescentes que llevaron a cabo la masacre del instituto Columbine), o incluso un fenómeno de copycat, es decir, una acción mimética, un mero acto imitativo de lo que habían hecho otros y a base de lo cual consiguieron ser célebres (nótese que esta masacre se ha producido en el mismo mes y casi el mismo día que la matanza del Columbine, ocurrida el 20 de abril de 1999).
Sin más conocimiento de datos, es arriesgado especular sobre los motivos psicológicos o psicosociales que puedan haber influido en el joven surcoreano para cometer esta locura y después suicidarse. La vida universitaria a veces conlleva un gran estrés. El sistema educativo norteamericano es extraordinariamente competitivo. Frecuentemente, la tensión provocada por una gran rivalidad en las aulas se combina con cuestiones personales, lo que eleva la presión a la que están sometidos los alumnos a niveles máximos.
Es bastante habitual el caso de estudiantes extranjeros que viven bajo la amenaza de tener que volverse a sus países de origen -en muchos casos estados en los que hay conflictos bélicos- si no mantienen una determinada nota media, aunque no era tal la situación de Cho Seung-Hui. En otros casos, puede haber una potencial tensión en las relaciones entre estudiantes de diferentes procedencias sociales, geopolíticas o raciales. El presente semestre, por dar un ejemplo personal, yo imparto clases en una misma aula a varios ex-soldados israelíes junto con estudiantes árabes (uno de ellos iraquí), iraníes y marines estadounidenses que han estado destinados en Irak.
Pero ni en esa situación ni en otras de fuerte tensión que he vivido ocasionalmente en las aulas a lo largo de mis ya numerosos años de profesor en una universidad pública norteamericana se me ha pasado por la imaginación la posibilidad de que un estudiante pudiera sacar un arma y liarse a tiros en la clase. No se respira ese temor. Cuando tal cosa ocurre, se trata de algo absolutamente excepcional, y pienso que no tiene sus raíces en condiciones específicas de la vida universitaria.
La cuestión a tratar es, por tanto, la libre venta de armas. Puesto que las armas facilitan la realización de estos asesinatos masivos es lógico preguntarse si tales tragedias no se podrían evitar, bien por completo o al menos mitigar su gravedad, prohibiendo o restringiendo al máximo la venta.
Visto desde España, causa perplejidad el que, dada la periodicidad con que ocurren estas masacres en Estados Unidos, no se prohíba la libre venta de armas. Pero estamos hablando de una cultura que se rige por parámetros diferentes de la española. En la estadounidense, hay ciertas cuestiones de libertad personal que se ven como fundamentales. El derecho a portar armas es una de ellas, pero no la única. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos no se ha planteado en ningún momento seriamente el obligar a los ciudadanos a portar un documento nacional de identidad, y habría una fuerte reacción negativa si tal asunto se planteara a nivel legislativo. Y, por dar un ejemplo más, tan trascendental se vio la decisión de abolir el servicio militar obligatorio en aras a la libertad individual, allá por 1970, que a partir de ese momento las fuerzas armadas pasaron a denominarse The All-Volunteer Force (AVF), es decir, Fuerza Exclusivamente Voluntaria, con objeto de subrayar el carácter estrictamente voluntario del reclutamiento.
La tradición imperante en el pensamiento político estadounidense no es la del Estado paternalista, como en Europa continental, sino la tradición puritana de libertad, responsabilidad y castigo. El ciudadano puede comprar libremente un arma para defenderse y defender su propiedad si llega el caso, pero si lo utiliza para delinquir ello le puede acarrear la pena de muerte o la cadena perpetua sin posibilidad de redención. Ni lo uno ni lo otro existe en Europa.
Sin embargo, a estas cuestiones culturales también subyacen intereses económicos. La National Rifle Association (Asociación Nacional del Rifle) constituye un poderosísimo lobby que ejerce una fuerte presión sobre los legisladores para que no se restrinja la libertad de comprar armas. Aun así, sería erróneo pensar que la razón que explica la venta libre de armas en Estados Unidos se reduce exclusivamente a la presión de grupos de interés. Al igual que ocurre con la pena de muerte, también el mantenimiento de la libertad para adquirir armas cuenta con un fuerte apoyo popular.
De todos modos, poco a poco va ganando terreno entre la opinión pública la idea de que hay que restringir la venta de armas, y, de hecho, se van imponiendo ciertas restricciones, como la impuesta en el Estado de California, donde desde hace ya algunos años está prohibida la venta de ametralladoras.
No se negará que es un cierto avance.

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