Marco Politi: "El Vaticano atraviesa una triple crisis"
"En la Iglesia hay un clima de gran silencio y la idea de un mundo externo malo y agresivo", afirma el vaticanista y autor de un libro sobre el pontificado de Benedicto XVI
La Vanguardia, 23/01/2012
Muy respetuoso con la persona, severo con la gestión. Marco Politi, uno de los vaticanistas más prestigiosos, acaba de escribir un libro, 'Joseph Ratzinger, Crisis de un papado', que levanta ampollas. Politi –durante años cronista de La Repubblica y hoy de Il fatto quotidiano- fue autor de un bestseller mundial sobre Juan Pablo II, 'Su santidad', junto al periodista estadounidense Carl Bernstein (caso Watergate). El periodista italiano repasa los problemas abiertos en la Iglesia y los errores del pontificado de Benedicto XVI, que atribuye al estilo de gobierno, la personalidad del papa y la falta de diálogo interno de una Iglesia demasiado a la defensiva.
-El título de su libro dice ya mucho. ¿Sabe cuáles han sido las reacciones en el Palacio Apostólico?
-Algunos editores católicos habían pedido si se podía cambiar un poco el título. Pero, naturalmente, se ha mantenido. La mitad del Vaticano está muy contenta de que se escriban las cosas que ellos piensan. Está claro que la parte del Vaticano más defensora del Papa no está contenta de que se expongan ciertos hechos que, sin embargo, son los mismos interrogantes que se plantean los católicos y tantos obispos en el mundo. El Vaticano y la Iglesia están atravesando una triple crisis: de visión geopolítica –el Vaticano ha perdido mucho peso en la escena internacional–, de las relaciones ecuménicas. Hay una parálisis en todas direcciones. Con los protestantes, el Papa va a Alemania, hace un bello discurso sobre Lutero, pero luego no hay novedades. Con los anglicanos todo está parado. Lo mismo también con los ortodoxos, que están próximos y sin embargo no ha habido progresos significativos, Y hay una tercera crisis interna. Prosigue la gran falta de sacerdotes, por lo que muchas parroquias en el primer mundo no tienen párroco. Y ha habido una fuerte caída de presencia de las mujeres en las congregaciones femeninas. Entre el 2004 y el 2009 se han perdido 40.000 monjas, lo que significa debilitar la infantería de la Iglesia.
-Habla de una curia atrincherada, de un repliegue defensivo. ¿Es la característica de este papado?
-Ciertamente. La curia, en tiempos de Juan Pablo II, era representativa de personalidades muy diferentes, en la derecha, en el centro y en el campo progresista, pero que interactuaban con la opinión pública. Hablaba López Trujillo, hablaba el cardenal Kasper, hablaba el cardenal Etchegaray, hablaba el ministro de Exteriores, Touran. Hoy hay un clima de gran silencio. Hay un clima cerrado ante la prensa. Y hay la idea de que en realidad el mundo externo es malo y agresivo hacia la Iglesia.
-Después de Benedicto XVI, ¿hará la Iglesia un salto hacia una reforma profunda, estructural y doctrinal?
-El problema de la falta de discusión que hay en el pontificado ratzingeriano deriva de la falta de consultas del colegio cardenalicio sobre las decisiones clave, por ejemplo la relación con los lefevbrianos. Eso pesa también sobre el futuro, porque en este momento hay una gran falta de claridad, una confusión, una incertidumbre, por lo cual no emergen personalidades ni plataformas para el futuro. Cuando se elige un nuevo papa, no se elige tanto un nombre cuanto un perfil y un programa. Ratzinger llegó sin un programa, no ha elaborado un programa, y por tanto, de cara al futuro, no se sabe cuáles pueden ser las alternativas de los candidatos.
-Él no quería ser papa. Usted dice que no ha sido un hombre con sed de poder.
-Absolutamente. La personalidad de Ratzinger es la de un teólogo, de un estudioso, de un pensador, de un predicador. No tenía ambiciones personales. Respondió, por sentido del deber, a un fuerte 'lobby' ibérico, latinoamericano y también de cardenales norteamericanos que lo empujaron. Pero él mismo confesó que, para él, la elección fue una guillotina. No quiere decir que no supiera que era candidato. Pero la sintió como un sufrimiento.
-¿Cómo ha cambiado la resonancia planetaria del papado?
-Todos los grandes papas de los últimos 50 años han tenido una visión internacional, prescindiendo de las tendencias: Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, Juan XXIII. El pontificado de Ratzinger actúa de manera fragmentaria. Un día dice que es importante el diálogo con los musulmanes, luego ofende a Mahoma en Ratisbona. Después va a la mezquita azul de Estambul a orar, pero en Asís hace una reunión interreligiosa en la que no se puede rezar juntos...Por tanto, en el plano internacional hay discursos individuales o viajes individuales, como el de Tierra Santa, en el que el Papa dice cosas significativas pero luego no hay una acción política continuada, por ejemplo sobre el tema de la guerra santa o la primavera árabe. Así que la presencia internacional del papado se ha debilitado mucho, también en los medios de comunicación. Fuera de Italia se habla poco del papado.
-Una de las frases más duras del libro es cuando se refiere a Benedicto XVI como un "un papa a tiempo parcial".
-Creo que es un signo de respeto por la actividad de una personalidad, sabiendo que no se puede, al mismo tiempo, hacer de líder religioso-político y estar concentrado en problemas teóricos tan importantes como el de explicar Jesucristo al hombre contemporáneo. Significa que la mente del Papa, en algunas partes de la jornada, está concentrada en su actividad de estudioso. También un periodista sabe que es difícil hacer de cronista y escribir también un libro. Imaginemos un papa.
-Joseph Ratzinger ha restringido los contactos, el flujo de información directa personal, con los nuncios, también con el portavoz vaticano, a quien ve poco. ¿Por qué se mueve en un círculo tan restringido?
-Este es un elemento dramático del pontificado. Cuando fue elegido, no tenía un gran conocimiento de la curia porque siempre estuvo concentrado en los problemas de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No tiene ni la experiencia de la maquinaria curial, como la tenían Pío XII o Pablo VI, ni aquel flujo de contactos humanos que tenía Juan Pablo II y que permitían al papado percibir el pulso de la situación, más allá de los informes y de la relación con su equipo. El Papa no sólo no ve ya frecuentemente a los nuncios –sólo al principio y al final de sus misiones-. No ve tampoco, uno a uno, a los obispos en visita 'ad limina'. Ve sólo las delegaciones, pero no habla con cada uno. Le falta mucha información de lo que sucede sobre el terreno en la Iglesia. Y esto lo cierra en una especie de torre de marfil en la que predominan los problemas teóricos sobre la capacidad de afrontar las cuestiones concretas de modo innovador.
-¿Cuáles son los aspectos más positivos de este pontificado?
-Cuenta mucho la imagen de sobriedad que da este pontífice y sobre todo su predicación de un cristianismo simple, que no debe ser considerado un paquete de prohibiciones sino un verdadero identificarse con el mensaje de Cristo, y por tanto tener una fe consciente pero también fuertemente caracterizada por la solidaridad con el prójimo y con el género humano. A menudo hay estereotipos sobre Ratzinger como el cardenal 'panzer'. Pero, visto de cerca, es una personalidad muy cálida, muy sensible, también con sentido del humor. Él cree verdaderamente que en el mundo moderno lo importante es un cristianismo testimoniado con simplicidad y convicción. Este es un gran mensaje. Ya desde su primera encíclica, lanzó el mensaje de que el cristianismo, en su núcleo, es una religión de amor, justo en una fase en la que hay tanto fundamentalismo religioso.
-Según usted, los cardenales de lengua española tuvieron un papel fundamental en el último cónclave. ¿Cuál será el grupo más influyente en el próximo? ¿Qué piensa de los nuevos cardenales recién nombrados?
-Los últimos nombramientos son contrarios a la línea de internacionalización de la curia que comenzó con Pío XII y con Pablo VI. Muestran una Iglesia blanca, europea, italiana y romana, justo en un momento en que, en la edad de la globalización, crece el peso de Asia, de África y de América Latina. En el próximo cónclave habrá un papel desproporcionado de los cardenales de curia y de los italianos. Se ha dicho que, respecto al peso de los cardenales italianos, Italia debería tener 300 millones de católicos.
-Benedicto XVI tiene casi 85 años. Ha hablado sobre la posibilidad, e incluso la obligación, de renunciar por motivos de salud. ¿Cree que quizás lo hará?
-Esta es una afirmación revolucionaria porque otros papas –Pío XII, PabloVI, Juan Pablo II- habían pensado en la hipótesis de la dimisión. Pío XII, por si hubiera sido capturado por los nazis. Pablo VI y Juan Pablo II, por motivos de enfermedad. Pero Benedicto XVI es el primer papa que ha puesto negro sobre blanco, en una entrevista con un periodista alemán (Peter Seewald), la necesidad, no sólo la justificación, de dimisión en caso de desgaste físico, psíquico y espiritual. Yo no excluyo que él sea capaz de hacer un gesto tan racional, también porque él mismo ha dicho que no tiene un temperamento místico.
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