7 oct 2007

El Che: 40 aniversario

REPORTAJE: EL CHE ÍNTIMO/Mauricio Vicent
"Te podría decir que te extraño"
Documentos inéditos facilitados por su viuda, Aleida March, revelan aspectos íntimos del mítico guerrillero convertido en icono global
Publicado en El País, 07/10/2007:

Ernesto Guevara (1928-1967) no es sólo el guerrillero convertido en icono global. Hay otro Che. El que leía a Marx y Lenin, pero también a Goytisolo, Baroja y Papini. El que escribía a su mujer, Aleida: "Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño". Cuarenta años después de su muerte, la viuda ha facilitado a EL PAÍS materiales inéditos que muestran al Che más íntimo y desconocido.
Mi única: aprovecho el viaje de un amigo para mandarte estas letras; claro que podrían ir por correo, pero a uno le parece más íntimo el camino paraoficial. Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño, pero sé que...". Escrita el 2 diciembre de 1966 en el campamento guerrillero de Ñancahuasú, en Bolivia, esta carta fue la última que recibió Aleida March de su esposo, Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che. Cuatro meses después comenzaron los combates con el ejército boliviano y, el 8 de octubre de 1967, convertido ya en un mito revolucionario, Guevara fue capturado en la Quebrada del Yuro. Al día siguiente, el Che cayó bajo las balas de la ametralladora del soldado Mario Terán en la escuela pública del poblado de La Higuera.
Terán cumplía órdenes del Gobierno de Bolivia y éste a su vez de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA). La única consigna precisa que recibió de sus superiores para el asesinato fue no disparar al guerrillero en la cara.
La orden tenía sentido. La participación del Che junto a Fidel Castro en la lucha insurgente de Sierra Maestra y el papel que jugó después como comandante y ministro de la revolución cubana, así como su vocación por liberar a las bravas al Tercer Mundo, habían cincelado una biografía impecable de héroe rebelde.
En 1965, cuando renunció a todos sus cargos para marchar a combatir en el Congo, y después a Bolivia, Guevara escaló a la categoría de ejemplo peligroso. Por eso, aquel mediodía en La Higuera, la CIA lo quería muerto y bien muerto, pero con el rostro reconocible, para exhibir el trofeo y acabar con la leyenda.
La estrategia no tuvo éxito. En pleno siglo XXI, el Che sigue siendo un icono revolucionario muy poderoso. Millones de personas han pasado por su mausoleo en la ciudad cubana de Santa Clara, y la famosa foto que le tomó Alberto Korda en 1960, con boina y la mirada extraviada, aparece tanto en barricadas de izquierda como en camisetas y productos de marca.
Para sus enemigos, lo más relevante de su vida son sus fracasos. Aun así, 40 años después de su muerte, en el despacho oficial del actual presidente de Bolivia, Evo Morales, hay una foto de Guevara.
En la misma casa de La Habana que fue su hogar durante años -hoy, parte de las instalaciones del Centro de Estudios Che Guevara-, Aleida March guarda numerosos documentos, cartas y textos inéditos que ofrecen una visión íntima del hombre tras el mito de piedra.
Está, por ejemplo, la carta que le escribió el 14 de agosto de 1965 desde la selva del Congo, y que hoy se publica por primera vez. El Che le cuenta, con sentido del humor y medio en clave, que, a falta de combates, pasa gran parte del tiempo escribiendo y dedicado al estudio. "Estoy manejando aceptablemente bien el idioma, mis matemáticas van bien y voy a ser catedrático del Capital a fuerza de releerlo (cada vez con más ganas, como el Quijote)".
Junto al fusil y las balas, Guevara llevaba un índice de lecturas en una vieja agenda de teléfonos. Durante aquella frustrada experiencia guerrillera del Congo, entre abril y noviembre de 1965, anotó a Carlos Marx, Lenin y Mao Tse Tung, pero también a José Martí; Pío Baroja; La Ilíada y La Odisea, de Homero; México insurgente, de John Reed, y la polémica obra de teatro La noche de los asesinos, del dramaturgo cubano José Triana, que acababa de publicarse meses antes y que después sería convertida en una obra maldita en la época más gris de la cultura cubana. En 1966, mientras preparaba el que sería su último combate, además de los clásicos marxistas, en el plan de lecturas del Che estaban Shakespeare, Papini, Lezama Lima y Goytisolo.
"Leía todo el tiempo y de todo, le apasionaba la literatura", recuerda Aleida, su compañera de luchas guerrilleras en Villa Clara y madre de cuatro de sus cinco hijos: Aleida, Celia, Camilo y Ernesto.
Muchas de las cartas que le escribió desde el Congo, y después desde Tanzania, Praga y Bolivia, no se han publicado nunca. Otros textos y apuntes sobre economía y filosofía que elaboró en ese mismo periodo han empezado a conocerse recientemente. Coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de su muerte, Aleida March ha puesto a disposición de EL PAÍS algunos materiales inéditos y otros escasamente divulgados en Europa que descubren a un Ernesto Guevara poco conocido.
En estas páginas aparece el Che que supo anticipar el fracaso del socialismo soviético 25 años antes de la desaparición de la Unión Soviética; el Che que se carteaba con poetas como León Felipe y que escribía poesía el mismo; el hombre de acción que a la vez era un teórico que trabajó en dos textos, uno sobre economía política y otro sobre filosofía, muy críticos con los manuales que convirtieron el marxismo-leninismo en "una Biblia".
Temprano, siendo ministro de Industria, el Che fue capaz de señalar lo malo de la revolución con palabras como éstas: "Lo que menos me agrada es nuestra falta de valentía en ocasiones para afrontar ciertas realidades, a veces económicas y a veces políticas (...)". A veces -admitió durante un encuentro con estudiantes norteamericanos- "hemos tenido compañeros que siguen la política del avestruz, de esconder la cabeza. En los problemas económicos le hemos echado la culpa a la sequía, al imperialismo".
"¿Y el ejército, qué?"
Materiales como el anterior, incluido en el libro Che desde la Memoria y otros recogidos en el polémico Apuntes críticos de la Economía Política, han sido publicados recientemente por el Centro de Estudios Che Guevara sin omitir los juicios más ácidos del guerrillero cubano-argentino sobre el socialismo supuestamente real.
Para los más ortodoxos, este Che punzante e iconoclasta aún no es fácil de digerir.
"Por desgracia, tras su muerte, muchos convirtieron al Che en un ídolo acartonado y vacío de matices críticos y de la complejidad de su pensamiento", asegura un ex dirigente cubano que colaboró con él al triunfo de la revolución.
La mayoría de los apuntes económicos -y los filosóficos que todavía no se han editado- los redactó o sistematizó el Che entre 1965 y 1966, durante los meses que pasó en Tanzania y Praga después de salir del Congo. Son comentarios y señalamientos al entonces vigente Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, en su edición al español de 1963. Guevara somete a revisión todo el texto, escrito en época de Stalin, y hace observaciones como estas: "Hay muchas afirmaciones en este libro que se parecen a la fórmula de la Santísima Trinidad; no se entienden pero la fe lo resuelve".
En algunos casos llega a la irreverencia, como cuando comenta el capítulo sobre la "construcción de la economía socialista en los países europeos de democracia popular". "La puntilla", dice. "Esto parece escrito para niños o para estúpidos. Y el ejército soviético ¿qué? ¿Se rascó los huevos?".
En uno de los textos que será incluido en los Apuntes filosóficos se muestra a un Che en guerra contra los esquemas y dogmas al comentar un pasaje de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, de Federico Engels. "Los científicos", afirma Guevara, "han hecho aportaciones valiosas al campo de la filosofía y de la economía, pero la base idealista los lleva por caminos extraviados. Hay que liquidar el dogmatismo y abordar los nuevos problemas que se plantean con el espíritu abierto a cierto agnosticismo científico".
Estos textos del Che, desde luego, no son los de un revisionista. Todo lo contrario. Guevara no reniega de su visión del hombre nuevo, ni de sus posiciones radicales contra todo lo que sean "concesiones" al capitalismo o a la economía de mercado. El Che era un marxista convencido y su lucha por despojar el marxismo-leninismo de ataduras doctrinarias, y de enfrentar lo que Néstor Kohan llama las "tendencias burocráticas que pretendían congelar la revolución, reducirla a un solo país y aprisionarla en los pasillos ministeriales", era para asegurar el éxito del socialismo, no para cuestionar su validez.
"Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales son incalculables", escribió Guevara al justificar la necesidad de sus apuntes.
Según señala Aleida March a EL PAÍS, "la relevancia de estos documentos, inéditos o no, reside en que a través de ellos se pueden comprender mejor sus sueños y aspiraciones, su vasta cultura y sobre todo su obra creadora en la construcción de la nueva Cuba. Su lucha teórica no es sólo contra la interpretación estalinista de la historia, es sobre todo una lucha contra los dogmas que encerraron al marxismo y pretendieron eliminar partes muy sustanciosas, como es el humanismo marxista".
Cartas a León Felipe
El 21 de agosto de 1964, meses antes de partir hacia la guerrilla del Congo, Guevara escribía al poeta español León Felipe: "Maestro: hace ya varios años, al tomar el poder la revolución, recibí su último libro dedicado por Ud. Nunca se lo agradecí, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi mesa de cabecera es El Ciervo ; pocas veces puedo leerlo porque todavía en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente es un pecado de lesa dirigencia...".
El 27 de marzo de 1965, días antes de que el Che entrara clandestinamente al Congo, el poeta, ya a punto de cumplir 81 años, le escribía desde México: "Mi querido amigo Che Guevara. Le escribo a Ud. ya muy viejo y muy torpón, pero le debo a Ud. un abrazo que no quiero irme sin dárselo. (...) Le envío como recuerdo el autógrafo del último poema que escribí hace unos días. Salud y alegría".
León Felipe murió en 1968, un año después del asesinato del Che.
Junto a la correspondencia privada y de Estado, Aleida conserva numerosas cartas y notas breves que Guevara le escribió a ella y a sus hijos, como una postal enviada a Camilo (hoy abogado) desde Dar-es-Salaam, capital de Tanzania: "Camilito: hoy hablé con mi amigo Pepe el Caimán y le conté que a ti no te gusta mucho la escuela y que estás un poquitín malcriado. Lo fotografiamos en el momento en que me estaba diciendo que podías venir a su escuela, que él te enseñaría muchas cosas buenas.
[En el reverso, un cocodrilo amenazador tiene la boca abierta]".
Durante 40 años, Aleida guardó celosamente estos recuerdos, hasta que escribió Evocación, un libro de memorias íntimas que revela el lado más desconocido del mito revolucionario. Evocación será publicado el próximo año en España, e incluye cartas, reflexiones, postales, poemas y otros textos inéditos de Guevara, junto al testimonio de la mujer que estuvo a su lado ocho años y que quizá mejor conoce la psicología de un hombre que antepuso sus ideales revolucionarios a su propia vida.
En uno de los capítulos, Aleida cuenta cómo "bajo la influencia directa del Che", que "de forma permanente ejercitaba su capacidad de persuasión", poco a poco ella se fue "enrojeciendo". "Trataba de enseñarme y convencerme, paso a paso, sobre mi equivocación del comunismo, sin que yo sintiera ninguna imposición".
Tras el triunfo de la revolución y debido a los severos ataques de asma que sufría el Che, la pareja se instaló temporalmente en una casa en Tarará, a las afueras de La Habana. Pronto esa casa se convirtió en un centro de conspiración revolucionaria, cuando todavía el Gobierno cubano incluía partidarios de tendencias moderadas. "Fidel nos encargó preparar en secreto un grupo de leyes revolucionarias; la principal, la ley de reforma agraria", recuerda Alfredo Guevara, hombre muy cercano a Fidel Castro desde los tiempos de la universidad y desde entonces vinculado al partido comunista.
El equipo estaba integrado por varias personas, además del mismo Alfredo: el Che; Raúl Castro y su esposa, Vilma Espín; el geólogo Antonio Núñez Jiménez; por supuesto, Fidel, y algunos invitados ocasionales. "A veces venían sólo algunos, a veces todos, y a veces estaban solos el Che y Fidel", recuerda Aleida de aquellas sesiones de trabajo que duraban hasta la madrugada.
Según Alfredo, todos estaban aprendiendo sobre la marcha, pero el que más preparación y conocimientos teóricos de marxismo tenía era el Che. "Y era el que iba más lejos en sus planteamientos". La primera ley de reforma agraria se promulgó el 17 de mayo de 1959 y supuso la confirmación del carácter radical que tomaría la revolución, marcando el comienzo del enfrentamiento directo con Estados Unidos.
Una de las grandes preguntas de la revolución es qué papel jugo en verdad el Che en su rumbo, qué peso tuvieron sus posiciones radicales en aquellos primeros momentos que definirían el futuro; en definitiva, cuánto influyó el Che en Fidel Castro.
Según Alfredo Guevara, el Che estuvo en todas las decisiones importantes. "Fidel encontró en su vida demasiados espejos; el Che no era espejo, tenía cultura y criterio propio. El Che le hablaba de igual a igual, era un igual, quizá el único de nosotros", afirma. "El Che sabía que Fidel era el jefe, y Fidel escuchaba y respetaba al Che; era una complicidad perfecta".
"Un día llegó Fidel y dijo que a partir de ese momento nos reuniríamos una vez a la semana en el Banco Nacional, que no se podía dirigir un país sin saber cómo funcionaba el banco", recuerda Alfredo Guevara. El 26 de noviembre de 1959, el Che fue designado presidente del Banco Nacional de Cuba. Antes había sido jefe militar en la fortaleza de la Cabaña y jefe del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria; después, a partir de 1961 y hasta su salida de Cuba, ministro de Industria.
ia."Yo lo respetaba como militar; después, no. Como dirigente fue un desastre". El ex comandante de la revolución Eloy Gutiérrez Menoyo, que pasó 22 años en una cárcel por alzarse en armas contra Fidel Castro, resume los argumentos de los detractores del Che: su papel en los fusilamientos de los primeros meses de la revolución; "su extremismo, que le hizo ser un fiero defensor del centralismo y la estatización absoluta, lo que desarboló la economía y Cuba todavía lo está pagando ahora"; su teoría del hombre nuevo y contra los estímulos materiales -"fíjese lo que la gente está pidiendo hoy"; y, por supuesto, "su aventurerismo".
¿Héroe o villano? Después de 40 años, todavía continúa la discusión. Según Alfredo Guevara, el Che se mostró consecuente con sus ideas y "estuvo siempre dispuesto a convertir lo que pensaba en acción, pero acción inteligente. El hombre más allá del icono era un intelectual riguroso y antidogmático, y eso se conoce poco o no se quiere conocer".
El 14 de agosto de 1965, el Che escribe a Aleida desde el Congo: "Hay momentos en que casi veo crecer a los muchachos y leyendo a Hugo (leo a destajo por aquí) me enternezco. Son los días míos, pero no del estudio [la actividad militar], no rindo lo que debiera. Además, la vuelta se hace más lenta así". En Tanzania, meses después, mientras esperaba la preparación de una nueva operación guerrillera -todavía no tenía definida cuál-, el Che siguió trabajando en sus apuntes filosóficos. El 4 de diciembre le escribe una carta al dirigente cubano Armando Hart: "En este largo periodo de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir".
El Che le comenta que elaboró un plan de estudios para él y que podría ser mejorado y servir de base para el estudio de la filosofía en Cuba. Bromea sobre la revolución: "Ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar". Dos años más tarde, una ráfaga de ametralladora acabó con su vida en la pequeña escuelita de La Higuera. Es la historia conocida. Después comenzó el mito.
Cuando el Che recitaba los versos de Machado a Líster
"...DE MONTE A MAR esta palabra mía: / si mi pluma valiera tu pistola / de capitán contento moriría". En septiembre de 1956, poco después de salir de la cárcel en México y dos meses antes de partir hacia Cuba en el yate Granma, el Che, en la clandestinidad, visita a su primera esposa, la economista peruana Hilda Gadea, y a su hija Hildita en la casa en que vivían en el Distrito Federal.


Ambas fallecieron ya, pero antes de morir, Gadea contó que ese día el Che les recitó los versos que Antonio Machado dedicó al general Líster.El Che siempre tuvo gran cercanía al exilio republicano español. Tras el triunfo de la revolución mantuvo buenas relaciones con el militar Alberto Bayo, que había entrenado al grupo de Castro en México y con quien jugaba al ajedrez, así como con intelectuales españoles que residían en la isla, como el jurista José Luis Galbe y el científico Julio López Rendueles. Veinte años antes, en 1937, en el pueblo argentino de Altagracia, Guevara tuvo su primera noción de la guerra civil española al llegar a vivir a su casa los hijos de un médico republicano. Tenía nueve años. Con sus amigos seguía los partes de guerra y llegó a aprenderse los nombres de todos los generales republicanos. Luego estudió medicina, pero abandonó la profesión para recorrer América y dedicar su vida a la revolución.
Los manuales soviéticos que el Che tanto criticó siguieron estudiándose en Cuba hasta finales de la década de los ochenta, cuando el campo socialista se derrumbó. Mario Terán, el sargento que terminó con la vida de Ernesto Guevara, recuperó el año pasado la visión gracias a un programa de salud cubano que ofrece tratamientos gratuitos de la vista en toda América Latina.
La noticia trascendió hace una semana por casualidad, cuando el hijo de Terán escribió una carta a un periódico boliviano en agradecimiento a los médicos cubanos.
¿Dónde están los huesos del Che?/Bertrand de la Grange
La comparación del informe forense cubano con los datos de la autopsia en Bolivia pone en duda que los restos exhumados en 1997 pertenezcan al asesinado guerrillero
La polémica rodea el 'santuario' de Santa Clara. ¿Están allí los huesos del Che? Para los cubanos, no hay duda. El jueves, el especialista que dirigió la búsqueda afirmó que las pruebas de ADN lo confirmaron tras la exhumación. La investigación periodística que aquí se presenta recoge nuevos indicios que apuntan a lo contrario.
En el mausoleo de Santa Clara todo es genuino. Menos, tal vez, los huesos del Che. Miles de personas acuden estos días en peregrinación hasta este gigantesco edificio de piedra para conmemorar el 40º aniversario de la muerte de Ernesto Guevara. Cuenta la historia oficial que un equipo de forenses cubanos halló su esqueleto en el oriente de Bolivia y lo repatrió en julio de 1997. Diez años después, sin embargo, empiezan a aparecer los primeros indicios que ponen en duda esta versión.

Tres expertos europeos -el doctor José Antonio Sánchez, director de la Escuela de Medicina Legal de la Complutense de Madrid; su colega José Antonio García-Andrade, de la misma universidad, y un médico francés especializado en antropología y arqueología forense- han analizado la documentación técnica utilizada por los cubanos. Dos de ellos han detectado contradicciones irreconciliables entre la descripción del esqueleto llevado a Cuba y la autopsia realizada 30 años antes al cadáver del Che. El tercero cree que las deficiencias de los informes impiden llegar a una conclusión sobre la compatibilidad de los dos cuerpos.
"Hazaña científica". Así calificó La Habana el hallazgo de la osamenta del Che, realizado por el equipo que dirigía el forense cubano Jorge González. Estaba inhumado con otros seis guerrilleros -tres cubanos, dos bolivianos y un peruano- en una fosa a pocos metros de la pista de aviación de Vallegrande, un pueblo de 6,000 habitantes cercano a La Higuera, la aldea donde el argentino fue asesinado por el Ejército boliviano el 9 de octubre de 1967.
La llegada triunfal del ataúd a La Habana, el 13 de julio de 1997, dio al Gobierno comunista una gran victoria política cuando los cubanos pasaban hambre a raíz del derrumbe de la URSS, su principal aliado y nodriza. La capacidad de sacrificio del guerrillero, que había fracasado en su intento de crear "varios Vietnam" en América Latina, era el ejemplo que todo cubano debía seguir para aguantar las dificultades. El momento del hallazgo de la tumba no pudo ser más oportuno: a pocos días de la fecha más emblemática de la revolución cubana, el 26 de julio, y a unas semanas del V Congreso del Partido Comunista y del 30º aniversario de la muerte del "Guerrillero Heroico".
La Operación Che fue dirigida personalmente por los dos hermanos Castro a través de sus hombres de máxima confianza Ramiro Valdés, Jorge Bolaños y el general Fernando Vecino Alegret. El propio Fidel Castro pidió directamente al presidente boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada, que confiara toda la responsabilidad de la operación a un amigo común, Franklin Anaya, Panka, entonces embajador de Bolivia en Cuba. En un encuentro que tuvimos en su casa de La Paz, Panka se vanaglorió del asunto mientras me enseñaba una carta del presidente cubano dirigida a Sánchez de Lozada, quien había aceptado gustosamente la propuesta de su "amigo Fidel".
En su afán por desmoralizar a la guerrilla, los militares solían enterrar a los rebeldes en tumbas secretas. Se sabía que la mayoría de los 36 guerrilleros muertos, de una tropa que nunca rebasó los 50, habían sido inhumados en la periferia de Vallegrande. A finales de 1995, el general Mario Vargas Salinas, que había combatido a la insurgencia, rompió el silencio y dijo que el cuerpo del Che estaba cerca de la pista de aviación. No conocía el lugar exacto. El encargado de dar sepultura a los guerrilleros, el teniente coronel Andrés Selich, se había llevado el secreto a su propia tumba cuando fue asesinado en 1973. "Al Che lo enterró separado de los demás", asegura la viuda del oficial desde su casa de Asunción (Paraguay).
Según Vargas, seis de los siete guerrilleros muertos en La Higuera estaban en una sola fosa, lo que confirmaría que el argentino había sido sepultado aparte. Sin embargo, cuando los cubanos, supervisados por la "comisión especial" dirigida por Panka Anaya, dieron por fin con la tumba, el 28 de junio de 1997, encontraron siete esqueletos. No quedaba tiempo para disquisiciones. El doctor Jorge González, en ese entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, asignó al Che una de las siete osamentas antes de someterla a cualquier prueba científica.
"Desde el mismo 29 de junio estábamos convencidos de que el E-2 era el esqueleto del Che", relataban el doctor González y su colega Héctor Soto al diario oficial Granma. "Yo le digo a Soto que revise para ver si había manos [el Ejército se las había amputado al Che para cotejar sus huellas digitales con la policía argentina]. Él me responde: 'Negativo el interesado', que es un lenguaje policiaco que nosotros utilizamos. Y efectivamente, no había manos". Algo, sin embargo, nubló la alegría del doctor González. El propio médico aceptó en la entrevista con Granma que se quedó "preocupado" cuando vio una chamarra y un cinturón sobre el esqueleto E-2. Y es que, según la investigación histórica realizada por los cubanos y confirmada por otras fuentes, el Che había sido enterrado sin su ropa, que le fue quitada antes de practicarle la autopsia.
Lo último que podía esperar el doctor Moisés Abraham es que el pasado le persiguiera hasta su refugio en la ciudad mexicana de Puebla. Abraham era director del hospital de Vallegrande en 1967 y fue el encargado de amputarle las manos al Che, después de hacerle la autopsia. La visita del historiador cubano Froilán González no debió de hacerle mucha gracia. "Fue sorpresivo, no se lo imaginaba", recuerda el historiador. "Sin embargo, el trato fue cortés". Corrían los años ochenta. Froilán González estaba inmerso en la misión de buscar las osamentas de los guerrilleros y rescatar la historia de la insurgencia. Sus pesquisas le habían llevado desde Bolivia hasta Puebla.
¿Qué querían los cubanos? Dos cosas: el testimonio del médico sobre su experiencia con el cadáver del Che y, lo más importante, convencerle de entregar a Cuba la chamarra del guerrillero. Sobre el primer punto no hubo problema, aunque "no dio autorización para publicar sus declaraciones hasta después de su muerte". En cambio, no hubo acuerdo sobre el otro tema: "Puso condiciones inaceptables", asegura Froilán González. ¿Qué condiciones? Dinero, mucho dinero. En una visita a Puebla, donde Abraham tiene su consulta de cirugía oncológica, pude confirmarlo. Esta vez, el trato no fue tan amable. A la defensiva, arisco, el médico boliviano sólo quiso hablar de plata: "¿Cuánto me va a pagar?".
En cualquier caso, Froilán González no llegó a un acuerdo con Abraham. Por eso los cubanos se quedaron "preocupados" cuando abrieron la fosa de Vallegrande y vieron una chamarra sobre el esqueleto E-2. El equipo forense decretó con aplomo que era la del Che porque nadie, aparte de ellos, sabía que esa cazadora estaba en posesión del médico boliviano. Nadie, salvo un ciudadano alemán, Erich Blössl, que había llegado a Vallegrande en los años sesenta, como ingeniero agrónomo, antes de comprarse un restaurante. Blössl era amigo de Musa, como llama al doctor Abraham.
"Musa se había quedado con la chamarra del Che, toda ensangrentada. Me la enseñó", cuenta el alemán. "Tenía la cremallera rota, y estaba amarrada con una cuerda, exactamente como en las fotos que tomamos todos. Había varios orificios de bala. Se la llevó para México cuando se fue a finales de los setenta".
Testigo de excepción, Blössl estaba ahí cuando los cubanos abrieron la fosa y, al ver la cazadora, intuyó que había algo raro. "Marcos Tufiño, el viceministro comisionado por Panka Anaya para supervisar las excavaciones, llegó a mi restaurante y me preguntó sobre la chamarra. Le contesté que no era la del Che. Insistió en que fuera a verla de nuevo y me entregó un salvoconducto para que los soldados me dejaran pasar. Fui de nuevo. Ahí estaba Tufiño. Bajé a la fosa y le confirmé que no era la chamarra del Che. Era una capa de agua, tipo poncho, como las del Ejército".
Después de practicar varias pruebas a los siete esqueletos en el hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra, las autoridades bolivianas autorizaron la salida de los restos de los guerrilleros rumbo a La Habana.
¿Qué decía el informe forense de la osamenta adjudicada al Che? En el hospital Japonés no queda rastro del documento. Cuando se le pidió una copia al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que había colaborado en la exhumación en Vallegrande, su presidente, Luis Fondebrider, dijo que sólo los cubanos podían facilitarlo. Jorge González no contestó a la solicitud. Quedaba Celso Cuéllar, el doctor boliviano que había firmado también ese documento. "Los cubanos se llevaron todos los papeles. Yo sólo me quedé con esta copia del informe final", cuenta Cuéllar, que se especializó en cirugía en Madrid y en medicina forense en La Habana. "Ellos tenían informes pre-mortem del Che, su historia odontológica y la autopsia del 67, y yo los dejé trabajar. No había motivo para la desconfianza".
Una comparación entre el informe forense redactado por cubanos y argentinos en 1997 y la autopsia practicada al Che en el momento de su muerte resulta desconcertante para los tres médicos consultados en Madrid y París. José Antonio Sánchez, director de la Escuela de Medicina Legal de la Complutense, detecta heridas concordantes y otras no, pero considera que los documentos son insuficientes para llegar a una conclusión. En cambio, para sus dos colegas hay elementos esclarecedores. "Se trata de dos cuerpos diferentes y por tanto corresponden a dos personas distintas", asegura José Antonio García-Andrade, con una larga trayectoria en la medicina forense. Tanto él como el experto francés, que de momento prefiere mantener el anonimato para no perjudicar su propia investigación sobre este tema, señalan las mismas discrepancias. "El informe de 1997 describe las fracturas de la 2ª y 3ª costilla izquierda. Esas fracturas no figuran en la autopsia de 1967, que señala, en cambio, una lesión entre la 9ª y la 10ª costilla izquierda, inexistente en el otro informe", indican ambos.
Además, el cadáver analizado en 1967 presentaba "lesiones en las dos clavículas", mientras que el esqueleto hallado en 1997 tiene "únicamente una lesión en la clavícula derecha", puntualiza el especialista francés. Lo mismo sucede con los fémures: el Che no mostraba la herida en el fémur derecho "en sacabocado de 11 por 13 milímetros" que sí aparece en el esqueleto de 1997. García-Andrade añade que tampoco "las lesiones vertebrales son concordantes".
Los dos expertos han notado también discrepancias en el análisis de la boca. Al Che le faltaba un "premolar inferior izquierdo", según la autopsia de 1967. El informe de 1997 no señala este detalle, pero indica, en cambio, la presencia de un "tercer molar superior izquierdo" (muela del juicio), que no tenía el cadáver del Che. Tanto al médico francés como al doctor Sánchez les sorprende sobremanera la ausencia de referencias al corte quirúrgico de las manos realizado por el doctor Abraham al cuerpo de Guevara. "Esta operación siempre deja marcas visibles y, sin embargo, no lo señalan", dice el catedrático de la Complutense. Cabría sospechar que los huesos de las manos fueron retirados cuando se exhumó el esqueleto, agrega el médico francés.
En esas circunstancias, concuerdan los expertos, sólo un análisis genético habría permitido la identificación "certera" de los restos atribuidos al Che. Pero un análisis independiente y fiable, condiciones que no cumple la supuesta prueba de ADN que Cuba dice ahora, repentinamente, haber realizado. "Yo propuse no hacer el ADN, y la decisión fue consensuada", explicaba en marzo Alejandro Inchaurregui, uno de los antropólogos forenses argentinos que estuvieron en Vallegrande. "Sobraba evidencia. Él se hizo una ficha antropométrica y ficha odontológica antes de salir de Cuba, a fin de ser identificados sus restos si moría".
Ahora bien, ¿la documentación presentada por La Habana correspondía realmente a Ernesto Guevara, o pertenecía a otro de los guerrilleros cubanos enterrados en Bolivia? En una conversación telefónica grabada en septiembre, Inchaurregui se enfureció cuando se le hizo esta pregunta. "Usted es un miserable por sostener que la identificación de los restos del Che es una falsedad. Claro, yo soy tan estúpido que los cubanos me llevaron de las narices y yo termino firmando un documento que dice que son los restos del Che cuando en realidad no lo son". El antropólogo forense, que ya no trabaja para el EAAF, concluyó nuestra conversación así: "¿Dónde estás vos?". En Madrid... "En Madrid, ¡qué lástima! Porque si no, te mataría".
Obviamente, Inchaurregui no es "tan estúpido", pero sí que parece partidario de métodos expeditivos para resolver los problemas. El Che tenía que estar en La Habana antes del 26 de julio de 1997 para celebrar en grande el regreso a casa del hijo pródigo y dar un poco de moral a los cubanos. Era la orden de Fidel Castro. Que no fuera el verdadero, sería, después de todo, un mal menor.
El Che pidió que no abrieran fuego, recuerda Gary Prado/ALVARO ZUAZO / AP
SANTA CRUZ, Bolivia
Publicado en La Opinión, 7/10/2007

A 40 años de su muerte, el guerrillero argentino es lo mismo un icono de la izquierda que un trivializado signo comercial. En ambos casos, la leyenda se aleja de la realidad.
El general boliviano Gary Prado relata que cuando capturó a Ernesto Che Guevara hace 40 años, el guerrillero no sólo se rindió sino que le insistió en que era más útil vivo que muerto.
''No disparen, soy el Che'', dijo el combatiente argentino cuando la patrulla que comandaba el entonces capitán Prado se acercaba a un objetivo guerrillero en la selva boliviana, según recuerda haber escuchado claramente el ahora general retirado en una entrevista con la AP. Los militares no dispararon, y el Che salió entonces de la maleza.
''Yo valgo más vivo que muerto'', le anunció Guevara a Prado cuando éste lo conducía hacia La Higuera, un pueblo ubicado a 155 kilómetros al sur de Santa Cruz donde al día siguiente iba a ser ejecutado por orden del gobierno boliviano.
''Estaba muy deprimido y preocupado por su futuro'', señaló el militar de 68 años.
'Siempre me preguntan: `¿Y qué sintió cuando se vio frente al Che?' Como si yo fuera a decir: 'Wow, aquí me encontré frente a Superman. . .' Sentí pena, me daba lástima''.
Agregó que el ahora icono de la revolución cubana e inspirador de movimientos revolucionarios en América Latina era ``un hombre sucio, desgreñado, vestido con harapos, hambriento, enfermo. No era la figura del guerrillero heroico, no era para imponer ni temor ni nada, sino simplemente lástima''.
Ahora, desde la silla de ruedas en que se moviliza, tras un accidente hace 26 años, Prado sostiene que ''el Che fue engañado por [Fidel] Castro'' y que "no tenía a dónde ir''.
Dijo que esa conclusión a la que llegó en esa época "fue confirmada por Benigno y otras fuentes''.
Para Prado, "el Che no tenía adónde ir, le habían cerrado las puertas de Cuba, le habían cerrado otros
países comunistas. . . .
así que tuvo que quedarse aquí hasta morir, abandonado, traicionado'', sostiene. "Esa es la realidad, y todos los que le rinden honores ahora son los que lo abandonaron, lo traicionaron''.
Benigno, nombre de guerra del guerrillero cubano Dariel Alarcón Ramírez, que intervino en la guerrilla del Ñancahuazú que dirigió Guevara en el oriente boliviano, sostiene en su libro Memorias de un soldado cubano. Vida y muerte de la Revolución, que "tal vez el gobierno cubano, fríamente, había decidido deshacerse del Che Guevara''.
En ese libro señala que Castro le habría instruido al jefe del Partido Comunista de Bolivia, Mario Monje, en La Habana, que diera la espalda al guerrillero cuando iniciara operaciones, en 1967.
Sin embargo, Fidel Castro en el libro Cien horas con Fidel, del español Ignacio Ramonet, negó que hubiera distanciamientos o discrepancias entre ellos y atribuyó los problemas enfrentados por el Che en Bolivia a la división surgida en el interior del Partido Comunista boliviano.
Prado recuerda que se encontró con Benigno hace algunos años en una velada en la que el disidente cubano le informó que la inteligencia de Castro había mentido al Che para que concluyera sus días en Bolivia. Esa es la tesis del libro del militar, llamado La guerrilla inmolada.
Añade que poco después de la captura, el Che le preguntó qué harían con él y que pareció aliviado cuando escuchó de Prado que era de esperar que fuera juzgado en Santa Cruz.
Sostiene que, años después, uno de los comandantes del alto mando le confió que el presidente boliviano de entonces, el general René Barrientos, decidió, en consulta con sus comandantes, ejecutar al Che, porque no había una cárcel de máxima seguridad para él y que un juicio sería "un circo''.
''El Che pareció interesado en el juicio tal vez por esa razón, posiblemente ahí podría encontrar una salida'' a la encerrona que, según Prado, lo había traído a Bolivia para que no saliera vivo.
Prado actualmente es profesor de Relaciones Internacionales, Política y Economía en varias universidades de Santa Cruz. Fue ministro de Estado en un gobierno de transición que condujo a Bolivia de retorno a la democracia. Como diplomático ocupó, entre otros cargos, la embajada boliviana en México.

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