24 de abril de 1915/Jean Meyer, es profesor e investigador del CIDE; es miembro de la Academia Mexicana de Historia desde 2000 y director de la revista de historia internacional ISTOR.
Tomado de El Universal, 22 de abril de 2007
Para la diáspora armenia en el mundo entero y para los habitantes de la pequeña República de Armenia, el 24 de abril es la fecha terrible de Metz Yeghérn, las grandes matanzas del fatídico año 1915. La violencia y la barbarie han acompañado a la humanidad desde siempre pero en nuestra época han funcionado, no como manifestación de arcaísmo o de subdesarrollo, sino como los rasgos totalitarios de cierta modernidad.
La primera gran matanza perpetrada en el siglo XX, en medio de la carnicería industrial de la Primera Guerra Mundial, fue la que ideó y ordenó el grupo que dirigía entonces el imperio otomano. Como, hasta la fecha, el Estado turco se niega a reconocer una evidencia histórica -de la cual, por cierto, no es para nada responsable-, no citaré ningún testimonio de los sobrevivientes armenios, puesto que la víctima es evidentemente "sospechosa de falta de objetividad". ¡Hay que ser justo con los verdugos! ¡Qué coraje!
El primer testigo es el vicecónsul alemán en el imperio otomano, Max Scheubner Richter; los imperios alemán y otomano fueron aliados durante la guerra de 1914-1918. Informaba el diplomático en 1915: "Tuve una serie de conversaciones con dirigentes turcos competentes e influyentes y esas son mis impresiones. Una gran parte del partido Ittihadista sostiene que el imperio debería fundarse sólo sobre el principio del islam y del panturquismo. En cuanto a los habitantes no turcos y no musulmanes deberían o ser islamizados a la fuerza, o destruidos. Esos señores creen que el momento (la guerra mundial, nota de JM) es favorable a la realización de sus planes. El primer punto en su agenda es la liquidación de los armenios. Van a evocar a los ojos de sus aliados el fantasma amenazador de la revolución preparada por el partido armenio Dashnak. Además se provocarán de manera deliberada incidentes locales, disturbios que llevarán a los armenios a contestar, lo que servirá de pretexto para proceder a las deportaciones. En camino, las caravanas serán atacadas y exterminadas por los bandidos kurdos y turcos y en parte por los gendarmes".
La premeditación está comprobada por los 10 mandamientos del Comité Unión y Progreso, elaborados unos meses antes de las matanzas. El guión fue aplicado en tres etapas; la primera fue la liquidación de la élite intelectual, política y religiosa armenia. Empezó en la noche del 23 al 24 de abril de 1915 (por eso el 24 de abril es ahora el día de duelo en el mundo armenio), en Constantinopla-Estambul y en todas las ciudades del imperio. Este asesinato sintético eliminó a cientos de dirigentes, empresarios, escritores, artistas, periodistas, sacerdotes, sólo en Estambul, 800. Cortar la cabeza del pueblo armenio era el primero de los 10 mandamientos del comité.
La segunda etapa fue la neutralización y eliminación de los hombres en edad de pelear, de 18 a 45 años, según el quinto mandamiento del comité. La tarea fue facilitada por el estado de guerra. Desde el primer día los soldados armenios habían sido movilizados, como todos los sujetos del imperio. Pero como el alto mando no tenía confianza en su patriotismo (en los últimos 40 años, los armenios habían sido víctimas de masacres considerables que le valieron al sultán Abdul Hamid el apodo de El Rojo), la mayoría sirvió como trabajadores de pico y pala para construir carreteras, ferrocarriles, cavar trincheras, etcétera. A partir de abril de 1915 esos hombres desarmados fueron llevados a cavar sus tumbas antes de ser fusilados. Sin embargo cuatro ciudades armenias lograron levantarse y luchar hasta el final, como la heroica ciudad de Van, evocada en la película Ararat, con Charles Aznavour.
En esas condiciones la tercera etapa no presentó dificultades. Con el pretexto de alejarse de las fronteras septentrionales, las que amenazaba el enemigo ruso, una población armenia poco fiable, el gobierno central ordenó la deportación inmediata y total de esa gente hacia los desiertos de las provincias otomanas de Irak (entonces Mesopotamia) y Siria. Los prefectos y los comandantes militares recibieron la orden de eliminar, de una manera o de otra, a la mayoría de los armenios, sin consideración ni de sexo, ni de edad. Más de un prefecto prefirió renunciar antes que obedecer y muchos armenios lograron sobrevivir gracias a la ayuda misericordiosa de los árabes de la región. Muchos murieron de agotamiento, de hambre, de sed, de enfermedad, otros fueron masacrados, otros ahogados en el mar Negro y en los ríos.
Entre un millón y un millón 500 mil muertos, 600 mil sobrevivieron en el Medio Oriente salvados por la ayuda internacional. Se dispersaron por todo el mundo después de la caída del imperio otomano. Un número desconocido de armenios se salvaron con la conversión al islam, y niños, especialmente niñas, fueron recogidos por familias turcas y kurdas y educados en la religión islámica. "Mi abuela turca era armenia", cuenta hoy un empresario de Estambul. Acaba de enterarse. Niñitas robadas a la hora de las grandes matanzas, esposas convertidas, fueron numerosas las "armenias escondidas" que a veces eran las únicas en conocer la verdad peligrosa de sus orígenes. Turquía está descubriendo hoy ese pasado tabú.
No va a ser fácil, porque el código penal castiga a quien habla del "genocidio armenio", un "atentado" contra la identidad nacional. Hace tres meses un joven turco de ultraderecha asesinó, con la complicidad de autoridades policiacas, al periodista turco y armenio Jrant Dink. Dink había sorteado varios procesos y pasado meses en la cárcel por mencionar el tema prohibido. El premio Nobel de Literatura, el turco Orhán Pamuk, tomó el camino del exilio para no conocer la misma suerte, después de haber cometido el mismo crimen. Esos hombres valientes salvan el honor de Turquía y el nuestro. Evocar el 24 de abril de 1915 no es hablar del pasado, sino del presente y del futuro. jean.meyer@cide.edu
Para la diáspora armenia en el mundo entero y para los habitantes de la pequeña República de Armenia, el 24 de abril es la fecha terrible de Metz Yeghérn, las grandes matanzas del fatídico año 1915. La violencia y la barbarie han acompañado a la humanidad desde siempre pero en nuestra época han funcionado, no como manifestación de arcaísmo o de subdesarrollo, sino como los rasgos totalitarios de cierta modernidad.
La primera gran matanza perpetrada en el siglo XX, en medio de la carnicería industrial de la Primera Guerra Mundial, fue la que ideó y ordenó el grupo que dirigía entonces el imperio otomano. Como, hasta la fecha, el Estado turco se niega a reconocer una evidencia histórica -de la cual, por cierto, no es para nada responsable-, no citaré ningún testimonio de los sobrevivientes armenios, puesto que la víctima es evidentemente "sospechosa de falta de objetividad". ¡Hay que ser justo con los verdugos! ¡Qué coraje!
El primer testigo es el vicecónsul alemán en el imperio otomano, Max Scheubner Richter; los imperios alemán y otomano fueron aliados durante la guerra de 1914-1918. Informaba el diplomático en 1915: "Tuve una serie de conversaciones con dirigentes turcos competentes e influyentes y esas son mis impresiones. Una gran parte del partido Ittihadista sostiene que el imperio debería fundarse sólo sobre el principio del islam y del panturquismo. En cuanto a los habitantes no turcos y no musulmanes deberían o ser islamizados a la fuerza, o destruidos. Esos señores creen que el momento (la guerra mundial, nota de JM) es favorable a la realización de sus planes. El primer punto en su agenda es la liquidación de los armenios. Van a evocar a los ojos de sus aliados el fantasma amenazador de la revolución preparada por el partido armenio Dashnak. Además se provocarán de manera deliberada incidentes locales, disturbios que llevarán a los armenios a contestar, lo que servirá de pretexto para proceder a las deportaciones. En camino, las caravanas serán atacadas y exterminadas por los bandidos kurdos y turcos y en parte por los gendarmes".
La premeditación está comprobada por los 10 mandamientos del Comité Unión y Progreso, elaborados unos meses antes de las matanzas. El guión fue aplicado en tres etapas; la primera fue la liquidación de la élite intelectual, política y religiosa armenia. Empezó en la noche del 23 al 24 de abril de 1915 (por eso el 24 de abril es ahora el día de duelo en el mundo armenio), en Constantinopla-Estambul y en todas las ciudades del imperio. Este asesinato sintético eliminó a cientos de dirigentes, empresarios, escritores, artistas, periodistas, sacerdotes, sólo en Estambul, 800. Cortar la cabeza del pueblo armenio era el primero de los 10 mandamientos del comité.
La segunda etapa fue la neutralización y eliminación de los hombres en edad de pelear, de 18 a 45 años, según el quinto mandamiento del comité. La tarea fue facilitada por el estado de guerra. Desde el primer día los soldados armenios habían sido movilizados, como todos los sujetos del imperio. Pero como el alto mando no tenía confianza en su patriotismo (en los últimos 40 años, los armenios habían sido víctimas de masacres considerables que le valieron al sultán Abdul Hamid el apodo de El Rojo), la mayoría sirvió como trabajadores de pico y pala para construir carreteras, ferrocarriles, cavar trincheras, etcétera. A partir de abril de 1915 esos hombres desarmados fueron llevados a cavar sus tumbas antes de ser fusilados. Sin embargo cuatro ciudades armenias lograron levantarse y luchar hasta el final, como la heroica ciudad de Van, evocada en la película Ararat, con Charles Aznavour.
En esas condiciones la tercera etapa no presentó dificultades. Con el pretexto de alejarse de las fronteras septentrionales, las que amenazaba el enemigo ruso, una población armenia poco fiable, el gobierno central ordenó la deportación inmediata y total de esa gente hacia los desiertos de las provincias otomanas de Irak (entonces Mesopotamia) y Siria. Los prefectos y los comandantes militares recibieron la orden de eliminar, de una manera o de otra, a la mayoría de los armenios, sin consideración ni de sexo, ni de edad. Más de un prefecto prefirió renunciar antes que obedecer y muchos armenios lograron sobrevivir gracias a la ayuda misericordiosa de los árabes de la región. Muchos murieron de agotamiento, de hambre, de sed, de enfermedad, otros fueron masacrados, otros ahogados en el mar Negro y en los ríos.
Entre un millón y un millón 500 mil muertos, 600 mil sobrevivieron en el Medio Oriente salvados por la ayuda internacional. Se dispersaron por todo el mundo después de la caída del imperio otomano. Un número desconocido de armenios se salvaron con la conversión al islam, y niños, especialmente niñas, fueron recogidos por familias turcas y kurdas y educados en la religión islámica. "Mi abuela turca era armenia", cuenta hoy un empresario de Estambul. Acaba de enterarse. Niñitas robadas a la hora de las grandes matanzas, esposas convertidas, fueron numerosas las "armenias escondidas" que a veces eran las únicas en conocer la verdad peligrosa de sus orígenes. Turquía está descubriendo hoy ese pasado tabú.
No va a ser fácil, porque el código penal castiga a quien habla del "genocidio armenio", un "atentado" contra la identidad nacional. Hace tres meses un joven turco de ultraderecha asesinó, con la complicidad de autoridades policiacas, al periodista turco y armenio Jrant Dink. Dink había sorteado varios procesos y pasado meses en la cárcel por mencionar el tema prohibido. El premio Nobel de Literatura, el turco Orhán Pamuk, tomó el camino del exilio para no conocer la misma suerte, después de haber cometido el mismo crimen. Esos hombres valientes salvan el honor de Turquía y el nuestro. Evocar el 24 de abril de 1915 no es hablar del pasado, sino del presente y del futuro. jean.meyer@cide.edu
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