El papel de la religión en la sociedad internacional
ROMA, domingo, 23 septiembre 2007 (ZENIT.org).- En medio del estruendo causado por algunos libros que atacan la religión, uno de las acusaciones más frecuentes que se hace a la fe es que fomenta el conflicto político. Es cierto que no se puede negar que la religión es, en ocasiones, un factor que provoca disensión. Pero, por otro lado, puede también ser una poderosa fuerza para el bien tanto en la política nacional como en la internacional.
Un estudio publicado en julio por el «Center for Strategic and International Studies» (CSIS), con sede en Washington, presenta interesante un punto de vista sobre la interacción entre factores relacionados con la fe y la política exterior de los Estados Unidos.
El informe se titula «Mixed Blessings: Government Engagement With Religion in Conflict Prone Settings» («Mezcla de Bendiciones: La Implicación del Gobierno con la Religión en sus Posiciones ante los Conflictos). Comienza observando que las organizaciones de base religiosa han jugado un papel importante en la determinación de la política exterior de los Estados Unidos en países como Sudán y China. Además, los terroristas con motivaciones religiosas han amenazado la seguridad, y los Estados Unidos también están implicados en países como Irak y Afganistán, donde la religión es un factor crítico.
A pesar de la importancia de la religión, en general ha habido un error de comprensión de su papel –un error que ha obstaculizado la política de Estados Unidos, comenta el CSIS– hasta el punto de dañar la seguridad nacional del país.
Estas insuficiencias tienen su origen en diversas causas, según el informe.
-- Los funcionarios del gobierno suelen ser remisos a la hora de tratar el tema de la religión. Muchos en el gobierno ven la religión como un tema peligroso y de división que es mejor dejar fuera de los análisis.
-- La forma oficial de acercamiento a la religión es estrecha, acercándose a menudo a las religiones como fuerzas problemáticas o monolíticas; acentuando un análisis del Islam enfocado en el terrorismo y en ocasiones marginando la religión como un tema cultural y humanitario periférico.
-- La capacidad institucional para comprender y acercarse a la religión se ve limitada por restricciones legales, falta de preparación religiosa y falta de estructuras capaces de tratar los grupos y líderes religiosos.
Paz y conflicto
La mayor parte del informe se dedica a analizar cómo trata el gobierno de los Estados Unidos la religión en sus relaciones exteriores. Sin embargo, también trata cuestiones relacionadas con la religión como fuente o solución de las tensiones.
La religión, precisa el informe, puede ser un factor que agrave los conflictos de varias formas. Estas incluyen las tensiones que provoca entre las comunidades religiosas, la represión de grupos religiosos minoritarios y el conflicto entre el gobierno y los grupos religiosos por el control del estado.
En el lado positivo, el CSIS sostiene que los grupos y líderes religiosos con frecuencia pueden ser diplomáticos eficaces debido a su credibilidad dentro de las comunidades locales. Esto puede darles lo que el informe denomina una «capacidad única para impulsar la reconciliación entre las partes en conflicto». Un caso citado por el estudio como ejemplo es la Comunidad de San Egidio, que ha jugado un papel eficaz en la resolución del conflicto en Mozambique.
Además, la religión puede ayudar a sanar a las personas y a las comunidades tras los conflictos y proporcionar un lugar donde arreglar los agravios y donde discutir cómo lograr una mayor tolerancia.Otra forma con la que contribuye la religión a las comunidades es a través de la ayuda a los pobres. Las obras de caridad llevadas a cabo por muchas comunidades religiosas suelen jugar un papel vital en el desarrollo de las naciones en desarrollo.
El informe observa, por ejemplo, que más de la mitad de los hospitales de África están gestionados por organizaciones religiosas.En algunos países las agencias del gobierno de los Estados Unidos proporcionan ayuda en asociadas a grupos religiosos. Un ejemplo de trabajo conjunto se puede ver en Burundi, donde una agencia de los Estados Unidos trabaja con «Catholic Relief Services» para impulsar el establecimiento de una comisión por la paz y la reconciliación, que comprenda miembros de diversas orientaciones étnicas y religiosas.
Hasta ahora casi toda la ayuda del gobierno se ha canalizado a través de organizaciones cristianas. De los 1.700 millones de dólares que han ido a organizaciones religiosas de 2001 a 2005, el 98% fueron a organizaciones cristianas.
Perspectiva espiritual
Un artículo del pasado 14 de mayo en la revista «Weekly Standard» de John J. Dilulio Jr, quien fue en 2001 primer director de la Oficina de Iniciativas Religiosas y Comunitarias de la Casa Blanca, presentaba otra visión de la relación entre religión y política exterior de los Estados Unidos. El título de su artículo es «Spiritual politique».
Desde Brasil a Belice y desde Beirut a Boston –comentaba-- «la religión en cientos de formas y en miles de modos diversos ha sobrevivido a la ‘modernidad’ y a la ‘posmodernidad’».
Dilulio explicaba que, con el término ‘spiritual politique’, se refiere a una visión de la religión que tiene en cuenta su significativo poder para modificar la política dentro y entre las naciones. También quiere expresar con él una comprensión de la religión no como algo que está en conflicto con la modernidad, sino como algo predicado y practicado por mucha gente.
Es necesario que nos percatemos, incluso en las democracias estables, comentaba Dilulio, que las diferencias religiosas juegan un importante papel. En países donde la democracia y la normalidad constitucional están todavía en proceso de formación, la religión puede ser un factor de complicaciones para lograr la unidad nacional.Recomendaba, por tanto, que los funcionarios del gobierno despertaran y prestaran mucha más atención al papel de la religión y su impacto en la política mundial.
La religión en acción
Una consideración más amplia del impacto de la religión en los conflictos es la que presenta un libro publicado a principios de año con el título «Peacemakers in Action: Profiles of Religion in Conflict Resolution» («Pacificadores en Acción: Perfiles de la Religión en la Resolución de Conflictos»). El libro, una colección de ensayos editada por David Little, trata del estudio de algunos casos de figuras religiosas que han ayudado a promover la paz.El útil capítulo final de Little presenta algunas conclusiones que pueden deducirse de los perfiles del libro. Anima a los lectores a evitar dos simplificaciones. La primera es que la religión como mejor se puede considerar es como violencia o lucha de civilizaciones. El segundo es que la «buena» religión siempre trae paz.
Algunos de los perfiles recogidos en el libro dan un elocuente testimonio que contradice la primera simplificación, apunta Little. Además la religión es uno más de una serie de factores que están presentes en la causa de los conflictos violentos.
La segunda afirmación es también insostenible, añade Little. La experiencia en situaciones como la guerra que siguió a la desintegración de Yugoslavia demuestran que la religión, e incluso el mismo clero, puede inflamar las hostilidades.
Little enumera una serie de lecciones que pueden extraerse de los casos estudiados en el libro, entre las que destacan:
-- La religión nunca causa violencia por sí misma, y, en contraste, tiene su influencia, especialmente en su forma extremista, en el desarrollo y carácter de la violencia.
-- La religión no es sólo fuente de conflictos violentos, sino también fuente de paz.-- La religión en sí muestra su preferencia en buscar la paz por medios no violentos y por combinar la promoción de la paz con la promoción de la justicia.
-- La religión dedicada a promover la justicia y la paz por medios pacíficos suele suscitar una respuesta hostil y violenta, al menos a corto plazo.
Fe y paz
Considerando las personalidades religiosas presentadas en el libro, Little comenta que sus creencias les proporcionaron una base importante para la tarea que asumieron de promover la paz. Obtuvieron visión, motivación y perseverancia de las tradiciones teológicas de su fe.
La religión puede también jugar su papel a la hora de ayudar a construir instituciones que aumenten y sostengan la armonía social y la unidad civil. Asimismo, las organizaciones no gubernamentales y los individuos pueden fomentar un ambiente que conduzca a la paz y a negociaciones para resolver los conflictos.Benedicto XVI trató la relación entre fe religiosa y paz en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, celebrado por la Iglesia el 1 de enero. Calificaba de «inaceptables» aquellas concepciones de Dios que anima a la intolerancia y a la violencia (n. 10). La guerra en nombre de Dios nunca es aceptable, advertía el Pontífice.
«Que todo cristiano se sienta comprometido a ser un trabajador incansable en favor de la paz y un valiente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables», animaba en la conclusión de su mensaje. Un llamamiento que debería encontrar una respuesta en el corazón de todos los creyentes.
Por el padre John Flynn, LC
Tomado de Zenit.
ROMA, domingo, 23 septiembre 2007 (ZENIT.org).- En medio del estruendo causado por algunos libros que atacan la religión, uno de las acusaciones más frecuentes que se hace a la fe es que fomenta el conflicto político. Es cierto que no se puede negar que la religión es, en ocasiones, un factor que provoca disensión. Pero, por otro lado, puede también ser una poderosa fuerza para el bien tanto en la política nacional como en la internacional.
Un estudio publicado en julio por el «Center for Strategic and International Studies» (CSIS), con sede en Washington, presenta interesante un punto de vista sobre la interacción entre factores relacionados con la fe y la política exterior de los Estados Unidos.
El informe se titula «Mixed Blessings: Government Engagement With Religion in Conflict Prone Settings» («Mezcla de Bendiciones: La Implicación del Gobierno con la Religión en sus Posiciones ante los Conflictos). Comienza observando que las organizaciones de base religiosa han jugado un papel importante en la determinación de la política exterior de los Estados Unidos en países como Sudán y China. Además, los terroristas con motivaciones religiosas han amenazado la seguridad, y los Estados Unidos también están implicados en países como Irak y Afganistán, donde la religión es un factor crítico.
A pesar de la importancia de la religión, en general ha habido un error de comprensión de su papel –un error que ha obstaculizado la política de Estados Unidos, comenta el CSIS– hasta el punto de dañar la seguridad nacional del país.
Estas insuficiencias tienen su origen en diversas causas, según el informe.
-- Los funcionarios del gobierno suelen ser remisos a la hora de tratar el tema de la religión. Muchos en el gobierno ven la religión como un tema peligroso y de división que es mejor dejar fuera de los análisis.
-- La forma oficial de acercamiento a la religión es estrecha, acercándose a menudo a las religiones como fuerzas problemáticas o monolíticas; acentuando un análisis del Islam enfocado en el terrorismo y en ocasiones marginando la religión como un tema cultural y humanitario periférico.
-- La capacidad institucional para comprender y acercarse a la religión se ve limitada por restricciones legales, falta de preparación religiosa y falta de estructuras capaces de tratar los grupos y líderes religiosos.
Paz y conflicto
La mayor parte del informe se dedica a analizar cómo trata el gobierno de los Estados Unidos la religión en sus relaciones exteriores. Sin embargo, también trata cuestiones relacionadas con la religión como fuente o solución de las tensiones.
La religión, precisa el informe, puede ser un factor que agrave los conflictos de varias formas. Estas incluyen las tensiones que provoca entre las comunidades religiosas, la represión de grupos religiosos minoritarios y el conflicto entre el gobierno y los grupos religiosos por el control del estado.
En el lado positivo, el CSIS sostiene que los grupos y líderes religiosos con frecuencia pueden ser diplomáticos eficaces debido a su credibilidad dentro de las comunidades locales. Esto puede darles lo que el informe denomina una «capacidad única para impulsar la reconciliación entre las partes en conflicto». Un caso citado por el estudio como ejemplo es la Comunidad de San Egidio, que ha jugado un papel eficaz en la resolución del conflicto en Mozambique.
Además, la religión puede ayudar a sanar a las personas y a las comunidades tras los conflictos y proporcionar un lugar donde arreglar los agravios y donde discutir cómo lograr una mayor tolerancia.Otra forma con la que contribuye la religión a las comunidades es a través de la ayuda a los pobres. Las obras de caridad llevadas a cabo por muchas comunidades religiosas suelen jugar un papel vital en el desarrollo de las naciones en desarrollo.
El informe observa, por ejemplo, que más de la mitad de los hospitales de África están gestionados por organizaciones religiosas.En algunos países las agencias del gobierno de los Estados Unidos proporcionan ayuda en asociadas a grupos religiosos. Un ejemplo de trabajo conjunto se puede ver en Burundi, donde una agencia de los Estados Unidos trabaja con «Catholic Relief Services» para impulsar el establecimiento de una comisión por la paz y la reconciliación, que comprenda miembros de diversas orientaciones étnicas y religiosas.
Hasta ahora casi toda la ayuda del gobierno se ha canalizado a través de organizaciones cristianas. De los 1.700 millones de dólares que han ido a organizaciones religiosas de 2001 a 2005, el 98% fueron a organizaciones cristianas.
Perspectiva espiritual
Un artículo del pasado 14 de mayo en la revista «Weekly Standard» de John J. Dilulio Jr, quien fue en 2001 primer director de la Oficina de Iniciativas Religiosas y Comunitarias de la Casa Blanca, presentaba otra visión de la relación entre religión y política exterior de los Estados Unidos. El título de su artículo es «Spiritual politique».
Desde Brasil a Belice y desde Beirut a Boston –comentaba-- «la religión en cientos de formas y en miles de modos diversos ha sobrevivido a la ‘modernidad’ y a la ‘posmodernidad’».
Dilulio explicaba que, con el término ‘spiritual politique’, se refiere a una visión de la religión que tiene en cuenta su significativo poder para modificar la política dentro y entre las naciones. También quiere expresar con él una comprensión de la religión no como algo que está en conflicto con la modernidad, sino como algo predicado y practicado por mucha gente.
Es necesario que nos percatemos, incluso en las democracias estables, comentaba Dilulio, que las diferencias religiosas juegan un importante papel. En países donde la democracia y la normalidad constitucional están todavía en proceso de formación, la religión puede ser un factor de complicaciones para lograr la unidad nacional.Recomendaba, por tanto, que los funcionarios del gobierno despertaran y prestaran mucha más atención al papel de la religión y su impacto en la política mundial.
La religión en acción
Una consideración más amplia del impacto de la religión en los conflictos es la que presenta un libro publicado a principios de año con el título «Peacemakers in Action: Profiles of Religion in Conflict Resolution» («Pacificadores en Acción: Perfiles de la Religión en la Resolución de Conflictos»). El libro, una colección de ensayos editada por David Little, trata del estudio de algunos casos de figuras religiosas que han ayudado a promover la paz.El útil capítulo final de Little presenta algunas conclusiones que pueden deducirse de los perfiles del libro. Anima a los lectores a evitar dos simplificaciones. La primera es que la religión como mejor se puede considerar es como violencia o lucha de civilizaciones. El segundo es que la «buena» religión siempre trae paz.
Algunos de los perfiles recogidos en el libro dan un elocuente testimonio que contradice la primera simplificación, apunta Little. Además la religión es uno más de una serie de factores que están presentes en la causa de los conflictos violentos.
La segunda afirmación es también insostenible, añade Little. La experiencia en situaciones como la guerra que siguió a la desintegración de Yugoslavia demuestran que la religión, e incluso el mismo clero, puede inflamar las hostilidades.
Little enumera una serie de lecciones que pueden extraerse de los casos estudiados en el libro, entre las que destacan:
-- La religión nunca causa violencia por sí misma, y, en contraste, tiene su influencia, especialmente en su forma extremista, en el desarrollo y carácter de la violencia.
-- La religión no es sólo fuente de conflictos violentos, sino también fuente de paz.-- La religión en sí muestra su preferencia en buscar la paz por medios no violentos y por combinar la promoción de la paz con la promoción de la justicia.
-- La religión dedicada a promover la justicia y la paz por medios pacíficos suele suscitar una respuesta hostil y violenta, al menos a corto plazo.
Fe y paz
Considerando las personalidades religiosas presentadas en el libro, Little comenta que sus creencias les proporcionaron una base importante para la tarea que asumieron de promover la paz. Obtuvieron visión, motivación y perseverancia de las tradiciones teológicas de su fe.
La religión puede también jugar su papel a la hora de ayudar a construir instituciones que aumenten y sostengan la armonía social y la unidad civil. Asimismo, las organizaciones no gubernamentales y los individuos pueden fomentar un ambiente que conduzca a la paz y a negociaciones para resolver los conflictos.Benedicto XVI trató la relación entre fe religiosa y paz en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, celebrado por la Iglesia el 1 de enero. Calificaba de «inaceptables» aquellas concepciones de Dios que anima a la intolerancia y a la violencia (n. 10). La guerra en nombre de Dios nunca es aceptable, advertía el Pontífice.
«Que todo cristiano se sienta comprometido a ser un trabajador incansable en favor de la paz y un valiente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables», animaba en la conclusión de su mensaje. Un llamamiento que debería encontrar una respuesta en el corazón de todos los creyentes.
Por el padre John Flynn, LC
Tomado de Zenit.
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Una alianza de todos contra el extremismo y la exclusión/Jorge Sampaio, alto representante de la Alianza de Civilizaciones y ex presidente de la República de Portugal
Publicado en EL MUNDO, 22/09/2907;
La paz sigue siendo uno de los principales retos de nuestro tiempo. Destruir vidas humanas y hacer la guerra no contribuyen a solucionar nada. Ya lo dice el refrán: «La violencia engendra violencia». Por desgracia, en este mundo nuestro, cada vez más interrelacionado, los conflictos se desarrollan ante nuestros ojos a diario, casi en tiempo real: entran en nuestro salón imágenes que atestiguan el sufrimiento humano. Al mismo tiempo, se hace más patente la diversidad de factores que pueden conducir a la guerra o al conflicto civil.
Las ambiciones territoriales, los intereses geopolíticos y las rivalidades políticas son sólo algunas de las causas de los conflictos. La competencia por los recursos naturales, la inestabilidad económica, la injusticia social y las desigualdades acentúan también el riesgo de confrontación entre los países y en el seno de cada uno de ellos. Y en un mundo de identidades desarraigadas, valores cambiantes y conflictos entre tradición y modernidad, el fundamentalismo y el extremismo han conseguido ocupar un lugar preferente, a la vez que se han marginado las voces de la moderación y la razón. El lenguaje del nosotros y el ellos y la política del miedo tienden a polarizar las percepciones y a profundizar la división, propiciando la aparición de conflictos étnicos o entre comunidades.
En los últimos tiempos, se ha vuelto a percibir la religión como una fuente de odio y de hostilidad. Ciertamente, no siempre resulta fácil defender la postura de que la religión puede actuar como una fuerza positiva para la paz. De Irak a Afganistán, de Cachemira a Sri Lanka, de Indonesia a Israel y Palestina, a menudo parece que la religión fomenta la violencia y el belicismo. Pero el hecho de que la religión sea uno de los factores en muchas de las crisis actuales no la convierte necesariamente en el detonante de las mismas.
Sostener la idea de que la religión es una de las fuentes principales del daño y la violencia que existen en el mundo es peligroso, además de injusto, y desvía nuestra atención de la raíz política de la mayoría de los conflictos. La discriminación de todo tipo, la exclusión social, la injusticia económica, la ambición militar, la ausencia de buen gobierno y las rivalidades geopolíticas desempeñan un importante papel en el estallido de las guerras. Incluso en el caso de los conflictos de origen cultural o religioso, la violencia y el extremismo generalmente se deben a la utilización de la religión con fines ideológicos.
Por el contrario, la influencia positiva de la religión se hace sentir en los valores esenciales y los ideales comunes de las grandes tradiciones religiosas, que instan a sus fieles a respetar tanto el valor humano por excelencia -el derecho a la vida de cada uno de nosotros-, como el derecho a una vida digna. Este principio básico articula la exigencia ineludible de unas relaciones pacíficas entre los pueblos y entre las sociedades. Constituye uno de los cimientos de la democracia y del Estado de Derecho y se encuentra en el núcleo de los principales tratados y acuerdos internacionales y, muy especialmente, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los líderes religiosos de todas las tendencias utilizan cada vez más su influencia para promover la resolución pacífica de los conflictos a través del diálogo y de vías políticas. En particular, no suele destacarse suficientemente el papel que desempeñan los líderes musulmanes en la defensa de la paz y la condena del terrorismo. Y, sin embargo, una y otra vez, en todos los lugares del mundo, han denunciado en voz alta la violencia como la antítesis de las enseñanzas islámicas.
No podemos permitir que el extremismo y el fundamentalismo desvíen a la religión de su senda humanista y la conviertan en instrumento de la violencia y el terror. No podemos aceptar que, en nombre de la lucha contra el terrorismo a escala mundial, los políticos dejen de lado su responsabilidad de garantizar a los ciudadanos una vida digna y la protección de los derechos humanos en que se fundamentan las sociedades estables y las relaciones internacionales pacíficas.
La política y la religión han de aunar sus fuerzas en contra del extremismo, el totalitarismo y la exclusión. Políticos, líderes religiosos, iglesias y otras organizaciones confesionales deben trabajar juntos para hacer posible una alianza mundial por la paz a través de la educación. En mi opinión, la mejor forma de prevenir las tensiones entre las diferentes culturas es mejorar la educación para el diálogo intercultural e interreligioso, el respeto y el entendimiento mutuos.
Con el fin de evitar un choque de civilizaciones, la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas pretende contribuir a mejorar las relaciones interculturales insistiendo en un paradigma de respeto entre las personas de diferentes culturas y tradiciones religiosas. En concreto, se centra en el diálogo entre culturas y entre religiones como vía para garantizar una paz y una estabilidad duraderas en todo el mundo. Lanzada por los Gobiernos de España y Turquía, la Alianza cuenta ya con el respaldo activo de un Grupo de Amigos integrado por más de 70 estados, organizaciones y agencias internacionales. Su finalidad es impulsar una amplia gama de proyectos interculturales que sirvan para tender puentes entre las distintas comunidades y para promover sociedades más pluralistas y abiertas.
En enero del año próximo se celebrará en Madrid un Foro de la Alianza de Civilizaciones al que asistirán gobiernos, organizaciones internacionales, organismos donantes y representantes de la sociedad civil y del sector empresarial, con el objetivo de establecer relaciones interculturales y fortalecer la colaboración en los ámbitos de la juventud, la educación, los medios de comunicación y la migración. En este evento participarán también líderes religiosos, que debatirán cuáles son las funciones concretas que pueden desempeñar tanto ellos como sus comunidades en apoyo de una seguridad compartida y un mejor entendimiento.
Pese a los importantes esfuerzos realizados en los últimos años para salvar las diferencias culturales desde la base, el factor decisivo en la búsqueda de la paz sigue siendo asegurar la voluntad política colectiva de corregir los desequilibrios, las tensiones y las fuentes de conflicto que aquejan a nuestro mundo.
Una alianza de todos contra el extremismo y la exclusión/Jorge Sampaio, alto representante de la Alianza de Civilizaciones y ex presidente de la República de Portugal
Publicado en EL MUNDO, 22/09/2907;
La paz sigue siendo uno de los principales retos de nuestro tiempo. Destruir vidas humanas y hacer la guerra no contribuyen a solucionar nada. Ya lo dice el refrán: «La violencia engendra violencia». Por desgracia, en este mundo nuestro, cada vez más interrelacionado, los conflictos se desarrollan ante nuestros ojos a diario, casi en tiempo real: entran en nuestro salón imágenes que atestiguan el sufrimiento humano. Al mismo tiempo, se hace más patente la diversidad de factores que pueden conducir a la guerra o al conflicto civil.
Las ambiciones territoriales, los intereses geopolíticos y las rivalidades políticas son sólo algunas de las causas de los conflictos. La competencia por los recursos naturales, la inestabilidad económica, la injusticia social y las desigualdades acentúan también el riesgo de confrontación entre los países y en el seno de cada uno de ellos. Y en un mundo de identidades desarraigadas, valores cambiantes y conflictos entre tradición y modernidad, el fundamentalismo y el extremismo han conseguido ocupar un lugar preferente, a la vez que se han marginado las voces de la moderación y la razón. El lenguaje del nosotros y el ellos y la política del miedo tienden a polarizar las percepciones y a profundizar la división, propiciando la aparición de conflictos étnicos o entre comunidades.
En los últimos tiempos, se ha vuelto a percibir la religión como una fuente de odio y de hostilidad. Ciertamente, no siempre resulta fácil defender la postura de que la religión puede actuar como una fuerza positiva para la paz. De Irak a Afganistán, de Cachemira a Sri Lanka, de Indonesia a Israel y Palestina, a menudo parece que la religión fomenta la violencia y el belicismo. Pero el hecho de que la religión sea uno de los factores en muchas de las crisis actuales no la convierte necesariamente en el detonante de las mismas.
Sostener la idea de que la religión es una de las fuentes principales del daño y la violencia que existen en el mundo es peligroso, además de injusto, y desvía nuestra atención de la raíz política de la mayoría de los conflictos. La discriminación de todo tipo, la exclusión social, la injusticia económica, la ambición militar, la ausencia de buen gobierno y las rivalidades geopolíticas desempeñan un importante papel en el estallido de las guerras. Incluso en el caso de los conflictos de origen cultural o religioso, la violencia y el extremismo generalmente se deben a la utilización de la religión con fines ideológicos.
Por el contrario, la influencia positiva de la religión se hace sentir en los valores esenciales y los ideales comunes de las grandes tradiciones religiosas, que instan a sus fieles a respetar tanto el valor humano por excelencia -el derecho a la vida de cada uno de nosotros-, como el derecho a una vida digna. Este principio básico articula la exigencia ineludible de unas relaciones pacíficas entre los pueblos y entre las sociedades. Constituye uno de los cimientos de la democracia y del Estado de Derecho y se encuentra en el núcleo de los principales tratados y acuerdos internacionales y, muy especialmente, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los líderes religiosos de todas las tendencias utilizan cada vez más su influencia para promover la resolución pacífica de los conflictos a través del diálogo y de vías políticas. En particular, no suele destacarse suficientemente el papel que desempeñan los líderes musulmanes en la defensa de la paz y la condena del terrorismo. Y, sin embargo, una y otra vez, en todos los lugares del mundo, han denunciado en voz alta la violencia como la antítesis de las enseñanzas islámicas.
No podemos permitir que el extremismo y el fundamentalismo desvíen a la religión de su senda humanista y la conviertan en instrumento de la violencia y el terror. No podemos aceptar que, en nombre de la lucha contra el terrorismo a escala mundial, los políticos dejen de lado su responsabilidad de garantizar a los ciudadanos una vida digna y la protección de los derechos humanos en que se fundamentan las sociedades estables y las relaciones internacionales pacíficas.
La política y la religión han de aunar sus fuerzas en contra del extremismo, el totalitarismo y la exclusión. Políticos, líderes religiosos, iglesias y otras organizaciones confesionales deben trabajar juntos para hacer posible una alianza mundial por la paz a través de la educación. En mi opinión, la mejor forma de prevenir las tensiones entre las diferentes culturas es mejorar la educación para el diálogo intercultural e interreligioso, el respeto y el entendimiento mutuos.
Con el fin de evitar un choque de civilizaciones, la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas pretende contribuir a mejorar las relaciones interculturales insistiendo en un paradigma de respeto entre las personas de diferentes culturas y tradiciones religiosas. En concreto, se centra en el diálogo entre culturas y entre religiones como vía para garantizar una paz y una estabilidad duraderas en todo el mundo. Lanzada por los Gobiernos de España y Turquía, la Alianza cuenta ya con el respaldo activo de un Grupo de Amigos integrado por más de 70 estados, organizaciones y agencias internacionales. Su finalidad es impulsar una amplia gama de proyectos interculturales que sirvan para tender puentes entre las distintas comunidades y para promover sociedades más pluralistas y abiertas.
En enero del año próximo se celebrará en Madrid un Foro de la Alianza de Civilizaciones al que asistirán gobiernos, organizaciones internacionales, organismos donantes y representantes de la sociedad civil y del sector empresarial, con el objetivo de establecer relaciones interculturales y fortalecer la colaboración en los ámbitos de la juventud, la educación, los medios de comunicación y la migración. En este evento participarán también líderes religiosos, que debatirán cuáles son las funciones concretas que pueden desempeñar tanto ellos como sus comunidades en apoyo de una seguridad compartida y un mejor entendimiento.
Pese a los importantes esfuerzos realizados en los últimos años para salvar las diferencias culturales desde la base, el factor decisivo en la búsqueda de la paz sigue siendo asegurar la voluntad política colectiva de corregir los desequilibrios, las tensiones y las fuentes de conflicto que aquejan a nuestro mundo.
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