Revista Proceso # 2026, 30 de agosto de 2015..
Economía: fábrica de pobreza/CARLOS ACOSTA CÓRDOVA
En los primeros tres años de
su gestión, Enrique Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, han
venido esgrimiendo un falso discurso económico sobre una pretendida prosperidad
nacional. Lo cierto es que convirtieron el país en una fábrica de pobres, según
demuestran las propias cifras de instituciones como el Inegi y el Banco de
México. Ante esta lacerante realidad, las pregonadas reformas estructurales –la
fiscal y la energética– sólo evidencian un crecimiento torpe y excluyente. Al
parecer, lo único que se multiplica en México es la pobreza. Y todo indica que
esta situación no cambiará en los últimos años.
El lunes 3, durante una gira
de trabajo por el Estado de México, el presidente Enrique Peña Nieto adelantó
el tono del discurso que dará el miércoles 2 de septiembre –al menos en la
parte económica– con motivo de su tercer informe de gobierno.
El país no ha registrado un
crecimiento económico “en los niveles que quisiéramos”; “en el tamaño de
crecimiento que hubiésemos querido llevar a la fecha”, dijo. Pero no estamos
tan mal, sugirió, pues “a otras economías del mundo les ha ido peor”.
Y agregó: “En México lo
sentimos, lo explicamos, pero para quienes tienen, quizá, un mayor conocimiento
en el tema, entienden muy bien que el escenario global es difícil; que
lamentablemente nos toca observar cómo diferentes regiones del mundo han
enfrentado o están viviendo desaceleración en sus economías, incluso teniendo
crecimientos negativos en el desempeño de sus economías”.
Es el discurso recurrente del
mandatario, pero sobre todo del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien
cotidiana e invariablemente emplea la fórmula, cuando hay un dato malo en la
economía, de que otros países están peor que México.
Pero la información oficial
en torno al desempeño de la economía en lo que va de la administración de Peña
Nieto, en especial los datos y cifras del Banco de México y del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) –esas sí, sin adjetivos–, dan
cuenta del fracaso en la conducción de la economía nacional, independientemente
del entorno internacional.
El 26 de diciembre de 2013
se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Programa Nacional de
Financiamiento al Desarrollo (Pronafide), en el que se planteaban dos
escenarios para el crecimiento económico: uno sin reformas, que es el
crecimiento “inercial”, y otro con reformas estructurales.
Sin reformas, la economía
crecería 3.8% en 2015, 3.7% en 2016, 3.6% en 2017 y 3.5% en 2018, al término de
la administración.
Pero con reformas, según el
Pronafide, el ritmo de la economía sería acelerado: 4.7% en 2015, 4.9% en 2016,
5.2% en 2017 y 5.3% en 2018 (Proceso 2005).
A 20 meses de la publicación
de ese documento y ya en plena vigencia y operación las reformas, la realidad,
cruda, ha sido un palmo de narices para el gobierno.
Los desatinos
Apenas el jueves 20, el
Inegi dio a conocer que en el segundo trimestre de este año el PIB registró un
crecimiento de 2.2% anual real, inferior al 2.9% que se observó en el segundo
trimestre de 2014, y también inferior al 2.6% del primer trimestre de 2015.
Una semana antes, el Banco
de México había hecho lo propio, al bajar su estimación para el incremento del
PIB en 2015 a un rango de 1.7% a 2.5%, desde 2% a 3%, que estableció también en
mayo pasado.
El punto medio del
pronóstico de Hacienda para este año es de 2.4%, que no sólo no alcanza al
crecimiento inercial esperado para el año, de 3.8%, en el Pronafide; y queda
muy lejos, casi a la mitad, del 4.7% que, con reformas, se planteaba en aquel
documento.
El magro comportamiento de
la economía en este año, según los especialistas, se debe al débil desempeño de
las actividades secundarias (construcción, industria manufacturera y la
minería); a que las exportaciones no petroleras –el gran motor del crecimiento–
están estancadas, y a que la construcción de nueva cuenta va a la baja.
Todo ello se ha compensado,
en parte, por una mejor evolución del consumo y de las actividades terciarias
(servicios y comercio). Pero que no alcanza para darle más aire a la economía
en su conjunto.
El achicamiento de las cifras
y de las expectativas oficiales de crecimiento, más allá de lo que impliquen en
términos macroeconómicos, y en medio de un mundo turbulento, en el país han
tenido una traducción brutal en la vida de los mexicanos:
Por lo menos en los dos
primeros años del gobierno de Peña Nieto se agregaron a la pobreza 2 millones
de mexicanos –suman ahora 55.3 millones las personas en esa condición– y los
ingresos de 90% de la población se redujeron de manera dramática.
Hoy, no sólo son más bajos
que en 2012, sino mucho peor que en 2008, al inicio de la crisis financiera
internacional, según datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval) y del Inegi.
“Yo hice un cálculo de que
esos 2 millones de pobres más en un par de años, equivale a dos pobres por
minuto, dice el prestigiado economista Gerardo Esquivel Hernández en
entrevista.
A esa tasa está creciendo la
pobreza. México, durante los primeros años de gobierno de Peña Nieto, fue una
auténtica fábrica de pobres, comenta Esquivel, licenciado en economía por la
UNAM, maestro en la misma disciplina por El Colegio de México y doctor por la
Universidad de Harvard.
Y agrega: “A eso nos estamos
enfrentando por una economía que no crece y que cuando crece lo hace de una
manera no incluyente. Excluye a los sectores amplios de los beneficios de ese
crecimiento”.
–¿Por qué han sido tan
pobres los resultados en materia económica? ¿Qué fue lo que falló en la
operación, en la conducción de la economía? –se le pregunta.
–Yo creo que fue una
combinación de elementos. Nunca entendieron el entorno nacional e
internacional. Faltó liderazgo en el secretario de Hacienda, Luis Videgaray,
que desatendió la economía desde el primer año.
“Pero al final de cuentas me
parece que hicieron un mal diagnóstico de la situación. No tenían claro, a
cabalidad, las causas del bajo crecimiento económico en los últimos años. Hubo
una desatención de la parte administrativa.
“En 2013 toda la atención
estuvo enfocada en la aprobación de las reformas. Y ahí el secretario de
Hacienda jugó un papel muy importante. Y eso me parece que fue crucial para
entender lo que creo que marca esta gestión y que de alguna manera está determinando
la tendencia de este sexenio.
Y el punto nodal de la mala
gestión económica, dice Esquivel, se dio en el errático manejo del gasto
público desde el primer año.
Las falacias de Videgaray
Autor del reporte
Desigualdad extrema en México; concentración del poder económico y política,
editado recientemente por OXFAM y que mereció comentarios y análisis en casi
todos los medios, Gerardo Esquivel insiste en que el responsable de un mal
manejo y ejercicio del gasto público es Videgaray.
“Es inexplicable que alguien
que había sido secretario de Finanzas en el gobierno de Peña Nieto en el Estado
de México haya hecho lo que hizo. Dice el entrevistado: decidió ejercer los
recursos del presupuesto de una manera inexplicablemente muy lenta y eso le
metió un freno a la economía muy significativo en 2013.
“Y eso explica por qué ese
año fue de tan bajo crecimiento. Una cosa realmente atípica, pues crecimos
inclusive por debajo de Estados Unidos, lo cual no había ocurrido en muchos
años.”
En suma, dice el economista,
pesaron más los factores internos para hacer del primer año de gobierno un
desastre económico, “pero que tuvieron que ver con una mala gestión, una
desatención de parte del secretario Videgaray –‘por su propio interés político,
por vocación o por petición del presidente de la República’–, que terminó
generando una situación de desaceleración en 2013 y de crecimiento mediocre en
los años subsecuentes”.
–¿No era necesaria la
reforma energética, la que se dijo era la madre de todas las reformas
estructurales de Peña Nieto?
–Es un mal diagnóstico
simplemente pensar que el sector petrolero puede ser la base del crecimiento de
la economía. Siempre he creído que pensar que eso sea la palanca de desarrollo
es equívoco. Porque es un sector que es muy pequeño, comparado con el tamaño de
la economía mexicana, es un sector –todo el energético: petróleo, gas,
electricidad– que emplea a menos de 1% de la población.
“Es decir, es un sector que
por mucho que crezca es muy difícil que arrastre a la economía en su conjunto.
Es un sector desvinculado de la economía y pensar que incluso duplicando o
triplicando el sector en México, que sería ya una cosa descomunal, el impacto
que tendría en la economía en su conjunto sería relativamente pequeño.
“Entonces, pensar que esa
era la solución a los problemas del país y que atraer inversión extranjera en
ese sector –principalmente el petrolero–, que fue donde estuvo el énfasis de la
reforma energética, pues es equivocado porque simplemente no va a atraer
suficiente inversión extranjera para transformar realmente al país, por hacer
que regrese a la senda del crecimiento.”
–Bueno, algo se vio en la
primera fase de licitaciones de la Ronda Uno: de 14 bloques sólo pudieron
adjudicarse dos.
–Sí, el poco interés se
debió a que, primero, las condiciones del mercado petrolero no son las óptimas
en este momento y, segundo, a que también puede ser el costo de una percepción,
de parte de los inversionistas extranjeros, de problemas en el estado de
derecho del país, y que termina siendo más costoso para ellos invertir en esta
economía, derivado de posibles actos de corrupción, de complicidades (entre
funcionarios y empresarios), reales o no. Basta con que los individuos tengan
esa sospecha para dejar de invertir.
“Ahora van a relajar las
reglas, que me parece equívoco también. Puede resultar en un menor porcentaje
para el Estado en las utilidades. El gobierno pedía 40% sobre las utilidades,
no sobre los ingresos. Recordemos que de cada barril que producía Pemex, más o
menos 75% se lo quedaba el Estado, de todo el valor del barril de petróleo.
El dispendio fiscal de 2014
Ya entrado en el análisis de
las reformas –de las que sin duda deberá informar Peña Nieto, por escrito ante
el Congreso y en su discurso a la nación–, Gerardo Esquivel, encargado de la
revisión técnica de la traducción al español del libro El capital en el siglo
XXI, del destacado economista francés Thomas Piketty, publicado por el Fondo de
Cultura Económica, aborda la reforma fiscal.
Contrario a lo que dice la
mayoría de los analistas, en el sentido de que dicha reforma resultó recesiva,
que le quitó recursos a las familias y a las empresas, Esquivel apunta:
“El problema no es la
reforma fiscal. Eso es importante entenderlo. Porque en todo caso la reforma
fiscal aumentó los ingresos del gobierno en una fracción mucho menor de lo que
aumentó el gasto. Y eso es importante entenderlo, porque mucha gente culpa al
aumento en los impuestos de la desaceleración económica. Pero recordemos que
eso le dio recursos al gobierno y que lo que gastó el gobierno fue mucho más
que eso.
“Es decir, la verdadera
reforma fiscal de 2014 no fue la tributaria; fue el aumento en el gasto público
y que fue básicamente un dispendio de recursos, mal ejercido nuevamente, donde
el gasto no estuvo eficientemente ejecutado, que no estuvo invertido en obras
de impacto económico y social significativo.
“Ahí es donde estuvo el
problema. El gasto, en términos reales, creció en 2014 en 9%. Desde los setenta
no teníamos un aumento del gasto tan significativo. Entonces, la reforma fiscal
tuvo esa dimensión tributaria –de aumentar los ingresos del gobierno a costa de
los contribuyentes–, pero lo que entró en vigor y que fue más relevante para
entender lo que ha pasado recientemente fue el aumento en el gasto… que además
fue un gasto improductivo.”
–La reforma financiera. El
plan era hacer que los bancos prestaran más y más barato; que se convirtieran
en un verdadero apoyo a la economía nacional.
–Pues los bancos,
comerciales y de desarrollo, ni prestan más ni más barato. La implementación de
esa reforma ha sido desacertada: porque si el problema es que los bancos no
prestan, lo que hay que hacer es cambiar los incentivos para que presten los
bancos.
“Lo único que hizo la
reforma financiera fue darle más poder de cobranza a los bancos. Fue la parte
más significativa de la reforma, porque quiere decir que ahora los bancos
pueden cobrar de muchas maneras un crédito. Si en un crédito al consumo un
individuo que no paga su tarjeta de crédito y tiene cuenta bancaria en otro
banco, el banco puede demandar una intervención en la otra cuenta. Tienen mucha
mayor capacidad para cobrar esos créditos.
“El problema es que no
cambian los incentivos. Y los incentivos son, para la banca privada, prestar al
consumo que paga más de 40% al año en tasas de interés; mientras que prestarle
a una empresa privada puede ser 12% al año, con el riesgo de que la empresa no
funcione. Los incentivos para la banca son muy claros: prestémosle al gobierno
federal, a los gobiernos estatales y municipales; prestémosle al consumo y
cobremos altas comisiones.
“Lo que hace falta en el
país es darle crédito a las empresas. El más reciente reporte sobre el sistema
financiero del Banco de México dice que el crédito a las empresas no subió, el
número de empresas que recibieron crédito no subió. Subió el crédito total que
recibieron las empresas, pero eso no es lo que se quería con la reforma. No
quería que recibieran más crédito las mismas empresas que ya recibían crédito.
En la reforma se supone que la idea era expandir el crédito a otras empresas,
las que hasta ahora no reciben.
“Mientras no cambien los
incentivos –bajar comisiones, regular las tasas de interés de los créditos al
consumo, etcétera– la banca va a seguir feliz extrayendo recursos de los
usuarios de la banca, mediante comisiones y altas tasas de interés.”
Poco optimista es la
conclusión del entrevistado:
“Si seguimos por el mismo
camino, obtendremos los mismos resultados. Si seguimos haciendo lo que hemos
estado haciendo en las tres décadas de bajo crecimiento, pues seguiremos
teniendo bajo crecimiento, mucha desigualdad y una enorme expansión de la
pobreza.” l
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