17 jun 2008

CSG en El Universal

Soberanía, narco y derechos humanos/ Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México.
Publicado en El Universal 17 de junio de 2008;
En el debate suscitado por la aparición de mi libro La década perdida ha aflorado el estereotipo de un supuesto desvanecimiento en la defensa de la soberanía a partir de mi gobierno.
En respuesta, aporto dos ejemplos: mi gobierno impuso por primera vez en el mundo reglas a la presencia de la DEA en otro país. En el caso de México fueron publicadas el 3 de julio de 1992 en el Diario Oficial de la Federación. Ningún gobierno se había atrevido a establecerlas, y significó uno de los episodios más tensos en la relación bilateral, además de explicar el cúmulo de testimonios fabricados años después y que fueron facilitados por miembros de esa agencia durante las acusaciones fabricadas contra mi hermano.
Agrego como segundo ejemplo la mexicanización del combate al narcotráfico durante mi gobierno, la cual fue abandonada por las dos administraciones neoliberales. Considérense los comentarios del Departamento de Estado estadounidense publicados en 1997 y que reproduzco en mi libro reciente: “La crisis económica, combinada con la creciente preocupación en México sobre la amenaza de los traficantes de drogas y el crimen organizado, convenció a la administración de Zedillo a modificar la política de ‘mexicanización’ establecida en 1992 bajo la cual México había asumido el financiamiento total de su programa antinarcóticos. Ahora se ha reanudado la asistencia técnica y material de EU”.
La desaparición de la soberanía nacional de la agenda neoliberal, con todo, empezó cuando se solicitó ayuda a una potencia extranjera para solucionar la crisis económica de 1995. Más tarde, también se entregaría el sistema de pagos a los extranjeros.
En el campo de los derechos humanos, por otra parte, se acuñó otro estereotipo. Específicamente en relación a los lamentables fallecimientos de miembros del PRD en aquellos años. Durante mi administración, yo mismo solicité a la Comisión Nacional de Derechos Humanos que investigara cada una de las denuncias del PRD y procediera a realizar las averiguaciones correspondientes. En 1994, el presidente de la CNDH publicó el informe sobre las quejas presentadas por el PRD. La CNDH lo dio a conocer ampliamente; los avances se habían divulgado desde 1992 a través de la Gaceta de la propia comisión.
El informe de 1994 consta de 10 capítulos y cuatro anexos desarrollados a lo largo de 554 páginas. En la “Introducción” se especificó: “Se realizaron… reuniones de trabajo entre funcionarios de esta Comisión Nacional y representantes de la comisión respectiva del PRD. El objetivo de esas reuniones fue analizar los 275 casos presentados por ese partido político”. En el documento consta que funcionarios de la comisión sostuvieron las citadas reuniones en la Sala de Juntas de la visitaduría de la CNDH; ahí se encontraron con la secretaria de Derechos Humanos del CEN del PRD, así como con otros colaboradores de la Comisión de Derechos Humanos de ese partido. Como se publicó en el informe, la mayor parte de los fallecimientos investigados respondieron a causas diferentes a su militancia política; aquellas en que se podía aducir un motivo político eran las mínimas y estaban relacionadas con el ámbito local, no federal. Sin duda siempre es lamentable la pérdida de una vida humana; sin embargo, resultó tranquilizador que las muertes denunciadas por el PRD no tuvieron como fundamento una acción represiva del gobierno federal.
Finalmente, sólo para el anecdotario refiero lo siguiente. Muchos han criticado y sacado de contexto la frase que usé después de mi último informe de gobierno: “Cuando durante la lectura del informe tratan de interrumpirme con gritos o pancartas, ni los veo ni los oigo”. Sin embargo, no podía ser de otra manera: si durante el informe me hubiera detenido a responder cada una de las expresiones y actitudes histriónicas, no hubiera cumplido la obligación constitucional de informar a la nación.
Por fortuna, a partir de la aparición de mi más reciente libro han surgido una serie de coincidencias sobre la base de que el país enfrenta un debate entre un neoliberalismo cerrado y proteccionista (que yo denomino populismo autoritario) y un individualismo que promueve integración transnacional (el neoliberalismo mexicano). Comparto la idea de que ninguna de las dos opciones beneficia a México. Bienvenida la oportunidad de debatir estas y otras alternativas dentro de la batalla de las ideas.
Ex presidente de México

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