!Vaya¡
La revista estadounidense Fortune,
desmintió el mito de las “grandes riquezas”
del Vaticano, y aseguró que si la Santa Sede fuera una corporación, ni siquiera
se acercaría a las 500 más adineradas de su famosa lista Fortune 500.
El término business remite al leit motiv del periódico, que se ocupa casi exclusivamente de finanzas y es famoso porque cada año elabora una lista con las personas más ricas y poderosas del mundo.
Empero, Fortune “le pone una alfombra roja” a Francisco llegando a afirmar que “el popularísimo Francisco es más que un Pontífice porque es un manager de primer nivel que está reformando las finanzas en dificultad del Vaticano”.
Según Fortune, Francisco podría ser definido como el primer papa moderno. Su cuenta de Twitter supera los 15 millones de seguidores divididos en nueve idiomas. Su mensaje es reconocido universalmente como atrayente: el deber fundamental de la Iglesia y de sus fieles es el de ayudar al que está en problemas.
Aunque es demasiado rápido para hacer un juicio definitivo, continua la revista, “el efecto Francisco” parece invertir el destino de la Iglesia: la participación en la misa ha aumentado en Italia. Las vocaciones sacerdotales de los jesuitas, la orden religiosa de Bergoglio, están aumentando. Y las donaciones en las diócesis aumentan en todo el mundo.
El número uno
En marzo de este año, Fortune había señalado al Papa Francisco como el líder más importante e influyente del mundo, poniéndolo en el primer lugar de una lista de 50 nombres. El segundo lugar de la misma estaba ocupado por la canciller alemana Angela Merkel y el tercero por Alan Mulally, Administrador Delegado de la Ford.
El término business remite al leit motiv del periódico, que se ocupa casi exclusivamente de finanzas y es famoso porque cada año elabora una lista con las personas más ricas y poderosas del mundo.
Empero, Fortune “le pone una alfombra roja” a Francisco llegando a afirmar que “el popularísimo Francisco es más que un Pontífice porque es un manager de primer nivel que está reformando las finanzas en dificultad del Vaticano”.
Según Fortune, Francisco podría ser definido como el primer papa moderno. Su cuenta de Twitter supera los 15 millones de seguidores divididos en nueve idiomas. Su mensaje es reconocido universalmente como atrayente: el deber fundamental de la Iglesia y de sus fieles es el de ayudar al que está en problemas.
Aunque es demasiado rápido para hacer un juicio definitivo, continua la revista, “el efecto Francisco” parece invertir el destino de la Iglesia: la participación en la misa ha aumentado en Italia. Las vocaciones sacerdotales de los jesuitas, la orden religiosa de Bergoglio, están aumentando. Y las donaciones en las diócesis aumentan en todo el mundo.
El número uno
En marzo de este año, Fortune había señalado al Papa Francisco como el líder más importante e influyente del mundo, poniéndolo en el primer lugar de una lista de 50 nombres. El segundo lugar de la misma estaba ocupado por la canciller alemana Angela Merkel y el tercero por Alan Mulally, Administrador Delegado de la Ford.
En su artículo titulado “This pope means
business” (“Este Papa va en serio”), Fortune indicó que “a menudo se asume que
el Vaticano posee una gran riqueza, pero si fuera una compañía, sus ingresos no
la acercarían a formar parte de Fortune 500”.
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This pope means business
by Shawn Tully @FortuneMagazine AUGUST 14, 2014, 7:00 AM EDT
The wildly popular Francis is more than a pontiff of the people. He’s an elite manager who’s reforming the Vatican’s troubled finances.
The new pope wanted to talk about money. That was the message that went out to a group of seven prominent financiers—major Catholics all—from around the world in the summer of 2013. Barely five months after the shocking resignation of Pope Benedict XVI, Pope Francis had summoned them to assemble at the seat of holy power, the Vatican. They knew their general assignment: to create a plan to restructure the Vatican’s scandal-plagued finances. And like Catholics everywhere, they knew that Francis had already signaled that he was a new kind of pontiff, a “people’s pope” who championed charity and tolerance over dogma. Still, they didn’t know what to expect when they arrived at the Vatican for a meeting with the pope on the first Saturday in August. How interested was he in finance, really? And how serious was he about changing business as usual inside the Vatican?
A major hint came from a change in tradition upon their arrival: The visitors didn’t report to the Apostolic Palace, the Renaissance showplace where for centuries past popes had received visitors in high style. Instead they entered Vatican City on the other side of the colonnade of St. Peter’s Square and took a 150-yard stroll through the hilly enclave to the new pope’s place of business—Casa Santa Marta, a five-story limestone guesthouse that could be mistaken for a newish hotel. There they were ushered into a nondescript meeting room on the first floor with no paintings or religious ornaments and took their seats around a conference table. The members—including Jean-Baptiste de Franssu, ex-chief of asset-management giant Invesco in Europe; Jochen Messemer, a top executive at ERGO, a large German insurer; and George Yeo, former foreign minister of Singapore—chatted nervously as they waited.
After 15 minutes, Pope Francis entered the room—and got right down to business. Attired in a simple white cassock and plain metal cross, he took his place standing at the head of the table. With little preamble, he began outlining his strategic vision, in an approach described by one participant as “highly managerial.” Speaking in fluent Italian and taking frequent pauses while a translator repeated his words in English, the pope explained to the group that for his spiritual message to be credible, the Vatican’s finances must be credible as well. After centuries of secrecy and intrigue, it was time to open the books to the faithful. Strict rules and protocols must be adopted to end the cycle of scandals that had plagued the Vatican in recent years.
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