Grecia:
ahora, más Europa/Fernando Fernández Méndez de Andes. IE Business School.
Publicado en El
País | 30 de junio de 2015
El
corralito griego estaba cantado. No había alternativa. Ni para Grecia, ni para
la unión monetaria. Cuando los depositantes griegos han perdido la confianza en
el valor de sus ahorros, cuando depende de un referéndum que tengan euros o
nuevos dracmas, cualquier persona informada prefiere guardar sus euros bajo el
colchón. Una semana es una eternidad. La opinión pública sigue confiando en un
acuerdo de última hora. Se citan razones geopolíticas, económicas o morales
para que Grecia permanezca en el euro. Las primeras no pueden seguir
imponiéndose a la realidad económica. Ese ha sido el problema griego desde el
principio, desde su entrada en la UE. De las últimas, no me cabe a mí opinar,
pero pienso que nada tienen que ver con el régimen monetario de un país.
Hablemos de las económicas.
Le
toca mover ficha al primer ministro griego y elegir entre dos opciones. Puede
ceder, pedir el sí, apelar a la responsabilidad histórica y confesar que ha
llegado al extremo de sus posibilidades negociadoras. Tendría asegurado un
nuevo programa de ajuste y garantizado el ahorro de sus ciudadanos; pero
pondría en peligro su supervivencia política, porque no cabe pensar que las
denostadas instituciones modifiquen sustancialmente una oferta que él ha
calificado de ridícula y humillante. Hacerlo sería invitar a un chantaje
permanente y la Unión Económica y Monetaria (UEM) estaría muerta; perdida toda
su credibilidad.
Si
el mandatario griego acepta que se equivocó, podría emerger como un hombre de
Estado y provocaría la euforia de los mercados europeos: las caídas del lunes
serían apenas una anécdota. Un bonito sueño, pero poco probable. Tiene Tsipras
un toque mesiánico que nos debería resultar conocido. Los líderes que creen
llevar a su pueblo a la tierra prometida suelen estrellarlos dramáticamente con
la realidad. Creo más bien que se pondrá a la cabeza de la revolución y Grecia
terminará saliendo del euro (ya tiene padrino intelectual porque el
omnipresente Krugman no ha perdido el tiempo en salir a la palestra). Tras un
breve periodo de tensión en los mercados, será una buena noticia para Europa y
para España porque confirmará que la UEM es una unión de reglas, soberanía
compartida y transferencias condicionadas. Y dejará también claro que Europa no
pretende resolver problemas geopolíticos con instrumentos monetarios y
cambiarios. Para eso están la OTAN, la Política Exterior Común o la Agencia
Europea de Defensa.
La
Unión Monetaria tiene hoy instrumentos económicos suficientes para convertir el
reto griego en una gran oportunidad para consolidarse como un espacio económico
de estabilidad, prosperidad y crecimiento para los países que cumplen las
reglas que nos hemos dado entre todos. En eso, por cierto, consiste
precisamente la democracia, aunque los partidarios de tomar el palacio de
invierno no lo entiendan. Europa debe avanzar decididamente en la integración
económica y monetaria de la eurozona. Como ha hecho siempre, en todos los
momentos críticos anteriores. Desde la puesta en marcha de la Unión Monetaria,
en plena crisis del sistema europeo de cambios, al principio de los noventa,
hasta la unión bancaria en la primera crisis del euro en 2010-2012. Europa
siempre ha avanzado así y esta vez no será diferente. De hecho, lo tiene más
fácil, porque hay un gran consenso sobre lo que hay que hacer a medio plazo,
consenso que se ha plasmado recientemente en el llamado Documento de los cinco presidentes.
Mi apuesta es que se acelerará la entrada en vigor de muchas de sus
recomendaciones, que se entendían en el medio plazo.
Tres
son los movimientos políticos más probables en el muy corto plazo. Y los tres
muy significativos de que la construcción europea implica dos cosas que los
griegos no han querido ver: cesión de soberanía y mutualización condicionada de
la deuda.
La
UEM adelantará el mecanismo europeo de resolución bancaria (MUR), previsto para
2015 pero con un calendario progresivo de implantación de ocho años. La
directiva europea prevé esa posibilidad, mediante la capacidad de endeudamiento
a través del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) para suplir la falta de
fondos nacionales. Supondrá un nuevo paso en la mutualización de la deuda
bancaria europea. Para completar la ruptura definitiva del bucle perverso de
crisis soberana/crisis bancaria, la UEM acelerará la recapitalización directa
de los bancos, cuya solvencia última no dependerá así de la calidad crediticia
de los Tesoros nacionales.
Para
hacer todo esto posible, técnicamente sostenible y políticamente aceptable, la
eurozona avanzará en la gobernanza fiscal dentro de un sistema de
transferencias fiscales condicionadas. Se consolidará sin tardanza el Eurogrupo
con carácter permanente, staff propio y embrión del gobierno fiscal europeo. Se
convertirá con el tiempo en el Tesoro europeo que tanto reclaman académicos,
analistas y los Gobiernos francés y alemán, aunque se hayan resistido a su
concreción por miopes razones electorales que hoy parecen irrelevantes y casi
irresponsables. El Eurogrupo asumirá la dirección de la política fiscal en
Europa, asegurando que las políticas nacionales sean compatibles con las
necesidades de la eurozona, para lo que habrá de disponer de incentivos, programas
de estabilización europeos con financiación propia a través de algún activo
europeo, los famosos eurobonos. Pero también de sanciones, en concreto de la
capacidad para anular decisiones fiscales de los Estados miembros. Todo un
reto. Pero cosas más increíbles hemos visto ya en la construcción europea estos
años.
Aunque
la UEM y el BCE llevan meses estudiando el plan b, que es precisamente de lo
que se trata ahora, aplicarlo no puede ser inmediato. Los mercados financieros
seguirán nerviosos, lo que ofrecerá una gran oportunidad de compra a los que
anticipen estos cambios. No estarán solos porque el BCE actuará decididamente a
su favor. Mario Draghi hará uso de su célebre “whatever it takes” para los
países dentro del sistema. Lo tiene muy fácil: dispone de los mecanismos
técnicos y la reciente sentencia de la Corte Europea le da argumentos jurídicos
frente a los más recalcitrantes. Los instrumentos son conocidos: compras
aceleradas y discriminantes de bonos públicos mediante el SMP, más intensas de
aquellos bonos más atacados, y liquidez garantizada, ilimitada y a tipo cero a
través de las TLTRO [préstamos condicionados a largo plazo]. Los especuladores
—yo prefiero llamarles simplemente los inversores— más incrédulos con el euro
tendrán enfrente a uno de los bancos centrales más poderosos del mundo
dispuesto a utilizar toda la artillería. No les arriendo la ganancia, porque
estoy convencido de que la tragedia griega será finalmente positiva para la
eurozona: el catalizador que Europa necesitaba.
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