El
nuncio llega a México para imponer los designios del Papa a una Iglesia en
llamas
El italiano Franco Coppola tendrá que decidir la jubilación del ultraconservador cardenal Norberto Rivera
Nota de JAN
MARTÍNEZ AHRENS
El Pàis, México
29 SEP 2016 -
El
Vaticano mueve ficha en México. El nuncio papal, el arzobispo italiano Franco
Coppola, ha llegado al país para imponer los designios de Roma ante un
episcopado enzarzado en un virulento conflicto contra el presidente Enrique
Peña Nieto por su propuesta de avalar constitucionalmente los matrimonios
homosexuales. Coppola, de 59 años, tendrá que vérselas con el ultraconservador
primado de México, el cardenal Norberto Rivera, el más poderoso vestigio de la
era de Juan Pablo II y bajo cuyo liderazgo la jerarquía local ha mantenido su
estrecha vinculación con el poder. Precisamente aquello a lo que Francisco pide
poner fin.
Coppola
es un producto clásico de la escuela diplomática vaticana, donde ha prestado
sus servicios desde 1993.
Es considerado un enviado eficaz y no se le conocen
afinidades ideológicas. Pero sus últimos destinos dejan entrever el giro que el
Papa quiere dar a la Iglesia mexicana. Como nuncio ha pasado por Burundi, Chad
y la República Centroafricana. Sedes pobres y azotadas por la violencia extrema
de los islamistas. Lugares donde la religión católica vive en resistencia y
volcada a sus fieles, sin apenas verticalidad. Y desde luego, sin zonas de
confort con el poder. “El Papa conoció a Coppola en una visita a África y
congeniaron, es un nombramiento directo del Pontífice”, señala el sociólogo
Bernardo Barranco.
Con
estas credenciales, el nuncio tendrá que imponer la agenda papal y hacer que la
jerarquía, como pidió el propio Francisco en su visita de febrero a México,
salga de sus palacios y se vuelque en los problemas sociales. Uno de los
mayores obstáculos para este objetivo radica en el cardenal Rivera. Influyente
y carismático, el primado de México ha encabezado una dura ofensiva contra el
presidente, que se agudizó con el vacío de poder dejado por la salida del
anterior nuncio Christophe Pierre (enviado a Estados Unidos). Sus soflamas,
difundidas por la revista de su arquidiócesis Desde la fe, han ido mucha más
allá del matrimonio homosexual y se han extendido venenosamente al conjunto de
la política de Peña Nieto.
Para
hacer frente a este escollo, Coppola tiene una carta de oro. El cardenal Rivera
ha de presentar su jubilación el año próximo. Es un trámite que en algunos
casos puede tardar años en cumplirse y donde el nuncio juega un papel decisivo.
La rapidez con que se le acepté y, ante todo, el talante de su sustituto
marcarán la pauta de su mandato.
Su
antecesor, enviado a Estados Unidos tras siete años de estancia en México,
mantuvo un perfil diluido, que sólo ganó fuerza en los últimos años con la
llegada al pontificado de Francisco. Aunque llegó a reprender a los prelados
por su escasa capacidad pastoral, no logró marcar los límites a Rivera. Una
debilidad que, de algún modo, muestra el poder que aún guardan los acólitos del
legendario y denostado Girolamo Prigione (1921-2016).
Este
nuncio, que guió con mano de hierro al episcopado mexicano desde 1978 a 1997,
formó parte de la diplomacia más conservadora de Juan Pablo II. Fiel escudero
del tenebroso secretario de Estado, Angelo Sodano, alentó los nombramientos de
Rivera y del antiguo arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval, los líderes del
ala más conservadora del episcopado. Aunque el dúo Prigione-Sodano logró éxitos
indudables, como el reconocimiento jurídico de la Iglesia mexicana en 1991 y la
reanudación de relaciones diplomáticas al año siguiente, su mandato es
recordado por muchos como una pesadilla por el fervoroso apoyo que le brindaron
al fundador de los Legionarios de Cristo, el pederasta Marcial Maciel.
“Prigione fue un nuncio que se sintió dueño absoluto de la Iglesia mexicana y
le impuso un sesgo muy conservador. Fue nefasto”, indica Barranco.
El
nuevo nuncio difícilmente podrá alcanzar un dominio similar. Pero con el apoyo
del Vaticano puede lograr un cambio en una Iglesia a la que el propio Papa ha
reprochado su proximidad a “los faraones” y su pasión por las disputas
palaciegas. “¡Si tienen que pelearse, peléense como hombres, a la cara!”, les
llegó a decir en la catedral de la Ciudad de México, sede del primado Rivera.
“No se necesitan príncipes”, zanjó. Ahora es el turno del nuncio Coppola de
hacer realidad estas palabras.
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