13 abr 2015

Hilaria Rodham Clinton hacia el 2016

Hillary Clinton anuncia que será candidata a las elecciones de 2016
La demócrata, de 67 años, es la primera aspirante del partido a suceder a Obama
Una grabación de 2 minutos y 18 segundos de duración, 
YOLANDA MONGE, reportera

El País, Des Moines (Iowa) 13 ABR 2015 - 13:58 CEST
Hillary Rodham Clinton apretó este domingo el botón de reinicio, dando paso a Hillary 2.0. Admitiendo por fin lo evidente, que quiere ser presidenta de Estados Unidos, la ex secretaria de Estado intentará de nuevo lo que no logró en 2008, cuando un joven senador negro de Illinois le arrebataba la nominación demócrata a la Casa Blanca.
 “Cada día, América necesita un defensor, y yo voy a ser ese defensor”, asegura la exsenadora en el vídeo que ha utilizado para anunciar su candidatura de manera oficial. Sin embargo, la ya candidata no aparece en ese vídeo hasta pasado un minuto y treinta segundos. Las imágenes muestran diversidad, ya sea racial, económica y social. Hillary Clinton apela al votante, a todos los votantes, con un mensaje cercano basado en la economía: “Me voy a lanzar a la carretera para conseguir su voto”. Iowa, el primer Estado de la nación que celebra caucus le esperaba.

 A los 67 años, Hillary Clinton ya no puede permitirse los errores cometidos en 2008, porque es muy probable que sea ahora o ya nunca. Si entonces su campaña desembarcó en Iowa como un ejército que daba por ganada la batalla, en esta ocasión la ex secretaria de Estado ha optado por un perfil bajo para el gran anuncio (todo lo bajo que se puede permitir quien aspira a ser la primera mujer presidenta de EEUU). Si en 2008 el lema fue Hillary Para Presidenta, hoy es Hillary Para América, a pesar de que detrás de esa tres palabras vaya a haber finalmente más de 2.500 millones de dólares recaudados para la causa. 2016 no será sobre ella, será sobre el país.
 Clinton explica en el vídeo por qué ha decidido apostar por la presidencia. “Los americanos han luchado fuerte para salir de las dificultades económicas pero la balanza todavía está inclinada a favor de los que están arriba”, relata. La ex secretaria de Estado aboga en el vídeo por una economía en la que se pueda lograr algo más que solo “tirar para delante”. “Hay que poder situarse en cabeza y mantenerse ahí, porque cuando las familias son fuertes, América es fuerte”, concluye.
 No son actores quienes han participado en la grabación de 2 minutos y 18 segundos de duración, aseguran desde la camapaña. Ni los hermanos hispanos que enfrentan la apertura de un negocio con emoción; ni la pareja gay que asegura que se casará este verano; como no lo es la madre que explica que se cambia de barrio para que su hija pueda ir a un major colegio ni la pareja de negros que espera su primer hijo con ilusion.
Todo aquello que pretende defender Clinton durante la larga campaña que se avecina podrá hacerlo en los próximos días en Iowa. Primero el martes  en Monticello, con profesores y estudiantes. El miércoles en Norwalk, con dueños de pequeños comercios.
La gran noticia debía ocurrir este domingo al mediodía de Washington. Y sin embargo pasaban los minutos, primero y luego hasta tres horas y nada sucedía. Hasta que el veterano asesor de los Clinton John Podesta anunció en un correo electrónico lo inevitable. Se acabó la espera, una de las mujeres más famosas del planeta entraba en campaña.
Lejos queda la imagen del ‘Hill-A-Copter’, como llamó su campaña entonces al avión en el que aterrizó Clinton en Iowa en 2008 en su primer intento de alcanzar la Casa Blanca. “Le faltaba cercanía”, dice Stephanie Highfill, de paso por Des Moines desde Cedar Rapids para asistir a una boda. “Creo que en esta ocasión estrechará más manos”, añade Beth Meisner sobre una mujer que lleva viviendo en el interior de la burbuja del poder desde que en 1979 entró en la mansión del Gobernador de Arkansas como esposa de Bill Clinton.
Hillary Clinton intenta un cambio de imagen. Una variación en la narrativa de la partitura que le permita parecerse más a su marido, un animal social que conquista votantes, que al único presidente de EE UU que ha dimitido del cargo. “Me recuerda a Nixon”, declara Pat Buchanan, asesor de Richard Nixon y Ronald Reagan, a la revista New York. Se acabó el Im In For Win (estoy aquí para ganar) de 2008. Caducó el aire de grandeza, la sensación de derecho adquirido a ocupar el 1600 de Pensilvania Avenue.
La mujer que durante un discurso el año pasado en una convención de vendedores de coches reconocía no haber conducido uno desde 1996, no quiere ver su nombre junto a la palabra coronación. Tras el anuncio, la ex senadora se subía a un autobús y visitará en los próximos días los 99 condados con los que cuenta Iowa. Participará en pequeños actos, entrará en cafés y se acercará a los votantes, para escuchar sus preocupaciones y sobre todo explicar por qué quiere ser presidenta.
 Todo concuerda con el capítulo que la ex secretaria de Estado añadió a su biografía el pasado viernes. “Convertirme en abuela me ha hecho pensar mucho en la responsabilidad que todos tenemos como administradores del mundo que heredamos y que un día dejaremos en herencia. Ser abuela, en lugar de hacerme querer bajar el ritmo, me ha animado a acelerar”.
 “Estoy ahora más convencida que nunca de que nuestro futuro en el siglo XXI depende de asegurarnos de que un niño nacido en los Apalaches en el delta del Misisipi o en el valle del río Grande tiene las mismas posibilidades de éxito que tendra Charlotte [su nieta]", escribió Clinton.
 Para alguien que lleva mucho tiempo sin hacer campaña, una primera aproximación en distancia cortas resultará beneficioso y entrenará a la ex primera dama, cuyas últimas apariciones ante la prensa no han sido precisamente triunfantes –léase la comparecencia que tuvo en la sede de Naciones Unidas para explicar el caso de los correos electrónicos, donde se la vio perdida y casi novata en la puesta en escena–.
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¿Qué piensa Hillary Clinton de…?
Un repaso a las principales posturas defendidas por la candidata demócrata
CRISTINA F. PEREDA Washington 13 ABR 2015 - 12:57 CEST
Tras la salida de Estados Unidos de Irak y los avances de Obama en las relaciones con Cuba e Irán, Clinton puede enfrentarse durante la campaña -y su potencial presidencia- a un contexto internacional más complejo que el que encontró su predecesor. La candidata ha defendido como él que EE UU no puede resolver todos los problemas a nivel internacional “pero el país no afronta ningún conflicto que no se pueda resolver sin nosotros”. Estos son algunos de los asuntos internacionales sobre los que deberá responder Clinton en los próximos meses:
Siria: “A nadie le gusta perder un debate”
Eso escribió Clinton en sus memorias, 'Hard Choices', sobre la conversación con el presidente acerca de si EE UU debía armar a los rebeldes sirios o no. “Era su decisión y la respeto”. Tres años de conflicto después, Siria ha visto el avance del Estado Islámico y se ha convertido en un rompecabezas con infinitas ramificaciones en la región. Clinton hubiera apostado por armar a los rebeldes moderados a pesar de que EE UU se arriesgaba así a ayudar a los extremistas.
Como en el caso de la guerra de Irak, Clinton ha compartido abiertamente sus dudas sobre el plazo de 18 meses que impuso Obama en 2009, coincidiendo con un aumento de las tropas estadounidenses en el país. El plazo era “más rígido de lo que yo esperaba y me preocupó que pudiera enviar el mensaje equivocado a amigos y enemigos por igual”. El pasado verano, la exsecretaria se mostró abierta a mantener las tropas si así lo requiere Afganistán. “Depende de las condiciones sobre el terreno y de lo que nos pidan” afirmó en una conferencia en Nueva York.
Irak: “Me equivoqué, simple y claramente”
Hillary Clinton respaldó en 2002 la intervención del Gobierno de Bush en Irak, una decisión que, entre otros factores, pudo costarle la nominación en 2008 -Obama todavía no era senador en 2002 pero sí se había pronunciado en contra de la guerra. La delicada situación del país, afectado por los avances del Estado Islámico y la incesante violencia, puede servir sin embargo para convertir aquel voto de Clinton en un argumento electoral contra ella una vez más. La exsecretaria ha dicho después: “Me equivoqué, simple y claramente”. El tiempo y los votantes dirán si la rectificación es suficiente.
Lejos queda aquella escena en la que Clinton y su homólogo ruso apretaron el botón para ‘resetear’ las relaciones entre los dos países. La exsecretaria ha descrito a Putin como una amenaza para la región y ha acusado a algunos miembros de la UE de no querer enfrentarse a él. “Veo a un exagente de la KGB muy frío y calculador que quiere enriquecerse y a enriquecer a su entorno, pero también a revivir la influencia de Rusia más allá de sus fronteras”.
Israel: “Temía que EE UU quedase atrapado en una confrontación innecesaria”
En 'Hard Choices' también compartió sus diferencias con Obama con respecto a los asentamientos israelíes en territorios palestinos. El presidente quería negociar un alto en la construcción. La jefa de la diplomacia “temía que EE UU quedase atrapado en una confrontación innecesaria”.
La esfera internacional es el punto fuerte de Clinton tras sus cuatro años al frente de la diplomacia estadounidense y su larga carrera en defensa de los derechos de las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, de cara a los votantes norteamericanos, la candidata deberá demostrar que sigue estando cerca de los asuntos que más importan a los ciudadanos. Su postura en temas sociales le aleja además de cualquier candidato republicano y le puede ayudar a convencer a los votantes más jóvenes que desconocen el resto de su trayectoria.
Educación: Sindicatos y escuelas 'charter'
Clinton defendió en la campaña de 2007 el derecho de los profesores a pertenecer a sindicatos para negociar sus condiciones laborales y ha criticado duramente los exámenes que sirven para determinar el nivel de los estudiantes y la calidad del trabajo de los maestros. La candidata demócrata es partidaria de vincular el salario de los profesores a los resultados de los estudiantes, a diferencia de como se hace en la actualidad, así como de promover las escuelas charter -uno de los argumentos de su posible rival, Jeb Bush.
Aborto: “Debería ser seguro, legal y poco frecuente”
Este testimonio de Clinton en 2009 ante un comité del Congreso resume su postura al respecto: “La planificación familiar es una parte importante de la salud de las mujeres y esto incluye acceso al aborto, que debería ser seguro, legal y poco frecuente. He pasado mucho tiempo intentando reducir la tasa de abortos y en mi experiencia, la planificación familiar y buena atención médica, contribuyen a lograrlo. Mantener a hombres y mujeres en la ignorancia y negarles atención médica eleva el número de abortos”.
Mujeres: “La fuente de talento menos aprovechada del mundo”
La exsecretaria sostiene que la igualdad de derechos de las mujeres “es el asunto pendiente del siglo XXI”. En 1995, Clinton sorprendió en la Conferencia sobre Derechos Humanos de Pekín al afirmar que “los derechos de las mujeres son derechos humanos y los derechos humanos también son derechos de las mujeres”. Desde que fuera primera dama ha defendido que “las mujeres son la fuente de talento menos aprovechada del mundo” y que “cuando las mujeres tienen salud y educación, sus familias avanzan; si no sufren violencia, sus familias avanzan. Si las mujeres tienen una oportunidad de trabajar y ganar un salario como miembros iguales de la sociedad, sus familias también avanzarán”.
Desigualdad: “La brecha sólo ha empeorado”
En uno de sus últimos discursos antes de anunciar su candidatura, Clinton denunció la desigualdad en las ciudades de EE UU. “La brecha sólo ha empeorado. Tienen algunos de los ciudadanos más dinámicos, mejor educados y más ricos del mundo, mientras que otros están atascados en una pobreza generacional”.
“Los derechos de los homosexuales son derechos humanos”
El Tribunal Supremo declaró en 2013 que la ley que definía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer era inconstitucional. Aquella normativa la aprobó en 1996 Bill Clinton y su esposa nunca se ha pronunciado en su contra. La primera dama esperó hasta marzo de 2013 para defender el derecho a casarse de los homosexuales y asegura que éste debe ser establecido por los Estados, no por el Gobierno federal. Su falta de claridad al respecto puede ser un obstáculo para algunos votantes demócratas, especialmente entre los jóvenes.
Raza: “Todos debemos luchar contra algunas verdades difíciles”
Los disturbios en Ferguson tras la muerte de Michael Brown sirvieron a Clinton para hablar de racismo como no lo hizo ningún político en ese momento. “Todos debemos luchar contra algunas verdades difíciles acerca de la raza y la justicia en EE UU. A pesar de todo el progreso alcanzado, los afroamericanos, especialmente los hombres, todavía tienen más probabilidades de que les pare y les investigue la policía, les acusen de delitos y les condenen a penas de prisión más altas.
Cambio climático: “La ciencia es implacable”
Así de claro lo dejó Clinton en un discurso en diciembre del año pasado. La demócrata, que aún no ha clarificado su postura con respecto a Keystone, el proyecto para construir un oleoducto desde Canadá hasta el Golfo de México, se muestra firme sin embargo en la continuación de las políticas ambientales de Obama. “Las medidas que ha tomado el presidente no tienen precedentes y debemos protegerlas por encima de todo”.
Inmigración: respaldo a la reforma de Obama
“Yo respaldo las medidas del presidente para arreglar nuestro sistema migratorio”, dijo Clinton en un comunicado después de que Obama anunciara la regularización de casi cinco millones de indocumentados a través de una orden ejecutiva en noviembre de 2014. La reforma migratoria puede haber perdido fuerza como uno de los temas más decisivos de la próxima campaña electoral, pero la importancia del voto hispano hace que sí sea clave la postura de los candidatos.
Control de las armas: “Una minoría no puede aterrorizar a la mayoría”
La candidata demócrata ha ido mucho más lejos que otros políticos al hablar del control de la posesión y uso de armas de fuego. Según Clinton, EE UU no puede dejar “que una minoría mantenga una posición que aterrorice a la mayoría”. La exsecretaria también se declaró “decepcionada” por el #
Cuando Hillary empezó a ser Hillary
En Wellesley, la universidad donde dio sus primeros pasos en la política, la candidata demócrata es una figura venerada: una líder para los libros de historia
MARC BASSETS Wellesley (Massachusetts) 13 ABR 2015 - 10:22 CEST
Hillary apoyaba entonces a los republicanos. Era una de sus primeras campañas electorales y reclutaba voluntarias en Wellesley College, la universidad donde estudiaba.
“La chica que no quiera salir a la calle a estrechar manos puede mecanografiar cartas o dedicarse al trabajo de oficina”, declaró Hillary Rodham a The Wellesley News.
La archivera de la universidad ha colocado en una mesa los volúmenes encuadernados de los años sesenta del semanario de Wellesley. Entre ellos, el ejemplar del 13 de octubre de 1966, con la noticia sobre la campaña para las elecciones locales y estatales de aquel año. También carpetas con recortes de periódicos. Y una copia de la tesis de final de carrera de su alumna más ilustre.
Todo empezó aquí, en este campus de construcciones góticas en las afueras de Boston (Massachusetts), unos años antes de conocer a Bill Clinton, su futuro marido y presidente de Estados Unidos. En Wellesley, Hillary dejó de ser republicana y se convirtió en demócrata; su nombre salió por primera vez en los papeles; y, el 31 de mayo 1969, en el acto de graduación de su promoción, pronunció su primer discurso ante una audiencia de centenares de personas.
Ahora, profesores, alumnas y administrativos la veneran. Es una figura casi intocable. La exalumna con más éxito. La que, con su nombre, atrae a nuevos estudiantes y con la que siempre se asociará a este campus. La que aspira a ser, después de 44 hombres, la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
Wellesley, ahora como hace medio siglo, es un lugar especial, una isla donde las mujeres pueden educarse y liderar sin la sombra de la discriminación
En Wellesley, Hillary Clinton ya es presidenta.
“Pese a nuestras diferencias ideológicas, y pese a que discrepe en algunas cosas, es una mujer que ha logrado tantas cosas y ha hecho tanto por romper el techo de cristal que no puedo hacer más que respetarla”.
La estudiante Lizamaria Arias es miembro de la dirección ejecutiva del Partido Republicano en Wellesley. En sus primeros años aquí, Hillary Rodham fue la presidenta de las Young Republicans, la misma organización a la que pertenece Arias.
En un campus donde los progresistas son mayoría, Lizamaria, como Hillary en 1966, es una excepción. Ella dice que es republicana porque cree en la libertad del individuo para labrarse su propio camino.
¿Votaría por Hillary Clinton? “No estoy preparada para contestar. Pero sin duda lo consideraría”, responde. En tiempos de polarización política, encontrar en Estados Unidos a un republicano dispuesto a votar a Clinton es una anomalía. Sólo puede ocurrir en Wellesley.
Lizamaria Arias, nacida en 1995 en el estado de Maryland, es hija de un guatemalteco y una colombiana. Pertenece a la minoría latina, la más pujante del país con más de 50 millones en un país de más de 310 millones.
Es posible que, sin Hillary Clinton, Arias no hubiese estudiado en Wellesley. Explica que a los 16 o 17 años leyó ‘Historia viva’, sus memorias. Descubrió que la mujer que fue primera dama de Estados Unidos en los años noventa, senadora y candidata a la nominación del Partido Demócrata en la década pasada y secretaria de Estado después, fue alumna de Wellesley y que Wellesley forjó su carácter.
Para las alumnas de Wellesley, Hillary Clinton es una personalidad cercana y remota, un personaje para los libros de historia. Cuando Bill Clinton juró por primera vez el cargo de presidente, faltaban dos años para que Lizamaria Arias naciese. Cuando Bill y Hillary abandonaron la Casa Blanca al final del segundo mandato, tenía seis años. El drama por las relaciones de Bill con la becaria Monica Lewinsky, la guerra de Irak, la derrota ante Barack Obama en la nominación demócrata en 2008, son recuerdos lejanos o episodios que ha conocido por los libros o por personas mayores.
Clinton es pasado. Y es futuro: la esperanza de que sea ella quien rompa el techo de cristal de la presidencia, este límite que a simple vista parece inexistente pero que ninguna mujer ha franqueado en este país. Sus años en Wellesley forman parte de la memoria de la institución.
¿Publicar fotos de la tesis de Hillary Clinton? No sin permiso. “Le advierto de que la señora Clinton posee el ‘copyright’ de este material”, dice la archivera.
Como estudiante de ciencias políticas creo que una cosa es la política y otra la vida personal. Son cosas distintas”
¿El escándalo Lewinsky? Una representante del campus que supervisa una entrevista a dos alumnas tercia: “Creo que esto no entra en el ámbito de su papel como mujer afiliada a Wellesley”. Una alumna responde: “Como estudiante de ciencias políticas creo que una cosa es la política y otra la vida personal. Son cosas distintas”.
Wellesley, ahora como hace medio siglo, es un lugar especial, una isla donde las mujeres pueden educarse y liderar sin la sombra de la discriminación y la competición masculina. Es una de las ‘seven sisters’, o siete hermanas, la versión exclusivamente femenina de la Ivy League, la élite de la élite en la educación superior estadounidenses.
Sin Wellesley, Hillary nunca habría sido lo que es.
“El increíble aplomo y confianza en sí mismas es algo que no deja de impresionarme de las estudiantes de 18 o 19 años en Wellesley. En otros campus esto no existe”, dice Arias. “Aquí las mujeres son mujeres. No las describiría como chicas”.
Cuando Hillary Rodham, nacida en 1947, llegó al campus en 1965, era una muchacha de los barrios de clase media en el norte de Chicago, y Wellesley, una institución tradicional que formaba a buenas esposas y madres.
“La mayoría de mujeres que se graduaron en 1969, como la mayoría de mujeres que aquel año iba a la universidad, preveían trabajar sólo hasta que se casasen o tuviesen el primer hijo. Pocas se graduaron con objetivos y planes profesionales. La mayoría aún creía que es mejor que los hombres se ganen el pan y las mujeres sean esposas”, escribió, tres décadas después, la periodista Miriam Horn en ‘Rebels with white gloves’ (Rebeldes con guantes blancos), un libro sobre las mujeres de la promoción de Hillary Clinton.
Alan Schechter las conoce. Con Hillary Clinton se cartea y habla esporádicamente.
Conversar con Schechter, profesor emérito de ciencias políticas, es una inmersión en el Wellesley de los años sesenta, un momento de explosión social y política. “En 1962, el colegio no me habría contratado si yo no hubiera estado casado. Les preocupaban mucho los hombres solteros”, dice.
Wellesley era una burbuja. Este campus no era Berkeley: los ecos de las protestas estudiantiles, de Vietnam y del movimiento por los derechos civiles llegaban amortiguados.
“En la primavera de 1968, Hillary todavía era republicana, aunque moderada”, recuerda Schechter, que vio en ella “habilidades de liderazgo en pleno desarrollo”. El profesor le consiguió una beca para trabajar durante el verano con el grupo republicano en el Congreso, en Washington, con el congresista Melvin Laird.
Estados Unidos era un país en metamorfosis. Como Hillary. Las leyes sobre los derechos civiles, la incipiente lucha por la igualdad de las mujeres y las dudas sobre la guerra de Vietnam —miles de muchachos coetáneos suyos morían en la jungla del sureste asiático— contribuyeron a su transformación.
“Regresó en otoño de 1968 y me dijo: ‘Quiero escribir una tesis de final de carrera sobre la pobreza’”, dice Schechter. “Esto era un signo de que su ideología había cambiado”.
La tesis, de 88 páginas, lleva por título 'Sólo existe la lucha… Un análisis del modelo Alinsky'. Se trata de un estudio sobre el izquierdista Saul Alinsky, el activista de Chicago que años después inspiraría al joven Obama.
Hillary Rodham se había vuelto demócrata, pero no revolucionaria ni hippy. Cuando hubo que cambiar las normas que regulaban la entrada de chicos en Wellesley, prefirió el diálogo con las autoridades universitarias a la confrontación.
“Algunos estudiantes querían tomar el edificio de la administración. La visión de Hillary era: ‘Veamos cómo les convencemos de que nosotros tenemos razón y ellos no’. Es un enfoque pragmático”, dice el profesor. Pura triangulación, por usar la palabra que designaría los equilibrismos ideológicos del matrimonio Clinton en los años de la Casa Blanca.
Cuando hubo que cambiar las normas que regulaban la entrada de chicos en Wellesley, prefirió el diálogo con las autoridades universitarias a la confrontación
El paso de Hillary por Wellesley concluyó con el discurso de graduación. Por primera vez hablaba una estudiante, además del invitado de honor, que aquel año fue Ed Brooke, senador republicano (y negro) por Massachusetts. Brooke criticó en su discurso las “protestas coercitivas” de las nuevas generaciones. Hillary reaccionó improvisando y criticando al senador. Causó un pequeño escándalo.
“Ella se veía como una igual con Ed Brooke”, dice Schechter. El diario The Boston Globe y la revista Life se hicieron eco de sus palabras.
“Habla en nombre de su generación”, decían unos. “¿Pero quién se ha creído?”, se indignaban otros. “Los elogios y los ataques”, escribió Hillary Clinton en sus memorias, “anticiparon lo que vendría más tarde”.Hillary ya era Hillary. Tras graduarse en Wellesley, ingresó en la escuela de leyes de Yale. Allí conoció a Bill.
El Wellesley de 2015 es un lugar tan idílico y aislado como entonces. Sigue siendo sólo para mujeres (Vassar, otra de las ‘siete hermanas’, es mixta desde 1969). Pero Estados Unidos no ha dejado de transformarse. Como el campus.
“Wellesley aceptará peticiones de ingreso de mujeres trans”, se lee en la primera plana del número del pasado 11 de marzo de ‘The Wellesley College’. Las aulas se abrirán a cualquier persona que se identifique como mujer, aunque haya nacido hombre.
¿Una mujer presidenta? En 1969 habría sido casi tan difícil de imaginar como la admisión de transexuales.
¿Y una latina presidenta?
“Quien sabe lo que traerá el futuro”, responde la latina (y republicana) Lizamaria Arias a la pregunta sobre si se ve algún día en el cargo. “No puedo contestar en este momento. Si el país lo necesita, nunca voy a decir no a mi país. Pero tampoco es lo que me propongo ahora. Están bien lejos ahorita. Esto es lo bueno de este colegio. Ser presidente no es algo que esté muy fuera del alcance. Me encanta el mensaje de Wellesley”.
—¿Cuál es el mensaje? ¿Que todo es posible?
—Básicamente, sí. Con mucho trabajo.

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