El
nuevo yihadismo/Manuel Castells
Publicado en La
Vanguardia |13 de septiembre de 2014
El
discurso de Barack Obama constituye una declaración de guerra contra el llamado
Estado Islámico y contra las nuevas formas de yihadismo más allá de Iraq y
Siria. Es también un reconocimiento del peligro que este yihadismo representa
para el mundo y para los países árabes. Viniendo de un presidente que se
posicionó contra la guerra de Iraq y que ha rechazado consistentemente
presiones para la intervención militar directa, podemos interpretarlo como
síntoma de la gravedad de la situación. La toma de posición coincide con el
11-S en el contexto de una campaña de propaganda belicista de los medios que ha
inclinado al Congreso y a la opinión pública en favor de una acción militar.
Siempre y cuando no haya tropas estadounidenses participando en combates en
tierra. Lo cual plantea incertidumbre sobre la estrategia.
Se
trata de debilitar al EI mediante bombardeos aéreos guiados por drones y
satélites. Para facilitar entonces la acción del ejército iraquí y de los
peshmergas kurdos, incluso de unas milicias democráticas sirias reforzadas. La
contraestrategia del EI está clara: dejar los espacios abiertos del desierto y
llevar la guerra a las ciudades que ocupan y a las que pretenden ocupar,
incluyendo Bagdad. Saben que Obama no se arriesgará a imitar a los israelíes en
Gaza, matando a miles de civiles con “bombardeos de precisión”. Ni quiere, ni
puede en términos de opinión pública entre sus votantes y en el mundo árabe que
intenta conquistar. Lo cual deja lo esencial del combate en manos de las
“fuerzas aliadas”. Puede contar con los motivados y organizados peshmergas
kurdos porque defienden su existencia como nación y quieren ganar apoyo
internacional para su independencia. Pero es dudoso que un ejército iraquí
dividido y desmoralizado, dirigido por oficiales corruptos, y minado por la
sospecha entre suníes y chiíes pueda hacer algo más que ocupar un terreno limpiado
por los bombardeos. Ni siquiera con un Gobierno iraquí recién unificado bajo
presión de Estados Unidos.
Obama
es consciente del problema y por eso su estrategia más importante es la de
cortar el suministro de dinero y armas al Estado islámico y contenerlo en su
territorio actual evitando que llegue a Estados Unidos y Europa. Porque ese es
el quid de la cuestión: el nuevo tipo de yihad que el Estado Islámico
representa. En el fondo, no es un movimiento yihadista en términos
tradicionales. Yihad, en términos terminológicos estrictos, quiere decir “lucha
en defensa del islam”. Puede ser pacífica o violenta, política o
insurreccional, ofensiva o defensiva según la historia y la geografía de la
lucha.
El
nuevo yihadismo no es un movimiento islámico contra Occidente, sino que es un
movimiento de una parte del sunismo contra el chiismo y otras religiones, para
crear un estado teocrático suní. Y, de paso, eliminar la dominación occidental
sobre los territorios islámicos para que esa teocracia pueda existir. En ese
sentido, Irán, y por tanto el Gobierno chií iraquí, Asad en Siria, o Hizbulah
en Líbano, son los primeros enemigos. Si bien es cierto que la oposición
frontal a Estados Unidos busca a proclamar el EI como único defensor válido del
islam. Más aún, la estrategia deliberada del Estado Islámico es crear un
movimiento islámico suní mundial, apoyado desde un Estado territorialmente
constituido, mediante la penetración de las comunidades musulmanas en todo el
mundo y en particular en Europa y Estados Unidos.
Aunque
Al Qaeda tuvo esta idea, nunca llegó a realizarla a gran escala. El Estado
Islámico sí lo está consiguiendo, en parte gracias al efecto multiplicador de
las redes sociales de internet. Los cuadros de Al Qaeda eran árabes de Oriente
Medio. En el EI, aunque los iraquíes controlan los puestos de mando, han
conseguido movilizar a miles de jóvenes de múltiples países. Jóvenes con
pasaportes válidos que pueden ir y venir como quieran mientras mantengan la
clandestinidad Y que van a morir en los campos de batalla o regresan a sus
hogares para morir cerca de los suyos. La defensa contra esta amenaza real
puede conducir a una catástrofe política en Europa. Porque no se trata sólo de
controlar a los que pueden volver (la mayoría morirán), sino de prevenir la acción
de los que no salen del país. Y si para prevenir ese peligro se estigmatiza y
vigila a las minorías musulmanas, se espían las mezquitas y se desconfía de
cualquier signo de piedad religiosa, estaremos creando las condiciones para una
insurrección de masa de las crecientes minorías musulmanas. Cada ordenanza
municipal contra el uso del burka es una simiente para el proselitismo
islamista radical.
En
realidad, se trata de elegir entre una política de integración plena y
tolerancia activa de todas las religiones e ideologías o la creación de un
estado de sitio interno que, teniendo en cuenta la dimensión de la población
musulmana autóctona (no inmigrada), llevaría a una israelización de nuestras
sociedades, o sea, al miedo permanente y a la militarización de la vida
cotidiana.
Ese
es el desafío que el Estado Islámico lanza al mundo. Barbarie sin ambages
contra quienes se le oponen, decisión de morir en el empeño y apertura de un
cauce de expresión violenta a miles de jóvenes discriminados y enrabiados en sus
vidas.
Y
detrás del entramado se encuentran posiblemente las élites suníes de la
península arábiga, financiadores y animadores de los guerreros del islam, sin
que se sepa con precisión su interacción con monarcas y emires de la región.
Porque también esas élites están en una guerra de religión centenaria con sus
enemigos chiíes. Esa es la parte de la estrategia estadounidense que Obama no
podía revelar.
Se
avecina el momento de la verdad en la confrontación entre Occidente y los
guardianes de “nuestro” petróleo. Que significativamente coinciden con los
guardianes de los lugares santos del islam.
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