Olvídense
del muro de Trump: en México lo importante es el TLCAN/Ioan Grillo es autor de Gangster Warlords: Drug Dollars, Killing Fields and the New Politics of Latin America y columnista de opinión.
The
New York Times, Miércoles, 28/Sep/2016
En
esta ciudad industrial cerca a la capital del país, los trabajadores se reúnen
afuera de las puertas de una planta de Chrysler para el turno nocturno de
ensamblaje de camionetas Journey de la marca Dodge. Es un trabajo codiciado,
pues los trabajadores de la industria automovilística en México ganan un
promedio de 5 dólares por hora, en comparación con el salario mínimo nacional
de menos de 4 dólares por toda la jornada. Sin embargo, es una quinta parte de
lo que ganan los trabajadores en Detroit, y eso ha ayudado a México a
convertirse en un centro neurálgico en la producción automotriz a nivel
mundial. Los productos terminados se pueden ver en el estacionamiento: miles de
camionetas negras, blancas, plateadas y rojas, relucientes, que esperan ser
embarcadas a todo el planeta, en especial a Estados Unidos, donde los
estadounidenses pagaron 100.000 dólares por una Journey el año pasado.
Aunque
los líderes mexicanos se burlan de la exigencia de Trump de pagar por el muro
fronterizo, han tomado sus llamados a renegociar, o desechar, el TLCAN más
seriamente, en especial teniendo en cuenta que su presidente ha hecho poco para
hacerlo retroceder. En julio, el presidente Enrique Peña Nieto dio una
conferencia de prensa con el presidente Obama en la que dijo que había espacio
para “modernizar” y “actualizar” el tratado. El mes pasado, no puso ninguna objeción
cuando Trump acudió a la sede presidencial de México y prometió reescribirlo.
Sin
embargo, el TLCAN no es adorado universalmente en México y el discurso
anticomercio de los candidatos presidenciales ha avivado las críticas al
tratado, con algunos opositores que argumentan, entre otras cosas, que devasta
la agricultura mexicana al inundar el país con maíz estadounidense barato. En
agosto, decenas de miles de microagricultores se reunieron en Ciudad de México
con demandas que incluyen la reescritura del TLCAN, una movida que el
secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, ha advertido que podría
abrir una caja de Pandora. En efecto, las expectativas de un nuevo TLCAN han
generado llamados a poner todo, desde la energía hasta la inmigración, en una
nuevo borrador.
En
julio, la encuestadora Buendía y Laredo preguntó a los mexicanos si les
gustaría salirse del TLCAN. Un firme 52 por ciento dijo que estaba en contra
del “Mexit” del bloque de comercio, pero resulta importante que un 33 por
ciento manifestó estar a favor de la salida, a pesar de la cantidad de empleos
que dependen de él. La encuesta demostró actitudes similares a las del Reino
Unido y la Unión Europea; los que cuentan con menor educación son los que más
se oponen al TLCAN, mientras que la mayoría de los estudiantes universitarios
están a favor.
Las
políticas del TLCAN son tan complejas al sur de la frontera como lo son en al
norte de esta. Sus defensores lo ven como una piedra angular de la apertura de
México al mundo; sus detractores, como una herramienta neoliberal de gringos
imperialistas. Algunos le dan crédito o le echan la culpa por buena parte de lo
que ha sucedido aquí durante las últimas dos décadas: Que México se convirtiera
en una democracia multipartidista, que millones hagan la caminata hacia el
norte, y hasta de los violentos carteles del narcotráfico que devastan las
ciudades fronterizas.
Como
la economía de Estados Unidos es diez veces más grande que la de México, los
efectos del TLCAN se sienten mucho más a este lado del río. Físicamente, han
reformulado el paisaje de México, desde sus crecientes ciudades industriales a
sus poblados de campesinos que poco a poco se quedan sin habitantes. El tratado
impulsó enormemente el comercio entre los países, que pasó de 104 mil millones
de dólares en 1994 a 583 mil millones de dólares, que incluyen de todo: desde
bujías hasta aviones y árboles de Navidad. Gracias al TLCAN, México se ha
convertido en el más grande productor de automóviles de América Latina, pues
incluso superó a Brasil en 2014.
No
obstante, a pesar de estas ganancias, la economía mexicana es lenta en
comparación con la de países en desarrollo como la India y China. Ha crecido un
promedio de 2,5 por ciento al año desde que se instauró TLCAN, un nivel similar
al de la década que lo antecedió y por debajo del auge de la década de 1960.
Al
examinar el TLCAN se revelan otros matices. A Trump le gusta señalar que México
vende más de lo que compra de Estados Unidos: 58 mil millones de dólares al
año. Sin embargo, muchas de las compañías que exportan desde México son
estadounidenses, así que la mayor parte de las ganancias regresa al país del
norte. Chrysler abrió su fábrica en Toluca en 1968 e invirtió mil millones más
en 2006 cuando tuvo acceso a los compradores de automóviles estadounidenses.
Aun cuando el maíz estadounidense sí fluye hacia el sur, México exportó más
bienes agrícolas a Estados Unidos de los que importó el año pasado. Los
pequeños agricultores pueden estar perdiendo lo mismo frente a los grandes
ranchos mexicanos que ante los agronegocios estadounidenses, en especial
aquellos agricultores que cosechan los millones de aguacates que los
estadounidenses usan para su guacamole.
Estos
matices ilustran lo interconectada que se ha vuelto la economía norteamericana y
lo difícil que sería reescribir el TLCAN. Tal vez los políticos aprovecharán la
oportunidad para incluir cláusulas laborales y ambientales, una demanda que
desde hace mucho tiempo han hecho los críticos y que podría tener un impacto
positivo. No obstante, una importante renegociación que dejaría satisfechos a
los trabajadores de la industria automotriz, los pequeños agricultores y otros
grupos agraviados en ambos países sería una tarea hercúlea, asumiendo que el
próximo presidente estadounidense acepte esta tarea, sin importar lo que
prometa en las elecciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario