31 mar 2019

Perdón histórico, el atrevimiento de López Obrador/

Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
Perdón histórico, el atrevimiento de López Obrador/JUDITH AMADOR TELLO...
Las reacciones a la postura emitida por el presidente­ el lunes 25 a través de un video para solicitar el perdón del rey de España y del papa Francisco –por los crímenes contra el mundo indígena durante la Conquista– no se hicieron esperar. Aquí se resume la polémica y se incluyen las reflexiones de tres historiadores mexicanos: Carlos Aguirre Rojas, Rodrigo Martínez Baracs y Ricardo Pérez Montfort.
Menudo alboroto provocó el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando, a través de un video grabado en la zona arqueológica de Comalcalco en Tabasco, dio a conocer que envió sendas cartas al rey Felipe VI de España y al papa Francisco para solicitarles realizar “un relato de agravios” y pedir perdón a los pueblos por las matanzas e imposiciones cometidas durante la llamada Conquista hecha hace 500 años “con la espada y con la cruz”.

Su idea es que a lo largo de los próximos dos años se recuerden hechos como la matanza de Cholula, la Noche Triste o “Noche Alegre” (según el lado que se mire), la caída de Tenochtitlán, y que 2021 sea el año de la reconciliación y se recuerde el 200 aniversario de la consumación de la Independencia, así como en junio de 2025 los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, expresó acompañado de su esposa la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller.
Las reacciones no se hicieron esperar en ambos lados del Atlántico: desde los rechazos más iracundos de los políticos españoles, en plena batalla preelectoral, y el del escritor Arturo Pérez-Reverte; los que invitaron a reflexionar sobre la situación actual de los indios, como Mario Vargas Llosa, hasta los conciliadores que piden, a la luz del quinto centenario de la llegada de Hernán Cortés a Mesoamérica, reflexionar sobre el pasado y el presente. 
El corresponsal de Proceso en España. Alejandro Gutiérrez, reportó a la agencia Apro que el líder del derechista Partido Popular, Pablo Casado, consideró la petición de AMLO como “una afrenta para España”; la vicepresidenta del gobierno español Carmen Calvo afirmó que el rey (cuya esposa Letizia es mexicana) “no tiene que pedir perdón a ningún país, y no va a ocurrir…”. En cambio, la vocera de Podemos, Ione Belarra, destacó que “López Obrador es el digno presidente de México. Tiene mucha razón en exigirle al rey que pida perdón por los abusos de la ‘Conquista’”, y hasta ofreció que si su partido llega al gobierno “habrá un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas”.
El escritor Pérez-Reverte escribió airado en su cuenta de Twitter:
“Que se disculpe él, que tiene apellidos españoles y vive allí. Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no lo cree, es un sinvergüenza.”
Desde la tribuna del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española realizado en Córdoba, Argentina, Vargas Llosa señaló a su vez:
“El mandatario mexicano se equivocó de destinatarios, esa carta debió mandársela él mismo y responderse o respondernos a la pregunta de por qué México, que hace cinco siglos se incorporó al mundo occidental gracias a España y que desde hace 200 años es independiente y soberano, tiene todavía tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes, explotados.”
En el periódico El Español se publicó el pasado 27 de marzo que Gutiérrez Müller “tiene una postura muy marcada sobre la Conquista e insiste en las redes sociales en que el rey pida perdón”. La noticia se tituló: “La mujer de AMLO, una historiadora detrás de la petición de disculpas a España por la Conquista” (https://www.elespanol.com/mundo/20190327/amlo-historiadora-detras-peticion-disculpas-espana-conquista/386461514_0.html).
Proceso solicitó a la historiadora aclarar si tuvo relación con la idea y respondió por WhatsApp a través de su asistente:
“El presidente es un conocedor de la historia de México. Tiene libros publicados sobre diferentes etapas de la vida nacional. No es súbito su interés en pensar y repensar la Conquista de México, la Guerra de Reforma u otros acontecimientos nacionales. Gustosa de la historia, también yo, compartimos muchos puntos de vista sobre episodios del país y conversamos sobre ello como cualquier pareja interesada en estos temas. Él redacta sus cartas, discursos y contenidos en redes sociales. A veces me los comparte antes para leerlos, si da tiempo.”
Este semanario entrevistó vía telefónica a los historiadores Carlos Aguirre Rojas, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; Rodrigo Martínez Baracs, de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia; y Ricardo Pérez Montfort, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Aquí sus reflexiones:
Aguirre Rojas:
Honestamente, la idea de López Obrador está fuera de lugar porque se hace eco de una vieja hipótesis de la historiografía que considera que el mejor indio es el indio muerto. Al indio del pasado se le puede glorificar, reivindicar, defender y decir que es una de nuestras raíces, parte de nuestra nacionalidad, pero al mismo tiempo al indio vivo se le ignora cuando se ve su pobreza.
López Obrador trata de reivindicar a los indígenas de hace 500 años e ignora de manera escandalosa e inaceptable la situación de los indígenas hoy. Señaló dos puntos: primero, toda la campaña a la Presidencia de la República hecha en 2018 por el Congreso Nacional Indígena con Marichuy (María de Jesús Patricio, quien consideró la demanda de AMLO como una simulación), donde se denunció el peligro de exterminio real que sufren los pueblos indios pues están siendo despojados de sus territorios por las compañías mineras, sus aguas están siendo contaminadas, sus bosques están siendo destruidos, las presas inundan literalmente sus pueblos.
Esta agresión no es de ayer ni de anteayer, lleva 15 o 20 años en este extremo agudo y López Obrador lo está ignorando, pero está defendiendo a los indios de hace 500 años.
La segunda cuestión es que López Obrador no ha dicho una palabra de cómo resolverá el problema de Chiapas que tiene ya 25 años, los reclamos de los dignos indígenas neozapatistas son absolutamente aceptados por todos los sectores del país, gozan de una gran simpatía popular y él no ha dicho de qué manera los va a enfrentar.
Si se trata de pedir perdón, sería mil veces más urgente y más importante hacerlo por lo que se les está haciendo a los indígenas en México ahora que por lo de hace 500 años. Fue un verdadero genocidio, eso sí lo creo, y hay que decirlo con todas sus letras, y bueno, la historia de la humanidad es de crímenes, masacres, genocidios, guerras, torturas… Si vamos a pedir perdón sobre toda la violencia injusta desplegada en la historia de la humanidad no vamos a acabar nunca.
En otro aspecto pienso que López Obrador lo está haciendo como un elemento distractor porque, desde el punto de vista de la política exterior mexicana, su gobierno está repitiendo el giro que se dio a partir del gobierno de Vicente Fox, luego con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, que tuvieron una actitud y un servilismo vergonzoso hacia Estados Unidos, y lo está repitiendo López Obrador, por eso Trump dice que tiene a un gran amigo en el presidente de México.
Martínez Baracs
Solicitar perdón no sirve para nada, son meramente cosas de políticos. La Conquista fue un acontecimiento muy importante en la historia de México, el más importante, es una revolución enorme, frente a ella las revoluciones de Independencia, Reforma y Revolución mexicana son acontecimientos menores… La Conquista puede considerarse la primera transformación, o sea que ahorita sería la quinta transformación.
Entonces no tiene sentido hablar en esos términos. Lo importante, ahora que son los 500 años y que se despertó el interés por el tema, es que la gente tenga conciencia de qué es lo que comenzó y de todo lo que cambió. Es un proceso tremendo. La cuestión es cómo conmemorar el asunto. Y ya fue pensado y resuelto cuando los 500 años del descubrimiento de América: Miguel León-Portilla dijo: “No hay que celebrar, hay que conmemorar el Encuentro de Dos Mundos”.
No se trata de celebrar, sino de conmemorar, o sea, hacer memoria juntos, no sólo a nivel académico, sino toda la gente, hacer una reflexión de conjunto sobre cuál es la importancia de este enorme hecho de la historia no sólo mexicana, sino americana y finalmente del mundo, pues es demasiado importante como para reducirlo a la confrontación con los españoles, eso no tiene ningún sentido.
No quisiera usar esa palabra, pero es un desacierto pedir una disculpa. Lo que hubo fue una guerra de conquista (…) La historia del ser humano es una historia de latrocinios, todos han sido estados teocráticos y militaristas. Y eso es muy feo y peligroso, y hay que darse cuenta de que sí, los españoles llegaron con una tecnología superior pero no vinieron a matar a la gente, eso ya se está aceptando, aunque hay quien todavía insiste en el genocidio. Los españoles hicieron una guerra, pero después para nada iban a querer matar a los indios, hubiesen estado locos, si era una fuerza de trabajo súper organizada. 
Los pueblos vecinos estaban hartos de los mexicas porque no sólo conquistaban pueblos y reinos cercanos y lejanos, sino que había una represión brutal, y salía carísimo hacerles la guerra, trasladar a miles de hombres a combatir, entonces imagínese que los españoles fueron los liberadores y la Conquista se puede ver como el gran momento de transformación político, social, cultural, religioso, lingüístico, todo.
El mero momento de la Conquista sí es un levantamiento, una gran rebelión indígena contra los mexicas que aprovechó la llegada de los españoles con su tecnología. Fueron indígenas quienes se levantaron y muchos de los abusos más terribles los hicieron los tlaxcaltecas en la matanza de Cholula, se los comían delante de los españoles. Lo que pasó en México tuvo su dramatismo, pero todo el Continente Americano fue conquistado, fue un encuentro de dos mundos… Entonces que un presidente de acá le esté reclamando al rey del otro lado porque nos mataron en Cholula, no tiene sentido.
La politización de la historia está haciendo mucho daño. Claro, los hechos deben discutirse entre los historiadores y ver la manera de transmitir el conocimiento y el interés al resto de la gente, pero sin la cuestión partidaria que está invadiendo y corrompiendo toda nuestra sociedad, y sobre aspectos concretos, y no: “¡ay pobres indios y qué malos españoles!”. Lo importante para nosotros es buscar la verdad.
El historiador no puede transigir con nada ni nadie, ni con el Estado, y menos estos herederos trasnochados de la concepción liberal, porque la cosa antiespañola no es indígena, ellos estaban contentos en la Colonia y eso se anuló con la Independencia; la cuestión antiespañola es española, es de los criollos superreaccionarios que se independizaron de España, no por patriotismo, sino porque no querían que les aplicaran la constitución liberal de Cádiz, que estableció que indios y españoles eran iguales. Por eso nos independizamos para seguirlos explotando, después ya se da la Independencia y cambia la retórica, se acababa de salir del régimen español y había que denigrarlo.
Pérez Montfort
Se está armando una tormenta en un vaso de agua. Esto es producto de una concepción muy mala de una historia muy elemental, en donde los pueblos deben pedir perdón y lavar culpas. Nosotros, o al menos yo como historiador, no estoy facultado o no tengo la intención de convertirme en un árbitro. El ser humano comete aberraciones, holocaustos y cosas de ese tipo, pero es un fenómeno implícito en él, es un gran depredador.
Preferiría, en vez de pensar en pedir perdón por lo sucedió hace 500 años, que además ya es irremediable, pues no se puede hacer nada al respecto, que estuvieran pendientes de lo que está pasando ahora, todas las barbaridades que está haciendo Donald Trump con el pueblo de México, con la relación entre México y Estados Unidos, los conflictos entre Maduro y Estados Unidos y los afanes intervencionistas.
La Conquista fue una calamidad, realmente una tragedia para la humanidad, pero me parece que empezar a señalar que los españoles fueron culpables de la destrucción de Mesoamérica es un poco vano; el gobierno de López Obrador debería estar preocupado por otras cosas mucho más importantes.
Sí servirá, desde luego, hacer reuniones académicas y políticas para reflexionar sobre este tipo de barbaridades que el ser humano protagoniza a lo largo de su historia, discutir, conversar, intercambiar opiniones; pero, como decía Edmundo O’Gorman, la historia no se hizo para regañar, se hizo para tratar de entender, para encontrar explicaciones y, desde luego, para ver las consecuencias que puede provocar el ser humano.
De repente, en vez de culpar y señalar a los responsables de lo sucedido hace 500 años, no estaría nada mal que se hiciera algo respecto de los que nos pusieron en la situación actual. Si a alguien hay que culpar es a Calderón, a Fox, a Peña Nieto, no al rey de España, pues pobre diablo, en el fondo es igual de limitado.
¿Desvarío?
El medio español Tercera información publicó un editorial titulado “López Obrador no desvaría”, en la cual señala (https://www.tercerainformacion.es/opinion/opinion
/2019/03/27/ lopez-obrador-no-desvaria):
“El gobierno español ha reaccionado como una virgen ultrajada…”
Y asentó: 
“Podría pensarse que la exigencia de López Obrador es un disparate porque es evidente que no es de recibo exigir cuentas a un país por los atropellos y matanzas que se cometieron en su nombre cuando reinaba Carolo, pero es que no se trata de eso en absoluto.”
Para argumentar:
“Lo que se pretende es aprovechar la efeméride para realizar una reparación histórica a las comunidades indígenas, sometidas a la opresión y el exterminio no sólo en los tiempos en los que en España no se ponía el sol, sino también después de la independencia… En definitiva, no se trata de reescribir la historia, sino de efectuar un ejercicio de catarsis para cerrar las heridas que aún se consideran abiertas.”
Y habría que volver también al libro Visión de los vencidos, ya clásico, de Miguel León-Portilla, ahora que el historiador se encuentra hospitalizado desde hace poco más de dos meses.
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Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
"Soberbia españolista": Felipe Echenique/
ROBERTO PONCE
El historiador Felipe Ignacio Echenique March se pregunta: “¿Debe la Corona de España pedir perdón por lo que permitieron y prohijaron sus antepasados en la invasión, conquista, dominación y exterminio de pueblos y comunidades en lo que otros llamaron América, durante tres siglos?”.
E inflexible, él mismo se responde:
“Yo creo que sí.”
–¿Por qué?
 –Porque al ser la actual Corona de España la “legítima” heredera de ese pasado que a sangre y fuego se erigió, debe asumirlo plena y totalmente; no sólo por sus frutos, que la enriquecieron, sino también por los infortunios y genocidios que permitieron la acumulación de capital que la ha mantenido desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Para Echenique March (DF, 1955) “el binomio pasado-presente” no se puede disolver “como algunos pretenden”, alegando que la casa reinante de nuestros tiempos (la de Borbones) supuestamente no es la que llevó a cabo la Conquista, sino que fue la de los Austrias. Y entonces, esclarece:
“Es una argucia leguleya de pura apariencia, ese argumento no tiene soporte histórico, la Conquista de lo que hoy es la República Mexicana no se detuvo con la conquista de Temixtitan –o como hoy se le llama, Tenochtitlan–, sino que siguió en el tiempo y se extendió hasta el final del periodo colonial en lo que llamaban el septentrión novohispano: las actuales Californias, Utha, Colorado, Nuevo México, y las provincias internas de Sonora, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Tamaulipas, Durango, etcétera.”
El investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y autor de los cuatro volúmenes Miguel Hidalgo y Costilla, documentos de su vida (INAH, 2010) asienta: 
 “Desde mi punto de vista, lo anterior dejar ver claramente que la Corona y la Iglesia, como instituciones que trascienden los tiempos, son responsables del pasado porque lo han heredado y sólo por ello están donde están, ostentando lo que tienen justamente por ese pasado que, ¡cuidado!, no estoy diciendo que sea legítimo, ¿eh?; pero sí constatable. No aceptarlo es soberbia.
“¿Quién se ha hecho cargo de esos genocidios y atrocidades sin siquiera reconocerlos? Ya no se trata sólo de lo actuado en aquellos tiempos, sino de lo que sigue sucediendo hoy. Algo deberían decir aquí las empresas Repsol, Iberdrola, OHL, Zuma Energía, Gas Natural Fenosa, Abengoa, Acciona Energía, Gamesa, Sener y ACS, BBVA, Banco Santander, ACS e Hidralia Energía, la termoeléctrica de Amilcingo, etcétera…”
Pedir disculpa, agrega, “quizá lleve a un buen acto de contrición que no va más allá de un genuino o fingido arrepentimiento; pero si el arrepentimiento no se acompaña de un cambio de actitud, es pura simulación”. Porque tras la incursión de escritores como Pérez Reverte o Vargas Llosa, “tigres de papel” quienes de paso insultaron al presidente de México Andrés Manuel López Obrador por la petición de disculpa, Felipe Echenique suelta:
“La soberbia del rey Felipe VI de España está exhibida, al igual que la imbecilidad de muchos españolistas también. El ‘pleito’ no era con ellos, sino con unas instituciones que a estas alturas ni siquiera gozan de muy buena fama. Pero en fin. Allá ellos.”
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Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
Jaque al rey/LUIS BARJAU *
Dos especialistas, a solicitud de Proceso, reflexionan en sendos artículos sobre la polémica desatada por el presidente López Obrador: El primero, Luis Barjau,­ etnólogo,­ investigador de la Dirección de Estudios­ Históricos­ del INAH, y autor de La conquista de La Malinche­ (Planeta/Conaculta, 2009), se pregunta si destruir una civilización milenaria no merece al menos “una protocolaria disculpa”. Por su parte, Leonel Durán, antropólogo egresado de la ENAH y exsubsecretario de Cultura de la Secretaría de Educación Pública, cree que “no se ofende al llamar a los agravios por su nombre” y que pedir perdón enaltece.
Ya circula una carta en las vehementes redes, no firmada, que divulga el “grupo Reforma,” pero que sólo dice que el presidente de México pidió al rey de España “el reconocimiento de los agravios causados y [que] redacten un relato compartido, público y socializado de su historia común”, etcétera, a propósito del recuerdo, que no conmemoración, de 500 años del arribo de Cortés a Cozumel y del próximo 2021, en que se cumplen también los 500 de la caída de México-Tenochtitlan.
Tema realmente delicado, por las pasiones que puede desatar. Pero no parece pretexto para que el majadero escritor Arturo Pérez Reverte o el “lambón” de su colega Mario Vargas Llosa se pronuncien con tanto desenfado.
El anti-gachupinismo mexicano­ duró bastante después de la Independencia de 1810. Fue una especie de constante idiosincrásica de ciertos sectores mexicanos, pero que lentamente se disolvió. Ahora lo reviven los propios españoles y algunos colados.
Destruir una civilización milenaria sí es causa de un remordimiento que al menos merece una protocolaria disculpa. Independientemente de cuáles hayan sido las argucias y peripecias y coyunturas en que ocurrió tal catástrofe. Independientemente de que aquello haya ocurrido hace cinco siglos y de que la historia sea irreversible. E independientemente de que el tesoro descubierto por los españoles no haya quedado precisamente en sus manos.
Ahora es simple lo que se trata: los mexicanos no queremos conmemorar aquellos hechos que solo recordamos; los españoles, desde luego, no tienen derecho a festejar nada y lo que les conviene es el olvido. No del “descubrimiento” de América: sólo de las matanzas perpetradas.
Es cierto que la Conquista no la hizo la monarquía española, sino los mil 500 hombres de Hernán (contando más o menos a los mil de Pánfilo de Narváez, que al ver vencido a su jefe por Cortés, se unieron a él), ¡y más los 100 mil guerreros que se le unieron para derribar a su tirano: el mexica! Una coyuntura prodigiosa. Un tema que las ciencias sociales han visto con cierta indiferencia.
No obstante esta verdad, se difundió con presuntuosa insistencia: “Un puñado de 500 españoles venció a un imperio”. ¿Cómo se creó esa frase?
De la misma manera en que se difundió por el mundo que los indios americanos le sacaban el corazón diariamente a millares de víctimas; comían carne humana; eran sométicos y malos; cobardes; de poca fe e inconstantes, idólatras y poseídos durante siglos por Satanás.
Hay verdades y no todas las mentiras son perversas. Cortés logró alianza indígena con la promesa de romper el régimen tributario que oprimía, por parte de la Triple Alianza (México, Tacuba y Texcoco), a tantos pueblos indígenas. Esta fue una verdad a medias. Hernán Cortés no sólo no cumplió, sino que se montó en la estructura de tal sistema para que, esta vez, él fuera el depositario del tributo. Es cierto que entonces no exigió ni productos regionales ni excesivos servicios personales: pedía solamente oro, que para los indígenas tan sólo era un adorno.
El 18 de octubre de 1519 Hernán Cortés invitó a todos los principales de Cholula a un gran patio del palacio que los alojaba, con objeto de despedirse porque continuaría su ruta hacia Tenochtitlan. El local tenía sólo cuatro accesos por pequeñas puertas y en cada uno puso guardia a caballo, con soldados con armaduras, espadas, lanzas y arcabuces. Una vez que todos estuvieron concentrados en el patio, tras la señal de un disparo desató una matanza contra los cholultecas desarmados, que duró una hora y dejó alrededor de –dicen los propios cronistas españoles– 5 mil muertos. ¿Tienen importancia las causas y los propósitos de tal operación? Probablemente sí, para las pesquisas del historiador que quiere explicar estrategias y oscuros propósitos de la Conquista.
Hacia el 15 de mayo de ese mismo año, Pedro de Alvarado (al cual tanto admira Pérez-Reverte) hizo lo mismo en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Cortés había regresado a Cempoala para combatir a Pánfilo de Narváez, que era enviado del gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, para meter en cintura al desobediente Cortés. Por solicitud de Alvarado a Moctezuma, se reunió en la fiesta de Tóxcatl, celebrada cada año en el Templo Mayor, a la totalidad de principales y grandes jefes guerreros para que intervinieran en la gran danza que se ofrecía a Tezcatli­poca. López de Gómara, Bernal, Vázquez de Tapia, El Códice Ramírez, Diego Durán, Sahagún, Alva Ixtlilxóchitl y otros cronistas escribieron que la matanza hecha por Alvarado, a una señal, dejó tendidos a unos 600 señores. Los que intentaron escapar escalando los muros fueron bajados a tiros. “La nobleza mexicana allí falleció casi toda” se escribió en la Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias.
Es del todo dudoso que Alvarado tomara por su cuenta tal decisión de una matanza, que fue idéntica a la ordenada por Cortés en Cholula. Y es creíble que, habiendo quedado por alcalde a la partida de Cortés a la costa, éste haya dejado instrucciones precisas.
Porque después Cortés en sus Cartas de Relación, sobre aquel drama, ni siquiera menciona a Alvarado por su nombre. Cuando regresó Cortés y “se enteró” de los sucesos, no emitió ningún reclamo al asesino, al cual ya había humillado y castigado por un delito menor cometido en Cozumel, cuando, adelantándose a la flota procedente de Cuba y arribando primero que nadie a la isla, robó objetos de oro y de barro en el templo del lugar.
El 14 de noviembre los estresados españoles rodeados en el palacio de Axayácatl y que mantenían con grilletes a Moctezuma, lo obligaron a pronunciar desde una terraza un discurso que buscara apaciguar a las masas indígenas enardecidas.
Unas fuentes dicen que surgió una pedrada de la multitud, que acertó en la sien derecha del monarca; otras, que algún soldado español hundió un espadín por “las partes bajas” del tlatoani. Esta última versión es poco creíble, puesto que Moctezuma, aún prisionero, era un escudo de mucho peso para los españoles acorralados. Como quiera que fuera, su muerte fue causada por los españoles.
Por último, vino la batalla de Tenoch­titlan, que a juicio de Bernal Díaz del Castillo, combatiente y cronista del momento, duró 93 días con sus noches. Tres meses. Hasta el 13 de agosto de 1521.
Al final de la horrenda destrucción apareció por las calles, yendo a la Plaza Mayor, la fila del pueblo desgraciado que se había escondido: mujeres, ancianos y niños transidos de hambre, esqueléticos de haber comido sólo tierra y raíces. Fue mentira entonces, también, que los mexicas comían carne humana a la menor provocación. En una ciudad surcada de cadáveres, los aterrados y escondidos pudieron haberse mantenido tres meses en copiosos banquetes.
“En los caminos yacen dardos rotos/los cabellos están esparcidos/ y en las paredes están salpicados los sesos”, lloró el gran poema de los Cantares Mexicanos.
Cuauhtémoc, derrotado, frente a un Hernán Cortés bajo un hermoso palio indígena en una terraza de la Calzada de Tacuba, ya legendario desde su silla savonarola, escuchaba las últimas palabras del héroe: “toma el puñal sobre tu cintura y mátame con él, que ya no pude defender más a mi pueblo y estoy vencido”.
De la ciudad no quedó piedra sobre piedra. ¿Por qué?
Tal vez el emisario de la cultura de Occidente se percatara, bajo el polvo de la batalla, que esta ciudad estaba intrínsecamente edificada con los hondos postulados de su religiosidad y que había que desmontarla para hacer surgir un nuevo mundo.
La población del reino azteca, que culminó una historia milenaria, sufrió una merma de 80% o más. Por la peste que se creó con el contacto biológico; por el genocidio de las batallas; por el desánimo espiritual de los indígenas sobrevivientes en un nuevo régimen y en un mundo inimaginable.
Si Cortés actuó por su cuenta, sin la aprobación de la Corona española, que delegaba sus instrucciones al virrey de Santo Domingo y al gobernador de Cuba opositores de los actos de su tercer enviado, pero que una vez que vio lo que había conquistado el gran conquistador, rápidamente preparó a sus virreyes para el control de la Nueva España, entonces, bien podría pedir disculpas a los indios de México. A nombre de Cortés.
Pero mejor que eso, en convenio con el gobierno de México, el Reino de España podría invertir (ya que es el segundo inversionista en México) en inteligentes proyectos para acelerar la economía de los grupos marginados del país. Y el gobierno de México bien podría matizar esa gran inversión en los mismos rubros de inversión económica española, consiguiendo el aporte de otros países que cuenten con una menor dosis de historia colonial, como los escandinavos u otros, por ejemplo.
Es cierto que conquista es conquista. Y que no se anda con lindezas. Aunque es bueno apuntar que en las conquistas hay antecedentes de rivalidad comercial y de conflictos de guerra, cosa que no ocurrió aquí.
Es cierto que no se debe (ni se puede) vivir en las pútridas aguas del rencor. Pero no tiene nada de malo pedir a quienes borraron del mapa a toda una civilización milenaria como la mesoamericana, paradigma único e insustituible sobre la realidad del mundo y del ser, que hagan una reflexión cabal sobre los hechos del pasado.
Y es cierto también que los gobiernos de México están en deuda con los descen­dientes de los pueblos originarios: millones de indígenas que pueblan su territorio. 
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La carta abre generosas posibilidades/LEONEL DURÁN
 Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
Creo que la carta del presidente de México Andrés Manuel López Obrador al rey de España abre un escenario de generosas posibilidades en las relaciones entre nuestros países e inicia un proceso de reconciliación a partir de la conmemoración de la conquista de Tenochtitlan en 1521: de que se pida perdón y se haga una revisión histórica y se reconozcan los agravios que se cometieron durante la Conquista y que sufrieron los pueblos originarios.
Esta petición ha generado una polémica, que no toma en cuenta que ya ha sido un recurso de acercamiento de varios gobiernos con sus poblaciones originarias, al reconocer las atrocidades cometidas para construir nuevas modalidades de relaciones humanas. Y sobran ejemplos: el gobierno de España con José Luis Rodríguez Zapatero, pide disculpas por la expulsión de los españoles judíos sefaradíes, y también el respeto que expresa a los expulsados de la Guerra Civil de 1938. También lo han llevado a cabo Holanda, Canadá, Francia, y el gobierno alemán que ofreció disculpas al gobierno de Israel por el Holocausto. Así mismo, el Papa Francisco pidió perdón por los graves abusos, crímenes y pecados cometidos por las monarquías europeas y la Iglesia contra los pueblos originarios de América: Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios (Bolivia, 2015).
Las referencias anteriores muestran que pedir perdón enaltece y no es algo nuevo o desconocido. Hablar del pasado es un buen principio para construir un mejor futuro en las relaciones humanas y entre los países.
El manifiesto del presidente López Obrador tiene sentido, y es una oportunidad histórica de mayor acercamiento entre México y España, que no ofende por llamar a los agravios por lo que fueron. Un asesinato no puede tener otro nombre, un asesino no puede tener otro adjetivo, una masacre por más antigua que sea tiene un nombre que el tiempo no borra: los asesinatos de Moctezuma Xocoyotzin y Cuauhtémoc, las torturas, el aperreamiento con mastines españoles contra nativos indefensos, o las torturas para exigir oro y más oro, su guerra bacteriológica de viruela provocada ex profeso y que provocó epidemias devastadoras. Asimismo, traer a millones de esclavos africanos para su trabajo en las minas y en los obrajes.
Desde luego, conocemos que la España del siglo XVI era un Estado en construcción a partir de sus diversidades étnicas. Una España que aún no salía de la Edad Media con sus hechos, costumbres y pensamientos. También, que son múltiples los agravios que están registrados como la Leyenda Negra de España. Así mismo, es importante reconocer que también hay infinidad de hechos luminosos, sobre todo de los siglos XVII y XVIII –que debemos tener presentes y provienen de las culturas de España que nos enriquecieron y forman parte indiscutible de nuestra cultura y personalidad.
Después, se dio la ruptura con España en 1810 por el nacimiento de una nueva nación, que no rompió los lazos indisolubles de México y España, dado que nos une un patrimonio en común, de enorme potencial para el futuro de nuestras naciones.
No sé si 2021 se convierta en el año de la reconciliación histórica, pero simbólicamente sí puede ser el inicio de un verdadero encuentro construido conjuntamente. Creo que ese es el sentido de la comunicación del presidente de México al rey de España. La oportunidad de analizar la historia común por su revisión, análisis y reflexión en el campo de la historia y por diversas manifestaciones posibles de una voluntad compartida: mirar el pasado para construir un proyecto común de futuro. Existe ya un camino previamente andado, en las interrogaciones y diálogos que se llevaron a cabo con motivo del Quinto Centenario, interrumpidos en 1992, cuando los participantes se interrogaban: “Qué somos, con qué contamos y qué podríamos ser”, como se preguntaron Arturo Uslar Pietri, Silvio Zavala, Enrique M. Barba, Joaquim Veríssimo Serrao y José Manuel Pérez Prendes.
Ahora, con la polémica iniciativa, se trata de recuperar un diálogo, que no debe interrumpirse, promisorio de nuevas alboradas. Esta es la esencia de la propuesta del presidente de México Andrés Manuel López Obrador, que convoca al diálogo para asumir “un destino de encrucijada y encuentro”, como lo expresó Uslar Pietri, de la Venezuela hoy agobiada por el imperio y sus súbditos. Las vinculaciones con España y México nunca han dejado de existir, ni aun durante el inmenso drama de la Guerra Civil española, porque hay una comunidad histórica que demanda avanzar juntos, una oportunidad propicia con una visión de futuro.
Por qué no iniciar el diálogo con el reconocimiento de las dos líneas vivas de la descendencia de Moctezuma Xocoyotzin: la reconocida e identificada en España y la línea de descendencia en México de doña Isabel Moctezuma. Convoquémoslas para iniciar y compartir un proyecto de futuro. El diálogo nos enriquecerá. No tienen cabida las opiniones superfluas y sin sustento histórico, como la de aquellos políticos en campaña electoral, ni mucho menos con insultos al presidente de México que agravian a millones de mexicanos.

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