El año 2011 (1)/Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.
Publicado en LA VANGUARDIA, 26/12/11):
En Washington –y en otras muchas capitales– suele presentarse un balance político a final de año. Ni los logros ni los fracasos empiezan el 1 de enero o terminan el 31 de diciembre. Pero los hábitos permanecen, así que afirmemos lo obvio: el 2011 no ha sido un buen año para Estados Unidos. La única consolación, desde la perspectiva de Washington, se apoya en dos columnas: la primera, que podría haber sido peor; la segunda, que a los rivales y enemigos de EE.UU. tampoco les va muy bien.
A comienzos de año dio la sensación de que la economía se recuperaba de la crisis que empezó en el 2008 y que la reelección de Obama mostraba visos de ser segura. Al término del año, da la sensación de que la recuperación es, en el mejor de los casos, lenta y de que las crecientes divergencias políticas entre los dos partidos entorpecen el proceso de toma de decisiones; en otras palabras, la adopción de medidas susceptibles de promover una recuperación más rápida. Ambos partidos coincidieron en afirmar que la deuda interna es excesiva, el crecimiento debería ser superior y se deberían recortar gastos, pero la manera de lograr todo esto es materia de enconadas polémicas.
Aunque el índice de crecimiento en EE.UU. es mayor que en Europa (las previsiones indican un crecimiento de un 1,5%-2% en EE.UU. y ningún crecimiento en Europa en el 2012) y el índice de paro es ligeramente inferior en EE.UU. que en Europa (8,6% frente al 9,6% respectivamente), no es decir mucho dada la situación de crisis que vive Europa. El cambio del dólar apenas ha variado: a principio del 2011 un dólar equivalía a 1,36 euros mientras que la proporción es actualmente del 1-1,34. A mitad de camino, en junio, un euro eran 1,48 dólares. El dólar se ha ido debilitando respecto de otras monedas durante bastantes años; los chinos y otros han sugerido que el dólar debería ser sustituido por otra moneda (o mezcla de ellas) como estándar mundial (“moneda de reserva”). Sin embargo, a la vista de la incertidumbre general esto no ha ocurrido aún.
Sobre la cuestión del estatus de EE.UU. en el mundo, se ha hablado por activa y por pasiva del declive espectacular del país en el mundo, pero es una cuestión de la que se ha hablado durante mucho tiempo. Esta perspectiva hace diana en la medida en que Estados Unidos dejó de ser la superpotencia tras la Segunda Guerra Mundial o tras la caída de la URSS, pero dado que EE.UU. no hizo uso de su poder para cambiar el mundo cuando poseyó prácticamente el monopolio del poder, no se produjo un cambio espectacular en el equilibrio mundial de poder. El progreso a gran escala de China ha convertido a este país en un factor político más fuerte y activo y no sólo en Asia oriental, pero también ha reforzado los temores entre sus países vecinos y, en el plano económico, parece inevitable el advenimiento de una ralentización. En ciertos momentos ha podido suceder que EE.UU. mostraba demasiada debilidad frente a China, dando pie a la sensación de que es un país al que fácilmente se puede pasar por alto o desafiar. Errores de este calibre podrían propiciar, por improbable que parezca, inesperados y peligrosos conflictos.
La ejecutoria de la Administración Obama, de alguna manera, ha alcanzado cotas más elevadas en la política exterior que en la interior durante el año 2011. Ha desplazado, de modo notable, su foco de atención de Europa a Asia. Ha liquidado la guerra de Iraq y –muy lentamente– hace lo propio en Afganistán. Las relaciones con Rusia y con Oriente Medio han adolecido de cierta candidez. Las esperanzas de un reajuste de las relaciones con Rusia estaban fuera de lugar al sobrevalorar la disposición de Rusia a establecer estrechas relaciones con Washington. Con relación a Oriente Medio, se han suscitado erróneas ideas y expectativas sobre el carácter democrático de la primavera árabe. Más bien parecería que ha habido una primavera islamista.
Aunque, en conjunto, Obama ha sido un presidente prudente y ha promovido iniciativas importantes, se han cometido varios errores de calado. La política estadounidense se ha visto eclipsada por la campaña para las presidenciales del 2012, un año y medio antes de la coyuntura. Se trata de una tónica muy negativa que incluso se ha acentuado en los últimos años; comporta una parálisis en numerosos terrenos así como una falta de disposición al compromiso por parte de los dos partidos. Hace muchos años, Nixon reparó en la circunstancia de que en la fase inicial de la campaña electoral los candidatos republicanos rivalizan por ser los más radicales a fin de resultar elegidos por los militantes del partido inclinados al extremismo y el liderazgo del partido. Pero, una vez el candidato es elegido, ha de avanzar con celeridad hacia el centro y la moderación. El año 2011 ha sido el año de los tea parties; los candidatos rivalizaban entre sí a ver quién lanzaba la propuesta más radical. Esta competición en materia de ideas y promesas mal concebidas o precipitadas durará, desgraciadamente, hasta el 27 de agosto del 2012, fecha de la convención republicana en Tampa, Florida. Luego habrá llegado el momento de discursos responsables y con visión de estadista.¿qué cabe decir sobre la política estadounidense en el año 2012, año electoral? Tal será la materia de un próximo artículo.
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