Psiquiatría, política y posverdad/Mercedes Navío Acosta es psiquiatra y bioeticista.
El País, 17 de febrero de 2017
“Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la gente prefiere juzgar”, enunciaba la sentencia junguiana aún vigente. De la psiquiatría clásica pueden rescatarse autores de diferentes escuelas que se ocuparon de la arquitectura de nuestro pensamiento, y de sus desordenes y consecuencias. Dilthey y Jasper sentaron las bases de las diferencias epistemológicas entre la Explicación de vocación objetiva y que establece inferencias causales, y la Comprensión preñada de subjetividad y buscadora de sentido. Castilla del Pino ya nos advertía de los dos momentos consecutivos que componen el juicio de realidad, y de los riesgos de confundirlos: el primero denotativo o constatativo de la mera existencia de un objeto que en la medida en que puede ser visto, oído, tocado, verificable, se puede tener de él evidencia; y el segundo, connotativo, interpretativo, que cuando se refiere a conductas de otro ser humano es un juicio de intención, una conjetura presumida, a lo sumo verosímil, probabilística, pero en definitiva, solo creencia.