10 abr 2025

Los aranceles de Trump y la voluntad de poder/

  Los aranceles de Trump y la voluntad de poder/ Richard K. Sherwin, Professor Emeritus of Law at New York Law School, is a co-editor (with Danielle Celermajer) of A Cultural History of Law in the Modern Age (Bloomsbury, 2021).

 Project Syndicate, Miércoles, 09/Abr/2025
En los días transcurridos desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desató su tsunami arancelario sobre el mundo, economistas, inversores y líderes empresariales han cuestionado casi universalmente su racionalidad. En carácter de política, tienen razón al rascarse la cabeza. Pero los aranceles de Trump no son simplemente una cuestión de política. Se corresponden con los rasgos distintivos de su movimiento MAGA ("Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”): desprecio por la ciencia y el estado de derecho, mentiras persistentes y una propensión a la teoría irracional.

Ya antes hemos sido testigos de esta aceptación de la sinrazón, acompañada de afirmaciones de poder igualmente grandiosas. La conocida fascinación de Hitler por la teosofía, el gnosticismo y la eugenesia no fue un fenómeno aislado. Durante la década de 1930, la idea del psicoanalista Carl Jung del autocrecimiento o “individuación” era considerada por muchos (incluido Jung) como el destino especial de la raza aria. Las conocidas reuniones de Eranos durante este período, que incluyeron a prestigiosos académicos como Mircea Eliade (que apoyó públicamente a la Guardia de Hierro fascista rumana), Henry Corbin y Gershom Scholem, se han visto ensombrecidas (no del todo justamente) por la influencia de la política antiilustrada.

Para Trump, los aranceles son mucho más que un cambio de política económica. Forman parte de un conjunto de herramientas para la transformación política y cultural. El 2 de abril fue el “Día de la Liberación”. Trump se ve a sí mismo alterando el orden global de forma radical y sin ayuda de nadie mediante un acto hercúleo de pura voluntad. Sin duda, es probable que los aranceles de Trump empeoren materialmente la vida de la gente en todo el mundo -en particular de los norteamericanos-. Pero los detalles importan menos que el espectáculo heroico en sí: la demostración del líder de la capacidad de MAGA para captar nuestra atención generando conmoción y asombro. Para tomar prestado el mantra de Silicon Valley (que resuena en las ensoñaciones gnósticas), hay que actuar con rapidez y romper cosas para liberar la energía creativa, incluido el espíritu de la patria. Los líderes místicos liberan los instintos mutilados de los grilletes culturales convencionales, como el “cristianismo totalmente incongruente” que, como dijo Jung, había sido “injertado en los muñones” del espíritu ario.

¿Quién más podría movilizar esas fuerzas transformadoras sino el gran líder, el que, como dijo Nietzsche, lleva el caos dentro para dar a luz a “una estrella danzante”? Ese es el discurso de MAGA. La prueba es la siguiente: ¿estás dispuesto a aceptar el dolor que ello conlleva? Esto no es tanto una implementación de la política como un rito de iniciación colectiva, o una operación psicológica masiva. Como comprendieron los propagandistas soviéticos, inducir a amigos y enemigos por igual a repetir falsedades obvias es una prueba fiable de poder.

También lo es declarar el estado de emergencia, como hizo Trump para justificar sus aranceles. Declaraciones como éstas encarnan una reivindicación de soberanía suprema. Como escribió el jurista nazi Carl Schmitt, la decisión ejecutiva de instaurar un “estado de excepción” determina el significado de la soberanía en la práctica. Es un acto autocumplido: declarar una emergencia es la emergencia. Es una de las formas en que se pone fin al estado de derecho.

Un estado de excepción aborda tanto cómo sobrevivirá la nación como quién sobrevivirá. Por eso Schmitt divide a las personas en amigos y enemigos. Por ejemplo, la definición de amigos de Elon Musk se puede inferir de las empresas que posee, como X.AI, Neuralink y SpaceX. Según esta lectura, los amigos de Musk son la vanguardia evolutiva de la humanidad: los que están más informados sobre la IA, incluso cibermejorados, y quizá destinados a colonizar Marte.

Los enemigos, en cambio, no tienen derecho ni a la preocupación ni a los recursos de la sociedad. En este sentido, Trump se centra sobre todo en los “inmigrantes ilegales”, a quienes describe habitualmente como “alimañas” y “animales”. Al definir cualquier clase “desnacionalizada” de “otros” como una subespecie discreta, Trump los sitúa fuera de las salvaguardias de la ley.

Los aranceles de Trump reflejan los impulsos antiilustrados más amplios del movimiento MAGA. Puede que afirmen su preocupación por “reequilibrar” el comercio global, restaurar las industrias manufactureras de Estados Unidos y aumentar los ingresos. Pero, fundamentalmente, sus aranceles son una expresión de la voluntad de poder, con un toque metafísico.

La adopción del irracionalismo en Europa durante la década de 1930 facilitó el auge del fascismo. Las narrativas míticas actuales -desde la conciencia “evolutiva” potenciada por la IA hasta el cosmismo ruso y la "noocracia”de Vladimir Putin (que reivindica una especie de nacionalismo ruso, también arraigado en el destino evolutivo del hombre y que comparte el deseo de Musk de colonizar otros mundos)- cumplen una función comparable: la de totalizar el poder.

Lo que la noocracia tiene en común con multimillonarios como Musk y el movimiento MAGA (incluyendo su contingente New Age “MAHA” (Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser sano) liderado por el secretario de Salud estadounidense, Robert F. Kennedy, Jr., es el culto a la personalidad que los sustenta. Solo Putin puede ser el salvador del pueblo ruso. Solo Musk puede llevar a sus seguidores al siguiente nivel de evolución de la conciencia. Solo Trump puede hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande rompiendo el viejo orden e instaurando uno nuevo. La sumisión al líder es lo que lo hace posible.

Sí, la facción populista del “espíritu del pueblo” y la facción libertaria/de Silicon Valley de Musk encarnan intereses y objetivos contradictorios. La intensa rivalidad y la pugna por la influencia dentro del movimiento MAGA entre Steve Bannon (por los populistas) y Musk es solo la punta del iceberg.

Pero esta división hasta ahora ha sido modulada, y posiblemente explotada, por Trump y sus leales. Después de todo, es el líder quien encarna en exclusiva el espíritu místico, creativo-destructivo, cuyo poder puede guiar a la nación hacia su destino. Queda por ver si ese destino empodera a las masas (como insiste Bannon) o a libertarios multimillonarios como Musk y Peter Thiel. No pueden ser ambos.

Por ahora, como lo demuestran claramente los aranceles de Trump, una política comercial sólida queda relegada a un segundo plano ante el objetivo de ambas partes: la consolidación de la autocracia. El “Día de la Liberación” ha alertado a todos los que se han unido a MAGA de que, sin Trump como centro, el movimiento que tanto les ha prometido se derrumbará.



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